Walter Burns por Javier Sampedro
Unos periodistas son mejores que otros para levantar historias, pero todos somos nefastos para rematarlas. En 1981 saltó a los titulares la primera clonación de un mamífero: tres ratones creados por Karl Illmensee, un prestigioso embriólogo de la Universidad de Ginebra, y recién publicados en Cell, la revista de referencia en biología molecular. Perfecto. Pero un momento, ¿el primer mamífero clonado no fue la oveja Dolly en 1996? Sí. ¿Entonces es que mintió la prensa en 1981?
No. La información de los ratones suizos estuvo bien levantada, pero mal rematada. La prensa de referencia de todo el mundo percibió correctamente la importancia de la noticia y la llevó a primera página en 1981. Pero a ningún Walter Burns se le ocurrió preguntar unos años después: "Oye Hildy, ¿y en qué quedó aquello de los clones suizos?". Porque Hildy habría descubierto enseguida que aquello de los clones suizos quedó en un fraude. Y eso no lo publicó ningún periódico del planeta, que Google sepa. Es justo añadir que la prensa científica no lo hizo mucho mejor.
Oye Hildy, ¿y qué fue de la bacteria aquella de los pepinos?, supongamos que pregunta ahora el señor Burns. Pues que no era de los pepinos, señor Burns. ¡Eso ya lo sé, pedazo de carne aspirante al despido, pero de algún lado vendría, ¿no? ¿De dónde, y qué clase de bicho era ese que mató a 50 en Alemania y por qué hubo otro brote en Francia? Quiero saberlo todo, Hildy, yo te saqué del fango y te convertí en el plumífero gacetillero que pretendes ser ahora.
Desde luego, señor Burns. Cuando estalló la crisis del pepino en la primavera pasada, la E. coli O104:H4 que la causó ya llevaba un año y medio en Alemania. Llegó en diciembre de 2009 como polizonte en un carguero procedente de Egipto. El buque llevaba 15 toneladas de semillas de fenogreco, que se usan como especias en la cocina hindú --son un ingrediente del curry-- y como brotes para ensalada en otras partes. Diez toneladas y media fueron a parar al distribuidor alemán donde solía comprar sus semillas el dueño de una granja que se dedicaba a germinarlas para vender los brotes a las tiendas y los restaurantes. Todo este proceso de distribución duró un año y medio, y por eso el primer caso no se dio hasta mayo de 2011. Ese fue el brote alemán, que causó 4.000 casos de diarrea sangrante con 50 muertes.
Otros 400 kilos fueron a parar a un distribuidor inglés que, por alguna razón, se dedicaba a dividirlos en paquetitos de 50 gramos para vendérselos a los franceses. Por qué hace falta un inglés para hacer eso sigue siendo un misterio, pero el caso es que uno de los paquetitos acabó servido en forma de ensalada de brotes en el menú del 8 de junio de un comedor infantil francés. Eso hizo quedar mal a la Comisión Europea, que justo una semana antes había levantado la alerta sanitaria, pero el brote francés fue mucho más limitado y no hubo ningún muerto.
Todas las E. coli O104:H4 recogidas en Alemania y Francia son idénticas para la epidemiología convencional, pero los datos genómicos recién publicados en PNAS por un consorcio de científicos de Boston, Copenhague y París permiten distinguirlas. Pese a que el brote francés fue mucho menor que el alemán, sus bacterias son algo más diversas: llegan a diferir en 19 letras (de los 5 millones que tiene su genoma), mientras que las alemanas solo llegan a diferir en 2 de ellas.
Los autores deducen que la diversidad venía ya puesta en la bacteria original que llegó de Egipto, y que la rama alemana sufrió algún cuello de botella del que solo se salvaron unas pocas variantes. Creen probable que todo el brote provenga de un solo empleado de la granja alemana que germinaba los brotes. Uno de los empleados fue, de hecho, uno de los primeros casos de diarrea hemorrágica registrados en mayo de aquel año, mientras volaban los pepinos.
No es que la prensa mienta, sino que remata mal. Ya lo dije en el segundo párrafo.