Sin Título

Sobre el blog

Pero, ¿qué es el arte contemporáneo? Hay tantas respuestas como artistas. Por eso Sin título (Untitled) es un espacio abierto para informarse, debatir y, sobre todo, apreciar el arte de todos los tiempos y lugares, con especial énfasis en el latinoamericano. Un blog colectivo de contenidos originales y comentarios sobre la actualidad.

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Es un blog colectivo elaborado por periodistas especializados de EL PAÍS y otros colaboradores.

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Arte 40

La paradoja de la cotorra

Por: | 15 de mayo de 2014


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Marc Camille Chaimowicz, Traditional Wallpaper, 2008. Fotos: Roberto Ruiz


Barcelona es la ciudad europea que ha sufrido un mayor incremento en el número de turistas durante los últimos años y también la capital con más cotorras argentinas, hasta 300.000 ejemplares. Así es. La chillona Miopsitta Monachus es un ave invasora que fue importada como animal de compañía, pero se ha comprobado que estos loritos no son unas apacibles mascotas sino más bien depredadores que destrozan la vegetación de su entorno para rapiñar las ramas con las que construirán sus enormes nidos. Devoran frutos de huertos urbanos, piñas, hierbas y hasta roban el pan con el que las abuelitas alimentan a las palomas. Tienen sus colonias en la Ciudadella, la Avinguda Diagonal y el Barri Gótico. En la Plaza Villa de Madrid anidan centenares de estas especies, pero sus gritos aparecen ahogados por la indiferencia y el colapso de los turistas. Una auténtica plaga.
     En el primer piso de un estrecho edificio del carrer D' en Bot, frente a la necrópolis romana y a pocos metros del Ateneu, un nuevo centro de arte rinde culto a estas exóticas bestias (y un sofista podría añadir que también Barcelona se ha convertido en un monumental y atractivo parque para cultivar y entretener a otra especie no menos invasora ni de menor ricura como son los veraneantes, viajeros y pasajeros atraídos por el variado espectáculo gastronómico-cultural que les ofrece la ciudad). The Green Parrot se define como una asociación sin ánimo de lucro que edita, exhibe y promueve el trabajo de jóvenes artistas internacionales. Dada la cantidad de personas implicadas en la compra y venta de arte y la porosidad de la barrera que separa la obra del taller del artista y la del museo, esta fórmula inédita de intercambio entre comisarios, artistas, coleccionistas y editores resulta muy oxigenante. The Green Parrot no es una galería comercial al uso, ni una fundación privada. Nace del entusiasmo de dos jóvenes emprendedores que siguen el modelo de los nuevos espacios de arte anglosajones. Rosa María Lleó y Joao Laia huyen de la pluralidad trivializada, del academicismo de gran parte del arte activista y de los gestos oportunistas del mercado y los responsables políticos (que parecen actuar a la par). Operan en una vía mucho más dinámica y alternativa, gracias a las donaciones y aportaciones de mecenas y socios. En los últimos años, Barcelona ha sumado otros tres centros de perfil parecido: HalfHouse (Av. Vallvidrera, 61) -con un lustro de actividad-, Homesession (Carrer de la Creu dels Molers, 15) y Theblue project Foundation (Princesa, 51). 

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Arriba, instalación realizada con cortinas de Lúa Coderch. Sobre estas líneas, esculturas de David Mutiloa

La popular revista de diseño “The World of Interiors” da título a una colectiva que reúne esculturas, instalaciones, música y elementos decorativos realizados específicamente para este espacio y que exploran diferentes significados de la palabra “interior” como un término no solamente relacionado con lo doméstico sino con la subjetividad. Los firman Lúa Coderch, Marc Camille Chaimowicz, Diogo Evangelista, Henning Lundkvist y David Mutiloa.
Convenía este elemento de fantasía en los circuitos de arte, y más aún en un mercado de altísima velocidad que acaparan las tres grandes salas de subastas (Christie's, Sotheby's, Phillips) y media docena de poderosísimos dealers. ¿Hasta cuánto puede llegar la puja? En el libro titulado “The Supermodel and the Brillo Box” (Palgrave Macmillan ed.), el profesor de Márketing y Estrategias de la Universidad de Toronto, Don Thompson (autor del bestséller “El tiburón de peluche de 12 millones de dólares”) profiere que la mitad de las obras de arte vendidas en subastas durante el año pasado probablemente nunca volverán a superar su precio de adjudicación. Y destapa una práctica cada vez más habitual en las transacciones de arte: los poseedores de una pieza cotizada optan por la venta en el mercado negro en lugar de en subastas, por la confidencialidad, el anonimato y la inmediatez de la compra. Otra tendencia es que las galerías están dejando de exhibir obras de artistas jóvenes en favor de autores de más edad o del talento “pasado por alto”, una manera de esquivar el alza de precios de artistas muy jóvenes o de grandes firmas. Chris Dercon, director de la Tate Modern, ironiza: “Lo más sexy ahora es volver a descubrir un artista de por lo menos 95 años de edad”. Es la nueva cacofonía del mercado. Repitan para sus adentros: “El mercado es una cotorra que todo lo arrasa”

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Obres de la colectiva "The World of Interiors": Vinilo de Henning Lundvkist; instalación con cortinas, de Lúa Coderch.

“The World of Interiors”. Colectiva. The Green Parrot. Carrer d' en Bot, 21-1ª. Barcelona. Hasta el 30 de mayo. www.thegreenparrot.org

Todo a cien: Tutankamón replicado

Por: | 05 de mayo de 2014

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Imagen del comic de Peter Duggan

En 1986 The Bangles lanzaban una canción que iba a alcanzar los números uno en todas partes: Walk like an Eyptian : “Las antiguas pinturas de las tumbas/bailan el baile de la arena, ¿sabes?/ Si se mueven demasiado deprisa/ se caerán como en un juego de dominó.” Y todos bailábamos como los egipcios, siempre de perfil. Hasta el propio Michael Jackson bailaba de perfil.

No era la primera vez que los egipcios llegaban al número uno de popularidad, piensen en la Cleopatra de Liz o en las decenas de películas de momias –seguro que alguna incluso porno, que hay gustos para todo-, empezando por la clásica de 1932 con Boris Karloff, -qué miedo- y siguiendo con el resto de versiones  degradadas, las que ponen a menudo en los viajes de Renfe. Eso por no hablar de la exposición de Tutankamón de los 70 del XX.

Como el rey del oro se le presentaría y se le percibiría  también en la citada muestra que recorrería algunas ciudades europeas y de los Estados Unidos inaugurando, según ciertos autores, lo que años después sería una práctica habitual en nuestros museos: la alta cultura convertida en un fenómeno de masas. La histeria colectiva en torno al personaje transformaba el que había sido el papel de los museos hasta aquel momento. Estaba claro que se exhibían los objetos de un personaje de culto, muy popular, pero un valor añadido era sin duda que muchos de ellos eran... de oro. Así se publicitaba la muestra -“Los tesoros de Tutankamón”- que,  al tiempo, le confirmaría como el faraón de las grandes riquezas un poco a la manera de las estrellas del Hollywood de los 50.

Y es que ni los fenicios, ni Mesopotamia, ni siquiera los Etruscos… Egipto es imbatible. De todas las civilizaciones extinguidas es la que más éxitos ha cosechado a lo largo de la historia con sus pirámides y, en especial, con esas momias raptadas por el Museo Británico que siguen acumulando a los visitantes  fascinados frente a los sarcófagos. Sea como fuere, de todo el “famoseo” del Imperio Nuevo, sin duda quien ha acaparado más flashes a lo largo de los años ha sido  el citado Tutankamón, cuya tumba se descubría en noviembre 1922, en plena época decó.

No obstante, es rara su fama porque no se sabe nada de su vida. Como muy bien comentaba Howard Carter, el descubridor de la tumba, “en el estado actual de nuestro conocimiento podemos decir sin faltar a la verdad que el hecho básico de su vida es que murió y fue enterrado.”  Es verdad. Parece extraordinario que alguien adquiera la tremenda popularidad del rey  Tutankamón sin que quede constancia de alguna hazaña en su biografía; es extraño que alguien se convierta en personaje de culto por una causa en el fondo tan banal como morirse y ser enterrado. Nadie sabe a ciencia cierta qué hizo durante su corta vida pues, sigue reflexionando el propio Carter en las páginas de 1923, donde se relatan las hazañas del descubrimiento: “Estamos llegando a conocer hasta el último detalle de lo que tenía, pero qué era y qué hizo tristemente siguen siendo asuntos abiertos a la  investigación.”  

Incluso ahora, tantos años después, Tutankamón continúa siendo un famosísimo gran desconocido, una celebridad sólo eclipsada por Cleopatra en las fantasías colectivas. Inusualmente joven -un “joven rey”, como le llama  la cubana Dulce María Loynaz en su maravilloso poema-, bellísimo y desafiante como le representa su sarcófago -los pómulos perfectos, el rostro distinguido, la boca carnosa, los ojos ligeramente rasgados...-, Tutankamón se dibuja en el imaginario colectivo como la más deseable de las momias, aquella que hubiéramos podido amar en el más exasperado delirio de exotismo necrófilo, a la manera de la poeta cubana.

Ahora, y quien sabe si siguiendo los pasos del resto de copias como la “Neocueva de Altamira”, se ha construido una réplica exacta de la tumba de Tutankamón que quienes la han visitado ya comentan que, aunque a ratos se ve que es falsa, guarda momentos de gran intensidad –supongo porque se reproduce la claustrofobia original. La “neotumba” ha sido replicada por la empresa madrileña Factum Arte, cuya perfección se pudo comprobar en la estupenda exposición de Piranesi en la Caixa. Allí se habían construido a todo tamaño algunas de las antigüedades en las estampas aunque a mí, pese a  apreciar la idea y la perfección del producto, me causaba un poco se repelús ver eso tan fuera de lugar, lo confieso.  

Y ahora…. la “neotumba”. Se dice, una vez más, que su finalidad es preservar la original, muy maltrecha  pese al control de visitas.  La “neotumba” tiene varias ventajas, por ejemplo, admitir muchas más personas a la vez. Y luego, claro, el precio: costará menos que visitar la tumba original, igual que quien se compra uno de esos perfumes que imitan el olor de las marcas conocidas.  De modo que, esta vez, no voy a hablar del aura del original ni de la emoción única; ni siquiera de todo lo que tiene que ver con Occidente y nuestro concepto de la  copia –o réplica- como negativa. En este caso el tan comentado asunto de la conservación parece un poco una broma: o no se  puede visitar la original porque se daña o se puede visitar sin más. Poner un precio de todo a cien para ver la réplica parece un contrasentido. Además, cuentan que dice el Ministro del ramo que muchos turistas irán a ver la réplica  para compararla con la original –o sea que se hará una doble caja. Lo único que falta en la réplica, he leído, es el propio rey replicado, por respeto dicen, como si no fuera ya bastante poco respeto el hecho mismo de mostrar  momias o líderes embalsamados donde menos te lo esperas. Desde luego me parece que en estas cuestiones subyace cierta doble moral, en especial cuando se argumenta que se hace la réplica por motivos de conservación. Entonces… ¿por qué seguir dejando entrar a los turistas? ¿Acabará la “neotumba” por ser el premio de consolación, el todo a cien, para los viajes masivos, bailando todos como los egipcios?

El País

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