Sin Título

Sobre el blog

Pero, ¿qué es el arte contemporáneo? Hay tantas respuestas como artistas. Por eso Sin título (Untitled) es un espacio abierto para informarse, debatir y, sobre todo, apreciar el arte de todos los tiempos y lugares, con especial énfasis en el latinoamericano. Un blog colectivo de contenidos originales y comentarios sobre la actualidad.

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Es un blog colectivo elaborado por periodistas especializados de EL PAÍS y otros colaboradores.

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Arte 40

El "arte conceptual" años después

Por: | 27 de septiembre de 2013

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Lo pienso a menudo  mientras  paseo por algunas exposiciones de “arte conceptual”: hay autores u obras que amamos sobre todas las cosas y que, sin embargo, no han envejecido bien. De pronto, al verlos, parecen gastados como concepto y no sólo como materiales. Luego  hay obras que fueron proyectos maravillosos y que al materializarse, cuando la fama del artista o las mejores condiciones de cualquier otro tipo lo permiten, pierden parte de su encanto.En estas ocasiones uno siente la tentación de pensar cómo  los proyectos imaginados décadas atrás  deberían haberse quedado en eso, en proyectos, aunque supongo que es pedir demasiado a un creador: ¿por qué renunciar  a materializar una idea si las circunstancias ofrecen la posibilidad de hacerlo?  Es la vieja cuestión que se hace más acuciante si cabe cuando se trata de volver a montar instalaciones, en especial si el artista no está siquiera vivo: ¿es lícito hacerlo? ¿Se puede volver a construir esa realidad específica en un espacio diferente, con objetos distintos –a veces completamente nuevos- y sin siquiera la supervisión del creador? ¿No ha perdido la obra parte de su esencia, aunque todos sepamos que en las condiciones de la propia obra - al vender “la idea”- el autor contempla la posibilidad de su ejecución material en diferentes espacios y contextos? Y aún así la pregunta no deja de martillearme: ¿contemplaba también que se volviera a montar en su ausencia, una vez desaparecido, como ocurre? ¿Quería Beuys que alguien más contara la historia del arte a la liebre o es saludable que performances míticas como los cuerpos desnudos en el umbral de Abramovich sean “ejecutadas” -ocurrió en el MoMA por alguien ajeno a la artista?

Dejando a un lado estas cuestiones sobre las cuales, me parece, no hemos reflexionado lo suficiente,  lo cierto es que en otras ocasiones las obras de finales de los 60, de hace treinta o hasta cuarenta años, mantienen una vigencia, una fuerza y hasta una belleza difícil de definir, ésa que diferencia  a ciertos artistas frente al resto. Son los artistas hacia los cuales sentimos una devoción absoluta y, porque la sentimos, tendemos a exigirles lo imposible quizás: ser siempre brillantes, no decepcionaros nunca. Seguramente no es justo. No, desde luego que no es justo: en la producción de todo artista hay obras mejores y peores y supongo que hay que aprender a aceptar –al menos eso- aquellas obras que nos interesan menos y que por alguna razón son importante para su creador.

Sea como fuere, una sensación de duda me suele invadir al visitar la muestra de un artista conceptual “clásico” que, habiendo alcanzado el éxito, se permite materializar algunos de los proyectos que no consiguió ver convertidos en realidad en el momento de su concepción porque era caros o requerían un espacio que no estaba entonces a disposición o por cualquier otra causa. La verdad es que en las exposiciones donde se muestran las obras antiguas, más modestas, más frágiles, al lado de las ideas convertidas en realidad –a veces un  poco grandilocuentes comparadas con la precisión de esas primeras propuestas-, pienso que me sigo quedando con las primigenias, si bien reconozco que la mía es una posición egoista que tal vez exige demasiado a mis artistas favoritos, como explicaba antes.

Me ha pasado un   poco con la exposición de Cildo Meireles en el Palacio de Cristal de Retiro, comisariada por Joao Fernández, exposición que si no han visto aún no dejen de visitar –se acaba este fin de semana, dense prisa. Mis obras favoritas en la muestra, los ejercicios de geografía, sutiles, íntimos y precisos, destacan  poderosos por su discreción sobre todas las demás obras, alguna de ellas contundentes como el observatorio de olas, cuyo montaje en esta ocasión debo decir que es estupendo.  En la muestra está, además Amerikka, propuesta muy conocida de Meireles -huevos y balas que podrían chocar-: debido a la imposibilidad de encontrar el material requerido no pudo realizarse en el momento de su concepción a principios de los 90. Al lado de estas propuestas se pueden ver algunas otras  contundentes y hasta complejas –otras no tanto-, aunque confieso que me quedo con las más frágiles y  las más sencillas, apenas escasos elementos –por ejemplo las esquinas.

Pero ,claro, en el caso de los mejores artistas es complicado competir con uno mismo y esa obra mágica de Meireles, el cubo diminuto -que cabía sobre la yema de un dedo y cargado de significaciones- que se pudo ver en la una de las muestras de Versiones del Sur en el propio Reina a principios del siglo XXI, la comisariada por Gerardo Mosquera. No está en el Retiro, supongo que porque se ha apostado por obras más nuevas que a ratos parecen seleccionadas por el propio artista, teniendo en cuenta la apuesta por muchos de los últimos proyectos, los que seguro  han pasado largo tiempo en su mente poder hacerse realidad.

GEA1977brasil-1En esa fascinación por las piezas más modestas, las que mejor reflejan aquellos años míticos donde el mundo se tranformaba con muy poco, seguro que a todos los que han tenido ocasión de verla en Summa, la nueva feria de arte de Madrid, en la galería Henrique Faria Fine Art, han sido impactados por las obras de la también brasileña Anna Bella Geiger, algo mayor que Meireles y no tan conocida creo que por el simple hecho de ser mujer. Sus obras se encontraban entre los “mini solo shows” de la propuesta de Agustín Pérez Rubio, quien  ha comisariado un proyecto, estupendo, de varias galerías donde se muestran mujeres activas en los años 60/70 –entre otras Esther Ferrer y Concha Jerez. En la obra  de Geiger Brasil nativo, Brasil alienígena de 1976-1977 (ilustración de la izquierda cortesía de la galería Henrique  Faria Fine Arts) se contraponen postales que muestran a “los indígenas” con fotos modernas de la artista replicando las poses de las postales. Una obra delicada y maravillosa.

No obstante, seguro que piensan que exagero y me dejo llevar por mi melancolía. Y, pese  a todo, me refiarmo en mi apreciación. Me gustan sobre todo las obras frágiles. De cualquier manera no se pieden la exposición de Meireles, a punto de cerrar. Vale la pena porque es un artista muy  sólido.  

Robando piedras

Por: | 22 de septiembre de 2013

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Sin título (2012).

Después de años de espera en los cuales sus admiradores deseábamos volver a ver la obra de este artista radical y preciso, Angel Bados ha regresado a Madrid con una exposición fascinante, inesperada, sutil, fresca –valía la pena la espera. Como ocurre cada vez con los auténticos artistas, y Bados lo es, ha llegado al lugar oportuno en el momento oportuno: la galería Moisés Pérez de Albéniz. forma parte de ese grupo de profesionales que han decidido tomar la calle Doctor Fourquet buscando una alternativa a la desidia que sus gobernantes imponen a una ciudad cuya peor crisis reside en los intentos oficiales por travestirla de no se sabe qué.  “Madrid DF” llaman a la reunión de galerías en dicha calle, quizás queriendo recuperar un poco de aquella energía de los 80, un momento en el cual culturalmente todo parecía posible.

Y es que ha llegado el momento de las  iniciativas particulares, del trabajo en equipo, de las soluciones fuera de esos circuitos de poder que durante demasiado tiempo han gobernados los modos y las modas. A pesar de los políticos, me parece que el mundo del arte en esta ciudad vive un buen momento, de transformación, de ilusiones incluso–y valga esta iniciativa de ejemplo. Así, a los pioneros de la calle Doctor Fourquet –desde Helga de Alvear primero, quien, siempre por delante de los acontecimientos, vio antes de que nadie las posibilidades de la zona en cuanto a los espacios disponibles y la ubicación misma del Reina Sofía, hasta Espacio Mínimo, otra de galerías que se estableció allí muy pronto- se han ido uniendo galeristas jóvenes como Maisterrabalbuena o el proyecto tan especial de Casa sin fin, y ahora algunos más veteranos como Fúcares o Marta Cervera. Liebre se ha mudado y no muy lejos abren sus  espacios Louis 21, NoguerasBlanchard, García/Galería o Galería Alegría. Poco a poco, en la calle se van salpicando delicatessen y no falta un solar de buen tamaño, un jardín, que ha sido tomado por el barrio y donde se puede encontrar, de un modo muy neoryorquino, un huerto, un lugar de reuniones,  proyectos independientes y todo aquello a lo que una calle que aspira a dar que hablar puede pedir. Y es que, en medio del aturdimiento oficial y sus manipulaciones, piedra a piedra tendremos que reconstruir el presente, de una manera nueva: ya no se puede dejar todo en manos del estado como sucedía antes, entre otras cosas porque se han llevado el dinero y ya no queda apenas nada.

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Sin título (2013).

En este contexto de ilusión –perdón por usar esta palabra que tantas veces es abusada en vano-  las piedras de Bados, las que roba o las que ruedan, que en el fondo es lo mismo, han devuelto a los ojos algo intenso y antiguo, difícil de definir porque está a medio camino entre la casa y la intemperie. Sólo Angel Bados podría ha haber sido capaz de hacer el malabarismo: robando piedras, rodando piedras, echar a rodar. Piedras que se toman prestadas del otro para investigar lo que desde hace tanto intriga al artista: los modos de representación y cómo operan en diferentes culturas. Con esa elegancia tan especial de Bados, con una precisión en el lenguaje que recuerda a las palabras del poeta Ossip Mandelstam en su libro La piedra , los ojos sabios se han puesto a buscar lo que rueda como parte de un proyecto superior: el modo en el cual cada uno busca soluciones distintas para idénticos asuntos. Ahí está la mujer que viene a Africa y lleva sus pertenencias en bolsas de tela –parecen piedras.

Y Bados une lo cerrado con los impreciso, lo blando con lo duro, lo que rueda con lo que no se echa a rodar y hace un guiño asombroso a la tradición escultórica a la cual pertenece, a la representación y los medios y el modo en el cual  se tratan en culturas diferentes. Piedras  de piedra –bellas, poderosas, fragilizadas- y piedras de tela y telas que fueron casi piedras –y rodaron- y ahora se abrazan intensas unas contra otras, como quien no quiere dejarse rodar –o todo lo contrario.

Es una exposición emocionante por la simplicidad y lo intenso y porque el autor parece alguien muy joven, capaz de hacer piezas inmediatas. Y todo ocurre, además, de esa forma en que cada cosa sucede en el ámbito de influencia de Bados: con una modestia mágica que hace que el tesoro sea más admirable aún. Cada cosa en su sitio: nada está fuera de lugar –pero ya se sabe que el dominio del espacio en Bados en sorprendente.

De vuelta por el recorrido por Doctor Fourquet, pensando cómo algo sutil y mágico puede estar moviéndose en esta ciudad extraña –Madrid otra vez D.F.- que a veces nos da sorpresas, regreso a ver a Angel Bados en Moisés Pérez de Albéniz, y recuerdo el verso de Marina Tsetaieva – hacia la cual Mandelstam parecía no profesar mucha simpatía- que habla de ese despojarse como acto de coraje y generosidad que de pronto se asoma entre las esculturas de Bados: “De nuevo : la vida- o sea,/ la exactitud de los poemas./Casa , es decir: ahí/ afuera, en la noche.” La exactitud de los poemas  de Bados tiene siempre algo de intemperie.

Museos de arte contemporáneo: el Estado español como caso de estudio

Por: | 06 de septiembre de 2013

En 1999 se abría en Moscú el Museo de Arte Moderno, donde se mostraban vanguardias y arte actual, a partir de una colección privada, la de Zurab Tsereteli, artista y Presidente de la Academia de las artes y alma del proyecto. A partir de ese momento la colección permanente que se ha ido incrementando con compras y otras donaciones  y, además de las muestras temporales y las obras de artistas actuales, cuenta con obra gráfica de vanguardistas como Pablo Picasso, Fernand Léger, Joan Miró y Giorgio De Chirico; esculturas de Salvador Dalí; y obras de la vanguardia rusa como Malevich, Marc Chagall, Natalia Goncharova, Mikhail Larionov, Pavel Filonov, Wassily Kandinsky, Vladimir Tatlin o Alexander Archipenko.

No es el único “país emergente” que ha vuelto los ojos hacia el arte actual para entrar en la escena internacional de la cultura y, sobre todo, de la modernidad, ni es el único país ligado a un régimen totalitario que, excluido por motivos obvios de las tendencias internacionales, ha tratado de recuperar el tiempo perdido a partir de ese ámbito que durante los últimos años ha sido un lugar rentable y en absoluto “peligroso”: una manera “hacerse los modernos” sin mucho riesgo político.

De hecho, otro ejemplo claro es la propia China que, después del ya mítico Vitamin Creative Space -fundado en 2002 en Guangzhou como centro de creación alternativa- ha visto proliferar proyectos o exposiciones próximos al arte actual –la feria de arte de Shangay es un muy buen ejemplo. Otros “países emergentes”, con poca tradición en el arte contemporáneo, se están haciendo visibles, en especial a través de las iniciativas de grandes mecenas. El caso de la India es paradigmático en este sentido  con  el Museo de Arte Kiran Nadar, la Fundación de Arte Devi o la feria de arte en Dehli.

Estos ejemplos me hacen pensar en la propia situación de nuestros museos de arte actual tras la muerte de Franco y la evolución que han protagonizado en estos cuarenta años... y su presente. De hecho, a la muerte de Franco, en 1975, la única colección oficial de arte contemporénao era la del MEAC, que luego pasaría al Reina Sofía. Como la colección del MEAC se había formado en la dictadura, tenía huecos importantes como "Dalís" o "Picassos" clásicos. Quizás porque era imposible recuperar el tiempo perdido, porque los buenos Picasso no estaban a la venta o no estaban al alcance, veinte años más tarde las diferentes comunidades apostaban por museos y centros de arte contemporáneo –y sirva de ejemplo la Comunidad de Castilla y León con El Patio Herreriano en Valladolid con su colección de arte español del XX, el Musac de León  como museo de arte de presente y DA2 en Salamanca, más encaminado a la misión de centro de arte.

Así, en 1989 se abrían el I.V.A.M. de Valencia y  C.A.A.M. de Las Palmas. El año siguiente el C.A.A.C. de Sevilla y un años después el Reina Sofía. El C.G.A.C. an Santiago, el M.A.C.B.A. en Barcelona y el Museo Extremeño e Iberoamericano de Arte Contemporáneo en Extremadura abrieron en 1995 y el Guggenheim de Bilbao en 1997, el mismo año que se inicia la Bienal Leandre Cristófol en La Panera de Lérida.  Años más tarde, en el nuevo siglo,  se inuguraban el Musac, el Patio Herreriano y Artium y Montehermoso en Victoria - por citar algunos de los más emblemáticos, dado que otros centros de menor envergadura fueron abriendo sus salas dedicadas al arte contemporáneo por toda la geografìa del Estado.

En este  momento la mayor parte de las instituciones sufren dificultades económicas, en muchos casos gravísimas, e incluso crisis institucionales, tal y como ocurre con el Musac. Por eso, después de la proliferación a veces desmedida de este tipo de centros y museos, en muchas ocasiones sin colección real -un caso excepcional por la colección extraordinaria es la Fundación Helga de Alvear en Cáceres de reciente creación- , la pregunta surge insidiosa: ¿era necesario abrir tantos espacios de arte actual sin colecciones excepcionales en algunos casos? Aunque, una vez abiertos, hay otra pregunta que es imprescindible plantear: ¿no hay que hacer un esfuerzo para mantenerlos en marcha una vez que se ha invertido tanto tiempo y tanto dinero?

Sea como fuere, no son sólo estas preguntas cruciales las que  están en juego, sino una cuestión que me parece trascendental. El modelo “español” de la transición a la democracia y su despegue en materia de arte contemporáneo, es un caso de estudio que merece la pena tener en cuenta en el ámbito de los países emergentes, los que están haciendo sus transiciones culturales. De hecho, el caso del Estado español es un ejemplo muy curioso, desde su papel tradicional en el mundo -que le sitúa en un lugar que no es centro ni periferia- hasta el propio estado de las autonomías. Quizás ha llegado el momento de dejar de lamentarnos de nuestra suerte, de vivir de viejas glorias en un pasado de dispendios y de sucumbir a nuestras nuevas miserias de un presente de carencias y tratar de rescatar  esa particularidad nuestra que puede convertirnos en un ejemplo para un mundo global y en transformación. Es mucho lo que hemos logrado y, pese a los posible errores en los cuales por cierto pueden estar cayendo otros, es necesario reconocer el esfuerzo y el logro de nuestra entrada a la contemporaneidad que no podemos echar ahora por la borda. El Estado español, hace tiempo el milagro de joven democracia, es también un curioso caso de estudio para otros países de historias semejantes, aunque de eso se hable poco.

El País

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