BOCETOS / Apuntes de Actualidad
Todo se derrumba y el arte lo transforma. Al desánimo generalizado se suman los desastres que, en estas circunstancias parecen mayores, más numerosos o más significativos, cuando lo cierto es que siempre suceden. A principios de este año naufragaba en las orillas de la isla italiana de Giglio, el crucero Costa Concordia con 4.200 pasajeros. El capitán Francesco Schettino fue uno de los primeros en escapar, dejando a su suerte al barco, la tripulación y los pasajeros. Hubo 32 víctimas mortales. El espectáculo de esa gigantesca mole inclinada y semihundida sigue siendo inquietante, pero lo que causó impacto al artista Thomas Hirschhorn fueron las imágenes del interior, revuelto y caótico. Ahora presenta en la Gladstone Gallery de Nueva York una instalación que recrea el interior del barco hundido, donde una de las paredes es el suelo y de la opuesta surge la base de una bola de espejos. Al centro se amontonan decenas de salvavidas, sillas, vajilla rota y todo tipo de restos. “Quedé impresionado por las imágenes que te obligaban a reorientarte en un espacio completamente nuevo y desconocido, con una acumulación tremenda de objetos de un mundo viejo y conocido”, ha dicho el artista suizo. Hirschhorn es conocido por sus instalaciones atiborradas de objetos comunes y restos. Una posición de crítica social que alude al caos en el que vivimos hoy, de quien se considera “un artista-obrero-soldado”.
Instalación de Thomas Hirschhorn en la galería Gladstone, de Nueva York
Turistas fotografiándose ante el naufragio del Costa Concordia, en abril de este año. Foto: France Press
Lo cierto es que los cataclismos ejercen una extraña fascinación sobre los seres humanos. Querría pensar que la razón es que despiertan preguntas y reflexiones sobre lo efímero de la existencia, la implacabilidad del destino o el azar u otras dudas que nos lleven a vivir con intensidad y profundidad, pero lo cierto es que suelen despertar más bien el morbo más banal. La exposición Los últimos días de Pompeya: decadencia, apocalipsis, resurrección, que se presenta en el Museo Getty, de Los Angeles (EE UU), propone revisar la forma en que artistas de todas las épocas han reflejado su fascinación por las consecuencias de la erupción del Vesubio en el año 79 DC, descubierto para la arqueología --y el turismo-- a principios del siglo XVIII. Un caso excepcional porque la velocidad de la lava, el fuego y las cenizas cubrieron por completo la ciudad, preservando personas y animales convertidas en piedra, además de todo tipo de construcciones y vestigios de su forma de vida. Imágenes y esculturas creadas por artistas como Piranesi, Fragonard, Alam-Tadema, pero también Duchamp, Warhol, Dalí, Rothko o Gormley dan fe de la forma en que la imaginación los llevó a interpretar esa histórica catástrofe.
De arriba abajo: El Monte Vesubio (1985), de Andy Warhol; Sin título (2002), de Antony Gormley; Glauco y Nidia (1867), de Lawrence Alma-Tadema y Erupción del Vesubio (1813), de Pierre-Henru de Valenciennes. Obras incluidas en la exposición del Museo Getty
Hay voces agoreras que hablan una vez más del fin del mundo
tal como lo conocemos, y parece qu eel mundo del arte se ha hecho eco de el espíritu de los tiempos programando una serie de exposiciones relacionadas con lo apocalíptico
en la presente
temporada artística. Al hilo de tan escabrosos acontecimientos podríamos
citar otra que, sin estar directamente relacionada, trata de una materia que
podría ser frívola, pero que también dice mucho de la vida, la muerte y lo que
queda después. Y esa materia es el cabello. No puedo dejar de recordar los
escalofríos que sentí de niña –y hasta pesadillas—cuando escuché decir pro
primera vez que a los cadáveres les sigue creciendo el pelo. O la superstición
que exige quemar el pelo que te recortes para que no te hagan brujería. Hace
unos meses José Antonio Millán comentaba ampliamente en el blog Tormenta
de Ideas un libro aparecido en Francia sobre el pelo. Un estudio exhaustivo
y probablemente apasionante sobre la forma en que las distintas culturas han
modelado sus peinados, barbas, bigotes y otras excrecencias capilares.
Ahora,
también en Francia, se ha inaugurado una exposición titulada Cheveux
Cheries. Frivolités et trophées (Cabellos mimados. Frivolidades y trofeos)
en el Quai Branly, de París. Un
recorrido histórico y antropológico que cita desde las cabezas reducidas en las
tribus amazónicas (el pelo no se encoge), los diferentes estilos de peinado y el
uso de pelucas, los relicarios con mechones de cabello y hasta los cueros
cabelludos como trofeo de guerra. En algunas culturas se piensa que el cabello
conserva parte de la energía vital de su dueño y ha sido utilizado con
frecuencia en la magia o los rituales. Un recorrido por la historia y por distintas
regiones del planeta en busca las curiosas maneras en que su arreglo ha
significado determinado estatus social.
Lo peor de todo es que ante los vendavales, terremotos, quiebras, desastres y sufrimientos hay algunos a los que no se les mueve ni un pelo.
De arriba abajo: detalle de gorro ritual de un jefe Fang, de Gabón (1899); reliquia de Emma (1900) y Equipo de corredoras con cardado (1964), foto de Neil Barr. Piezas de la exposición en el Quai Branly
Hay 3 Comentarios
°°°°El Gran Secreto de LAS DIETAS DE LAS ESTRELLAS: *VIDEO EXCLUSIVO* http://su.pr/1xuU15
Publicado por: Blog DIETA EFECTIVA | 05/10/2012 20:32:18
http://www.youtube.com/watch?v=bBc8Oh4kA2U&feature=plcp
Publicado por: subliminal | 04/10/2012 21:34:25
Uno de los pintores más apocalipticos es quizás Renee Magritte. Os dejo un pequeño fichero con alguno de sus cuadros, aunque en este caso la alegoría tiene forma de mujerhttp://www.lee-gratis.com/index2.php?option=com_docman&task=doc_view&gid=132&Itemid=30
Publicado por: carmen | 04/10/2012 21:22:09