A vueltas con el número de visitantes

Por: | 10 de febrero de 2014

1193995037_850215_0000000000_sumario_normal

Colas a la entrada del museo del Prado. Foto: Bernardo Pérez

¿Son mejores el Pompidou o la Tate Modern que el Reina Sofía sólo porque reciben un mayor número de visitantes? ¿Son significativas las cifras del Pompidou y el Reina Sofía para 2013, teniendo en cuenta la forma en la cual  el boom Dalí desvirtuó las visitantes reales? ¿Teniendo en cuenta esas cifras se puede concluir que está más de moda el arte contemporáneo que el “clásico” y que el público prefiere visitar museos como el MoMA en lugar del Louvre? ¿Seguiría el Reina Sofía teniendo los mismos visitantes si no tuviera el Guernica como indudable “icono estrella” de su colección? Me parece que la respuesta en todos los casos es un “no” rotundo, aunque también es posible que se trate de preguntas absurdas, si bien relacionadas con un tema por el cual prensa y responsables de instituciones parecen estar obsesionados: el número de visitantes y la manera en la cual suben o bajan.

Personalmente estoy hastiada de estas cuestiones que no hacen más que salir en los periódicos, como si no hubiera mejores cosas de las cuales hablar. Pero, además de harta, estoy preocupada porque si de verdad importa el número de visitantes por encima de todo, entonces se debería concluir que hay que dejar de programar muestras poco visitadas. Por ejemplo, buena parte de las exposiciones del museo Reina Sofía son muy sofisticadas, pero no convocan masas –y se lo digo y0,o que soy asidua los sábados y que me muero de rabia al ver como algo interesante está tan vacío cuando no hay colegios. ¿Quiere decir que para mantener los “buenos números”  hay que limitarse a hacer Dalí y sólo Dalí?

En primer lugar, no hay muchos artistas –salvo los impresionistas, uf, y Picasso- que tengan ese tirón mediático. En segundo, si los visitantes cuentan por encima de todo, habría que concluir que lo que no sea “gran maestro” o “gran icono” –los que atraen a más espectadores- es “gran desastre”. Nada más lejos. Recuerdo, por ejemplo, cómo frente a las colas que daban la vuelta al edificio dispuestas a ver a Dalí pasara lo que pasara –ésas que han elevado el número de visitantes en París y Madrid artificiosamente-, la exposición de Patricia Phelps de Cisneros languidecía por comparación, igual que muestras extraordinarias estaban vacías un sábado cualquiera –pasó con Popova. ¿Dónde están las “masas” cuando no hay Dalí?  Quizás delante del Guernica –al menos eso constato en mis paseos como aficionada de a pie.

Pero vamos incluso a pensar que se mantiene el nivel de visitas que ha propiciado Dalí, cosa que dudo porque, siempre como visitante, no creo que en un museo como el Reina, sin más “iconos” que el Guernica y algún Dalí, las masas vayan a ser la tónica general –y estaba  a punto de decir que menos mal. Lo digo por la gente apoyada en las esculturas del Museo Británico haciéndose fotos –uf, también. En este caso entiendo las cifras que dan cada año: de verdad que no se puede dar un paso por las salas. Ese museo es siempre como el metro a la hora punta y no sólo en la sala de las momias.

Sea como fuere, dejando a un lado estas consideraciones, ¿qué pasará si el año próximo, ya sin Dalí, no se cumplen las expectativas? ¿Exigirá el poder más “clásicos populares” al museo? ¿Habrá que ceder  a las presiones? Porque el número de visitantes no me parece sólo una bobería, sino una puesta en escena peligrosa  ya que abre una brecha por la que puede colarse cierta programación que no se ajuste únicamente a los criterios de calidad que, se esté de acuerdo o no con su programación, parece que hasta que se entró en el mundo de las cifras y sus exigencias, regían en el Reina Sofía sin  concesiones. De hecho, desde hace un par de años hay momentos en que tengo la impresión de que la radicalidad de propuestas que ha dado entidad al museo en los últimos cinco años se va transformando un poco y, hasta cierto punto, se van colando propuestas más comerciales o, al menos, más “clásicas” –Dalí es un excelente ejemplo a este respecto y el más llamativo.

Por eso me parecieron muy pertinentes algunas de las consideraciones que se hacían en la entrevista al director del otro gran museo madrileño, el Prado, publicada hace un par de semanas en el suplemento dominical de El País. Eran reflexiones necesarias, pues ponían sobre aviso respecto a las trampas del número de visitantes que en ningún caso parece un criterio válido o significativo de nada. Si la cantidad fuera un criterio, los mejores libros serían los best-seller y la galería  más poderosa la más admirada. ¿A que no es así?

Sin embargo,  y como el propio director del Prado mantenía, no se trata de rivalidad  entre museos –una rivalidad colegial de la de “yo más”. La cuestión no es dónde van más o menos visitantes, sino si ése debe ser un criterio válido, como parece pensarse ahora. Esto es grave para el arte contemporáneo, pues los “museos clásicos” llevarían las de ganar, dado que la novedad se pasa, pero siempre hay personas que quieren ver (o volver a ver) El Jardín de las delicias –aunque esté siempre allí, que parte del atractivo es que las cosas duren poco, de ahí y como decía Gombrich, el éxito de la exposiciones temporales.

En cualquier caso y como cada vez que se habla del Reina y del Prado vuelve a salir el Guernica, quizás se podría volver a hablar de este –casi único- “icono” del Reina, dado que sin él los visitantes decrecerían, a juzgar por las aglomeraciones que allí encuentro en mis paseos. En este punto radica la paradoja, pues, ¿no se había acabado a época de los grandes “iconos”? Personalmente –y sé lo impopular que va a ser que lo diga- pienso que El Guernica no debería haber salido jamás del Prado, donde podía compartir espacio con obras históricamente a su altura -quiero decir regidas por los viejos criterios de gran obra única y original, gran maestro, etc. También es cierto que el Prado, mientras lo tuvo, no supo apreciarlo, arrumbado en el Casón con bolas de polvo –literal- encima sus dibujos preparatorios. Luego, en el Reina, encontró un espacio privilegiado–porque no hay mucho a su nivel de icononicidad- y es cierto que, como dice sensato Zugaza, ahora no se puede ir del Reina ya que, mal que pese, buena parte de la colección pivota a su alrededor . No obstante, si debe quedarse no es por los motivos absurdos que se acordaron en una reunión del Ministerio de Cultura en los primeros 90, hace por tanto un cuarto de siglo pues: la Modernidad, el Reina, debía empezar con el nacimiento de Picasso. Como seguía diciendo Zugaza en la mencionada entrevista, la historia es algo dúctil que se mueve y los viejos criterios que dicen “lo que es del Prado” y “lo que es del Reina” por una simple fecha están obsoletos. El Guernica, por ahora al menos, no puede irse del Reina porque el museo lo necesita –entre otras cosas para “no perder visitantes” , se diría irónicamente. Es lo sensato y lo realista: el resto es dar vueltas en una noria. Pese a todo –y aunque yo no llegue tal vez a verlo- el Guernica volverá al Prado algún día, cuando la historia de la Modernidad deje los criterios de hace medio siglo y las cosas se renueven un poco. O tal vez, y como proponía Zugaza, la colecciones del Reina comenzarán con Goya e incorporarán al XIX, que no se puede coger una cosa y dejar el resto a discreción. ¿Se imaginan a Juana la Loca en las salas del Reina? Y, más aún, ¿a Romero de Torres? Pues eso.

Hay 5 Comentarios

Vaya se me ha cortado la primera parte, repito, hay 2 Romeros de Torre en la Sala 201, y 5 más sin exponer. Espero que lo demás este mejor contrastado…http://www.museoreinasofia.es/buscar?bundle=obra&keyword=romero+de+torres&f%5B100%5D=&fecha=&items_per_page=15&pasados=1

Los expuestos están junto a a contemporáneos como Casas, Anglada-Camarasa, Rusiñol, y Zuloaga etc, y añado ojalá se vieran más cuadros como esos por allí...
y lo 2º una exposición no la hace buena la masificación, pero tampoco la hace mejor, que sólo la sepan apreciar un puñado de hipsters.

Es que hay Romero de Torres en la colección del Reina.
Pero lo que subyace en el fondo de todo esto es imponer las politicas neoultraliberales a los museos para que sean "rentables" . Y no hablamos de rentabilidad cultural, naturalmente. El ejemplo más próximo es el Thyssen que funciona a la americana, le importa un pimiento lo que aporta, sabe cual es su salamanquino público y a el le ofrece lo que pide.
Y en cuanto al Prado el señor Zugaza que gestiona bien bien ciertos aspectos, se desentiende de otros y lo sé porque he trabajado puntualmente con ellos... Y nada se dice por ejemplo de las condiciones laborales d elos que vigilan las salas, o como están los externos de las librerías ni quienes son, que experiencia tienen los manipuladores de arte que embalan, desembalan en el museo para exposiciones externa. Lo peor es que si lo sabe, pero no quiere saber. Y algún día pasará algo grave con una obra y se buscarán responsabilidades y él mirará a otro lado y quizás alguno, que no tenemos nada ya que perder, contemos ciertas verdades.

Pero estos centros viven del número de visitantes, porque es lo que les garantiza la financiación.

Visitantes es lo que nos hace falta ;-): http://locosdeamor.org

Los comentarios de esta entrada están cerrados.

Sin Título

Sobre el blog

Pero, ¿qué es el arte contemporáneo? Hay tantas respuestas como artistas. Por eso Sin título (Untitled) es un espacio abierto para informarse, debatir y, sobre todo, apreciar el arte de todos los tiempos y lugares, con especial énfasis en el latinoamericano. Un blog colectivo de contenidos originales y comentarios sobre la actualidad.

Sobre los autores

Es un blog colectivo elaborado por periodistas especializados de EL PAÍS y otros colaboradores.

Coleccionarte
Arte 40

El País

EDICIONES EL PAIS, S.L. - Miguel Yuste 40 – 28037 – Madrid [España] | Aviso Legal