Once libros (de arte) para llevarse a una isla desierta

No hay nada más especial que la lectura de un libro que nos atrapa y no nos deja apartarnos de él. De hecho, los hábitos de lectura son los que marcan la vida de las personas, quizás porque tuvo razón Proust en Sobre la lectura  al decir que de los libros más queridos se recuerda más lo que se estaba haciendo mientras ocurrían que el texto mismo. Creo incluso que la vida de los lectores tiene un antes y un después en los años de la adolescencia: hablo del momento en el cual se adquiere el control sobre la luz de la mesilla de noche y, por tanto, de la autonomía para pasar horas y horas leyendo.

Ninguna compañía más fiel que un libro, ni más consoladora. Los libros nos acompañan en las noches de insomnio, en las vacaciones y en los duelos, siempre dispuestos a ofrecernos nuevas formas de mirar hacia el mundo. Son los imprescindibles en una isla desierta –caso hipotético de acabar allí.  Es un poco como la bella historia de Mary Shelley y Lord Byron, en aquella estancia mítica de Suiza en la cual, fascinados por las novelas góticas y habiendo terminado todas las que estaban en la biblioteca, decidieron escribir cuentos de fantasmas –Frankestein nació durante aquel viaje.   Y es que quizás se escribe para seguir leyendo: la emoción de volver a la escritura en marcha tiene algo semejante al  regreso cada noche a la novela a medio leer.

1- Sea como fuere, tan importante como leer es releer, de modo que en la maleta para la isla desierta, si está uno interesado en el arte, los museos y los coleccionistas no puede faltar un clásico muy contundente en la historia de la literatura, Bouvard y Pecuchet de Flaubert. Con él se pasará un muy buen rato y se reflexionará sobre la idea del museo-mausoleo de la cual hablaba Adorno.

2- Y si se quiere complementar este libro hay que regresar a otro texto de la llamada Posmodernidad, el artículo de Douglas Crimp “Sobre las ruinas del museo”, en el libro editado por Hal Foster La posmodernidad , un vintage  en la Editorial Kairós -¡del año 1985!

3- ¿Y cómo no llevarse un  texto que habla de un galerista fascinante? Leo Castelli y su círculo de Annie Cohen-Solal, publicado por Turner es otra buena opción.

4 y 5- Tampoco se puede renunciar a las vidas de artistas noveladas como la Leonora de Elena Poniatowka de Seix o la de Remedios Varo de Luis  Artigue , La mujer de nadie, aparecida en Linteo.

6 y 7- No pueden faltar las novelas que tomen el mundo de arte como campo de batalla de uno u otro modo, así que hay que meter a la maleta a Michel Houellebecq y  El mapa y el territorio , de la siempre acertada Anagrama, y un libro de prosa irresistible de la editorial Periférica, estupenda para ficción sofisticada: Los estratos de Juan Cárdenas.

8- A falta de poesía, para no caer en lo melancólico, debe uno llevarse a Hélène Cixous y Poetas en pintura.Escritos sobre arte: de Rembrandt a Nancy Spero (Ellago ediciones) , lleno de esas visiones prodigiosas de la filósofa sobre el mundo.

9- Para los que quieran estar al día en arte más actual no puede faltar Bourriaud y su Estética relacional de Adriana Hidalgo, sin duda una de las editoriales de ensayo más interesantes en español.

10- Tampoco puede uno dejar en casa a Aby Warburg, el gran pensador de la historia del arte que, además, ha sido releído como aportación vanguardista. El libro editado por Sexto Piso, El ritual de la serpiente, puede ser una buena introducción.

11- Y como en la isla seguro que echamos de menos la ciudad -pasa siempre-,  es básico meter en la maleta alguno de los textos de Warhol. Nadie ha contado (Norte)América mejor que él, de modo que no se lo dejen encima de la mesa del recibidor, con las prisas, al salir.

En todo caso, tampoco hay  que irse a una isla desierta para leer: basta con dedicarle un ratito cada noche en lugar de ver los horrores de la tele.

¡Feliz lectura!

Comments

[Publicado por: JUANI]

¿El arte? ¡BELLEZA! ¿Una isla desierta? ¡UN DESEO! ¿Un libro? Siempre de prosa, de narrativa, nunca de ARTE o en mi caso,... de poesia.

Si te gusta la poesía en pleno siglo XXI pareces un bicho raro, como de otro siglo. ¡Ese es mi caso! Me apasiona Carilda y me traspasa por entero. Quise aprender de la mejor pero resulta, que en este mundo, no hay sitio ni para poetas ni para libros de poesia como los míos.

¡DURA REALIDAD! Pero es lo que hay y aceptarlo,... es lo único que me queda.

Eso si, si alguien aún siente ganas por los poemas, aquí os paso enlace de los míos (quizás sólo hace falta indicar la ruta para que se haga realidad un sueño): http://jhani1977.bubok.es/

[Publicado por: jmms]

Si estan impresos en papel suave pueden tener utilidad.

[Publicado por: Diego Estrella]

Estética relacional se publicó en 1998. Como siempre, las modas académicas llegan tarde a España. Qué raro que no se haya incluido en la lista a Giorgio Agamben, tan citado desde hace unos años al lado izquierdo del Atlántico.
Hay otra traducción del artículo de Crimp en el libro recopilatorio de varios de sus artículos de la Editorial Akal, en una excelente edición de Jesús Carrillo. Es más fácil de conseguir que el de Kairós, fijo.
Y sobre Warhol... Qué pesadez con Warhol. Alumno aventajado de Duchamp y Dalí, y un hábil vendedor de sí mismo. Cada vez más de acuerdo con Robert Hughes sobre lo que opinaba de Andresito.
En cualquier caso, ¿quién querría llevarse un libro de arte (y menos aun un artículo académico) a una isla desierta? De llevar un libro, la mejor elección sería un manual de supervivencia: cómo hacer fuego, cómo preparar iguana al pil pil, cómo curar la diarrea y conseguir agua potable... Ya sabes, esas cosas...

[Publicado por: Juan Ignacio]

Veo muy acertado leer en una isla desierta 'El mapa y el territorio', de Houellebecq, de hecho creo que es en el único sitio que se debería leer este libro, pues, una vez leído, desde allí jamás podrá el lector hacer con el autor y con quien le ha recomendado tal lectura aquello que le vendría a la mente ejecutar.

[Publicado por: pedro ramos]

Ignoro lo que hará Millás; en mis vacaciones del año pasado (las de este año no las he cogido aún), yo me llevé "Guerra y paz", "Anna Karenina", la antología de poesía española en 2 volúmenes de José María Valverde y al menos un libro más que no recuerdo. Y me los leí completos; para eso los llevaba.

Por lo demás, la lista aqui facilitada (discutible desde luego, como todas) se refiere, como lo dice ya el título, a libros DE ARTE, o sea, de temas artísticos (la breve explicación tras el título del blog, como podrá ver, empieza preguntando, copio, "Pero, ¿qué es el arte contemporáneo?"). Un poco más de atención al leer puede evitar algunos errores, ¿no cree?

[Publicado por: Kess Popinga]

Otro de los "pistos" que escuché a un escritor, a Millás concretamente, fue que lo del libro electrónico le había servido para "no tener que cargar con una enorme maleta de libros cuando se iba quince días a la playa". Ya... o sea que entre la modorra agostí, el trajín de los críos, la paella asesina y los amiguetes okupas cognazos el inefable Juan José se pone en plan Sánchez Ferlosio tras pulirse una parte del Nadal en anfetas para no parar de leer en el Ateneo ¿no te digo lo que hay? ¡Qué ganado intelectual, la Virgen!

[Publicado por: Kess Popinga]

En serio, va, ¿por qué cada vez que leo una lista de estas tengo la impresión de que quien la redacta o bien acaba de descubrir el mundo de la lectura, o tiene una necesidad imperiosa de hacer ver lo modernísssssssssssssima que es porque o son libros extremadamente minoritarios o bodrios infumables? ¿Qué pasa que "El extranjero", "El Quijote" o "La llamada de lo salvaje" no están en la onda? ¿No será que con todo lo modernitos que somos no hemos leído ni los clásicos y nos estamos echando el moco? ¿Ein? Menos lobos Estrella de Diego, que de impostores está el mundo lleno

[Publicado por: Tinejo]

A Houllebecq no lo llevaría ni a una demanda de separación amistosa. Empalaga su burguesismo de sabelotodo urbanita.

http://casaquerida.com/2014/06/02/la-corona-sale-al-rescate-del-bipartidismo/

[Publicado por: pedro ramos]

Yo prefiero hacer lo que hizo, por ejemplo, Defoe: llevarse la isla desierta a un libro. El resultado es incomparablemente más estimulante, dónde va a parar.