¿Visitantes excesivos?

Por: | 19 de noviembre de 2012

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Visitantes en la Capilla Sixtina, de Miguel Ángel, en el Vaticano

La cosa está muy clara, aunque no quiere ni mucho menos decir que la solución sea fácil: los museos, los monumentos, hasta las calles de algunas ciudades... están tan llenas de gente que no sólo resulta complicado pasear, sino que poco a poco el stress acaba por perjudicar a las obras de arte. No es posible mantener este nivel loco de visitantes, pero claro... ¿a quién se echa primero y cómo se regula el flujo?

Lo pensaba el otro día al leer la noticia de la Capilla Sixtina, tan llena de visitantes que las pinturas pueden empezar a sufrir por ese exceso de curiosidad. ¿Cómo preservar las obras de arte sobre todo en un sitio que, al contrario de los museos, carece de control de temperatura y humedad? Pese a todo, uno de los responsables  de la Sixtina era taxativo: no se puede reducir el número, hay que dejar que todo el mundo entre. Se acabaron las épocas de los tratos privilegiados a príncipes y reyes, decía. Sí, desde luego, estoy de acuerdo. Sin embargo, el control sobre el número de visitas no tiene que estar relacionado con un trato de favor, sino con un cupo diario que se ajuste al que “llegue el primero”.  Es lo mismo que ha ocurrido, por ejemplo, con las cuevas de Altamira, agotadas de tanto trajín hasta que hubo que reducir las visitas y hasta prohibirlas si se quería presevar el “monumento”. ¿Es una copia la solución? Como una paradoja sigue a otra y soy una antigua, supongo que una copia, incluso excelente como Altamira, no es igual a la emoción que sentí cuando las visité por primera vez siendo una niña (entonces no había casi nadie,por cierto). Cuevas altamira
Un grupo de ministros de Turismo de la UE observan la réplica de las cuevas de Altamira, en Santander. Foto Reuters

En el caso de la Sixtina la cosa es aún más complicada porque se trata de un lugar unido al culto: ¿cómo cerrar una capilla, iglesia o catedral? Y es aquí donde me da que pensar esa falsa moral: de todo ese público pocos van a rezar a las catedrales y los pocos que tratan de hacerlo no pueden con el jaleo que se genera y las fotos  con flash que se hacen sin permiso. A veces los vigilantes tiran la toalla, me parece, igual ocurre en el Británico de Londres. Sé lo impopular que será lo que voy a decir, es una época de "cuantos más mejor" -me da igual-: quien no guarde el debido respeto a las normas  de preservación no merece entrar a las salas de un museo o visitar un monumento. Y explico por qué.  Seguro que no he sido la única que se ha tropezado con el espectáculo inverosímil, esa imagen escalofriante de un Museo británico fuera de control, en el cual los turistas se hacen fotos en las salas de Egipto y Mesopotamia... ¡apoyados en las grandes esculturas! ¿Quiénes se han creído que son? O, mejor dicho, ¿por qué nadie les ha explicado dónde están?  ¿Hacía falta explicarlo?

A estos turistas no les tiembla la mano  al  rozar la obra de arte moldeada por el transcurso. Todo está permitido en la visita al museo donde se exhiben las piezas de la gran cuna de la civilización mediterránea y en las salas, atestadas como una discoteca ibicenca donde la gente “va de marcha”, reina la misma falta de curiosidad. No deben sentir suyas estas piezas impresionantes –y  menudo no lo son- si las toquetean sin respeto alguno. No deben verlas siquiera como parte básica en la vida de otros, sino como una atracción más en ese circuito mortífero del cual es tan fácil no salir. La falta absoluta de respeto hacia las obras expuestas se corresponde con una fragrante falta de respeto hacia todos los que pertenecieron a esas culturas y es una forma casera de violar el patrimonio,  en su escala  un poco diminuta tan grave como dinamitar  los grandes budas como hicieron los talibanes. Los encargados del orden en las salas de Británico, el segundo museo más visitado después del Louvre,  hacen caso omiso de lo que allí ocurre. Bien visto, esas grandes esculturas que a menudo ornamentaban o enmarcaban las arquitecturas no corren realmente peligro –supongo, espero. Es mejor concentrarse en que los turistas no asalten los frágiles sarcófagos y sus momias, imagino.

Así que igual no está mal un poco de control de calidad de los visitantes –si son incapaces de guardar el requerido respeto- y, sobre todo, un control de número, pues tal vez las personas somos menos osadas  si no nos sentimos arropadas por las masas.
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Visitantes a las puertas del British Museum, en Londres

Así que vamos a dejarnos de falsos prejuicios y vamos a regular un poco el tráfico en los lugares que lo requieran para que podamos seguir disfrutando de las grandes obras –que ahora las pirámides, por ejemplo, parecen unos grandes almacenes el  primer día de las rebajas. De verdad, no hace falta que sean reyes y príncipes los que entren: puede entrar cualquiera sólo que  con menos aglomeraciones y más control. Lo único que faltaría por ver es si los “monumentos” están dispuestos a perder el dinero de las entradas de esas masas. Pero, claro, este es un asunto que nos llevaría hacia los típicos derroteros de la sociedad neocapitalista en la cual nos ha tocado vivir, que busca excusas para justificar sus desmanes. Y, francamente, da mucha pereza. Sólo sé que los visitantes  de monumentos somos con frecuencia excesivos en las dos acepciones: en número y en actitud.

Hay 11 Comentarios

No hace falta irse muy lejos para llegar a las mismas conclusiones. Cualquier persona que haya cometido la insensatez de ir al Museo del Prado durante el horario gratuito un domingo sabe cómo está el patio y lo que va a encontrarse. Valorándose como se valora el éxito de una exposición/museo por su número de visitantes, no se puede esperar una reducción de los mismos. Por otro lado, ¿cuál sería el criterio de "selección" de los visitantes? En cuanto a la reducción de público, el visitante irrespetuoso lo será con diez o cien personas a su alrededor, pero obviamente es mucho más fácil para el personal de vigilancia de sala (tan despreciado siempre, pero tan indispensable a la hora de la verdad) "controlar" los movimientos de esta gente, a la que se la ve venir desde que entra por la puerta. Ciertamente es un tema complicado y de difícil solución... al menos de una solución políticamente correcta y al gusto de (casi) todos.

Si la gente no va a los museos, nos quejamos, y si va demasiada gente, también.

Es verdad. Yo trabajé en manipulación de obras de arte y en las grandes expos, no imaginan la cantidad de pelusas de polvo que se depositan en la zona superior de los marcos, es realmente brutal, para verlo, de veras. De todos modos se estudia esto ya bastante, se controlan las zonas, el problema es que la entrada y salida de la sixtina son muy complicadas.
Pero no hay que irse tan lejos, te vas a Arco y te mueres con los pesados haciendole fotos a cualquier cosa. La gente va a los museos en un 80% como el que va al Carrefour, esto es así y todos lo sabemos, también ellos mantienen el chiringuito en pie, no se nos olvide ¡

Totalmente de acuerdo Estrella,
acabo de visitar el Louvre y aquello era una feria, masas de gente haciéndose fotos a los piés de esculturas y pinturas intentando poder la misma postura que que se representaba entre gritos, carcajadas y empujones. No van a ver arte, van a consumir en la estupidez contemporánea del "yo estuve allí".
A la Gioconda se le va congelar la sonrisa...

Es imperiosa la necesidad de disminuir el flujo de visitantes en multitud de espacios artísticos de todo el mundo, porque vamos a terminar con ellos y por la cada vez mayor incomodidad que producen esas aglomeraciones para una visita sosegada y apreciativa. Pero esto implica una disminución de los ingresos económicos de los mismos. Hay diversas fórmulas para compensarlos, todas ellas antipopulares. ¿Quién le pone el cascabel al gato?

Totalmente de acuerdo. Recuerdo una exposición en el Prado donde tenía que pegar saltitos para poder ver los cuadros.
P.D: Qué suerte tuvieste al ver Altamira!!!

http://areaestudiantis.com/

En efecto, yo vivo en un lugar turístico de Mexico en donde veo como los turistas suben y bajan de las ruinas mayas sin el menor respeto, se toman cualquier cantidad de fotos a veces con un toque de burla o en posiciones poco respetuosas pero nadie les dice nada; lamentablemente creo que al turista hoy por hoy se le ve como una fuente de ingresos al que se le permite todo...

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