Hay quien lo llama el Soho de Shanghai. A mí me recuerda más a la zona de Dumbo en el Brooklyn newyorkino: antiguas fábricas y almacenes reconvertidos en espacios artísticos. M50 (50, Moganshan road), se encuentra al norte de la ciudad en la orilla norte del Suzhou Creek, un afluente del Huangpu. Un río que serpentea hacia el oeste de la ciudad (Puxi), que en su día fue bautizado con el nombre de “río pestoso” y que sirvió de frontera entre concesiones extranjeras y de frente de guerra durante la invasión nipona en 1937. El “arroyo” (de 125 kilómetros de largo) fue a principios de siglo un hervidero comercial y por sus aguas navegaban toda clase de barcos con todo tipo de mercancías y a sus orillas se ubicaron toda clase de industrias y almacenes. Años después, y a medida que crecía la ciudad, los propietarios de aquellas prósperas fábricas manufactureras las abandonaron para establecerse en zonas más económicas y rentables y hasta muy finales de los noventa no se les empezó a dar el uso que tienen hoy, cuando supuestamente albergan las últimas corrientes artísticas y culturales. M50 es una de los referentes artísticos Shanghaineses.
Y, según me cuentan, todo empezó un día que a Deng Kunyan, un arquitecto y diseñador taiwanés, se le ocurrió darse una vuelta con su bici por los márgenes del Suzhou Creek (muy recomendable, por cierto). Este ya famoso arquitecto se buscó la vida hasta que consiguió que el gobierno chino entendiera su concepto de recuperación y reconversión del pasado y le dejase convertir una antigua fábrica en un estudio de diseño. Fue el primero (a finales de 1998) y tras él llegaron todos los demás, como Yuan Wen’er y su mujer Lisa, entre otros...
Kunyan está convencido de que China tiene que empezar a crear sus propias marcas porque la producción masiva de copias de toda clase de productos a base de mano de obra barata está tocando a su fin.
Y no le falta razón. Hoy por hoy China puede ser la fábrica del mundo, primera economía mundial con un mercado casi autosuficiente porque se dirige principalmente a sus 1.300 millones de potenciales consumidores. O sea, la China actual es un poco rollo Juanpalomo. Sin embargo, China (o mejor dicho, la población china; o mejor dicho la población china de Shanghai como "ciudad modelo"), da la impresión de estar viviendo una especie de adolescencia efervescente, con crisis de identidad incluidas. Miran hacia "el otro" (occidental), lo imitan, le siguen, persiguen su marca, copian su marca, luego la compran en gigantescos centros comerciales, creen en el grupo, en lo gregario e incluso se escudan o esconden en la masa… Esta China se ha olvidado de su talento!!!, del individuo y de sus particulares capacidades, del valor de lo que es único, propio e irrepetible… Lo bueno es lo caro y la malo lo barato, y punto.
Esto se refleja también en los espacios artísticos, donde es frecuente encontrar el mismo tipo de piezas muchas veces, en una galería tras otra. No es que no haya talento en Shanghai, haberlo haylo, pero no parece potenciarse ni desarrollarse en paralelo al crecimiento de este gran país ni de lejos.
Puede ser que el gigante asiático esté a la cabeza mundial en términos macroeconómicos, pero no lo está ni de coña en términos creativos, al menos de momento. Puede que el verdadero momento de China llegue cuando se reconcilie con el atrevimiento, cuando vuelva a confiar en su capacidad de inventar o de reinventarse y no esté tan preocupada por mear tan o más lejos que "el otro". Pero de momento China no parece crear tendencias, aunque las copie mejor que nadie o más rápido que nadie. Su verdadero momento llegará probablemente cuando “hecho en China” no sea sinónimo de “copiado en China.
Mientras tanto, este mes todo el mundo esperaba en Shanghai la llegada de JR, el "nuevo Banksy", para ver la ciudad con otro aspecto. Gigante.