Por Estrella de Diego
Los restaurados del Louvre se han plantado –lo contaba Miguel Mora. Han presentado la dimisión. Lo han hecho en plan discreto, sin desvelar las auténticas razones –no en vano son personas muy sofisticadas, tal vez la escuela de restauración más sólida. Pero cualquiera capaz de leer entre líneas sabe que los colores brillantes que algunos han tratado de imponer a La Virgen, el Niño y Santa Ana de Leonardo pueden hacer sido el detonante. ¡Qué pálidos estos viejos maestros para las exigencias de una época que busca más brillo y menos sfumatos, para una cultura que adora los retoques! Parece que nadie se resigna al paso del tiempo y, sobre todo, a las cosas como son. E igual que las fotos se rediseñan en el ordenador y las caras y los traseros en el quirófano, las pinturas del pasado son sometidas a un tratamiento que al principio parece suave –un poco aquí y allí-, pero que al final se convierte, igual que ocurre con la botoxmanía, en una pesadilla.
Pasó con la Sixtina que un día se despertó sumergida en unos colores chillones que despertaron la polémica. Tardó poco en dejar de interesar, quizás porque, igual que ocurre con la caras de las famosas que de pronto son otras, la costumbre hace estragos y al rato aquella cosa tan rara nos parecía lo más normal. “Que no, que era así en realidad. Que esos eran los colores en tiempos de Miguel Angel”, decía convencida una amiga mía, experta en el tema. Yo, para no pasar por ignorante, asentía solemne aunque me preguntaba cómo podía estar tan segura.
Será, pero las modas a la hora restaurar cambian tanto de una época a otra que, un poco como los restauradores del Louvre, no las tengo todas conmigo de que repintar más high tech sea la solución. Porque ahora todo el mundo se queja del barniz pero alguien lo habrá puesto en el cuadro antes, ¿no? Deseando estoy de ver si después de lifting el famoso cuadro de Leonardo tiene ese aire fauve, de azules y rojos brillantes, que iluminó la Sixtina... en exceso.
Foto: Una multiutud de turistas contemplan los frescos de la Capilla Sixtina del Vaticano. Agencia Corbis