Rapto de Europa, de Óscar Domínguez.
por Ángeles García
Pocos son los coleccionistas privados españoles que suelen salir en las listas internacionales de los más poderosos. La relación que acaba de dar a conocer Art Review, no contiene ni un solo nombre español entre los cien más influyentes en el mundo. Pero no hay que desanimarse, porque pese a todas las circunstancias adversas, sí existe un grupo de coleccionistas que con mayor o menor presupuesto, siguen empeñados en engrosar colecciones que por pura pasión empezaron a adquirir hace décadas. El caso del empresario Jaime Sordo (Cantabria, 1945) es un buen ejemplo. Una pequeña parte de su colección, nueve elegidas entre más de 300, se puede ver estos días en la sala de exposiciones temporales de la Fundación Lázaro Galdiano. La Escuela de Madrid, con una pintura de Álvaro Delgado; la de París, con Pancho Cosío, Ceres y Óscar Domínguez; el informalismo, con Feito y Manuel Rivera, la escultura internacional con una preciosa pieza (Fallen woman), Louise Bourgeois y Un besugo comiendo sardina, de Miquel Barceló, en representación de la fascinación que la pintura de los ochenta ha ejercido en el coleccionista.
No es la primera vez que Jaime Sordo, a diferencia de otros coleccionistas, muestra en público sus obras. Sordo es de los que considera mezquino encerrar las obras entre cuatro paredes y no hacer partícipes a los demás de la belleza de la obra de arte. Su colección, conocida con el nombre de Los Bragales (el nombre del barrio en el que vive el empresario en Villaescusa, en Cantabria) está habitualmente distribuida en tres lugares, uno de ellos su vivienda personal, pero viaja habitualmente a exposiciones públicas y tiene convenios temporales de cesión de obras con el Museo TEA de Tenerife y el MAS de Santander.
Cuenta Sordo que su primera adquisición fue un óleo de la pintora expresionista Pepa Osorio. Por entonces estudiaba el bachillerato y lo pagó poco a poco con su ahorros. Desde entonces, (“pagando como he podido, a plazos discontinuos”) se ha hecho con importantes obras de Saura, Feito, Tàpies, Broto, Juan Uslé, Sicilia, Navarro Baldeweg o Tobías Rehberger. Aunque predominen los artistas españoles, al menos el 35% son nombres internacionales.
Sordo forma parte de un grupo de coleccionistas que desde hace años coinciden en las ferias internacionales de arte que se celebran por todo el mundo. En uno de esos encuentros, decidieron montar una asociación para defender intereses comunes entre compradores de arte contemporáneo En marzo de 2012 nació 9915 (el mismo nombre del archivo de la OTAN que controla a todos los coleccionistas del mundo). Por el momento se han sumado 50 coleccionistas y cinco socios protectores: Sotheby’s, DKV seguros, MadridArt, Nationale Suisse y Nial Art Law
No cree Sordo que tengan que recurrir a medidas militares para defender sus intereses, pero sí cree que los galeristas tienen que adaptarse. “Las compras hay que hacerlas exclusivamente en las galerías. Así lo he hecho siempre y soy un defensor absoluto de su existencia”, explica. A cambio, la galería tiene que dar siempre una factura de la venta porque eses es el único título de propiedad que tiene el cliente. Exigen al galerista que cuente con un soporte digitalizado de cada pieza y un documento en el que se detalle como debe de ser la conservación de la pieza porque todo el mundo sabe como se conserva un óleo, pero no tanto lo que hay que hacer cuando la obra lleva material orgánico o es una fotografía. Para este último caso, obra obra gráfica y escultura, el galerista tiene que certificar el número de la serie; algo que no es siempre automático y que puede dar lugar a confusiones y problemas.
Otra cosa es e incremento del IVA del 21% con que se grava la obra de arte. “Es un desastre para los galeristas españoles. No olvidemos que cuando el artista vende a la galería también se ha pasado del 8 al 21%. Esto ha desbaratado el mercado y fuerza a que el que quiera comprar lo haga en galerías extranjeras. En el último Arco, los españoles ya lo sufrieron. Espero que antes del próximo alguien tenga sentido común”.