Sede de FAC Peregrina, en las afueras de Santiago de Compostela
Por Chus Martínez Domínguez
Sobre la existencia de vías alternativas para la creación contemporánea al margen del marco institucional se ha hablado de forma exhaustiva tanto desde centros de arte, públicos y privados, como desde contextos de resistencia. Pero no está de más volver a incidir en un tema que continúa enquistado en interrogantes en torno a su propia definición, a su temporalidad, a su pertinencia y, lo más importante, a sus resultados.
De entrada, encontramos en el término “alternativo” una ambigua polisemia que nos acerca a una cierta independencia, a una producción de impacto al margen de los canales habituales o, en su defecto, unido a aquello que no está integrado dentro de los grandes nombres o grupos; susceptible de camuflar, en algún caso, aquello que el sistema rechaza o considera minoritario. Todo ello nos sitúa en una realidad confusa para el contexto artístico, instalando la duda en la necesaria posibilidad de elegir los modelos de autogestión, producción y comunicación por parte de creadores y gestores, luchando por romper etiquetas sobre lo que es independiente o autónomo y lo que es alternativo.
Recientemente se realizaron en el Centro Galego de Arte Contemporánea (CGAC), en Santiago de Compostela, las jornadas Canales Alternativos de Creación, organizadas por el grupo de investigación de la Universidad de Santiago de Compostela Canales Alternativas de Creación Experimental. O eixe Atlántico 1975-2010. En este destacado encuentro se habló sobre la independencia artística y los cambios advertidos en las tres últimas décadas respecto a las sinergias de los espacios independientes y los colectivos de artistas en España, con especial atención al caso gallego. Participaron entre otros, profesores, gestores y creadores como Jesús Carrillo, Miguel Anxo Rodríguez, Daniel L. Abel, Nekane Aramburu y Antón Patiño. La revisión del legado de las acciones realizadas en plena ‘movida viguesa’ por el grupo teatral Artello, el colectivo poético Rompente, creado por Alberto Avendaño, Manolo Romón y Antón Reixa, con el que colaborarían artistas del movimiento Atlántica como Antón Patiño y Menchu Lamas, carentes de un territorio alternativo, hasta la inclusión de la Sala Nasa de Santiago de Compostela en la Red de Teatros Alternativos en los noventa, son los ejemplos que mejor evidencian los deseos de disidencia en Galicia, basados en iniciativas donde lo colectivo adquiere un valor fundamental, como su atención más allá de lo cultural, en ejercicios que afectan, en muchos casos, a lo social, a vinculaciones contextuales, políticas y sociales.
El recorrido efectuado desde finales de los setenta, de clara resistencia franquista, hasta el momento actual nos deja una lucha basada en la diseminación de fuerzas, y no tanto la creación de una cartografía. La alternancia de energías que navegan alejadas de una regulación, destinadas a visibilizar propuestas creativas que difícilmente encuentran un lugar en el entramado del arte institucional, resisten con escaso presupuesto, tratan fundamentalmente de abrir debates críticos acerca de las políticas culturales. En el momento actual Alg-a Lab (en la imagen de la izquierda, un cartel de su próxima velada poética) y las jóvenes FAC Peregrina, Summer of Labs, El Halcón Milenario o Amalgama, recientemente cerrado, se presentan como iniciativas sostenidas por otras complejidades que distan, por su ideario y por su función, de aquellas propuestas de décadas anteriores apoyadas en recitales de ironía, humor, teatralidad y literatura, transformados en una suerte de territorios de exhibición en la que conviven agentes culturales, formados académicamente como comisarios, críticos y artistas que, paradójicamente, mantienen un grado de independencia que convive con métodos de actuación, difusión y visibilidad habituales: publicaciones, páginas Web, salas de exposición, mostrando una frágil frontera incontinente frente a la contaminación, a la entrada y salida, a la convivencia irremediable de la disidencia con el sistema, con lo oficial.
El contexto, por lo tanto, se reinventa a través de un discurso que intenta huir de nomenclaturas, radicado en el derecho de todos de acceder a la creación y que convive con el deseo de muchos profesionales por aportar su valor cultural, siendo competitivos, optando a una profesionalización, ya que no debemos perder de vista la necesidad de obtener otros valores fundamentales en la producción, además del evidente valor simbólico y teórico que lleva implícito todo canal alternativo.
Hay 0 Comentarios