Estuve en la librería internacional hace unos días, en el número 325 de Changle road, cerca del metro de Shanxi Nan road, un buen lugar para echar la tarde entre libros de toda índole en varios idiomas (francés, inglés, alemán, alguna cosa en español -pocas- y chino por supuesto), y buenos cafés y helados (delicioso y extracremoso el de chocolate). Un sitio para estar, ojear revistas y publicaciones nuevas y viejas.
Iba buscando un libro tras haber leído la reseña días antes. Se titula Through the looking glass: China's foreing journalists from opium Wars to Mao (A través del visor: los periodistas extranjeros en China desde las guerras del opio hasta Mao), de un tal Paul French. Pensé que podía ser una buena lectura.
El caso es que no lo tenían así que me dediqué a recorrer las estanterías: libros de arquitectura de Shanghai, guías de toda clase, libros de historia de China, de cocina asiática, de arte antiguo y contemporáneo, leyendas acerca de esta ciudad... Encontré dos que atraparon mi atención: uno era un libro de fotografía sobre retretes de todo el mundo (Toilets of the World), realmente bueno: descubrí otros muchos sitios en los que me gustaría mearme; y el otro se titulaba Impressions of Shanghai, un compendio de imágenes de la ciudad que jugaba a asociar las fotos del pasado y las del presente, realizadas exactamente desde el mismo ángulo, por lo que podías ver el mismo lugar hace décadas y en la actualidad. Nada que ver en la mayoría de los casos.
Me pregunté que quedaría de ese old Shanghai y me fui a buscarlo. Caminé por las calles buscando señales, huellas de un pasado no tan remoto (años 20 y 30) cuándo ésta era ya otra Tierra Prometida. Buscaba lugares que me trasladaran al Shanghai de la ocupación japonesa y los grupos de estudiantes clandestinos de Lust, Caution (años 40); o al de los grandes clubes, las embajadas y los refugiados rusos de The white countess (años 30); o al de las estaciones de tren abarrotadas y los pitillos laaaaaargos de Lily (Marlene Dietrich) en Shanghai Express o al de los días de la invasión nipona de El Imperio del Sol...
Al final acabé en una especie de decorado chino abarrotado de turistas, en la zona sur del centro de la ciudad. Lo llaman Nanshi (que significa “barrio del sur”) y se ha convertido en una isla teñida del rojo de las antiguas edificaciones y templos chinos de la época de la dinastía Ming, en medio de los rascacielos y los centros comerciales. Toda esa zona y sus callejuelas adyacentes constituyen la parte de la ciudad que se mantuvo china (delegaciones del gobierno y edificios oficiales) cuando tras las Guerras del Opio el gobierno imperial chino se vio obligado a ceder zonas de las ciudades a países extranjeros para que éstos siguieran comerciando con sus drogas (mediados del XIX). Hoy la zona imperial (Yuyuan Garden, Huxinting Tea House…) es una especie de parque temático chino con todo tipo de provocaciones comprables. Del muro fortaleza que rodeó la ciudadela sólo quedan las magníficas puertas de entrada (ocho). Pero, si uno está dispuesto a hacerse masa humana, todavía puede hacer un viaje en el tiempo en esta ciudad proyectada hacia el futuro. Y caminar por el laberinto de los shikumen (antiguas y diminutas casas de la ciudad), recorrer todas esas callejuelas (Fangbang road, Jiaochang Road, Fuyou road) en las que se respira una forma de vida que ha permanecido casi intacta: juegos de niños y viejos en la calle, barberías y peluquerías, puertas abiertas de par en par, puestos de comida al aire libre (allí, el que se atreva, puede comer por menos de un euro), mujeres haciendo la colada, ropas colgadas en palos de bambú… un bullicio impagable lleno de colores, sabores (y olores).