Shanghai Calling

El blog

Shanghai

Shanghai Calling es un blog de experiencias y descubrimientos que no tiene más pretensión que la de una guía útil para todo el que sienta la llamada de esta ciudad, ya sea porque se haya planteado viajar a Shanghai o por puritita curiosidad. ¿Oyes la llamada? Contesta!

Autora

Patricia Ortega Dolz

Patricia Ortega Dolz (Adra, Almería, 1976) es reportera de El País desde el 2000. Y un viernes de cierre tardío del pasado mes de junio se fue a tomar una cerveza al Clandestino y, a pie de barra, conoció a una mujer de Ciudad Real que, al cuarto tercio, le ofreció un trabajo en Shanghai durante la Expo. Pidió una excedencia por un año y allí está. Real como la vida misma.

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30 may 2010

Old Shanghai

Por: Patricia Ortega Dolz

PANORÁMICA
ENTRADA CALLE

Estuve en la librería internacional hace unos días, en el número 325 de Changle road, cerca del metro de Shanxi Nan road, un buen lugar para echar la tarde entre libros de toda índole en varios idiomas (francés, inglés, alemán, alguna cosa en español -pocas- y chino por supuesto), y buenos cafés y helados (delicioso y extracremoso el de chocolate). Un sitio para estar, ojear revistas y publicaciones nuevas y viejas.
Iba buscando un libro tras haber leído la reseña días antes. Se titula Through the looking glass: China's foreing journalists from opium Wars to Mao (A través del visor: los periodistas extranjeros en China desde las guerras del opio hasta Mao), de un tal Paul French. Pensé que podía ser una buena lectura.
El caso es que no lo  tenían así que me dediqué a recorrer las estanterías: libros de arquitectura de Shanghai, guías de toda clase, libros de historia de China, de cocina asiática, de arte antiguo y contemporáneo, leyendas acerca de esta ciudad... Encontré dos que atraparon mi atención: uno era  un libro de fotografía sobre retretes de todo el mundo (Toilets of the World), realmente bueno: descubrí otros muchos sitios en los que me gustaría mearme; y el otro se titulaba Impressions of Shanghai, un compendio de imágenes de la ciudad que jugaba a asociar las fotos del pasado y las del presente, realizadas exactamente desde el mismo ángulo, por lo que podías ver el mismo lugar hace décadas y en la actualidad. Nada que ver en la mayoría de los casos.
Me pregunté que quedaría de ese old Shanghai y me fui a buscarlo. Caminé por las calles buscando señales, huellas de un pasado no tan remoto (años 20 y 30) cuándo ésta era ya otra Tierra Prometida. Buscaba lugares que me trasladaran al Shanghai de la ocupación japonesa y los grupos de estudiantes clandestinos de Lust, Caution (años 40); o al de los grandes clubes, las embajadas y los refugiados rusos de The white countess  (años 30); o al de las estaciones de tren abarrotadas y los pitillos laaaaaargos de Lily (Marlene Dietrich) en Shanghai Express o al de los días de la invasión nipona de El Imperio del Sol...
Al final acabé en una especie de decorado chino abarrotado de turistas, en la zona sur del centro de la ciudad. Lo llaman Nanshi (que significa “barrio del sur”) y se ha convertido en una isla teñida del rojo de las antiguas edificaciones y templos chinos de la época de la dinastía Ming, en medio de los rascacielos y los centros comerciales. Toda esa zona y sus callejuelas adyacentes constituyen la parte de la ciudad que se mantuvo china (delegaciones del gobierno y edificios oficiales) cuando tras las Guerras del Opio el gobierno imperial chino se vio obligado a ceder zonas de las ciudades a países extranjeros para que éstos siguieran comerciando con sus drogas (mediados del XIX). Hoy la zona imperial (Yuyuan Garden, Huxinting Tea House…) es una especie de parque temático chino con todo tipo de provocaciones comprables. Del muro fortaleza que rodeó la ciudadela sólo quedan las magníficas puertas de entrada (ocho).  Pero, si uno está dispuesto a hacerse masa humana, todavía puede hacer un viaje en el tiempo en esta ciudad proyectada hacia el futuro. Y caminar por el laberinto de los shikumen (antiguas y diminutas casas de la ciudad), recorrer todas esas callejuelas (Fangbang road, Jiaochang Road, Fuyou road) en las que se respira una forma de vida que ha permanecido casi intacta: juegos de niños y viejos en la calle, barberías y peluquerías, puertas abiertas de par en par, puestos de comida al aire libre (allí, el que se atreva, puede comer por menos de un euro), mujeres haciendo la colada, ropas colgadas en palos de bambú… un bullicio impagable lleno de colores, sabores (y olores).

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22 may 2010

Piratas

Por: Patricia Ortega Dolz

Detectando diferencias y similitudes, creo que España y China deben de estar ahí, ahí en el tema de la piratería. A diferencia de España, aquí no se ven manteros africanos por las calles principales de la ciudad vendiendo DVD de los últimos estrenos de películas y series.  Aquí hay básicamente dos opciones: o seguir a alguno de los tipos que te ofrecen dividís en las múltiples naves comerciales que circundan el centro de la ciudad o ir directamente a la trastienda de cualquier videoclub o tienda de video.
En el primer caso, es fácil acabar en el fondo de cualquier puesto del mercado, hurgando entre bolsas negras de basura llenas de películas, eso sí perfectamente cerradas en sus plastiquitos y, a veces, hasta con carátulas distintas del mismo título. Arriesgado. Aunque las pagas a 10 RMB (un euro y pico, y cada vez más pico dada la creciente devaluación de la moneda europea), puedes encontrarte con desagradables sorpresas como que la película directamente no se ve, o que los subtítulos son de otra peli (locura máxima), o sencillamente que aparecen sobras chinescas en la pantalla. El otro día estaba viendo Alice in Wonderland y de pronto, en plena persecución del conejo, se cruza la sombra de un chino con una vaso en la mano. Por unas décimas de segundo pensé que era cosa del 3D.
Puestos a ir de piratas por la vida, es mucho más segura la segunda opción. Ayer encontré una tienda que se llama Sonic Boom, en el número 106 de la calle Maoming (en la zona de West Nanjing Road). Tienen de todo.  Y, lo confieso: arrasé. Me llevé la última temporada de Mad Men, la última de Californication y la última de The Wire, por un euro y medio cada una. Realizados los chequeos oportunos, ¡tengo series para rato!…

Claro que, siguiendo con las diferencias y las similitudes (y sin que esto suene a justificación), aquí en China, donde el Gobierno ejerce de preponderante distribuidora cinematográfica, tengo la impresión (por lo que veo en los carteles de las salas) de que apenas se estrenan en los cines películas occidentales (descontando las de ciencia ficción o animación). Según me cuenta la gente del cine, el control es bastante exhaustivo y, según qué películas, es común que pretendan cortar determinadas secuencias. Vamos que, aunque esté mal decirlo, parece que la piratería tiene un sentido en China y, en tanto en cuanto aquí las mayors no han abierto (o no han podido abrir) sus negocios, no se ven especialmente perjudicadas.

En España, sin embargo, la persecución del delito de la piratería (y digo delito), tiene todo el sentido del mundo porque, nos guste o no, hay toda una industria detrás que vive de la producción, distribución y exhibición de esas películas. El día 12 empieza el Festival Internacional de Cine de Shanghai (SIFF). Sé que han intentado que se proyectara alguna película española pero parece que no ha colao. Ya os contaré que se ve por allí, aparte del Mundial.

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17 may 2010

Esto de qué va

Por: Patricia Ortega Dolz

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Hay una sección en el Time Out  Shanghai que se llama What’s that about? (¿esto de qué va?). Este mes se preguntan para qué sirven las marcas que hay en las esquinas de los billetes de los yuanes. Al parecer son inscripciones en braille (chino). De momento no he visto ningún chino ciego, pero supongo que haberlos haylos. Yo siempre me he preguntado  ¿para qué sirve una Expo? Y ahora que estoy muy cerca de una,  más.


Miles de millones de euros invertidos por todos los países participantes (casi 200), en el caso de Shanghai 18.000  familias desalojadas para llenar de edificios una extensión de cuatro kilómetros cuadrados y, lo más heavy de todo, construir a saco para demolerlo todo seis meses después. Bueno sí, algo se podrá aprovechar, se podrá volver a edificar en la zona y algún pabellón será indultado y esas cosas, pero en fin… No deja de parecerme una manera muy salvaje de emplear el dinero. No sé, si yo tuviera un país  (y quisiera promocionarlo), me limitaría a invertir la pasta en que de allí saliera lo mejor y viniera lo mejor; pero  no creo que montase un sucedáneo de mi país en otro sitio.


Ayer entraba en la Zona Expo con Alvin Leung, un chef de Hong Kong que ha venido como invitado y que, hasta hace pocos años, se dedicaba a construir estudios musicales. Ahora elabora platos con nombres como Sex on the beach (“Sexo en la playa”, y movidas así). Y ayer flipaba con las colas. Y eso que él lleva tatuado en el brazo su nombre de guerra: “El demonio de la cocina” (Alvin es un grande). Pero lo de la Expo es otra guerra: la de las cifras de asistencia. Clic, clic, clic… En cada cola hay un personaje con un aparatito-contador. Pero lo más flipante es la cantidad de peña que está dispuesta a convertirse durante un buen rato de su vida en carne de cola… No se me ocurre un acto voluntario más borreguil, por muy civilizado que sea, que ponerse en una cola kilométrica… Por muchas expectativas que tuviera, se arruinarían en el camino.
El caso es que Alvin compartía mi opinión así que decidimos que si entrábamos en alguno, aparte de en el de España, sería en el de Mónaco, porque allí no había ni el tato, o en algún otro en el que nos pudiéramos colar.
Finalmente Alvin se fue a cocinar y yo me colé en el alemán. Un pabellón poliédrico e interactivo: todo es digital, todo se toca, se pisa, todo está pensado para que tenga un efecto de inmersión, pero eso, un efecto. ¿El mayor?: la jarra cerveza alemana que me bebí a la salida. Éste además no necesita traducción ni al braille.

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15 may 2010

Una Venecia China

Por: Patricia Ortega Dolz

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El otro día nos fuimos a Zhouzhuang, uno de los múltiples pueblos chinos que viven sobre las aguas, una de las Venecias de China. Está sólo a una hora en coche desde Shanghai. Se puede llegar en autobús, pero nosotros que íbamos en grupo decidimos alquilar una ban por 10 euros la hora. Hay múltiples locales de alquiler de vehículos por todo Shanghai a precios relativamente económicos. Un día de excursión, en el que te llevan, te esperan y te traen, no llega a los 100 euros; que si vas en grupo se convierte en una cantidad bastante asumible. Eso sí, todo hay que regatearlo.
ZhouZhuang (que se pronuncia algo así como tchutchuán) es una localidad con 900 años de historia que se ha mantenido casi intacta y que está rodeada de ríos (Yinzi y Nanbei) y tranquilos lagos que, en las afueras, evocan a La Isla, la mítica película del director surcoreano Kim Ki-duk. Un remanso de paz, salvo en fin de semana, que está atestado de turistas (principalmente chinos).
Como todo reclamo turístico se ha desnaturalizado un poco, pero todavía permite saborear ese halo de encantamiento que le aportan sus laberínticas calles (llenas de tiendecitas, terracitas y restaurantes –muy muy chinos- y alguna galería de arte como la del pintor chino fallecido en 2005 Mr. Chen Yifei) y sus canales cruzados por puentes de piedra (14 de ellos construidos en las dinastías Yuan, Ming y Qing). Es un sitio de cuento, abrazado por centenares de sauces llorones que dejan caer sus largas melenas sobre las aguas al paso de las piraguas de madera.

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El embarcadero del centro del pueblo es un hormiguero de gente en el que se compra un ticket (10 euros por barco), y tras el caos (un hombre vociferando en chino por un megáfono, gente agolpada en cualquier orden menos el de una cola, empujones…), de una manera casi mágica, uno se encuentra subido en una de esas piraguas recorriendo los canales a golpe de un timón con forma de pala. Y descubre pequeñas posadas a pie de río, habitaciones acristaladas, rincones que esperan a la noche… El mundo se ve de otra forma desde el agua. Relax.

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12 may 2010

M1NT

Por: Patricia Ortega Dolz

Todos los expats hablan de él como el local más cool de Shanghai. Había que ir a conocerlo. Lo primero llamar por teléfono y hacer la reserva. Sí, para un discotecón.

Reservamos para 15, por si acaso. Menos mal que bastaba con dar un nombre. Dimos tres, por si acaso. Tras cenar por el centro, cogimos un taxi. Aquí son baratísimos: dos euros una carrera normal, ¡la caña! Cinco minutos y nos encontrábamos ante un edificio de oficinas de 24 pisos y un letrero en piedra de granito en el que se leía: M1nt, entre otro montón de cosas. Pero bastó con seguir las lentejuelas, los tacones de aguja, y las camisas de Fred Perry para encontrar la entrada principal. Puerta giratoria de cristal, una cola ordenada de unas 15 personas en la recepción y una señorita monísima rubia de ojos extraterrestres con un listado de 20 folios en mano: “Your name, please”. A la primera no nos encontró, a la segunda tampoco, a la tercera recibimos una llamada de la gente que ya estaba dentro y nos dejó pasar, junto a “los Esteban” del Pabellón de Colombia, que se colaron con nosotros hábilmente conscientes de que nuestra reserva era para 15. Estuvieron rápidos.
 Piso 24: las puertas se abren y, oh my God!, el mundo se oscurece y los Red Hot Chili Peppers suenan a saco: “How long, how looooong..” (momento gigantesco). Tan a saco que a la entrada del local lo primero que te dan es una bolsita con tapones para los oídos. Yeeeeah!

Y que siga la fiesta! Luces giratorias, gente guapa por todas partes (más desvestida que vestida y minoría de asiáticos), una barra de neón (en la que “los Esteban” se hicieron fuertes con una buena botella de champán y una enorme cubitera), una pecera gigante con tiburones (el lugar perfecto para darse un buen morreo), y unas vistas de 360 grados, en dos palabras, im-presionantes.
Y luego un Dj que pasaba de Lady Gaga (Bad romance), uooooohh, a Frank Sinatra (New York New York) sin solución de continuidad, una pista atestada de gente sin copas en la mano (no sé si por civismo o porque costaban 17 euros), sofás y plataformas elevadas para las más osadas (ellos nos se atreven). No hay duda, es un sitio para conocerlo, incluso si no eres carne de discoteca. Repetir o no depende de cada cual. Yo, no sé por qué, creo que repetiré: me quedé sin ver el amanecer. DSC01655 DSC01657

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10 may 2010

Bicicletas 'Forever'

Por: Patricia Ortega Dolz

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Va a sonar algo patético pero lo primero que he tenido que hacer al llegar a Shanghai es ir a lo que aquí llaman Chalefú, que viene a ser el Carrefour de toda la vida, sólo que más colorinero y con todos los productos en chino, claro. Y bueno, lo único que no encontré fue colacao, pero a cambio pude comprar cinco tipos de arroz distintos a granel que cogí con mis propias manos en una especie de enormes cajones de madera que, no sé muy bien por qué, me recordaron a ese momento en el que a  Harrison Ford lo entierran bajo toneladas de semillas de trigo en el granero de los Amish en Único Testigo. Con el granero lleno se vive mejor en cualquier parte del mundo.

Además en el chalefú descubrí que aquí las bicis eléctricas cuestan 100 euros, ¡10 veces menos que en España! y son marca Forever, ¡lo más!. Y a pesar del riesgo que supone la conducción en esta ciudad en la que las señales de tráfico brillan por su ausencia (o si brillan por su presencia es como si estuvieran ausentes), creo que ésa puede ser una opción para moverme por aquí estos seis meses de Expo, que por cierto está a tomar por el sur, pero muy por el sur, del centro.

Allí, en la Expo, me encontré con el presidente del Congreso, que había venido a la inauguración. Encontré a Bono un poco caído de hombros, la verdad, no sé si “ejque” estaba cansado o “ejque” había estado demasiado tiempo "puesto cara al sol"… El caso es que iba con Iñaki (Azcuna), el alcalde de Bilbao, y demás compañeros mártires y, tras correr por los San Fermines y ganar la Eurocopa con España en la magnífica instalación de Bigas Luna, todos juntos se dejaron abrazar por las rollizas piernas del bebé gigante rubisísimo que ha montado la Coixet en el Pabellón español (www.expo-int.com).

De vuelta a casa me acordé mucho de las bicicletas forever, entre las hordas de gentes que me acompañaban a pie (las bicicletas tampoco son para siempre) en ese Día Internacional del Trabajador. Una efeméride especialmente significativa en el país del proletariado pero que no parece afectarles a las chicas de mi barrio, que de noche parece Sin City, con todas ellas sonriendo desde los escaparates de las docenas de spas con final feliz que hay justo a los pies de mi edificio, junto al estadio Yuanshen, en la zona financiera de Pudong. Es el mismo estadio en el que entrena el Shanghai United F.C., que lleva los mismos colores del Aleti y que, por cierto, está hermanado con el equipo rojiblanco. Es posible, de hecho, que los de Quique se dejen caer por aquí este verano.  Aúpa Aleti!

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BICICLETA

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09 may 2010

La Finca de Shanghai

Por: Patricia Ortega Dolz

El sábado fue la fiesta de inauguración de La Finca de Shanghai, un cojorestaurante español en una impresionante mansión de hace 200 años ubicada a los pies del lago de la zona de Xintiandi (en pleno centro de la ciudad). Un sitio poderoso, decorado con muy buen gusto por Aurora Gámez y que tiene el sabor del Shanghai antiguo con un diseño moderno. La artífice del lugar es María Li Bao, una china de 42 años muy muy lista, que se ha venido de Madrid, donde regenta varios restaurantes --el China Crawn, en Infanta Mercedes y el Ayala Japón en la calle Ayala, entre otros…--, para convertirse en la referencia gastronómica española en su ciudad; aunque estos meses de EXPO tiene una fuerte competencia debido a los programas que trae el Pabellón de España, con Pedro Larumbe haciendo tapas de alta cocina en el nido de Benedetta Tagliabue y un elenco de 21 de los mejores chefs españoles (Berasategui, Arzak, Subijana, Aduriz, Dani García, Pepe Solla…) que traen las correspondientes Comunidades Autónomas y que cocinarán semana a semana en el restaurante del hotel Gran Melia Shanghai.
Pero María Li Bao lo tiene claro: “Esta es una inversión a largo plazo, en España vendo China y en China vendo España”. Ojito al parche: ya son los chinos los que venden Xibañá. Y para que os hagáis una idea, ha montado su chiringuito en 27 días. Se ha traído al madrileño Raúl Vasco de jefe de Cocina, y allí ya se comen riquísimas croquetas de jamón ibérico, tigres (mejillones con bechamel), tortilla de patata (por supuesto), calamares con mus de alioli, boladillos de bacalao (increibles)… a precios económicos para la mentalidad europea teniendo en cuenta la presentación de los platos y su alta calidad.
Y, si no, que se lo digan a Carlos Herrera y a su equipo, que se pusieron como el Kiko tras la emisión de su programa. O a una parte importante de la alta sociedad shangainesa y china, empezando por el secreterio del alcalde de la ciudad y siguiendo por los artista hongkoneses Jacky Cheng y Zen Zhi Wei, además del jefe de protocolo del Pabellón de España, Carlos Telmo (un sevillano de pro, nacido en Ronda, realmente divertido) y la gente del ICEX, y terminando por mí, que no perdoné ni un plato del festín. HERRERA MARÍA LI BAO LA FINCA 1

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08 may 2010

Where the wild things (y el Dios de las pequeñas cosas) are

Por: Patricia Ortega Dolz

No se enteró casi nadie, salvo los afectados y los familiares de los heridos que acabaron en el hospital. Al parecer se montó la de Dios pocos días antes de la inauguración de la EXPO, el pasado 1 de mayo. Me lo cuentan fuentes muy fiables que lo vivieron en primera persona (refugiados en sus oficinas) pero que no puedo desvelar. Las avalanchas de gentes enfurecidas apedreando pabellones, destrozando lo que encontraban a su paso, agolpándose a la entrada de los pocos que estaban abiertos… Fue uno de los días de prueba en los que el Gobierno chino decidió meter a 200.000 personas en el recinto.

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Se supone que en esa semana de prueba los pabellones podían abrir de manera opcional. La mayoría prefirieron esperar al final de la semana, pero hubo algunos más atrevidos (o quizá más seguros de sí mismos), como Alemania, EEUU o Francia, que se lanzaron a la piscina convencidos de que había agua. Y no.
Se agotó el agua, se agotó la comida, se agotó todo y las colas se hacían interminables y la gente se irritaba hora tras hora de espera. No había seguridad (o no la suficiente), no había vallas para regular las entradas… Aquello era un sindiós.

¿Tu has visto algo? ¿Has leído algo? pues yo tampoco. Pero al día siguiente, e insisto, sin que saliera nada al respecto en la prensa local ni nacional, apareció el Dios de todas esas pequeñas cosas encarnado en el cuerpo de Hua Jun Duo, el Comisario General de la EXPO.

En la multitudinaria reunión de la mañana siguiente a los hechos, los directores de los pabellones se atropellaban reclamando toda clase de medidas para evitar otro desastre. Y Él, impertérrito, escuchaba y señalaba con el dedo a sus apóstoles las peticiones que consideraba oportunas: hágase. Y se hizo.

Al día siguiente el ejército marchaba firme por todo el recinto de la Expo, había vallas por todas partes, agua, comida y las colas estaban ordenadas.  Será por eso que este es mayormente un país sin divinidades ni hostiasP1000345
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