Arte actual por todas partes

Por: | 24 de junio de 2013

Penone
Penone, 'Ideas de piedra, 2011. © Tadzio
Giuseppe Penone, el creador próximo al Arte Povera, ha esparcido por los grandes paseos del palacio de Versalles algunas de sus  esculturas. Son piezas que rememoran árboles intrusos en medio del jardín prodigioso, árboles a medio camino entre lo vegetal y lo mineral y que imponen cierto desorden en el orden, que otorgan cierta incongruencia al diseño milimétrico.

No sé si me gustan allí o no. Si prefiero un Versalles inmenso e impoluto. Aunque eso no es en absoluto relevante: qué más da si me gusta o no me gusta. El gusto  particular carece aquí de interés. Lo curioso de esta exposición es la naturaleza de la misma. Tampoco es relevante que sea Penone o cualquier otro artista vivo. Lo que cuenta es la cita anual del arte contemporáneo en el palacio más palaciego de todos los palacios. Lo que llama la atención es por qué Versalles invita al arte actual a intervenir en sus espacios: ¿lo necesita Versalles?

Es la pregunta que me planteo hace años: ¿por qué se ha convertido en tan popular el arte de ahora mismo, aunque se trate de un arte de ahora mismo “clásico”, tal y como ocurre con el artista  “Povera”?  ¿Será un modo de reivindicar la naturaleza viva de los lugares sacralizados –museos, palacios...- donde se preserva la Historia, una fórmula inteligente de revisar lo consensuado? ¿Será una forma de atraer visitantes en un mundo prendido de la continua novedad?

Si se trata de la primera opción, nada que objetar. Me parece siempre interesante confrontar el pasado con el presente buscando discordancias o similitudes. Se trata, para mí, al menos, de un ejercicio fascinante que a veces no llega a tener resultados del todo satisfactorios, pero que resulta luminoso y que en cualquier caso merece la pena experimentar.

Sin embargo, si lo que se busca es una forma de atraer visitantes, mis dudas se hacen enormes, pues no veo por qué un lugar como Versalles necesita a un artista vivo para que el público desee llegar hasta allí. ¿Quiere eso decir que si se ha visitado Versalles –el Prado, la National Gallery...- una vez no merece la pena volver? ¿Quiere decir que para que el público regrese a los lugares culturales “con pedigrí” hay que alimentar al monstruo sin tregua a través de exposiciones temporales o instalaciones de arte actual?

Debe ser el mal de los tiempos, esa manía de no regresar a los lugares culturales si no hay nada nuevo que ver. Craso error, claro, porque en el Prado, la Granja, el Louvre o Versalles siempre hay algo nuevo que descubrir -un destello, un instante, una esquina, un luz... -,  incluso si se han visitado un millón de veces.  Además, ¿dónde queda el placer intenso de volver a ver lo conocido, de regresar hasta un paseo, una sala o un retrato que nos encandila y despierta nuestros sentidos y hasta nuestra sentimentalidad?

No obstante, el interés hacia la novedad no es del todo nuevo. Lo  comentaba el propio Prof. Gombrich en su popular y ya clásico libro  The Story of Art , un auténtico relato del arte frente a la Historia  canónica. ¿Cuántos de los visitantes de algunas de las grandes y sobrevisitadas exposiciones has estado en las salas permanentes del Prado o de la Thyssen? ¿No es verdad que, como decía el citado Gombrich, muchos de los visitantes de las exposiciones temporales van a verlas porque de eso se habla en los citas sociales? A nadie se la ocurriría preguntar: “¿habéis visto ya Las Meninas?”  Prueben a hacerlo: igual hay más de una sorpresa.

Pero volvamos al arte actual que lo ha invadido todo, incluso la clásica Venecia con las nuevas colecciones corporativas que se han ido diseminando por la ciudad. En primer lugar, hoy en día parece mucho más sencillo tener una colección de arte actual que incluso de arte moderno y, en segundo, el arte actual asegura más publicidad, más noticias porque a su vez en la prensa se comenta lo novedoso. ¿Cuál es, por tanto, la fascinación del arte producido ahora mismo y, más aún, su dependencia por parte de todos más allá de tener condiciones de conservación menos rígidas? Un museo de arte clásico puede acoger una obra de ahora mismo, mientras que un espacio de arte actual –en bastantes casos- no puede pedir prestado un cuadro a un museo tradicional por problemas de conservación en las salas.

Me parece que sufrimos el síndrome de Baudelaire”, o dicho de otro modo, somos víctimas de deseo decimonónico de novedad. Me alegro de que el arte actual, antes vilipendiado por algunos que se planteaban que “no era arte” lo invada ahora todo, confrontando, releyendo... Aunque confieso que me preocupa un poco el asunto, ya que no sé si no terminará pasando lo que sucedía en los 80 con los museos de arte contemporáneo, que crecieron por todas partes y que ahora languidecen en muchas ciudades sin presupuesto y, peor aún, sin esperaranza y sin dignidad  –y no hablo sólo del MUSAC de León, un caso paradigmático en medio de su actual crisis tras la salida de tres directores en un tiempo record. La pregunta queda  en el aire: ¿puede mantener su radicalidad el arte actual entre tanta popularidad? Más aún: ¿corre el riego de morirse de éxito y dejar de ser radical? No lo tengo claro. A ver si se me ha ocurrido la respuesta para la semana que viene.

Hay 2 Comentarios

Me ha encantado el articulo y que gran pregunta ante la popularidad pierde su radicalidad?? quedo a la espera del próximo articulo ..

muy interesante el artículo

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