Shanghai Calling

El blog

Shanghai

Shanghai Calling es un blog de experiencias y descubrimientos que no tiene más pretensión que la de una guía útil para todo el que sienta la llamada de esta ciudad, ya sea porque se haya planteado viajar a Shanghai o por puritita curiosidad. ¿Oyes la llamada? Contesta!

Autora

Patricia Ortega Dolz

Patricia Ortega Dolz (Adra, Almería, 1976) es reportera de El País desde el 2000. Y un viernes de cierre tardío del pasado mes de junio se fue a tomar una cerveza al Clandestino y, a pie de barra, conoció a una mujer de Ciudad Real que, al cuarto tercio, le ofreció un trabajo en Shanghai durante la Expo. Pidió una excedencia por un año y allí está. Real como la vida misma.

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noviembre 2010

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KaraokeCada dos por tres, en la CCTV -la televisión estatal china (China Central Television)-, entre la inundación y el corrimiento de tierra del día, hay un anuncio de...: “Hangzhou!!, un paraíso en la tierra”, con una seductora voz masculina. Hangzhou está a 192 kilómetros de Shanghai y se puede llegar tanto en tren como en autobús como en avión. Es la capital de la provincia de Zhejiang  con casi siete millones de habitantes.

El viaje en tren (rapido) cuesta 45 RMB (unos seis euros) y dura aproximadamente una hora y media: de pie. Y es que lo de los trenes en China requiere casi un capítulo aparte. Salvo los de alta velocidad en los que todo está perfectamente definido, en el resto puede ocurrir de todo. Puede que cuando te subas al tren con tu billete en la mano, no tengas ni asiento y que la gente literalmente te pase por encima en la sala de espera para pillar uno (ni colas ni hostias... ueeeee a bollo!); puede que tengas asiento pero que haya un masa (y digo masa en el sentido de horda) de gente sin sitio que se siente en los huecos entre pasillos, maletas y toda clase de bártulos hasta babearte en la rodilla; puede que vayas en litera y te toque la de arriba a la que literalmente hay que subirse como Spiderman  y bajarse como Tom Cruise en Misión imposible I para no pisar ninguno de los gargajos escupidos (no sin grandes y sonoros esfuerzos) por los compañeros de viaje… En fin, la casuística es infinita y ese mito de que los trenes en china funcionan que te cagas…pues en fin...   Puede que los trenes sí, pero los viajeros de tren chinos (en su mayoría) se las traen… Advertidos quedáis.
HANGZHOU WEST LAKE
Nenúfares

El caso es que al llegar a Hangzhou (de pie), descubres una ciudad moderna, plagada de tiendas, centros comerciales, grandes avenidas, zonas peatonales con preciosas casas chinas de té rehabilitadas, un inmenso lago llamado West Lake (con pagodas, campos de nenúfares, islitas con templos, barquitas de todas clases y leyendas mitológicas) rodeado de hotelazos con todo tipo de restaurantes y garitos de jazz y karaokes alrededor, y cochazos a saco (¡ni en un concesionario de Ferrari!)… Supongo que por eso también es conocida como la “capital de lujo oriental”, que traducido del chino quiere decir algo así como “de la horterada máxima”. Por si todavía quedan dudas, sabed que en 2008 fue elegida (por segunda vez) como la “Ciudad más feliz de China” después de una encuesta realizada a 30.000 millones de chinos por la revista Oriental Outlook Magazine, de la agencia de noticias estatal china Xinhua.

O sea, una ciudad turística, principalmente dirigida a las clases altas chinas, con todas las comodidades y, a la vez, precios bastante asequibles (por ejemplo, una habitación doble en un hotel junto al lago por 470 yuanes, unos 54 euros). Hangzhou puede ser también un buen lugar desde el que organizarse otras excursiones ya que está, además, muy bien comunicado.

El lago: bonito, muy bonito. Pero cuando ya has visto más de un gran lago de ciudad en China, llegas a la conclusión de que visto uno, vistos todos. Un poco como los parques, que está bien vivir cerca de uno, pero ir a descubrir un parque cada día, por bonito que sea, pues como que no.

Calle peatonal
Casa de te

Pero Hangzhou, que curiosamente está hermanada con Oviedo desde el 2006, aparte de por su gran lago es famosa por otras cosas. Es tierra de té, de seda, de papel y de medicina china. Del té le quedan algunas magníficas y bien conservadas casas de té en las que se pueden degustar maravillosos brebajes de distintos tipos (Qinghefang road) y toda una serie de pueblos periféricos dedicados al cultivo de esta planta (Longwu) además de un Museo del té. De la seda, a pesar de sus 5.000 años de historia, le quedan tiendas de confección, un cutre mercado de la seda, la verdad, y un Museo de la seda con reliquias de seda y pinturas. Y del papel, mantiene un gusto por la caligrafía y la pintura, por las encuadernaciones de múltiples tipos, varias grandes tiendas de libros y una Academia de Arte de prestigio. De la tradición de las hierbas medicinales quedan algunas casas antiguas impresionantes que venden productos herbáceos de toda índole y en las que incluso hay un doctor pasando consulta en un despacho.

Droguería

La "ciudad de vacaciones" ha uniformado el resto. Por haber, hay en el lago hasta un espectáculo de fuentes y música como el de Las Vegas, a ver que os habéis pensado!

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MUSEO DE LA MEMORIA 2Tuve la suerte de ver City of life and death (Ciudad de vida y muerte) en la sala del Kursaal en San Sebastián, tras ganar la Concha de Oro a la Mejor Película y a la Mejor Fotografía del Festival de Cine donostiarra el año pasado. La vi sentada al lado del director, Lu Chuan, y de uno de los actores, Je Liu. Este último, que según me contó no había llegado a ver la cinta montada y asistía a su primer visionado completo, empezó a llorar desconsoladamente casi a mitad de la película. No teníamos clínex y las copiosas lágrimas ya se mezclaban con sus moquillos entre los sollozos y, el pobre, se secaba las manos en los pantalones. Tuvo que salirse a mitad de la película e irse. Detrás de él fue el director y detrás la actriz, Qin Lan.
Fue brutal: el momento y la película, que ya se estrenó en abril en los cines de España aunque haya pasado un poco sin pena ni gloria.

Desde principios de julio han puesto un tren rápido (70 minutos,  233 RMB –unos 26 euros- y 270 kilómetros de distancia) desde Shanghai hasta esa ciudad de vida y muerte: Nanjing, el lugar del holocausto chino, mucho menos conocido que el judío pero igualmente bestia. Nanjing es el sitio donde los japoneses masacraron a centenares  de miles de chinos (se estiman 300.000) cuando en 1937 invadieron esa ciudad; fue el primer lugar donde se proclamó la República China (1912) liderada por el Dr. Sun Yat-Sen; y fue capital de China desde 1928 (con el Kuomintang de Chiang Kai Shek) hasta que Mao proclamó la Republica Popular China en 1949. Las atrocidades y las consecuencias de aquella masacre persisten en la memoria de la gran mayoría de los chinos (que siguen recelando de los japoneses), muchas de ellas han quedado filmadas en esa película de Lu Chuan, una especie de documental ficcionado que no ha tenido demasiado predicamento en China porque el gobierno considera que es clemente con los japoneses... y lo dejo ahí. El que quiera saciar su curiosidad que la vea, que sale a la venta a finales de este mes.

Nanjing es hoy una ciudad moderna de casi ocho millones de habitantes. Una especie de “miniShanghai”, una de las cuatro grandes capitales antiguas de China, con su zona antigua, sus canales, su Templo de Confucio, sus parques y sus montañas con sus mausoleos y pagodas, su marcha nocturna y con un Museo de la Memoria espeluznante. Un lugar perfecto para una escapada de fin de semana desde Shanghai.

MUSEO DE LA MEMORIA 
Primer destino: Museo de la Memoria. Zona centro-oeste de la ciudad. Ya los exteriores imponen, con esos muros enormes y esas desgarradoras esculturas. El museo está emplazado en el mismo lugar de la masacre y las fosas comunes con los cadáveres están al descubierto. El museo es un recorrido por la historia de esa masacre, con sus protagonistas de uno y otro bando, con sus testimonios, con las recreaciones de los lugares donde todo ocurrió y con sus visibles consecuencias, explícitas hasta poner los pelos de punta. La visita es absolutamente necesaria (y gratuita, por cierto).  

PASEO POR LOS CANALES

Merece la pena una visita al Templo de Confucio y alrededores. Un paseo en barco por los canales y una buenísima (y baratísima) comida china en casi cualquier de los restaurantes que rodean este área del suroeste de la ciudad en la que la oferta para turistas es múltiple. Recomendación: Ahorrarse la calle del mercado de animales si uno no quiere ver sufrir a decenas de cachorros hacinados en cajas.

1912Imprescindible una salida nocturna por la zona llamada 1912 (centro de la ciudad y antiguo emplazamiento del palacio presidencial). Gran marchón chino! Restaurantes, bares de música en directo y discotecones rococós con Djs y la peña bailando a saco! Una especie de Xintiandi, por hacer el paralelismo con Shanghai, pero en lugar de estar lleno de occidentales está petado de chinos dándolo todo… Divertidísimo!

MONTAÑA 
Por último, es sumamente gratificante una excursión a la montaña de Zhongshan. Unos bocatas y algo de beber, aunque por allí, entre los templos, los jardines  y las pagodas se puede encontrar de todo. Un sitio interesante para entender el poderío de esta ciudad en la antigüedad. Un lugar nada masificado, a pesar de ser agosto y del multitudinario turismo chino. Un gigantesco espacio para relajarse y disfrutar. Un placer para todos los sentidos (a pesar de las escaleras).

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Montaña rusa 1 
Había que ir a conocer ese bosque, el bosque de bambús más grande del mundo, el sitio elegido por Ang Lee para rodar por los aires esa mítica lucha entre Mu Bai (Chow Yun-fat) y Jen (Zhang Ziyi), danzando espada en mano por las copas de los árboles en Trigre y Dragón.


Anji (Oeste de la provincia de Zhejiang) es el sitio. A unos 150 kilómetros de Shanghai, que traducidos en viaje de autobús (70 RMB) son algo más de tres horas (incluida parada técnica para fumar un cigarrillo).

En Anji, una ciudad destartalada, fea con avaricia, no se sabe si descascarillada o a mediohacer, en estado de semiabandono, como tantas cosas en China… bueno, ahí, dicen que viven medio millón de almas arrulladas por 60.000 hectáreas de bosques de bambús.

Un lugar que huele a tercer mundo pero con máquinas y centros comerciales del primero, como tantos lugares de China; y que es parada imprescindible para vivir algo mágico.

Athens Palace Hotel

Athens Palace Hotel... Te cagas!!! Columnas con volutas corintias y doradísimas a la entrada e imitaciones perversas de estatuas griegas en mármol blanco, un hall de mármoles variados, unos cuadracos inclasificables... Algún “anjiano” que debió de pasar por Atenas y dijo “esto lo hago yo”, como los chinos que ahora se disponen a copiar Cadaqués en la costa Este de este país asiático... En fin… Unos 400 RMB por habitación doble (50 euros, redondeando).

Eso sí con Spa, zona de masajes, camas enormes y durísimas (otro clásico chino) y, por supuesto, estupendas vistas al descampado más próximo.

Habitación con vistas

En Anji la gente es muy amable, aunque por sus caras y sus risas, poco acostumbrada a la visita de turistas occidentales. Es un lugar en el que, honestamente, no hay nada que hacer. Hasta caminar es complicado: las aceras, llenas de tiendecitas (tipo almacén) en las que te venden de todo (ropa, herramientas, neumáticos, menaje del hogar, zapatos o tabaco...) se interrumpen sin ton ni son y el viandante se ve obligado a caminar por la carretera...

Pero dicho todo esto, Anji tiene algo, mejor dicho, es la puerta de entrada a algo asombroso: Montañas, y  montanas, y montanas de bambús… Anji tiene un mar de bambú... Un paisaje onírico, algo nunca visto (al menos yo no lo había vista nunca).

Se puede prescindir directamente del mal llamado Museo-Jardín de Bambú (Bamboo Museum Garden). Un gran parque, a cinco minutos del centro en taxi, con su laguito y sus barquitas y su música cañera (chunda, chunda, chunda) para indicarle al turista donde debe pararse a ver lo que sea: dos pandas agonizantes encerrados tras vitrinas de cristal, unos monos enjaulados y capaces de comerse viva a una paloma despistada enzarpada al vuelo, o unos pobres pavos reales atados por las patas a lado y lado de un sillón donde el turista puede hacerse una foto... Menos mal que a la entrada (60 yuanes por cabeza) de este sitio hay un cartel que dice: "La Tierra es para compartirla y cuidarla"... Lo dicho, prescindible.

Pero lo que no hay que perderse de ninguna de las maneras, por lo que de verdad merece la pena ir a conocer Anji, son las Hidden Dragon Waterfall, inmersas en las montañas de bambús, a unos 20 minutos en taxi del centro de la ciudad. Eso sí, como cualquier montana digna de ser escalada en China, tiene escaleras... A SACO! Aaaaaaarriba!!!

La subida 
La subida, previo pago de 45 RMB por persona, es espectacular: las escaleras
(de madera, de hierro o de obra) serpentean por el mar de bambús, saltan riachuelos, se expanden en pozas, se convierten en puentes colgantes o en pequeñas cabañas de descanso y de reposición de agua… Con el mareo de la escalada, ya en la cima, entre la fragilidad de los bambús y la inmensidad del bosque, uno puede sentir que flota y, por un momento, volar como Zhang Ziyi o Chow Yun-fat hasta donde te llegue la vista… Para después sentirse como un Ewok en una motoyet por el bosque de Endor al tirarse por la montaña rusa que serpentea entre los bambús!!! Lo másssssssssssss!!!! (IMPAGABLE, aunque cuesta 45 Rmb).

Montaña rusa 2

Y, para el que le queden fuerzas en las piernas después de la bajada: Boat-rafting... En fin, un sitio para echar el día y flipar más que en el cine.

Horizonte de bambú 1

El bosque

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25 jul 2010

El 'Strip' de Pudong

Por: Patricia Ortega Dolz

STRIP 1

Todo organismo vivo tiene sus perversiones y una ciudad como Shanghai no iba a ser menos. En Pudong, la zona financiera de esta ciudad que vive en plena burbuja inmobiliaria, hay fundamentalmente oficinas, hoteles, urbanizaciones y edificios residenciales, centros comerciales y grandes avenidas, aparte de la zona EXPO (a tomar por el sur).
Es una parte de la ciudad pensada para los negocios y, por extensión, para los ejecutivos, y también para familias: hoteles de todo pelaje, apartamentos, urbanizaciones vigiladas, algún parque, zonas deportivas y zonas de compras… A no ser que sea para subirse en lo alto de un rascacielos (Jin Mao Tower o Shanghai World Financial Center) o para atravesarla de camino hacia la EXPO, los turistas esta zona Este del río ni la huelen…  Así que “lo que pasa en Pudong, se queda en Pudong”…

MIRANDO BUENA

Algunas de sus avenidas principales, como Pudong Av. o Yincheng rd, están plagadas de locales nocturnos que encienden sus neones al anochecer. “Las Happy sisters”, “Angel”, “Naughty Beaver”, “Cry fingers bar", "China GoGo"...  Uno tras otro, como si fuesen saloons del lejano oeste (madera, puertas de doble hoja…)  formando el Strip de Pudong, donde todo el que caiga por allí puede dar rienda suelta a sus más bajos instintos rodeado de “cariñosas” chinitas que le animan a base de roce a tomar una copa o a jugar a cualquier juego (dardos, dados, billar, futbolín, cartas…)… Quien pierde paga.
Las noches terminan con el día. Al amanecer las calles de Pudong se llenan del humo y los olores de las barbacoas callejeras y aparecen salpicadas de zombis descamisados y tambaleantes que se cruzan con los obreros de casco amarillo que abandonan los infectos barracones de "camas calientes"  ubicados en el borde de este pedazo de findelmundo y que van camino de las múltiples obras de la “segunda fase”. Un espectáculo dantesco y fascinante para cualquier observador curioso.  

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18 jul 2010

Bajo los rascacielos

Por: Patricia Ortega Dolz

BAJO LOS RASCACIELOS 2

Todo el que llega a Shanghai flipa con el skyline, con esas vistas desde el Bund con las que esta ciudad se ha mostrado al mundo. Un escaparate vertical que se sumerge en la persistente bruma de esta metrópoli de día y un espectáculo de neón por la noche. Es el Shanghai del siglo XXI.

MATRIMONIO

Sin embargo, a los pies de esas torres con oficinas de diseño y hoteles de lujo, la ciudad bulle a otro ritmo. Esta ciudad vive, al menos, en dos tiempos bien diferenciados. Uno es ése vertical, el de los negocios, las transacciones económicas, los bufetes de abogados, las exportaciones e importaciones, las delegaciones comerciales y gubernamentales… Otro es un tiempo horizontal, a ras del suelo de esta ciudad llana. Es una especie de presente histórico en el que se perpetúan las costumbres de una densa población (casi 20 millones de habitantes) que mantiene las formas de vida del pasado. El pequeño comercio, los puestos callejeros de todo (fruta, verdura, carne, pesacado, utensilios, antigüedades, souvenirs, ¡cualquier cosa vendible!), las diminutas viviendas de cinco metros cuadrados, carcomidas por la humedad e impregnadas de los olores de sus cocinas mugrientas, con sus sillas y sus pilas de agua a la puerta, los pequeños talleres… Un conglomerado de calles zigzagueantes y cabledas que remiendan esta ciudad desde que a finales de los 80 se subiera en su particular DeLorean para dar un salto en el tiempo.

CAMINANTE

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12 jul 2010

Lo que nos hemos perdido…

Por: Patricia Ortega Dolz

Lo que nos queda
Todo el día pegada al Internet. Yo, y todos los españolitos de pro que trabajan conmigo aquí en Shanghai. Lo vimos, ¡claro que lo vimos! A las 2.30 de la madrugada, cuando nos ponen aquí los partidos de España. Pero no estábamos allí.
Lo vivimos, ¡claro que lo vivimos! (no hemos dormido), pero no oímos a Manolo Lama al borde del colapso cantando el himno a base de "goles", ni ese comentario tan mítico como incrédulo de quien dijo, minutos antes de acabar el partido, “Hostia Manolo, que vamos a ser Campeones del Mundo”, ni vimos a Camacho atascarse después de cantar el gol de Iniesta y quedarse literalmente sin palabras, ni ese beso…  No estábamos allí.
Gritamos, ¡claro que gritamos! Y nos vestimos con la roja y enarbolamos las banderas pero no sentimos  como España rugía y arrollaba y se teñía de rojo...  No estábamos allí.
Sí, Internet es grande, pero no lo suficiente como para transmitir la comunión de un país entero… Hoy muchos habríamos dado lo que fuera por estar ahí. Lo que nos hemos perdido…

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10 jul 2010

Previously on LOST…

Por: Patricia Ortega Dolz

JACK 1

¡No puedo más!: ¡Me he encontrado a Jack Sheppard en Shanghai!! Está en otra isla y convive con masas de peña y guerreros maoríes en medio de la Zona EXPO. Estuve hablando con él y me contó su historia, mucho mejor que el final de jotajota, por cierto. Que Lost no se acaba ni en el mar ni en el cielo, ¡que hay más islas pa seguir! 
Pregunta. ¿Qué clase de isla es esta?
Respuesta: Es una isla verde en medio de la jungla de hormigón y de las loquísimas arquitecturas de los más de 100 pabellones de la Expo.
P. ¿Cómo ha podido ‘Jack Sheppard’ llegar hasta aquí?
R. He viajado en el tiempo desde el año 2009, desde Nueva Zelanda hasta aquí.
P. ¿Y cuál es tu misión?
R. Mi misión aquí es representar con orgullo a mi país y compartir culturas en esta EXPO,antes de que hundamos la isla en noviembre.
P. ¿Te has sentido perdido alguna vez en este tiempo?
R. Todos los días, ‘los otros’, los villanos del buró de la EXPO cambian las reglas de todo esto y los acuerdos de seguridad, dejándonos confusos y perdidos…
P. ¿Tiene esta isla algún poder?
R. El poder especial de esta isla radica en los 12 guerreros maoríes que cantan y bailan cuatro veces al día en el escenario y en la piedra de 1,8 toneladas que hay en el centro, nuestro jade.
P. ¿En qué temporada de Lost te quedaste?
R. En la primera. Me pareció misteriosa. Intenté identificarme con el personaje pero no pude.
P. ¿Y qué pasará cuando se acabe esta misión?
R. Pues que volveré a casa por Navidad y luego volveré a Shanghai con otro viaje en el tiempo, será 2011 y será otra isla.


Jack Sheppard es el Jefe de Operaciones del Pabellón de Nueva Zelanda, una “montaña salvaje” en medio de la Expo de Shanghai 2010 diseñada por el equipo de Dawnfinder, los mismos que hicieron la selva del King Kong de Peter Jackson.

NZ1

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03 jul 2010

El Manolo Lama Chino

Por: Patricia Ortega Dolz

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Este es el Manolo Lama de China. Se llama Zhang Bin y, aparte de andar con follones de faldas, es quien introduce los partidos y comenta las jugadas del Mundial en la CCTV 5, junto a algún que otro invitado (mascota incluida). Menos emoción y menos parloteo, y nada de puritos ni pipas. En chino los partidos se retransmiten con laaaaargos silencios entre jugada y jugada y, de vez en cuando, dicen el nombre de algún jugador cuando lleva la pelota. Lo de levantar un poco la voz es sólo cuando alguno de los jugadores se acerca con cierto peligro al área. Y los goles nunca se cantan hasta desgañitarse. Son mucho más secos, aunque igual de definitivos: "Jin le" ("la bola entró", que diría McEnroe).

A pesar de que China no participa en la World Cup, la afición al fútbol de los chinos es brutal. En los últimos días hay hasta menos tráfico en la calle a partir de las 20.30. A juzgar por las camisetas que llevan puestas estos días, España y Argentina parecen ser sus equipos favoritos. Decir que eres de España es sinónimo de empatizar con Villa ("vilia",) Torres ("toles") o Xavi ("shavi"), que ya me he dado cuenta que son el sueño erótico de ellas y la envidia de ellos, que admiran su aspecto viril, o sea, lo que ven que les pone a las tías.

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Las terrazas, tanto en Pudong como en Puxi, están hasta arriba. Los locales, a pesar de la humedad ambiental (llevamos días de “panza de burro” a saco en los que te sientes como un dumplin al vapor), han sacado grandes pantallas a la calle y, al caer la tarde, son muchos los chinos (más que las chinas) que se toman la cerveza y siguen los partidos a tragos y a bocados de brocheta: una especie de pincho moruno de todo tipo de productos (verduras, pescados y carnes) que se compran en las parrillas ambulantes. Es un modo de picar algo muy acorde con un plan futbolero y a un precio realmente económico: 20 brochetas (para dos y hasta reventar) más dos rondas de cervezas no llegan a 80 yuanes (unos 9 euros). No son pocos los locales que abren hasta la madrugada para seguir los partidos (los encuentos de la selección española siempre caen a las 2.30 de la madrugada) y como aquí se come y se bebe casi a todas horas pues ¡qué siga la fiesta! A por ellos oé!...

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28 jun 2010

Taxi driver

Por: Patricia Ortega Dolz

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Siempre he respetado a los taxistas. Seguramente, y en primer lugar, porque cuando me subo a un taxi pienso que voy vendida y prefiero confiar en el tío que va al volante antes de parecer un gato enjaulado. Y en segundo lugar porque los taxistas son una tribu que aguanta a mucha gente y eso, ya por sí solo, tiene mérito. Pero aquí en Shanghai la cosa se pone jodida, la verdad. Sí alguien tiene algún tipo de trauma con los taxitas, este el sitio para un buen tratamiento de choque.

En ciudades grandes como ésta el transporte público es elemental. El metro es cojonudo (limpio, rápido, moderno, sencillo y claro) pero, a veces, resulta difícil resistirse a la tentación de pillar un teki sabiendo que, incluso cruzándote la ciudad, la carrera máxima va a rondar los 4 euros. Y, eso sí, los taxistas aquí no suelen engañar ni trucar el taxímetro. Una vez tomada la decisión de cogerlo (es tan sencillo levantar el brazo...) hay que estar preparado. 
Los taxistas shanghaineses, aunque los que quisieron pudieron recibir cursos acelerados de inglés antes de que empezara la Expo, no lo hablan ni de coña y lo de entenderse, si no se habla chino, es chungo... bueno, muy chungo.

Recomendación para iniciados: o bien llevar escrita la dirección en chino (en un papel o en el móvil) o, una vez en el taxi, llamar al teléfono de información (962288), que siempre llevan pegado y visible en la cabina, y explicarle a la telefonista en inglés adonde se quiere ir para que se lo diga luego al taxista en chino. 

Resulta muy muy útil hacerse con un buen tarjetero en el que ir guardando las tarjetas de los sitios a los que se quiera volver. Las tarjetas de los sitios acaban configurando un mapa particular de la ciudad. Tanto es así, que hay una guía de la ciudad hecha con tarjetas, lo másss... La ha elaborado, junto a otras dos personas, la mejicana Marusia Musacchio. Se llama Zhao Cards y se compra en cualquier librería internacional y también en algunas de las tiendas de diseño que salpican el centro. Me la regalaron antes de llegar a Shanghai y creo que es uno de los regalos más prácticos que me han hecho en mucho tiempo.


Una vez que el taxista conoce tu destino lo mejor es abstraerse del mundanal ruido que, aunque no llega a ser el ensordecedor sonido de las bocinas sudafricanas, es mucho. Aquí los intermitentes apenas se encienden y, básicamente, se conduce a golpe de claxon. Por lo que yo he entendido, después de coger muchos taxis y de hacer muchos trayectos en bicicleta, el pitido viene a significar algo así como: "Que voy", por decirlo suavemente.

Después es importante olvidar cualquier norma de circulación básica como respetar las señales (¿qué señales?), mantener la distancia de seguridad, señalizar las maniobras, no pararse en zonas no habilitadas al efecto, respetar los pasos de peatones, no hacer pirulas donde se te ponga…  en fin... hacer clic en "borrar" en el apartado de "teórico".
Lo siguiente, para incrementar la comodidad en estos Wolsvaguen Santana (el modelo de moda) que apatrullan la ciudad en sus diferentes versiones (amarillos, rojos, azules...), es ignorar al conductor si le da por: afeitarse en el taxi, escupir por la ventana, sacarse un moco de la nariz, comerse un Zong Zi sin servilleta, hurgarse entre los dientes o meterse esa tremenda uña larga del dedo meñique hasta el tímpano…
Y, después de todo eso, ¡a disfrutar del paseo!

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20 jun 2010

'Circuit'

Por: Patricia Ortega Dolz

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Finalmente una película española se coló en el Festival Internacional de Cine de Shanghai (SIFF) en el último momento. Tan en el último momento que tuvieron que hacer el transfer a 35 mm 15 días antes de aterrizar en la Perla de Oriente, según me contó la productora, Gloria Morera. La peli se titula Circuit y, como no soy crítica de cine ni lo pretendo, me limitaré a decir que habla de las relaciones humanas en un escenario barcelonés huyendo de los tópicos de la Ciudad Condal, como si entraras en Barcelona por sus puertas traseras.
Más allá de sus aciertos y sus errores y de las sensaciones que pueda provocar la cinta --que tiene como protagonista a Sophie Auster (la hija del escritor estadounidense Paul Asuter)-- su director, Xavier Ribera, ha demostrado valentía al lanzarse a rodar con una narración y una estructura cinematográfica que huyen también de los tópicos del cine español: saltos temporales, silencios, aire, fotografía naturalista… un afanado intento de contar lo que no se cuenta, lo que no se ve, el backstage de esas vidas …  Muchos riesgos para los tiempos que corren…
De hecho, Ribera encarna un poco otro backstage, el del cine español. El del tío que está convencido de que tiene algo que decir, algo distinto que aportar y consigue el presupuesto justo para rodar una peli, con los pertinentes apoyos publicitarios. Y, cuando la termina, brrrr, descubre el abismo. Y se lanza a Shanghai, donde le seleccionan la película sorpresivamente, y vive en la esquizofrenia que va de los focos, los autógrafos y las fiestas, a la ansiedad y la angustia de la habitación del hotel, donde todo son planteamientos y dudas acerca de cómo y dónde estrenar la película, cómo hacerla llegar a los cines para recuperar al menos lo invertido, cómo conseguir que no sea una más de las muchas películas españolas subvencionadas por el Estado que jamás llega a la gran pantalla.
Ha pasado ya por Málaga y ahora se va de Shanghai a Karlovy Vary (Región de Bohemia, República Checa) ¿Es eso bueno? ¿Es acertado? Las películas dan muchas vueltas, tienen su propio circuito, su propia vida… A ver cómo acaba ésta.
Aquí el premio a la mejor película, Jin Jue (Golden Goblet Award) --una copa antigua de vino china dorada--, se lo acaba de llevar Biciami ancora (Kiss me again), de Gabriele Muccino,la segunda parte de una cinta anterior (L'ultimo bacio).

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El Pais

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