La otra noche en París, cruzando la ciudad en taxi camino de casa, me sorprendió una multitud agolpada en la gran plaza del Louvre. La “pirámide” se alzaba indiscreta entre luces y en un espacio abarrotado y de pronto pensaba que la revolución había vuelto a la capital francesa, remedo del 68 o el Situacionismo de Debord . Contra qué se manifiestan, preguntaba al taxista. Y él respondía que ese día el museo cerraba tarde. Eran turistas. Cómo puede haber tantos, reflexionaba yo de pronto. Cómo puede haberlos en Nueva York, Venecia, Barcelona, Londres, incluso Machu Picchu... o cualquier rincón apartado del planeta ahora que se ha descubierto el “turismo de aventura”, que fíjate qué aventura puede ser si se trata de un viaje organizado. Ya ni Groenlandia está a salvo. Hace años era un lugar recóndito al cual viajaban pocos locos en las avionetas suicidas desde Islandia, en medio de una eterna tormenta. Ahora paran allí los grandes cruceros de lujo: si casi cualquiera puede llegar hasta “lo exótico cálido”, antes lugar turístico por excelencia, es preciso buscar nuevos retos. Como “Curro se va al Caribe”, los más sofisticados optan por el Polo. Y es que los turistas llegan a cualquier lugar y lo llenan todo: museos y aceras, restaurantes de menú y bares de cócteles. Van andando por las calles, haciendo fotos, videos, comprando souvenirs, visitando museos… cansados, abotargados los sentidos por lo que se traga tan deprisa –desde el cuadro hasta el sandwitch. El tiempo apremia y las metas son claras: verlo todo. O todo lo que dice la guía al menos, sin saborear el vino ni la pintura: cumpliendo horarios, como quien se mueve guiado por una obligación –vaya asco de ocio. “Si hoy es miércoles esto es Bruselas”, decía un chiste de hace algunos años para hablar de los viajes organizados que recorren Europa (o la China) en seis días. Por eso los turistas no tienen un momento libre en sus agendas de ejecutivo. Hay poco tiempo para la reflexión. Más allá de la torre Eiffel en miniatura o el coliseo en imán del frigo, coleccionan algo difícil de determinar que no es siquiera un recuerdo –para eso tampoco hay tiempo. Quizás buscan coleccionar la experiencia y coleccionan sólo la frustración. El mundo completo se convierte en un parque temático.
Aunque por otro lado, el turismo, por lo menos antes de masificarse, era un modo de intercambiar experiencias –o casi. De eso supo mucho Spain –siempre different- cuando sus playas eran invadidas por los europeos que buscaban sol, ese “sol español” al cual cantaba, supermachoman, Luis Aguilé (uff). Sea como fuere, el turismo y lo que conlleva –desde fotos hasta souvenirs- es fuente continua de reflexiones entre los artistas. Lo prueban el trabajo siempre inteligente de Rogelio López Cuenca –quien por cierto también investiga sobre la construcción de lo español dentro de ese contexto (ver imagen a la izquierda)- y la serie de fotos del británico Martin Parr, cuya exposición Souvenir. Martin Parr, fotografía y coleccionismo, comisariada por Juan Pablo Wert , se puede ver hasta octubre en el CCCB. Con el sentido el humor que caracteriza al artista británico, se presenta la conocida serie de autorretratos en los cuales posa en lugares “típicos” que resultan ser un montaje (¿pero no es cada vez un montaje todo lugar típico?). La serie de fotos se completa con algunas instantáneas sobre el turismo y postales de su colección. Sin duda una muestra deliciosa que desvela la ironía aguda de Parr. Si alguien quiere seguir leyendo un poco sobre el tema del turismo, puede hacerlo el próximo número de la revista Fluor , el tercero, un proyecto-milagro casi en este panorama en el cual todo cierra, mientras Rosa Olivares, al frente del “grupo” Exit, ha decidido empezar esta nueva aventura, una publicación en papel además, que se crea con la voluntad de dar espacio a los artistas, una especie de sala de exposición impresa y lugar de reflexión. Esta vez, para su pequeño monográfico sobre el turismo han invitado a un superclásico, Dean MacCannel, junto a Fernando Estevez, destacado antropólogo, y Mariano de Santa Ana, un conocido experto en turismo en nuestro país, que hablará de la psicogeografía situacionista de Warhol en Vacaciones en el mar y que coordinó el febrero pasado un monográfico para Revista de Occidente sobre la cuestión. Junto a ellos Alicia Fuentes hace un recorrido por una selección muy curiosa de carteles de la colección del Instituto de Estudios Turísticos. El número de Flour se completa con trabajos de Eli Cortiñas, Hannah Collins, Fabián Marcaccio y Liam Gillick. Está bien leerlo como preparación para las vacaciones, aunque con la que está cayendo no sé cuántos nos podremos ir de vacaciones. Igual con esto de la crisis mundial se racionalizarán un poco los viajes, porque a este paso y con todo el aturdimiento propio de los turistas “si hoy es Bruselas esto es miércoles.”