En el Festival Internacional de Cine de Shanghai del pasado mes de junio se presentó una película que se ha estrenado poco después: Shanghai, dirigida por el sueco Mikael Hafstrom y protagonizada por esa maravillosísima Gong Li y por John Cusack. El estreno de una película en China se produce al mismo tiempo en los cines que en los videoclubs pirata (todos), si no antes en estos últimos... en fin…
La cinta cuenta la historia de un espía americano (Cusack en el papel del periodista Paul Soames) en el Shanghai de principios de los 40, cuando el llamado París de Oriente era la única gran ciudad china que no había caído en manos de los japoneses aunque la agresiva ocupación nipona era más que ostensible con el brutal movimiento de sus triadas. Toda la acción se desarrolla durante los cuatro meses anteriores al ataque de Pearl Harbor. Son tiempos de guerras de poder soterradas que se libran en las callejuelas en forma de ajustes de cuentas, a golpe de catanas y tiros a quemarropa. Son tiempos opiáceos, de resistencia, de alianzas interesadas y fugaces, de corrupciones, conspiraciones y traiciones mortales…
Es una película entretenida que ayuda a entender el enredoso pasado de esta ciudad siempre convulsionada por sus variopintos colonizadores y sus correspondientes asentamientos: “Para beber, la concesión inglesa; para comer, la francesa; para los asuntos de espionaje, la alemana… Shanghai es un sitio en el que se puede dar la vuelta al mundo en una tarde”…
Hoy sigue siendo una ciudad sumamente cosmopolita, con rasgos de aquellos tiempos que hay que buscar en sus entrañas, en las historias y los pasados de sus habitantes, en las nuevas generaciones de sus antiguos colonizadores, en su carácter estratégico para los negocios, en su velocidad, en su volatilidad, en el vertiginoso ritmo con el que cambian las cosas. La gente, tanto los chinos como los extranjeros residentes, se ha acostumbrado a que todo pase deprisa, a esa perpetua transformación, a vivir en una especie de fast forward, y a reinventarse un poco a cada rato. Porque algo está y deja de estar, sin más. Ya habrá otra cosa. Su esencia resulta efímera, a veces hasta un poco frívola.
Detrás de los neones, de la farándula internacional (unas 200.000 almas que hacen muuuuucho ruido en una ciudad de unos 20 millones) y de la bulliciosa vida que entreteje sus calles y pasadizos, en Shanghai sigue habiendo personas y personajes que mueven los hilos, tanto políticos como empresarios e intermediarios con un nicho de mercado… Sigue siendo uno de los puertos más grandes del mundo y basta ver la segunda temporada de The Wire o leerse la Gomorra de Saviano, para tener una idea clara de lo que eso significa…
La ciudad funciona y se mueve con la psicología seductora y deslumbrante de la potencialidad,agotadora y fugaz al mismo tiempo.
El caso, es que a pesar de que este Shanghai sigue teniendo algo de aquel, gran parte de la cinta de Hafstrom está rodada en otro Shanghai, concretamente en uno que fabricaron a las afueras de Bangkok, porque el gobierno Chino no le dio permiso a la productora para rodar en Shanghai debido a la temática Sino-Japonesa de la película. No hay más que ver la que se ha liado ahora en las islas Diaoyu (algo así como la versión china del incidente de la Isla de Perejil) para darse cuenta que el pasado no está tan pasado. No obstante, China es el país en el que se estrenó por primera vez la película y el único en el que me consta que se ha estrenado hasta el momento.
En un principio la cinta iba a rodarse en los Shanghai Film Studios. Unos estudios cinematográficos a escasamente una hora de la ciudad en metro (Songjiang Xincheng Station- Línea 9) en los que se han reconstruido, en muchos casos piedra a piedra o ladrillo a ladrillo, algunos de los edificios y las calles más emblemáticas del Shanghai de los años 30 y 40. Allí está por ejemplo la Nanjing Road de aquellos tiempos con tranvía incluido.
O la casa Moller, que parece un castillo ambulante sacado de un cuento de Hans Christian Andersen y plantado en esa gigantesca arteria de la ciudad llamada Yan'An Road (y todo porque un día, allá por el año 36, la hija del Sr. Moller tuvo un sueño...)...
Pero también está el café de Lust Caution, de Ang Lee, donde Tang Wei hace esa llamada de teléfono. O algunas de las calles por las que paseaban Natasha Richardson y Ralph Fiennes en The White Countess… entre otros muchos Shanghaisssss...
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