Detalle de la instalación de Hans-Peter Feldmann en la Serpentine Gallery, de Londres. Consiste en el contenido de los bolsos de varias mujeres. Foto: Jerry Hardman-Jones
Otra vez vuelve la vieja polémica de una cultura, la nuestra, que tiende a convertirse más y más en espectáculo. Y digo vieja porque ya en 1967, entre las páginas de un libro mítico, lúcido y radical como pocos en la historia al activismo europeo, Guy Debord lo presentía, lo anunciaba al hablar de La sociedad del espectáculo.
De cualquier modo, este supuesto retorno actual -como todos los regresos- debe ser analizado con cuidado, pues si es verdad que la cultura más banal se va diseminando insidiosa por todas partes, no es menos cierto que tras la idea de una sociedad cada vez más espectacularizada se camuflan a menudo pensamientos conservadores que rechazan lo nuevo de forma sistemática, pues quieren que el mundo siga siendo como antes: gobernado sólo por la altísima cultura.
Además, en estas cosas no se puede generalizar porque no todo lo nuevo –incluso lo subculturalizante- producido es banal, ni espectáculo, ni siquiera absurdo. Hay cosas que lo son, como ha ocurrido en toda la historia, supongo, aunque ahora abunden más sencillamente porque ésta es una sociedad del exceso. Y hay cosas que, pese a retar los valores de la alta cultura y parecer banales a los más conservadores, no lo son en absoluto.Pongamos por caso la última ocurrencia de Hans-Peter Feldmann ahora expuesta para la Serpentine de Londres. Hace unos meses pasó por el Reina con sus obras alrededor de series irónicas que denotan al coleccionista que ha sido –durante años no quería ser artista y hasta se ganó la vida como vendedor de dedales, he leído por ahí. Además de su David de Miguel Angel caricuaturizado, las marinas de pintores domingueros o las clásicas rebanadas de pan, presenta unas piezas con algo de morgue, de objeto policial o de escena del crimen de un asesino múltiple (lo digo por la cosa fetichista) –y soy benévola porque el asunto no da para tanto.
El artista conceptual alemán ha comprado unos bolsos a sus propietarias por 500 euros -o dólares, no me acuerdo- y esas mujeres, de distintas ciudades, los han vendido después de sacar dinero y documentos. Feldamnn ha hecho, así, unas instalaciones en las cuales se hace la realidad la fantasía de muchos hombres: desvelar el contenido de los bolsos femeninos. Vamos: ha hecho lo que hacemos nosotras en casa de vez en cuando para limpiar el bolso.
Los contenidos, se pueden imaginar, son de lo más variado y loco (hasta un par de zapatos viejos planos, supongo que para librarse de los tacones que Feldmann representa con chinchetas hacia dentro.) Todo tan ordenadito da agobio, porque tiene algo morboso y obsesivo, con perdón. Sea como fuere, lo que me parece más increíble de la ocurrencia es que las mujeres –algunas parece que conocidas el artista- hayan accedido a vender su bolso. Eso es lo más delirante, la verdad, crisis aparte -que 500 euros vienen muy bien.
Dejando a un lado mi lectura siniestra del tema –que pocos comparten, me dice un amigo , por ser demasiado sofisticada-, las cosas que hace Feldmann me parecen ocurrencias, inconsistentes, aunque me arranquen una sonrisa a veces sin yo quererlo.
Ai Weiwei en su instalación en la Sala de Turbinas de la Tate Modern
Discutía sobre la cuestión el otro día con una persona muy conservadora, de esas que repiten obsesivas que estamos en una sociedad espectacularizada. Comparaba el trabajo de Feldmann con las pipas de cerámica pintadas de la Sala de Turbinas de la Tate de Ai Weiwei. Le argumentaba enfadada que no, que era muy diferente, entre otras cosas porque aquellos millones de pipas de girasol habían sido pintadas a mano, poniendo de manifiesto la crisis de los artesanos de esa región de China. No sólo eso: aquella pieza era impresionante y bella.
“Puro espectáculo” , decía el caballero con su bombín y su paraguas, como un personaje de Magritte. Ni insisto. Es imposible que entre en razón y distinga que, pese a ser tan mediático Ai, aquella obra era una pieza po(é/lí) tica. Desde que apareció la modernidad más radical hemos oído de todo. Sin ir más lejos, cuando se hizo una gran retrospectiva de Beuys en el Reina Sofía hubo quien dijo “que no era arte” y tal opinión cundió entre algunos deseosos de poner en solfa la producción artística actual. A mí me vino pésimo porque, a pesar de que no me gusta nada Beuys, por justicia po(é/lí)tica me tuve que poner a defenderle con entusiasmo. Cosas que pasan.
Hay 8 Comentarios
Querida amiga, he leído tu artículo y, en general, me ha parecido muy interesante, pero tengo que decirte, en referencia a lo que comentas de Beuys, que a estas alturas decir como de sopetón que una obra o un artista "me gusta o no me gusta", sin más explicaciones, resulta un tanto frívolo. Y no es que Beuys haya entrado en la categoría de los "intocables" (aunque para mi sí).
Publicado por: Juan-Ramón Barbancho | 30/04/2012 10:14:26
Ja ja ja: "a pesar de que no me gusta nada Beuys, por justicia po(é/lí)tica me tuve que poner a defenderle con entusiasmo" Jo jo jo. Este es el problema con las señoras críticas de arte, sus "ocurrencias, inconsistentes".
Publicado por: Trinkly | 24/04/2012 14:58:12
Tanto el título del artículo como el primer párrafo hacen referencia al libro "La sociedad del espectáculo" de Guy Debord. Desde mi punto de vista este libro no aborda para nada el tema de "alta cultura y baja cultura", sino como la "cultura" nos convierte en meros espectadores, por lo que abandona dicha condición y se convierte en espectáculo....lo que conlleva a la paralisis y domesticación social....os suena?
Publicado por: Nacho | 24/04/2012 13:56:45
Buena aportacion a la red, suelo visitar tu blog con frecuencia
Publicado por: jose | préstamos rápidos | 24/04/2012 10:46:01
Pienso que no todo el mundo puede o quiere entender el arte conceptual y están anclados en los viejos modelos clásicos, que repetirlos hoy en día no tiene ningún sentido.
Publicado por: Bitácora Culinaria | 24/04/2012 10:39:07
> Clari
Si, "el arte tiene derecho a ser malo " pero todavia quede arte que es malo .
Publicado por: Iris | 24/04/2012 1:39:30
Conocí la obra de Hans-Peter Feldmann en el Reina Sofía y había un cartel que rezaba: "El arte tiene derecho a ser malo!". Estoy de acuerdo con esta afirmación. La experimentación es fundamental para encontrase con obras maravillosas que te rompan los esquemas. Yo disfruto de esa experimentación y, como dijo tu amigo, me sacan una sonrisa de vez en cuando.
Dediqué un post a Hans-Peter Feldmann en su momento: http://breakfastatcleos.blogspot.com.es/2010/11/private-inspiration.html
Publicado por: Clari | 23/04/2012 10:52:40
Lo que no está en el escaparate no existe. La cultura sin audiencia pertenece en exclusiva al autor y no resulta trascendente. El arte es un producto más al servicio del mercado y la cultura un instrumento de manipulación.
http://cultureleaks.wordpress.com/
Publicado por: Winston Smith | 23/04/2012 7:39:38