Shanghai Calling

El blog

Shanghai

Shanghai Calling es un blog de experiencias y descubrimientos que no tiene más pretensión que la de una guía útil para todo el que sienta la llamada de esta ciudad, ya sea porque se haya planteado viajar a Shanghai o por puritita curiosidad. ¿Oyes la llamada? Contesta!

Autora

Patricia Ortega Dolz

Patricia Ortega Dolz (Adra, Almería, 1976) es reportera de El País desde el 2000. Y un viernes de cierre tardío del pasado mes de junio se fue a tomar una cerveza al Clandestino y, a pie de barra, conoció a una mujer de Ciudad Real que, al cuarto tercio, le ofreció un trabajo en Shanghai durante la Expo. Pidió una excedencia por un año y allí está. Real como la vida misma.

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28 jun 2010

Taxi driver

Por: Patricia Ortega Dolz

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Siempre he respetado a los taxistas. Seguramente, y en primer lugar, porque cuando me subo a un taxi pienso que voy vendida y prefiero confiar en el tío que va al volante antes de parecer un gato enjaulado. Y en segundo lugar porque los taxistas son una tribu que aguanta a mucha gente y eso, ya por sí solo, tiene mérito. Pero aquí en Shanghai la cosa se pone jodida, la verdad. Sí alguien tiene algún tipo de trauma con los taxitas, este el sitio para un buen tratamiento de choque.

En ciudades grandes como ésta el transporte público es elemental. El metro es cojonudo (limpio, rápido, moderno, sencillo y claro) pero, a veces, resulta difícil resistirse a la tentación de pillar un teki sabiendo que, incluso cruzándote la ciudad, la carrera máxima va a rondar los 4 euros. Y, eso sí, los taxistas aquí no suelen engañar ni trucar el taxímetro. Una vez tomada la decisión de cogerlo (es tan sencillo levantar el brazo...) hay que estar preparado. 
Los taxistas shanghaineses, aunque los que quisieron pudieron recibir cursos acelerados de inglés antes de que empezara la Expo, no lo hablan ni de coña y lo de entenderse, si no se habla chino, es chungo... bueno, muy chungo.

Recomendación para iniciados: o bien llevar escrita la dirección en chino (en un papel o en el móvil) o, una vez en el taxi, llamar al teléfono de información (962288), que siempre llevan pegado y visible en la cabina, y explicarle a la telefonista en inglés adonde se quiere ir para que se lo diga luego al taxista en chino. 

Resulta muy muy útil hacerse con un buen tarjetero en el que ir guardando las tarjetas de los sitios a los que se quiera volver. Las tarjetas de los sitios acaban configurando un mapa particular de la ciudad. Tanto es así, que hay una guía de la ciudad hecha con tarjetas, lo másss... La ha elaborado, junto a otras dos personas, la mejicana Marusia Musacchio. Se llama Zhao Cards y se compra en cualquier librería internacional y también en algunas de las tiendas de diseño que salpican el centro. Me la regalaron antes de llegar a Shanghai y creo que es uno de los regalos más prácticos que me han hecho en mucho tiempo.


Una vez que el taxista conoce tu destino lo mejor es abstraerse del mundanal ruido que, aunque no llega a ser el ensordecedor sonido de las bocinas sudafricanas, es mucho. Aquí los intermitentes apenas se encienden y, básicamente, se conduce a golpe de claxon. Por lo que yo he entendido, después de coger muchos taxis y de hacer muchos trayectos en bicicleta, el pitido viene a significar algo así como: "Que voy", por decirlo suavemente.

Después es importante olvidar cualquier norma de circulación básica como respetar las señales (¿qué señales?), mantener la distancia de seguridad, señalizar las maniobras, no pararse en zonas no habilitadas al efecto, respetar los pasos de peatones, no hacer pirulas donde se te ponga…  en fin... hacer clic en "borrar" en el apartado de "teórico".
Lo siguiente, para incrementar la comodidad en estos Wolsvaguen Santana (el modelo de moda) que apatrullan la ciudad en sus diferentes versiones (amarillos, rojos, azules...), es ignorar al conductor si le da por: afeitarse en el taxi, escupir por la ventana, sacarse un moco de la nariz, comerse un Zong Zi sin servilleta, hurgarse entre los dientes o meterse esa tremenda uña larga del dedo meñique hasta el tímpano…
Y, después de todo eso, ¡a disfrutar del paseo!

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20 jun 2010

'Circuit'

Por: Patricia Ortega Dolz

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Finalmente una película española se coló en el Festival Internacional de Cine de Shanghai (SIFF) en el último momento. Tan en el último momento que tuvieron que hacer el transfer a 35 mm 15 días antes de aterrizar en la Perla de Oriente, según me contó la productora, Gloria Morera. La peli se titula Circuit y, como no soy crítica de cine ni lo pretendo, me limitaré a decir que habla de las relaciones humanas en un escenario barcelonés huyendo de los tópicos de la Ciudad Condal, como si entraras en Barcelona por sus puertas traseras.
Más allá de sus aciertos y sus errores y de las sensaciones que pueda provocar la cinta --que tiene como protagonista a Sophie Auster (la hija del escritor estadounidense Paul Asuter)-- su director, Xavier Ribera, ha demostrado valentía al lanzarse a rodar con una narración y una estructura cinematográfica que huyen también de los tópicos del cine español: saltos temporales, silencios, aire, fotografía naturalista… un afanado intento de contar lo que no se cuenta, lo que no se ve, el backstage de esas vidas …  Muchos riesgos para los tiempos que corren…
De hecho, Ribera encarna un poco otro backstage, el del cine español. El del tío que está convencido de que tiene algo que decir, algo distinto que aportar y consigue el presupuesto justo para rodar una peli, con los pertinentes apoyos publicitarios. Y, cuando la termina, brrrr, descubre el abismo. Y se lanza a Shanghai, donde le seleccionan la película sorpresivamente, y vive en la esquizofrenia que va de los focos, los autógrafos y las fiestas, a la ansiedad y la angustia de la habitación del hotel, donde todo son planteamientos y dudas acerca de cómo y dónde estrenar la película, cómo hacerla llegar a los cines para recuperar al menos lo invertido, cómo conseguir que no sea una más de las muchas películas españolas subvencionadas por el Estado que jamás llega a la gran pantalla.
Ha pasado ya por Málaga y ahora se va de Shanghai a Karlovy Vary (Región de Bohemia, República Checa) ¿Es eso bueno? ¿Es acertado? Las películas dan muchas vueltas, tienen su propio circuito, su propia vida… A ver cómo acaba ésta.
Aquí el premio a la mejor película, Jin Jue (Golden Goblet Award) --una copa antigua de vino china dorada--, se lo acaba de llevar Biciami ancora (Kiss me again), de Gabriele Muccino,la segunda parte de una cinta anterior (L'ultimo bacio).

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19 jun 2010

Zong Zi

Por: Patricia Ortega Dolz

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Hay una comida típica china que se llama Zong Zi. Se trata de una masa pastosa hecha a base de arroz y todo tipo de tropezones (huevo, setas, dátiles, frutos secos, fruta, carne, patata…) envuelta cuidadosamente en hojas de maíz, como en un hatillo. Es casi hipnótico ver con qué maña las hacen en los mercados callejeros, aunque por supuesto también las venden congeladas en el chalefú. Se comen, después de cocerlas al vapor, separando las hojas por un lado, como un cucurucho.
Es un plato ancestral. A mí me parece casi selvático. Y esta semana que se ha celebrado la Fiesta del Dragón, concretamente el 16 de junio, el quinto día del quinto mes lunar que marca el comienzo del verano (acompañado de un revoloteo constante de insectos por toda la ciudad), los Zong Zi son el manjar típico que da sentido a esta fiesta nacional (de tres días).
Resulta que cuatro siglos antes del nacimiento de Cristo (en nuestro calendario) China andaba un poco revuelta con guerras de poder internas. Eran los tiempos de la dinastía Zhou, que fue finalmente derrotada por la dinastía Qin. Y en ese cambio de dinastía existió un personaje llamado Qu Yuan, que fue primer ministro del emperador Zhou. Yuan era un hombre que luchó contra la corrupción de los funcionarios del gobierno al que representaba, un tipo muy querido y reconocido por la gente por su ecuanimidad y su concepto de la justicia. Vamos, lo que vendría a ser ahora, salvando todas las distancias, una especie de  Carlos Giménez Villarejo en España. Un ser incómodo, muy molesto para los poderosos, que fue (cómo no!)desterrado.  Pero Yuan no pudo soportar las contradicciones y las farsas de la política y se arrojó al río Milou (al noreste de la provincia de Hunan).
Aquel día centenares de personas y  pescadores se lanzaron con sus barcos a las aguas del río dándoles a los peces Zong Zi como alimento  para evitar que atacaran el cuerpo sin vida de Qu Yuan. Desde entonces, se celebra la Fiesta del Dragón y en toda China se pulen canoas con la forma de esa animal, de boca abierta en la proa y de cola escamada en la popa, y se lanzan a las aguas a golpe de remo para ahuyentar los males. Así que en Shanghai, aparte de haber estos días toda clase de variedades de Zong Zi (a toda clase de precios), ha habido regatas de remo que se han celebrado en Sozhou Creek (un río que atraviesa la ciudad por el noroeste), en las universidades y hasta en algunos de los pequeños lagos de los parques de la ciudad... Los males quizá se hayan ido pero han llegado unos aires calientes que parecen venir de los más profundos infiernos.  

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17 jun 2010

Xibanya! Xibanya!

Por: Patricia Ortega Dolz

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La furia española se desplegó ayer por las calles de Shanghai. Los aproximadamente 1.200 españoles que hay en la Perla de Oriente tiñeron de rojo algunos de los bares de la ciudad. Y comenzaron dominando el partido como los jugadores de Del Bosque, aunque de poco les sirvió. "Xibanya! Xibanya!"  Los gritos salían por las ventanas del  Camel Sport Bar (1, Yueyang Road),  uno de los sitios elegidos para ver el primer partido de la selección en el Mundial, no por casualidad: hay pantallas hasta en los baños (de tíos). Vamos, que se pueden seguir las jugadas mientras uno está meando. Una cuestión que no es baladí si se tiene en cuenta que con la entrada al garito (100RMB) te dan un cubo de cervezas. Así para empezar a ir abriendo boca.

A las 20.30 las camisetas de la selección eran mayoría. Las llevaban españoles y chinos. Eran mayoría las del nueve de El Niño Torres, básicamente porque son las que venden falsificadas en los mercados. Pero las había hasta de Hugo Boss, y no es coña.

“Yo soy español, español, español”… Las banderas de España ya ondeaban entre las mesas, cada vez más llenas de cubos y de cervezas vacías. La Roja era claramente favorita, apoyada por chinos, australianos, austriacos o italianos. Los suizos, mucho menos jaraneros, formaban tímidos y discretos grupos que miraban con recelo a la afición española, que antes de empezar el partido ya estaba dándolo todo: “Chunda, chunda, tachunda chunda chunda, tatachún tachún”… El himno español era ensordecido por los aplausos al grito de ¡España! ¡España!... Los periodistas de Telemadrid, estos días por aquí, se afanaban en encontrar declaraciones entre los murcianos, andaluces, madrileños, asturianos, manchegos… que llenaban el local. De todo hay en esta pequeña gran viña.

Uy! disparo de Piqué… Los de del Bosque jugaban al tiki-taka y los suizos pastaban entre el medio campo y  la portería… Y así… Uy! disparo de Villa… Penalti!  (a Silva). Tras un primer tiempo sin goles, el optimismo español crecía entre trago y trago… “Alcohoool, alcohoool, alcohol-alcohol-alcohoool, hemos venido a emborracharnos el resultado nos da igual” La peña flipaba sin ni siquiera entender lo que cantaban los españoles… Glups! Gol! Y acto seguido: ¡Hop Suisse! ¡Hop Suisse! O los suizos tienen una voz muy grave o había muchos más de los que parecía.

Lo que pasó después es sobradamente conocido por todos, y no importó tanto por la derrota (“queda mucho mundial”) sino por eso tan español  de: “Ya nos han jodido la fiesta”. Pues eso.

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13 jun 2010

Vivir

Por: Patricia Ortega Dolz

ENTRADAEstoy yendo al Vienna Café todos los jueves. Se trata de un rinconcito idílico en la zona residencial de la concesión francesa (25, Xaoshing Road) en el que ese día de la semana hay cineforum a eso de las 19.30. Lo suyo es llegar y pedirse un café o una cerveza acompañado de uno de los maravillosos bizcochos caseros que hacen o de un pedazo de quiche.
Después sale Xing Zhao, que hace de barman y de maestro de ceremonias, y entre las mesitas de mármol y las sillitas de madera te presenta la película. El otro día era Vivir  de Zhang Yimou (Gran Premio del Jurado en Cannes, 1994). Es la adaptación de la novela homónima del escritor chino Yu Hua (Crónicas de un mercader de sangre), pero no la había visto porque, a pesar de que se trata quizá del director chino (La casa de las dagas voladoras, Hero, Happy times… ) con más fama en Occidente (junto al hongkonés Wong Kar-wai), nunca se ha proyectado esa peli en las salas españolas. En realidad creo que ni siquiera está editada en España. Pero lo más sorprendente no es eso (que ya es), sino que tampoco se ha proyectado nunca en los cines de China, según me contó Xing.

El gobierno chino castigó durante dos años sin dirigir a Yimou después de rodar esa película. Ahora se puede encontrar en los videoclubs pirata y se puede ver en proyecciones caseras como las del Vienna Café. Me pareció un peliculón, un recorrido crudo y sarcástico por el siglo XX chino, desde la Guerra Civil hasta el fin de la Revolución Cultural (1966-1976).

Verla con chinos fue lo mejor. A pesar de lo dura que llega a ser la película en algunos momentos, se partían de risa con las soflamas sobre Mao y el comunismo: “Nuestra familia es como una cocina”, le explica a su hijo en la película Fugui (el actor Ge You, premio al mejor actor en Cannes-1994), “después del pollito, criaremos la gallina, y después de la gallina la oveja y después de la oveja el buey”. “¿Y qué va después del buey, papá?, le pregunta el niño. En ese momento Fugui lleva a horcajadas a su hijo a la escuela para que derrita, junto a otros niños, todo el acero extraíble de los cacharros de su cocina y demás chatarras que formarán las balas de los cañones “que estallarán en la cama de Chiang Kai-shek”. Fugui se queda pensando unas décimas de segundo en la pregunta de su hijo y responde: “Después del buey va… el comunismo”. Carcajada general en la sala.

No es fácil, al menos así de entrada y para una extranjera, encontrar oportunidades para hablar de política. La gente jóven es más accesible y, entre los pocos con los que he podido charlar de estos temas, tres se han declarado abiertamente “no comunistas”, eso sí, en la mayoría de los casos, Mao "es otra cosa". Se habla mucho de la corrupción (yo les cuento los recientes escándalos en España y flipan),  de los “sobres rojos” (también para los periodistas), de los pagos bajo cuerda... Pero entre los más jóvenes se habla de vivir, de vivir mejor, de intentar que “esas cosas” les afecten lo menos posible ya que, en todo caso, nadie les va a preguntar al respecto, así que “¿para qué?” (suele ser el final de esa clase de conversaciones)… En definitiva, se habla de algo universal: el mejor gobierno será siempre el que mejor les deje vivir la única vida que tienen.

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08 jun 2010

El Willy

Por: Patricia Ortega Dolz

Grulla
“Óoole, óoole, óoole…”  Cuando en Shanghai se escucha esa interjección repetidas veces y sin ton ni son es que detrás viene El Willy. Este catalán, “que pun que pan”, se ha convertido en tres años en todo un gran personaje de la ciudad. No en vano esta semana es portada del City Weekend como el cocinero del año de Shanghai.  Es un poco como un neng con chapela roja un poco más bajito y regordito, y cada dos palabras (siempre aceleradas, en inglés, en español o en chino) suelta una muletilla: “¿sabes o no?”. 
Llegó a Shanghai de la mano del Grupo Torres, pionero en la distribución de vino en China, para montar eventos comestibles, “súpeeer, súpeeeer”.  Porque a este chaval de Vilafranca (Guillermo Trullas Moreno) de 32 años, le va el “rollo emprendedor”, “¿sabes cómo te digo?”. Y le va porque en España llegó un momento en que se comía los mocos, básicamente. Después de estudiar cocina en Barcelona, Francia y Nueva York, regresó a su ciudad. Y tras meses allí sin ninguna oportunidad optó por pirarse a la primera que surgió.
Se tiró un tiempo recorriendo Asia con la “excusa” de Torres hasta que pudo montar su propio negocio, que no podría tener más nombre que el suyo: El Willy, “a mi rollete, ¿sabes?”. Un local ubicado en una magnífica casa colonial española de 1928 en el corazón de la Concesión Francesa, “y tal, y cual…”.
La clave de su éxito es él, su visión, su selecto equipo de gente (chinos, japoneses, españoles, australianos… “gente con talento, my queenie”), su  personalidad arrolladora y su inagotable entusiasmo, el de un tío que vive en un eterno subidón, “esto, lo otro…”. Pero también y mucho su concepto de negocio, en el que todo el mundo está implicado en un porcentaje: “No necesito que el negocio sea mío para comérmelo solo, tío, lo que necesito es crecer, tío, y que la gente pueda crecer conmigo, tío, es la única manera de divertirte trabajando y de tener un equipo de confianza, brother”.Detrás de ese aura de dibujo animado que rodea al Willy, hay un currante (no sale de la cocina hasta el final de la noche) con una cabeza muy bien amueblada y de una claridad y sensatez aplastantes.
El resultado de todo eso es un restaurante con una maravillosa terraza, siempre lleno (de locales y de expatriados) en el que se degustan exquisitos platos: “Cachondos, tradicionales y no tanto, distintos, con el sello de la España de hoy que no es el de las sevillanas y el toro, “¿sí o no?”, un festival que no te lo acabas”. Desde carpacho de vieiras con flores, hasta paella, pasando por bocaditos de foie, croquetas de jamón ibérico, tartar de atún, gambas al ajillo (en su lata)…
Pero como el Willy es un culo inquieto… Hace menos de un año montó otra cosa en Shanghai: “¿Sabes aquello?: ¿Cuando llegas a la cima de la montaña, hay que hacer otra montaña?”. La otra montaña se llama "El Cóctel" (47, Yongfu road), un garito cercano a El Willy, en el que un japonés y un australiano hacen realidad sueños alcohólicos.  Un localcon un rollo muy brooklyniano para charlar, tomar buenos tragos y oír buena música, “¿sabes cómo te digo?”. No contento con eso, montó otro pub en Hong Kong: "Fofo by el Willy" (20/F, M88, 2-8 Wellington Street, Central, Hong Kong).
La siguiente montaña, que está ya en marcha en la zona residencial de Hongqiao de Shanghai, es un pub “rollo japo: todo muy zen, asientos bajos…, tal cual”, que ya tiene nombre: "Izacaya", y que como su nombre indica viene a ser el típico afterwork  japonés, con bebidas y comida.
Montaña p'arriba, montaña p'abajo, “que pun que pan”,  el mejor chef de Shanghai es un joven empresario comilón español con hambre de mundo. 

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01 jun 2010

Maridos y mujeres

Por: Patricia Ortega Dolz

Mmmm
Se despidió diciendo “call me Tony” ("llámame Tony"). Le conocí el domingo en un sitio curioso. Yo acababa de sobrevolar en una sillita voladora la Plaza del Pueblo (¡qué momento!). La Plaza del Pueblo es uno de los centros neurálgicos de Shanghai, en el distrito de Huangpu (rivera Oeste del río). Antes de que Mao proclamara el nacimiento de la República Popular China (1949) y se prohibiesen las apuestas NOTAS
y las carreras de caballos, fue el antiguo hipódromo de la ciudad.

Cuentan que fue un tal W. Hogg, un comerciante británico, el que tuvo la genial idea de montar allí las carreras de caballos allá por el año 1861. Al parecer, al tipo no se le ocurrió mejor manera de perimetrarlo que montarse en su caballo y cabalgar veloz en sentido suroeste formando un gran círculo. El resultado de aquella delirante galopada fue que 30.000 familias granjeras chinas se quedaron sin su casa (algo parecido a lo de la Expo) y a cambio vieron como se construían unas estupendas instalaciones equinas de un club al que luego no les estaría permitida la entrada. Por si quedaban dudas del artífice de aquello, ya se ocupó Mr. Hogg de grabar su nombre en el muro de mármol del hall del edificio principal, que alberga hoy el Museo de Arte de Shanghai.

Años después, aquellas cojoinstalaciones sirvieron para hospedar a los prisioneros japoneses durante la Primera Guerra Sino Japonesa (1894-95), y después fueron el club del ejército americano durante la liberación. Vamos que la Plaza del Pueblo no fue tal hasta que Mao proclamó la República. Allí se concentran ahora todo tipo de atractivos: el bonito y frondoso parque de Renmin -donde los hombres mayores juegan al Xiangqí (una especie de ajedrez chino)-, centros comerciales y pequeñas tiendas, el Museo de Shanghai, el de Arte Contemporáneo, el deOrdenación Urbana –con una impresionante maqueta de la ciudad de ¡600 metros cuadrados! (flipante)-, el Gran Teatro, cines, los edificios del gobierno municipal, restaurantes, bares, puestos callejeros y ¡sillitas voladoras! (Yuhuuuu!)…
Me dirigía hacia el Mercado de pájaros e insectos (en uno de los laterales de la plaza) pero, con el mareo del vuelo, me desvié un poco y me encontré, de pronto, en medio de un tumulto de gente que escrutaba decenas de papeles escritos a mano y enganchados a unas vallas metálicas. Todo el mundo los miraba y tomaba notas.
Algunos de esos papeles tenían fotos y otros no, algunas fotografías eran de hombres y otras de mujeres, algunos tenían teléfonos apuntados y otros no; todos estaban en chino, obviamente, y no conseguía saber qué es lo que anunciaban… Durante unos minutos pensé que eran ofertas de trabajo…
Me fijé en un joven. También tomaba notas, pero vi que llevaba una carpeta roja en la mano con una palabra en inglés: “Fat” (gordo), aunque él no lo era en absoluto (¿?).  Me acerqué y le pregunté que para qué era todo aquello… Esbozó media sonrisa: “Cómo explicarte… en esta ciudad a veces las relaciones son difíciles, mucho trabajo, poco tiempo, a veces poco dinero…, no es fácil hacer amistad con alguien… todo esto son anuncios de gente que busca marido o mujer”.  ¡Ups! ¡¿Toda esta gente está aquí buscando pareja?! ¡¿En la era de Internet?!  “La mayoría son los padres de los jóvenes (de entre 20 y 40) que ves en los papeles. Suelen ser los padres los que les buscan pareja a sus hijos. Vienen aquí los fines de semana”, trató de aclarar.

 Creo que estuve unos cuantos segundos con la boca abierta mirando alrededor… Efectivamente todas eran personas, maridos y mujeres, de más de 40 años… todos, menos Tony.

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