Hans Haacke. Shapolsky et al. Manhattan Real Estate Holdings, a Real-Time Social System, as of May 1st, 1971. Colección MACBA y Whitney Museum Nueva York
Hace cuarenta años, Hans Haacke (Colonia, 1936) creó su particular atlas de la ciudad de Nueva York, donde se propuso retratar a los auténticos dueños de las viviendas más modestas del tupido bosque de hierro y cristal ilustrando los sistemas de confección de los nidos y los estratégicos movimientos de las águilas y otras aves de rapiña. Aquel trabajo, titulado “Shapolski et al. Manhattan Real Estate Holdings (Propiedades Inmobiliarias de Shapolski y otros en Manhattan, 1971) y “Sol Goldmann and Alex DiLorenzo Manhattan Real Estate Holdings (Propiedades Inmobiliarias de Sol Goldmann y Alex DiLorenzo en Manhattan, 1971), recogía documentos disponibles en la Biblioteca Pública de Nueva York, con decenas de fotografías en blanco y negro de fachadas de edificios y mapas de Harlem y del Lower East Side, con referencias evidentes a los negocios inmobiliarios de dos o tres familias que, bajo el disfraz de entidades corporativas e inmobiliarias, se habían hecho con un impresionante volumen de viviendas durante las décadas de los cincuenta y sesenta. El método de Haacke era el de un sabueso que rastreaba las conexiones entre estos propietarios y sus métodos de ocultamiento. Aquel mismo año, el artista alemán decidió incluir estos trabajos en su exposición retrospectiva, que iba a inaugurarse en el Guggenheim de Nueva York y que fue cancelada a última hora porque el director del museo, Thomas Messer, exigió que se eliminaran de la muestra, exigencia que tanto Haacke como el comisario, Edward F. Fry, se negaron a satisfacer.
Al simple registro de esta red de poder en Manhattan no se sumaba ninguna acusación. Sencillamente confrontaba dos modelos de espacios sociales, el de las viviendas de las clases más modestas de la ciudad y el de la falsa neutralidad de las instituciones artísticas, que vivían de espaldas a la realidad social del ciudadano. Para justificar la censura, Messer argumentó que las obras “violaban la suprema neutralidad de la obra de arte”, por lo que “no merecían la protección de un museo”.
Hans Haacke, que reside en Nueva York desde 1960 y cuya obra será objeto de una retrospectiva en el Reina Sofía el próximo mes de febrero, es uno de los pioneros y máximos representantes de la llamada Crítica Institucional, una corriente artística surgida durante los setenta que suponía un intento de recontextualizar la esfera de lo estético, con sus apuntalamientos socioeconómicos e ideológicos, dentro de las prácticas culturales. La serie “Shapolsky et al.” es hoy uno de sus mejores exponentes, y desde 2007 forma parte de la colección del Macba y del Whitney Museum de Nueva York.
Quinientos años antes, alrededor de 1475, un joven pintor flamenco también se dedicó a desmantelar la esfera autónoma de la práctica estética. Con solo veinticinco años, El Bosco creó la aguda y crítica “El Charlatán”, una pequeña pintura (53 por 65 centímetros) en la que se ve una mesa con cubiletes, un par de bolitas, una varita mágica y una rana. Frente a ella una figura se inclina hacia delante y entre sus labios caen unas gotas de saliva, o tal vez una rana. Entre el grupo de mirones hay un hombre con el hábito de un monje que está a punto de robarle el monedero. Casi seguro que el charlatán y el ladrón son cómplices.
La obra forma parte de las colecciones del museo municipal de Saint-Germain-en-Laye, muy cerca de París. No está firmada y se exhibe al público en contadas ocasiones. Existen cinco versiones de esta pintura, además de un grabado; en éste se puede leer una advertencia: hay muchos estafadores por el mundo que, ayudándose de trucos de magia, hacen que la gente escupa cosas extrañas sobre una mesa; no hay que fiarse de ellos, pues cuando hayas perdido la bolsa, te arrepentirás de ello”. Y otra advertencia: el buhonero -el sombrero alto le identifica como burgués y acaudalado- y el falso monje piadoso trabajan codo con codo; los inquisidores se nutren de la herejía que pretenden combatir.
Todas las obras de arte expresan algo, dentro de esa ley general que habla del fluir del presente en el pasado. Con sus trabajos, Haacke y El Bosco se identifican con ese fluir al persuadirnos de la existencia compartida del viaje de la historia: la crítica de la alianza de los grandes señores y los dignatarios políticos que oprimen al pueblo y les quitan su dinero. Nos bañamos siempre en el mismo río.
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