Imagen del proyecto Blue Banana, de Marisa Maza
Por LARA SÁNCHEZ / Fotos: HELENA FALABINO
Goethe recuerda en su Fausto cómo el arte es eterno y nuestra vida breve. Siglos después, el artista que desee explorar mundos insólitos y perdurar -al igual que le ocurre al mítico Doctor de las letras alemanas-, parece que debe traer su muda, pinceles y ordenador a Berlín. Se dice que aquí “está pasando algo”, que estás en el epicentro de la creación y la vanguardia artística, en un “meollo” -en palabras de la artista Marta Marcé- donde todo, hasta los semáforos, van muy deprisa. Y surge el encuentro, no solo con lo histórico, sino en un contexto de crisis, multiculturalidad y hasta de precios -a veces baratos- propicio al prestigio, al mercado y a una definición de tu interior y su expresión, en una cultura a ratos a menos veinte grados bajo cero.
Pero no siempre ha sido así. Berlín y sus artistas españoles, hoy probablemente a cientos, han crecido con los años. Al principio, cuando se cayeron los 45.000 bloques de hormigón de aquella separación insufrible que era el Muro, corría la libertad a raudales, no se hablaba de precios, los espacios eran inventados y los encuentros desinteresados. Los primeros aventurados -Marisa Maza, Toño Mesones o el desaparecido Chema Alvargonzález- vivieron aquella ansiedad positiva por descubrir e imaginar, propia de un momento orgiástico pre-Reunificación que este año celebra su veinticinco cumpleaños. Un aniversario al que no faltarán voces críticas contra el aburguesamiento, la especulación inmobiliaria, y el skyline actual llenode grúas entre Alexanderplatz, la Puerta de Brandenburgo y más allá.
Si miramos veinticinco años atrás, la lista de artistas españoles de primer nivel que han crecido con la nueva capital alemana deja boquiabierto. Sus currículos expositivos y de trabajo cubren prácticamente todo el globo terráqueo. Para colmo, y a pesar de la repetida sentencia de “muerte” frente a la fotografía o el vídeo, muchos se centran en la pintura. Pero no importa porque Berlín ama lo Retro, lo Bio y lo analógico -muchas fotos de este reportaje se tomaron, a la sazón, con una obsoleta Canon AE1- aunque hoy surja “otra Berlín”, contraria a la bohemia, poblada de ejecutivos de start ups y una tropa de turistas que ni la Wehrmacht.
La capital herida de Europa, donde se originó el más infernal invento colectivo -el nazismo-, seguido del represor comunismo alemán, es paradójicamente un paraíso idóneo para la abstracción. Secundino Hernández dice que usa su taller de Coslada (Madrid) para trabajar y Berlín para pensar. Antón Lamazares, genial decano de todos ellos, coincide con el pintor Santiago Ydáñez, y con otro prolífico, Pablo Genovés, en que Berlín les gusta por tranquilo, respetuoso, y porque “tiene de todo”; la clave, según Marisa Maza, es trabajar en un contexto donde prima la “mentalidad analítica y el sano ejercicio de la discusión.”
Obra Sin Título (2014), de Secundino Hernández.
Berlín atrapa por su “vive y deja vivir” -explica Eli Cortiñas- aunque se luche “contra paredes que no se mueven”. La burocracia, la ausencia de un mercado del arte potente y el déficit económico de la ciudad, junto al difícil manejo del idioma, son obstáculos que echarían atrás al mismísimo Picasso. “Parece que la ciudad quiera echarte a patadas”, apunta Laura López Paniagua. El caso de Juan Ugalde y Antón Lamazares, ya consagrados al mudarse a Berlín, o el de Ignacio Uriarte -nacido en Alemania, lo que conlleva una mínima ventaja-, difiere ligeramente de otros que hacen carrera desde su propia ‘Hora cero’ en la capital de moda. Y es que hay cada vez más competencia, más artistas extranjeros, muy buenos, aterrizando en los aeropuertos de Tegel y Schönefeld sin billete de vuelta. De hecho, Lamazares tiene como vecino y compadre a Douglas Gordon, Premio Turner 1996 y residente en Berlín desde hace cuatro años.
El último de los recién llegados, el escultor Iván Prieto, confiesa que su marcha de España fue motivada -aun estando representado por cinco galerías españolas- por un “estancamiento del circuito creativo, la crisis” y porque lo de estar en Berlín “vende”. Él y muchos otros, como Ugalde, disfrutan de aquel espíritu de 1990, por el que se puede imprimir a gran escala en los talleres colectivos del BBK -Asociación de artistas visuales- o del centro Bethanien. Hay que saber que el verbo compartir es esencial del ritmo de una ciudad que aún presume de inconformista y es harto respetuosa hacia el arte. Si un artista pide acceso a pisos protegidos, por ejemplo, le conceden el doble de metros cuadrados que a cualquier paisano.
El espacio urbano berlinés es expresivo, aún libre, decadente, ruinoso y fan de la experimentación. Los artistas españoles lo dominan, pero no renuncian a convertirlo en hogar. Desde el espacio cofundatorial Invalidens1, de Belinchón, Mesones, Ydáñez y Calçada Bastos, a la casa de los carismáticos artistas Xan Medina o Simón Pacheco, existe apenas un kilómetro; y de ahí al Schlawinchen, bar donde se juntan para jugar un futbolín, otro. En sus inauguraciones no falta casi ninguno de nuestros protagonistas porque, en cierto modo, quizás muy latino, y a pesar de mezclarse con lo alemán, el grupo emblemático del arte español no deja de ser una especie de gran familia: casi todos se tratan, se conocen y hasta se cuidan.
Los perfiles reflejados en este reportaje, por medio de visitas a estudios y casas berlinesas, son los de artistas de proyección y carreras más amplias -la mayoría estarán en la madrileña feria ARCO, que empieza mañana-; pero, sobre todo, son los de una personalidad coherente con su vocación, sin excesivas motivaciones en torno a la “visibilidad” mediática o de mercado. Trabajan en una ciudad difícil, sabiendo que lo importante es, según Cortiñas, “exponer aunque sea en el garaje de tu abuela”. Berlín es -como aquel lema de la Movida- una especie de Meca del “hazlo tú mismo”. Pero Madrid ya no se parece a Berlín. Al fin y al cabo, Berlín -como dice Goethe del arte- es más eterna. El trabajo de los artistas de este reportaje también, lo que convierte el veinticinco aniversario en suyo.
ANTÓN LAMAZARES Y JUAN UGALDE
El 4 de diciembre pasó por Alemania un huracán de película, con vientos de hasta 140 kilómetros por hora. Sin embargo, Antón Lamazares, acostumbrado a los imprevistos de la naturaleza y al sagrado paisaje gallego, recor rió un lado del parque Victoria coronado por Schinkel, con elegante abrigo y gorro canadiense, de camino al supermercado Kaiser's, hablando en gallego, castellano e inglés, por el simple placer –al contrario que los berlineses que acumulan montañas de provisiones en caso de alerta– de ser un buen anfitrión. Por su casa de Kreuzberg puede aparecer su vecino Douglas -“Antón es lo mejor que me ha pasado en Berlín”, dice el artista escocés-, su asesora Teresa Díez Platas, periodistas, amigos españoles pintores, o los representantes de Lemper, la prestigiosa casa de subastas alemana.
Antón dice que Berlín es como “una aldea verde”, donde se abstrae de las distracciones españolas, así como del exceso de riqueza “que nos roba la emoción”. Habla apasionadamente de San Francisco, lo que provocó que Tàpies le comentara una vez: “¡tú te crees que vas a llegar a algún lado con ese rollo religioso que te traes!”. Curiosamente hoy, la coleccionista Pilar Citoler dice que Lamazares es nuestro siguiente artista en importancia; además del único español presente en la cita del arte de este año en Alemania: una subasta de obras de Rembrandt, Diane Arbus, o Jonathan Mesee, entre muchos otros, con la que la plana mayor del coleccionismo contribuirá a la reconstrucción de la fachada del Palacio Real frente a la Isla de los Museos. Además, durante ARCO se inaugurará en la Galería Odalys su ‘Inda é veinticuatro’.
Berlín es la ciudad de los reencuentros. Solo en ella pueden coincidir, tras hacerlo en Nueva York, Lamazares y otro nombre fundamental del arte español: Juan Ugalde. El artista bilbaíno trabaja entre El Escorial y el antiguo distrito del Berlín oriental conocido como ‘Prenzberg’, donde elabora ahora el vídeo ‘Salud y fármacos en la era del capitalismo feroz’. Coincide con el trabajo crítico del colectivo español PSJM, que en abril expondrá en la galería White Concepts de la capital alemana, y colabora con otros dos afincados en Berlín, Javier Lozano y Cristina Bustos.
Ugalde compra material en los mercadillos de Mauer Park o Tiergarten mientras contempla un contradictorio paisaje de verdes, asfalto, fábricas en ruina y nuevos personajes -como una chica chic con perro- que encaja a la perfección en su inconformista temática de collage, pintura y foto. En su estudio madrileño prepara, quizás para ARCO, las obras ‘Doméstico industrial’ o ‘Lunático con animales’. Allí hay un misterioso croma verde “para una video fiesta improvisada” -explica- y la portería de hockey de su hijo Dionisio. Ambos verán el próximo otoño la retrospectiva de la fallecida artista Patricia Gadea – su mujer y madre, respectivamente - en el Museo Reina Sofía. Con ella, Ugalde y Dionisio Cañas fundaron en los 80 el colectivo ‘Estrujenbank’, un nombre algo premonitorio de la capital alemana, hoy motor de la asfixia económica europea y del que Ugalde rescata imágenes, objetos retro y el disfrute de una rebeldía que “ama el arte y lo estimula, como antes en Nueva York o Madrid”.
Ignacio Uriarte con una de sus obras
IGNACIO URIARTE Y SECUNDINO HERNÁNDEZ
No hay artista joven español tan eficaz como Ignacio Uriarte. Y no es por su doble nacionalidad, mitad alemana, ni por su especialización en el denominado “arte de oficina”, sino por su capacidad para “llegar siempre al fondo de la cuestión”, en una máquina de escribir de hace cuarenta años o a la variación de un punto y una línea. Uriarte ilustra este año un caso de éxito institucional y de mercado merecidamente feliz.
En su nuevo estudio de Mitte, delante de una hermosa ruina gótica y la torre de la televisión, escucha Neil Young y prepara lo que resulta un hito para cualquier creador en Berlín: una pieza de audio para el foyer del museo referente del sector, la Berlinische Gallerie. Son ocho horas locutadas, más intrigantes que aquellas con el actor de ruidos de Loca Academia de Policía o la voz de Blixa Bargeld. Entre tanto, pasará por las ferias ARCO, ZONA Maco y ARMORY; estará al lado de nombres consagrados en colectivas y tendrá exposiciones individuales en Estambul, Colonia y España.
Otro nombre del que seguramente, y por tercer año consecutivo, estará todo ARCO pendiente será Secundino Hernández. Es el año del Greco, el de su primer hijo y uno de éxitos, del todo internacional, representado por galerías desde Helsinki a São Paulo y de Frankfurt a Oporto. Hernández tiene 38 años y ya representa el ideal de artista del futuro: uno de inteligencia y estilo absolutamente independientes. No es nada banal y habla sin tapujos del respeto a los grandes maestros. Es un experto de la creación integral, lenta, que resulta en obras de resultado vibrante. Un modo de expresión tan complejo como su doble residencia desde 2008, entre el clásico barrio de Charlottenburg y el extrarradio de Madrid.
Laura López Paniagua y Santiago Ydáñez
SANTIAGO YDÁÑEZ, SERGIO BELINCHÓN Y LAURA L. PANIAGUA
Santiago Ydáñez es el pintor veloz de un mundo inquietante y nada heroico. Tras una gran puerta metalizada, en una fábrica de níquel donde el río Spree era Muro, Ydáñez -que obtuvo en sus inicios la beca de la Fundación Botín- , retrata animales o personas; ya sean ensoñaciones de la Alemania que conoce hace doce años, o disidentes y labriegos de su pueblo andaluz. Le emociona el barroco y la herencia de una burguesía anterior a la contemporaneidad, “la de esos abuelos del nazismo”, dice. Muta imágenes típicas del catolicismo y elabora daguerrotipos a partir de ediciones antiguas de Thomas Mann o Walter Scott. Su maestría pintora, en gigantesco o pequeño formato, le ha convertido en un imprescindible de colecciones públicas y privadas, representado por galerías en España, Alemania, Portugal y México.
El granadino y su compadre Sergio Belinchón -brillante artista visual, que llegó hace diez años con residencia para el centro Bethanien-, son cicerones de la Berlín profunda, la que no sale en las guías turísticas y origina narraciones inesperadas. Tras comer los callos a la romana de Il Casolare, Ydáñez nos enseña la taberna berlinesa Rote Rose, en la famosa Kotti: un espacio célebre porque en él se mezclan ludópatas sintecho, camellos, hipsters u oficinistas de la zona. Belinchón y él guardan vídeos de una época en la que les dio por poner ‘Moon river’ veinte veces seguidas en su jukebox. Recuerda entre risas como los dos “llegaron a salir treinta días consecutivos” por Berlín; una hazaña sana, imprecindible para entender no solo la capital por excelencia de lo lúdico, sino también de lo humano.
Otra artista berlinesa clave - en la foto, junto a Ydáñez - es la madrileña Laura López Paniagua. Ambos representan un arte sin edulcorar, de temática desgarradora pero radical belleza. Paniagua, de figura elegante, es una artista comprometida con la realidad y lo sublime, que no se permite “vivir a medias tintas; sucumbir ante el paternalismo del Estado” o el “plutocrático mercado del arte”.
Berlín y “su naturaleza Trash” es clave a la hora de explorar territorios típicos de su trabajo. En una de las convocatorias del arte más avanzado berlinés, el festival Transmediale, colocó una escalera en una pared que susurraba narraciones anónimas de dramas. Desenmascara el catolicismo de perfil, según dice, “sadomasoquista”: en su estudio de Kreuzberg -que comparte con la leyenda del underground Bob Rutman- manipula un crucifijo y manteles gigantes, pintados a mano, donde cuelga prendas de viuda española. Y su serie de los pubis de la historia de la pintura, pintados en tablas de cortar de cocina usadas, ha dejado atónito al sector artístico berlinés. Vecina de Wim Wenders, la artista cambió una cómoda vida de ventas en España, por otra de intenso ejercicio intelectual: “un viaje al corazón de la estética y la radicalización”, con su tesis sobre el artista Mike Kelley entre la Freies Universität de Berlín y la Complutense de Madrid.
MARTA MARCÉ, ELI CORTIÑAS, ANTONIO MESONES, PABLO GENOVÉS, CHEMA ALVARGONZÁLEZ Y MARISA MAZA
El trabajo con el lenguaje recursos literarios, metáforas o códigos poéticos– es un aspecto que une a Laura López Paniagua con la internacional Marta Marcé (a la derecha en la foto, junto a Antonio Mesones -centro- y Sergio Belinchón). De esta artista barcelonesa, formada principalmente en Londres, se puede admirar una trayectoria internacional plagada de premios, proyectos y exposiciones, aunque se habla mucho de su obra ‘Maijang’ (2004) de la colección Saatchi. Es mujer del abstracto, además de madre -vive en Berlín con su pareja músico y su hijo de dos años-. Este invierno ultima su serie ‘Now or ever’, de líneas, cintas adhesivas y elocuentes colores, y una comisión pública para la Royal Infirmary de Bristol.
Marcé tiene claro que “no piensa hacer lo que venda” y que “el espacio pictórico es necesario a la sociedad; porque su lentitud es buena para pensar”. En ello es igual al veterano Antonio Mesones, que elabora entre cientos de acrílicos, en su estudio de Kreuzberg y mientras suena John Zorn, un espectacular azul a cinco colores que tendrá la galería Pilar Sierra durante ARCO. Los dos son artistas que cuidan el paso del tiempo, lo que transmiten como profesores de arte en Londres y Berlín, respectivamente.
A dos manzanas de Marcé, en Neuköln, un barrio de moda entre artistas y ‘hipsters’, vive Eli Cortiñas, la que será la primera artista española con una residencia de un año en Villa Massimo, la academia alemana de Roma. El pasillo de su edificio es la imagen de un final berlinés feliz, porque está plagado de cajas de libros que dona antes de marcharse a Italia. La artista, célebre por su excepcional trabajo de vídeo arte –su pieza ‘Dial M for mother’ ha recorrido casi toda Europa-, es el ejemplo más admirable de una joven hecha a si misma en territorio hostil. Salió de su Canarias natal hace trece años, para estudiar en el Film College de Dinamarca y artes visuales en Alemania, un país que no cesa de premiarla por el conjunto de su trabajo de vídeo, collages y objetos de intrigante efecto óptico. En 2012 le otorgaron la beca Karl Schmidt-Rottluf, una de las más peleadas del sector.
Juan Ugalde, Eli Cortiñas (centro) y Marisa Maza
Cortiñas domina ya cuatro idiomas y el complejo aspecto de la concurrencia institucional. En eso es parecida a la veterana Marisa Maza, la única artista española con residencia permanente en el complejo creativo Bethanien, de Kreuzberg. Su capacidad organizativa es apabullante, casi más eficaz que la de los propios alemanes. En su formidable estudio, el 235, explica por medio de un nítido esquema sus líneas de trabajo -identidad, género y el análisis del espacio social– que conforman una amplia trayectoria como artista audiovisual de Turquía a New York, Florida, Sudáfrica, siempre con base en Berlín.
Su último proyecto ‘Blaue Banana’ trata de los países ‘activos’ y ‘pasivos’ de la zona Euro. En la pared de su estudio, frente a un gran proyector donde su vídeo para la Embajada de Alemania en España - una hucha cerdito, sobre bandera roja y amarilla, que acaba destrozada - cuelga una ristra de euros que ella confisca a diario: “cada 16 monedas alemanas de euro hay una extranjera”, cuenta. Al lado, una impresionante foto apaisada con mano femenina de uñas azules, sujetando un euro sobre el paisaje de arena y grúas berlinés. La artista combina en 2014 su presencia en exposiciones como ‘El Eterno Femenino. Retratos entre dos siglos’ de Zaragoza, o las del Stadtmuseum de Berlín y el Open Space Zentrum de Viena, con la participación en la cinematográfica Berlinale, y la docencia en las universidades de Bellas Artes de Berlín, Viena y Johannesburgo.
Junto a Mesones, Maza es pionera de los artistas españoles fascinados por el Berlín de una nueva andadura entre ruinas. En la ciudad de hace veinticinco años “todo era un laboratorio” – recuerda - “te juntabas con gente en espacios que hacía de todo”. Antonio Mesones vivió “montajes exquisitos” de nuevas galerías y comenta cómo entonces “todo era muy romántico y joven”.
Aquello sedujo a Pablo Genovés, otro reconocido artista español con sede en Berlín. Alrededor de su estudio de Mitte vive ese “pasado dramático y cambiante” que tanto ha influido en su trabajo: “la relación de esta ciudad con el pasado, tal y como yo la vivo, es muy natural” y admira “su arquitectura, su cultura del reciclaje, y la convivencia con la historia lejana e inmediata”.
Imagen de la serie Cronotados, de Pablo Genovés
En sus últimas series fotográficas ‘Antropoceno’, presentada en la galería Pilar Serra, ‘Cronología del Tiempo’ o ‘Cronotados’ - próximamente en la Sala Canal de Isabel II -, muestra un fin del mundo, en espacios vacíos o escombros del futuro, evocadora del carácter histórico berlinés; pero también del avanzado mundo de la tecnología que tan bien se combina en la capital alemana con el cosmos vintage.
Veinticinco años de creación en la capital reunificada han dado lugar a una serie de cambios no del todo pronosticables. Maza y Mesones coinciden en que ahora todo es “menos variopinto” y “mucho más comercial”. Muchos de los artistas de este reportaje están conectados por quien fue el primer testigo del tránsito del Berlín dividido al reunificado, el desaparecido Chema Alvargonzález: “la mayoría de los veteranos llegamos (por él) de carambola”, explica Mesones, quien fue su gran amigo.
Alvargonzález, fotógrafo de mirada conceptual, sirvió de enlace entre colegas, el romanticismo inicial de hace veinte años, y un sentido práctico del sector. Como muchos creadores residentes en Berlín, que todavía aprovechan espacios olvidados sin un fin estrictamente comercial, Alvargonzález lideró la apertura de una antigua escuela en Berlín, ofreciendo talleres para artistas, incluso, hasta su fallecimiento en 2009.
LOS DINAMIZADORES: COMISARIOS, COLECCIONISTAS, GESTORES…
GONZALO ALARCÓN, ANA SÁNCHEZ DE VIVAR, MARU CARRANZA, ANDRÉS GALEANO, ITZIAR TABOADA, CLARA Y ÁNGEL NIETO
Dicen que la valía artística de Berlín se debe fundamentalmente al intercambio desinteresado y su amalgama de espacios “por amor al arte”. Gonzalo Alarcón, gallego residente en Berlín desde hace doce años y meritorio co-director de una de las más prestigiosas galerías de la capital alemana, Thomas Schulte –también en ARCO y famosa por llevar a artistas como Richard Deacon, Robert Mapplethorpe, Juan Uslé o Robert Wilson– recuerda cómo la euforia de los 90 trajo a “muchas galerías alemanas” que se dieron pronto cuenta “de que no era tan sencillo sobrevivir en ella”. Sólo las galerías como la suya, “más establecidas o las que presentaban proyectos más interesantes”, han podido mantenerse.
Desde luego, quien ama Berlín debe ser fiel a su empeño altruista. Andrés Galeano, artista de performance y fotógrafo residente en Alemania desde 2003, es cofundador del espacio no comercial Grimm Museum y miembro activo de la convocatoria Month of Performance Art. Es típico de esta ciudad el trabajo gratis; solo así es posible que comisarios de performance sostengan, cada mes de mayo, en espacios públicos, institucionales o no comerciales, un programa de acciones e intervenciones sin apenas soporte económico. Ana Sánchez de Vivar y Maru Carranza (en la foto, junto a Gonzalo Alarcón) son otros dos de los nombres españoles más representativos del aspecto dinamizador y altruista berlinés. Ambas organizan exposiciones y sostienen plataformas de conexión entre artistas de calidad a través de sus proyectos globales Auriga y Berlinarte.
También la joven pareja de coleccionistas, Ángel Nieto y Clara González (en la foto a la derecha), que sorprenden a especialistas y transeúntes –en la más dramática sección del Muro, en Bernauer Strasse, o en la ecléctica y creativa Köpenicker- con el proyecto curatorial en forma de gigantesco contenedor ‘A window in Berlin’. En el contenedor de seis por tres metros, Nieto y González mostrarán este febrero una colectiva de carácter latino con vídeos de Francis Alys, Patricia Dauder o David Bestué y Marc Vives. Entre todos, encarnan el otro lado del apoyo a tantos artistas patrios que, como algunos veteranos recuerdan, a principios de este siglo prestaron las asesoras culturales de la embajada española Itziar Taboada y Verónica Sánchez.
SERVANDO BARREIRO, IVÁN PRIETO Y AÍDA GÓMEZ (LOS NUEVOS)
Berlín pinta un futuro aún pleno de arte español. A ella llegan más creadores como Iván Prieto, joven escultor gallego, que trabaja fascinado y sin restricciones en tumbas del siglo XIX del centro de la ciudad. Su ‘Coemeterium’ inventa ficciones entre la vida y lo inerte, con esculturas mutantes de color chillón en mausoleos de apariencia gótica. Se inspira en el “Berlín extremo, de carácter y clima cambiantes” que atestigua a diario, desde el centro de talleres para artistas más grande de Europa, al sur del Berlín oriental, conocido como ‘Funkhaus’.
El complejo, sede de la antigua radio nacional de la República Democrática Alemana, alberga hoy cientos de estudios. Un bedel interroga a la entrada, franqueable solo con respuestas típicas al funcionariado comunista alemán. El lugar recuerda a la Ostalgie de la mítica ‘Goodbye Lenin’: manteles coloridos de hule en la cafetería, relojes parados, ascensores de estética sesentera y un estudio técnicamente perfecto de grabación, al que todavía acuden Sting, los Black Eyed Peas o la Filarmónica de Berlín.
A menos siete grados de máxima, el artista Servando Barreiro trabaja en el estudio 412 del Funkhaus rodeado de cables y botones. Agotó su etapa española -fue el único patrio que expuso en ‘Vídeo y Música’ del Museo Reina Sofía- pensando, como en su pieza de vídeo ‘Dicotomía’, en la necesidad de combinar su “carácter soñador e inconformista” con su lado más “aburrido”. Al igual que la Berlín extrema y transgresora, Barreiro inventa realidades de ordenador sin pantalla, participa en los ‘Wise 7’ del festival Transmediale, crea un ‘Tocadiscos autista’ o culmina la iluminación de un túnel de tren en Bélgica con un software de inteligencia artificial que simula pájaros en vuelo.
El futuro es pues uno de ida y vuelta. Berlín seguirá siendo uno de reencuentros entre creadores, españoles y globales. Como ejemplo, la más joven y última de este reportaje, Aída Gómez. Recién licenciada en Bellas Artes en Cuenca, regresa “contenta” a la ciudad que es referente mundial del ‘Street Art’. Después de vaciar la habitación madrileña de su compañero de piso, para exponer durante su ausencia a colegas artistas, Gómez se ha convertido en activa del arte urbano en la capital alemana: “lo mejor en Berlín es el sistema de limpieza: o les gusta el arte urbano o tienen poco dinero, pero el caso es que las piezas allí resisten”, comenta riendo. La artista, que trabaja en papel o lana, comisaría este año la muestra ‘Masters of Graffiti’ berlinesa.