Buenos montajes: una propuesta ejemplar en Ivorypress

Por: | 18 de junio de 2012

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Mosaico con una selección de portadas de fotolibros

Sin duda es cierto que una parte esencial en toda exposición es el montaje. De hecho, una excelente selección de obras puede acabar en desastre si quien está al mando de la organización espacial es poco sutil. O todo lo contrario: una colección de obras consideradas incluso menores por el discurso al uso puede terminar por adquirir el valor que les corresponde gracias a un montaje inteligente.  Se diría que el buen montaje es capaz de poner de manifiesto lo esencial de cada pieza, de cada diálogo entre piezas.

Sin embargo, pese a su importancia innegable, el montaje pasa a menudo desapercibido para la mayor parte de los visitantes. O habría que decir más bien que pasa desapercibido el buen montaje, el que no se nota, como si diéramos por hecho que esa organización impecable de las obras  es lo “normal”. Y, no obstante, se trata con frecuencia de todo lo contrario: los malos montajes y, sobre todo, los montajes poco medidos, abundan. En el fondo, las propuestas  impecables de verdad son escasas, tal vez porque diseñar un montaje tiene algo de intuitivo, de malabarismo, de contención, de fórmulas imaginativas, de soluciones escénicas como en las mejores películas y las mejores narraciones. Montar una exposición es contar una historia o hasta reescribirla.

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Por este motivo no puede pasar desapercibida la extraordinaria solución que el equipo de Ivorypress ha diseñado para la muestra que hasta mediados de julio se puede ver en la galería madrileña: Revelaciones. Historia del fotolibro en Latinomérica , comisariada por Horacio Fernández, apoyado en un comité de lujo, además, Marcelo Brodsky, Iata Cannabrava, Pablo Ortiz Monasterio y Martin Parr. Si los montajes  de Ivorypress son siempre esmerados, sacando el mejor partido de un espacio por otra parte especialísimo,  esta muestra resulta excepcional a la hora de exhibir algo complejo en sí mismo de mostrar en una exposición al uso: fotolibros, un arfefacto para tocar, para abrir, para mirar página a página. O, dicho de otro modo, para hacer todo aquello que no está permitido en las vitrinas donde, por razones de seguridad y conservación, deben guardarse los volúmenes y las revistas. ¿Qué hacer entonces?
El reto estaba servido en la propuesta de Horacio Fernández, muy sólida y llena de sorpresas; un trabajo de años que el historiador ha ido haciendo en museos, colecciones particulares, anticuarios y libros de viejo, ..  y cristalizado en un libro imprescindible -El fotolibro latinamericano -, que funciona como catálogo de la muestra y presenta una especie de pequeña historia de América Latina a través de los fotolibros y las revistas -desde Brasil o Colombia, hasta Cuba, Argentina, Perú, Nicaragua, Chile, Méxivo, Venezuela... La verdad es que desde Horacio Coppola hasta Gasparini, por citar algunos de los nombres más conocidos, este trabajo pone en evidencia no sólo la importancia de los fotógrafos en América Latina  durante el siglo XX, sino la pasión por las publicaciones en un continente sofisticado y culto.

Aunque una cosa son los fotolibros en las bibliotecas, a mano para los lectores, y otra muy diferente desplegarlos en una exposición, preservando su integridad en la mencionada vitrina y no cayendo en una visualidad restringida y preciosista, sólo apta para iniciados o eruditos.


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Páginas del fotolibro Retromundo, de Paolo Gasparini

Eso es lo que el montaje ejemplar de Ivorypress ha sabido aportar al trabajo concienzudo de Horacio Fernández: han inventado una serie de fórmulas para que el espectador pueda disfrutar del contenido de los libros, haciendo por otro lado patente uno de los puntos de partida del propio comisario en  su texto -el fotolibro como un modo más eficaz que las muestras a la hora de organizar la circulación de la imagen fotográfica. Lo que se esperaría de los volúmenes en una aproximación privada -desplegarlos, mostrarlos... – es lo que este montaje ha sabido hacer a través de innumerables fórmulas, desde las consabidas vitrinas, hasta enmarcados en pared, varias copias idénticas abiertas por diferentes lugares, una retícula fotográfica de gran formado o hasta videos que van “pasando” las páginas - como ocurre con el fascinante trabajo Amazonia de Claudia Andújar de 1978. El espacio, completamente transformado en una escenografía inesperada entre otras cosas gracias a una iluminación deslumbrante, recoge, además y entre otros tantos, trabajos de fotógrafos fuera de serie como el colombiano Fernell Franco, a  quien tuvimos ocasión  de ver en el Círculo de Bellas Artes el año pasado en una propuesta comisariada por María Wills para Photoespaña. Nadie debería, pues, perderse esta exposición, un ejemplo de cómo un trabajo sólido pero complicado de exhibirse para los no especialistas, se puede transformar en una muestra dinámica que devuelve, además, a los fotolibros,  incluso para los ojos del público no especalizado, el status que merecen: verdaderas obras de arte.Fotolibro26042012032719_amazonia_interior
Páginas del libro Amazonia, de Claudia Andujar y George Love

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