Ahora escucho el Ave María de Bisbal todas las noches, a eso de las 20.30… A la profe de baile que da clase en la plaza del Yuanshen Stadium, justo debajo de mi casa, le encanta... “Ave María, ¿cuándo serás mía?...”
Observo a esas mujeres danzarinas a menudo. En Shanghai la gente baila en las plazas por las noches (cuando hace buen tiempo). Hombres y mujeres. Por separado y en parejas. Es una manera de hacer ejercicio y de mantenerse activo, además de potenciar la buena coordinación. Es bastante cierto eso de que los chinos tienen asumido el cuidado del cuerpo y le dedican su tiempo diario. Al caer la tarde es habitual ver a hombres y mujeres de mediana edad dando palmas por la calle (hacia delante y hacía atrás), o caminando con los brazos en cruz, o andando marcha atrás…
Al principio pensé “estos son como algunos de esos tarados del Barrio Salamanca que salen de sus casa los domingos después de una semana solitaria y encerrados y parecen seres espantados por el mundo, haciendo cosas raras”. Luego ya me he habituado a que forma parte de su estilo de vida y del cuidado de su salud que, por otra parte, el sistema chino protege de forma deficiente.
Hace poco me contaron que el gobierno estaba interesado en mejorar la cobertura sanitaria (se trajeron a expertos de Europa y todo para dar charlas). Pero no era por mejorar la calidad de vida de los ciudadanos chinos (o, al menos, no como primer objetivo), era porque los niveles de ahorro de las familias chinas son casi del 50% y el gobierno quiere que gasten más pasta, que compren más y no guarden tanto para el “por si acaso”.
En todo caso, en general los chinos, se cuidan bastante. O eso parece. No es que no tengan vicios. Beben y fuman como campeones y, además, aquí en Shanghai tienen "de to": pipas, caramelos, gominolas, gusanitos… Pero sencillamente parecen tener esa conciencia del ejercicio físico, aunque luego se agarren unas cogorzas del 15.
Es bastante habitual salir de fiesta y encontrarte a un chino (casi siempre varón) durmiéndola, ya bien temprano, encima de la mesa/barra de cualquier bar o en cualquier sofá o silla si los hubiera. Dice un amigo mío chino que lo que yo creía una leyenda urbana es cierto. Que eso les pasa porque sus organismos carecen de la enzima que sintetiza el alcohol y que todo lo que beben se queda en la sangre y, claro, fluye que da gusto. No sabía si creérmelo, a pesar de que este amigo mío sólo bebe zumos. Pero para qué está Internet (ahora que estamos en época de premios Nobel habría que darle uno YA a los precursores de esta herramienta que ha revolucionado el mundo y el humano conocimiento del mismo).
Bueno, a lo que iba, que según lo que he leído (en Internet) no es exactamente como dice mi amigo chino. Lo que tienen los chinos (y al parecer los asiáticos en general) es una enzima rara que sintetiza el alcohol de forma rara, dando lugar a un ácido mucho más tóxico llamado acetaldehído. Vamos, que cuando beben se intoxican mucho más que cualquiera. Ya decía yo que cómo podían agarrarse semejantes mocos a base de Tsingtao, la cerveza más popular de China, creada por los alemanes en la ciudad del mismo nombre (provincia de Shangdon) y que es como una clara española.
Pues, eso, que al caer la noche en Shanghai disfruto de una versión caleidoscópica en blanco y negro del Ave María de Bisbal.
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