Fotografía de Jerry Berndt, en la exposición America the Beautiful (1967-1977)
Por Alberto Martín
En una hipotética cartografía de los múltiples y casi ilimitados espacios que ha transitado la fotografía a lo largo de su historia tendrían su lugar los cafés y los bares. Son muchos los fotógrafos que en uno u otro momento han realizado fotografías en estos locales, como parte de la vida cotidiana o como parte de un relato de costumbres más amplio, pero sólo unos cuantos han decidido sumergirse de lleno en ellos para explorar su condición de pequeños microcosmos. Parece indispensable en estos casos que el trabajo se realice de puertas adentro, dejando atrás el resto del mundo, que como mucho aflorará apenas como un eco o una reverberación por contraste con lo que sucede en el interior del local. Aparecen entonces esos espacios en los que una poderosa atmósfera impregna cada una de las imágenes, escenarios con códigos y reglas propias y un extenso reparto de actores y figurantes.
Las referencias temporales y emocionales asociadas a dichos lugares son tan claras como rotundas: la noche, el desasosiego, la marginación, la soledad, el carácter de último refugio, o, por el contrario y simplemente, la libertad para expresarse y comunicarse sin coartadas. Ahí están las imágenes de un Brassai noctámbulo realizadas a caballo entre los años 20 y 30 del pasado siglo. Recorriendo Paris de noche (foto superior, a la derecha) y accediendo a un Paris secreto, deseoso de acceder al interior de ese “otro mundo al margen del nuestro”, en la antítesis de la razón y las convenciones. O las de Weegee (foto inferior) en los bares de la calle Bowery, al sur de Manhattan, especialmente en el Sammy’s, su local preferido, en los años cuarenta. Puesta en pie de un espectáculo tragicómico, donde en mitad del bullicio y la diversión emerge la soledad esencial de los habitantes de esa “ciudad desnuda” que noche tras noche se obstinaba en registrar: miradas ausentes, sonrisas desbordadas, amor desamparado. Años después, entre 1967 y 1970 en Hamburgo, muy cerca del sentimiento descarnado que exponen las imágenes de Weegee, Anders Petersen se sumerge en el Café Lehmitz. En este trabajo, reeditado en 2009 en la editorial Schirmer/Mosel y expuesto parcialmente ese mismo año en PhotoEspaña, el fotógrafo se convierte en el destinatario de un teatro que parece representarse especialmente para él y su cámara. Pero Petersen no es un testigo, es el espectador privilegiado de un decorado de tabaco, música y bebida habitado por malheridos que conviven, descansan y celebran. Fotografiar desde dentro y, sobre todo, hacia dentro. Esa regla se cumple también en la última muestra de esta ronda por bares y cafés. Se trata del estadounidense Jerry Berndt (EE.UU., 1943), cuya obra se ha presentado por primera vez en nuestro país a comienzos de este año en la Sala San Benito de Valladolid. En 2008 la prestigiosa editorial Steidl publicó su primer catálogo retrospectivo titulado Insight. En la exposición celebrada en Valladolid se mostraban dos de sus series, bien relacionadas temática y formalmente: Combat Zone y Bar Room. Aunque ambos trabajos tienen en común un mayor o menor ambiente de marginalidad y su localización en diferentes bares y clubes, en este contexto nos interesa especialmente la serie Bar Room, desarrollada prácticamente en la misma época en que Petersen registró la vida en el Café Lehmitz. Realizada íntegramente en interiores, plasma una atmósfera extraordinariamente oscura, opresiva y cerrada. A diferencia de los ejemplos anteriores, Jerry Berndt registra exclusivamente una soledad y un fracaso que no admiten negociación. En su caso, no hay la más mínima comunicación o contacto entre los clientes, ni siquiera individualiza a los sujetos a través del retrato, sino que los mantiene en todo momento en un estricto aislamiento y anonimato. Incluso cuando aparece alguna pareja bailando en el interior de alguno de los bares, la sensación es de un intenso desasosiego. Los auténticos protagonistas en sus fotografías son el taburete, la barra y la botella o el vaso. Son especialmente interesantes las imágenes en que la cámara adopta la posición y el punto de vista de la propia barra o mesa del bar. En buena medida, los bares de Berndt aparecen como la última etapa de una caída prolongada que no admite remisión o consuelo, y sus clientes, como los habitantes de la sombra y la soledad.
Hay 0 Comentarios