Ni una Expo, ni siete meses, ni una primavera, ni un verano, ni medio otoño… Shanghai no te la acabas. La Perla de Oriente ha lucido sus mejores galas durante los últimos seis meses y ha consolidado su sitio en el mundo (en China ya lo tenía). La ciudad emergida como “el modelo” del gigante asiático, ha sido destino vacacional y comercial de Oriente y Occidente, visitada (y pisoteada) por millones de gentes llegadas de aquí y allá, venidas con viajes organizados o traídas directamente en hordas de autobuses fletados por el Gobierno chino. Y no sólo ha salido indemne, sino reforzada. Shanghai ha demostrado estar a la altura. Hablar de Shanghai es ya sinónimo de hablar de futuro.
Sí, 70 millones de visitantes . Sí, casi 200 pabellones entre nacionales y temáticos. El “submundo Expo" marcó su propio tiempo desde el principio: una cuenta atrás que se movía al ritmo de los “clics” que sonaban en las colas con el paso de cada visitante (la inmensa mayoría -90%- chinos). ¡Ya está!, prueba superada: La Exposición Universal más visitada de la Historia (con mayúsculas). Y a otra cosa, mariposa.
Sin embargo, la Expo ha sido la excusa para que, pese a la crisis mundial, hayan llegado hasta China (aunque en versiones mucho más reducidas de lo que se esperaba) delegaciones y misiones comerciales de países de todo el globo. Y, de puertas para adentro, al menos ha servido para dar una lección de geografía e historia a la ingente masa poblacional de este país, gracias a los espacios televisivos que dedicaban unos minutos a cada día nacional de uno de los 192 países participantes en la megamuestra.
Me picó la curiosidad de saber quién no había venido, quién no estaba. Curiosamente, de los países reconocidos por la ONU (dejando al margen territorios y regiones administrativas especiales) hay siete que han pasado universalmente de la EXPO de Shanghai y, entre ellos, El Vaticano (esa minúscula teocracia de 900 habitantes) que China se pasó hace ya más de 50 años por el forro cuando decidió nombrar a sus propios obispos en su Iglesia católica.
Junto a la Santa Sede, no han aparecido por la Expo paraísos fiscales como Andorra, o países de reciente constitución como Macedonia (principios de los 90) o las Islas Marshall (Oceanía, independiente desde 1990), este último un país al que han dejado de volar las compañías aéreas. También han pasado de venir por aquí los de las Islas Salomón (Oceanía, independiente de Inglaterra desde los años 80), la República democrática de Santo Tomé y Príncipe (África, Golfo de Guinea, independiente de Portugal desde 1975) y Suazilandia (África, un país reinado absolutistamente por Mswati III, en el que el 30% de la población tiene el VIH). Son las siete ausencias “oficiales” de la EXPO de Shanghai. Lugares del mundo reconocido que, por “h” o por “b”, viven al margen del mundo.
Pero no sólo ellos han pasado olímpicamente de la Expo. La propia ciudad de Shanghai, ha tenido y tiene su propio ritmo, lejos, muy lejos de la Expo. Así, mientras nuestro gigantesco animatronix llamado Miguelín movía la cabeza ante el asombro de decenas de miles de chinos de otras regiones, los mercados callejeros del Barrio Judío eran hervideros de gentes y animales.
Mientras colgaban en el Pabellón de Perú un inmenso cartel con el rostro del flamante Premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa, el Centro de Exhibiciones organizaba una muestra de diseño o una feria de galerías de arte. Mientras en el Pabellón de Alemania se comían salchichas, en el Shelter se organizaban las mejores sesiones de Djs berlineses. Mientras la cabalgata de animadores cruzaba cada tarde las anchas calles de la zona Expo, el actor madrileño Javier Alcina se preparaba para estrenar The Woman in Black en uno de los teatros aledaños de la Plaza del Pueblo...
Siempre hay un mundo exterior al mundo… Nos vemos en cualquiera de ellos!
Ha sido un placer.