Los clásicos de ARCO

Por: | 23 de febrero de 2014

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Un visitante pasa por delante de la obra Atentados , de Lino Lago, en la galería Álvaro Alcázar, en Arco 2014. Foto. Uly Martín.

por JAVIER RODRÍGUEZ MARCOS

[Un repaso a las piezas que, aunque distintas cada año, nunca faltan en la feria. Además, y fieles a la tradición, un repaso a las cosas oídas, vistas y leídas, a derecha e izquierda, sin gafas ni audífonos, en ARCO, una de las ferias de arte contemporáneo de Madrid]

En todos los Arco hay una pieza escandalosa, una de neón, una que hace ruido, una escrita en la pared, una cara que se vende por partes baratas, una de Rogelio López Cuenca sobre el mercado del arte, una del año anterior, una de hace 20 años, una habitación pintada de negro, una que se hincha, una que resulta de romper otra pieza...

Vietato l’ingresso ai non addetti ai lavori

(La que hace ruido) Unstable matter, una bandeja de aluminio 145 x 145 dentro de la que se desplaza una multitud de bolitas de acero formando una imagen abstracta. Grönlund-Nisunem. Galería Esther Schipper

Es un artista español muy muy... muy conocido. Intenta conocerse a sí mismo

(El neón) I do not own 4’ 33’’

También hace muchas cosas con color

Belin / Seoul / Beijing

No lo sé / Lo desconozco / No lo recuerdo

¿Has leído su declaración?

Es que no es nuestro mercado

¿Lo apuntas? No hago una foto de la pieza y otra de la cartela

Es una obra muy reivindicativa

ArcoTopPeticionImagenCACTZKM4(La escandalosa) Congress Topless, de Yann Leto. Cinco sesiones diarias de striptease en la galería T 20

Señoría / Nunca / Imagino / Marido

(La que imita a otro) Cheaper than Gursky II, de Miguel Rothschild. Galería Kuckei + Kuckei

Yo con esto ni pierdo ni gano

Je vous ai compris!

(La que se imita a sí misma) Tunnel of Love, un estupendo pasillo de vidrio de Dan Grahan y de... 2014

Por aquí, señores

Pure Beauty

Es que tiene muy buena mano

(La de hace 20 años) Cuatro pozos (1994), escultura de Cabrita Reis. Galería Juana de Aizpuru

Es español, un artista difícil

This work is realized when you stop looking at it

Cuánta gente alta

(La que resulta de romper la pieza) Reminiscence of a past future (2012), de Anna Rokka. Galería Sinne, Finlandia, país invitado.

¿Quiere que le explique alguna pieza?

Ars Longa Vita Brevis

Cuánta gente guapa

(La que se hincha) Szilárd Cseke. Galería Ani Molnar

Meantime

(La habitación pintada de negro) Reynold Reynolds en la galería West, con maravillosas proyecciones del "hijo esquivo de Bill Viola".

¿Quiere que le explique algo?

PicassoimagesCAH595X3(La de Rogelio López Cuenca sobre el mercado del arte) No hay. Hay, sin embargo, una pieza de RLC sobre Picasso desaparecido en la galería Juana de Aizpuru.

Si existiera Dios podría acabar en el infierno.

Control Yourself

(La del año anterior) F Size (1011) Esfera compuesta por hexágonos de madera de Ai Weiwei. Galería Ivory Press.

Es una pena no haber comprado

¿Le explico?

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LA TRADICIÓN

"Arco visto por un indígena". Cosas oídas en Arco 2012.

Cosas oídas en Arco 2013.

Ruta de la imagen escrita

Por: | 22 de febrero de 2014

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Index 18, pieza de Art & Language, en la galería Juana de Aizpuru

Hay varias maneras de visitar una feria como Arco. El coleccionista se debate en el (des)equilibrio entre inversión y placer, aunque el auténtico éxito de sus elecciones será finalmente la medida en que estas puedan satisfacer –ante otros y ante sí mismo- cierta ostentación de gusto y de acierto.

También espulga entre lo expuesto el especialista, en busca de piezas que alimenten los cajones de sus archivos mentales. Piezas que abunden en el nunca satisfecho volumen de su erudición. Entre ellos se encuentran los cazadores de tendencias. Los viviseccionadores del presente. Los opinadores. Aquellos que tirarán sus más afortunados hallazgos como dardos a sus homólogos, con cierto aire de suficiencia.   

Luego, está el diletante. Que observa, busca, descubre, disfruta, pero no pretende nada. El diletante no dicta ni busca legitimaciones. Se deja llevar por signos. Esa cómoda posición le permite percibir detalles significativos solo para él. Irrelevantes, tal vez para el mercado y la historia del arte. No es el visitante ideal para los organizadores, pero la feria sí es un lugar ideal para él y ese espíritu de flâneur, de vagabundeo ilustrado.  

Dicho esto, confieso que no me ha costado trabajo plegarme a la tercera opción. Durante el paseo por Arco fotografié esto y aquello. El resultado es una selección de obras hiladas por un tema que surgió por sí solo y casi desde el principio. En el teatro es sabido que si sube a escena un niño pequeño o un animal, estos se llevarán la atención del público mientras estén ahí, por encima de la actuación de los adultos. Algo inesperado puede suceder. De la misma manera, si una imagen lleva algún texto, sea una palabra o muchas, ellas capturan de inmediato la atención del espectador. El ojo no podrá dejar de leerlas. La mente, de atar su posible significado con aquella imagen. ¿Qué papel juega el texto en esa relación? ¿La completa, la subvierte, la reemplaza?

Así que en esta ocasión me he dejado llevar por las palabras en el arte de hoy. Estaban por todos lados. Me he leído la feria. ¿Y qué he encontrado?

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Para empezar, los contadores de historias. Muntean/Rosenblum, comparten espacio con el belga Rinus van de Velde.  Los primeros continúan sus episodios de emo-ficción juvenil, con leyendas como: “Sintieron lo aleatorio de la suerte. La desconcertante sombra de lo que fácilmente no habría podido suceder nunca”, bajo un paisaje algo manierista de un no-lugar en las afueras de la ciudad y dos parejas de jóvenes en actitud despreocupada. Van de Velde contrasta los tonos pasteles de la pareja artística con una lóbrega escena en blanco y negro, a lo Pettibon, también con una narración algo autodestructiva al pie. En la misma galería, el holandés Marcel van Eeden cuelga unos dibujos en grafito con escenas sueltas y frases insertas que forman un relato noir entre lo ficticio y lo documental.

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Biografía y autobiografía llevan al terreno de lo visual asuntos de conflicto de género. Tres ejemplos, entre los muchos que hay: la croata Sanja Ivekovic  en su serie Sunglasses (2002-2004, work in progress), recoge fotos de modelos de revista a las que aplica historias de mujeres maltratadas en primera persona. La española Inmaculada Salinas, en el mismo espacio, despliega su instalación Microrrelatos en rojo (2012), con fotos propias y confesiones dramáticas. Diego del Pozo documenta en Deconstruyendo el oído (2007) varias secuencias de protestas contra el matrimonio homosexual en Francia.

  Sanja Ivekovic  Sunglasses

 

Prosigamos. Los grandes diagramas basados en palabras y cifras de Art & Language (Index 18), Hanne Darboven (Un siglo y El año 1976) y Ferran Adrià (sí, el genio de la cocina, una vez más en medio de artistas) encierran obsesiones sobre procesos mentales de conceptualización.

Hanne Darboven

Ferran Adriá
 

Más sencillos son los eslóganes camp del finés Riiko Sakkinen, residente en Cervera de los Montes (Toledo) que elabora con los expertos ceramistas de Talavera platos tergiversando productos de consumo y personajes de cómic. En la antítesis estética están los trabajos del colectivo democracia y el presentado por Daniel G. Andújar.  El primero con “robocops” antimanifestaciones que “nos protegen de nosotros mismos” y el segundo con transcripciones de documentos desclasificados del atentado de Bengasi (11-S de 2012), tachados profusamente. Un ejemplo de Storytelling político como los que describe Salmon en su libro.

Riiko Sakkinen

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No quiero dejar fuera dos extremos de sabiduría y economía de medios. Economía, precisión, equilibrio. La de Lawrence Weiner, Stars don't stay still in the sky (1990) y El Roto, con una serie de viñetas sarcásticas sobre el arte contemporáneo.

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También hay neones de Pierre Huyghe (I do not own 4’33), en alusión a la composición silenciosa de John Cage, que indaga en el sentido de la apropiación; de Alfredo Jaar (Cultura=Capital) y piezas lumínicas de Jenny Holzer. Tres pesos pesados, brillantes.

Alfredo Jaar Cultura Capital

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Nicolas Robbio

Y libros. Libros multiplicados hasta el infinito mediante espejos, libros con lomos cinemáticos (Eugenio Ampudia), libros vacíos (Nicolas Robbio) y libros representados como murales de fieltro, en el trabajo de la chilena Mónica Bengoa. Me detendré en esta obra, como fin de trayecto. El literalista: lecciones de mirar, recoge un texto de Georges Perec, Still Life / Style Leaf, en el que se describen los objetos que hay sobre la mesa de trabajo de un escritor. La elaboración parte de un complicado juego entre imagen fotográfica y texto, negativo y positivado. Por el suelo están las letras desordenadas, “caídas” del escrito. Y es que, en realidad, todo lo existente y lo ilusorio, lo pensado y lo inexpresable, está contenido en el poder del interminable del alfabeto.

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Finlandia: donde la banalidad está proscrita

Por: | 20 de febrero de 2014

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Pieza de Riiko Sakkinen en Korjaamo Gallerie. / Chema Moya (Efe)

Por Ángeles García

Armada con un cuchillo de acero con empuñadura de cuero, Mia Hamari (1976, Simo, Finlandia) trabaja incansable con una rama de la que caen de manera incesante unas virutas que se esparcen como copos por el suelo. Frágil de aspecto, la escultora sacude de vez cuando su larga melena para controlar que la madera caiga dentro de un círculo sobre el que se levanta una escultura la que ha denominado Satu. Es una extraña criatura con tronco de mujer que se sostiene sobre una única pata aparentemente de caballo. En lugar de cabeza, solo se ve una larga melena que arranca del cuello y cubre parcialmente el pecho y los hombros. La escena ocurre en Forum Box, una de las 13 galerías procedentes de Finlandia, el país invitado este año en Arco.

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Arte español, capital Berlín

Por: | 18 de febrero de 2014

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Imagen del proyecto Blue Banana, de Marisa Maza

Por LARA SÁNCHEZ / Fotos: HELENA FALABINO

Goethe recuerda en su Fausto cómo el arte es eterno y nuestra vida breve. Siglos después, el artista que desee explorar mundos insólitos y perdurar -al igual que le ocurre al mítico Doctor de las letras alemanas-, parece que debe traer su muda, pinceles y ordenador a Berlín. Se dice que aquí “está pasando algo”, que estás en el epicentro de la creación y la vanguardia artística, en un “meollo” -en palabras de la artista Marta Marcé- donde todo, hasta los semáforos, van muy deprisa. Y surge el encuentro, no solo con lo histórico, sino en un contexto de crisis, multiculturalidad y hasta de precios -a veces baratos- propicio al prestigio, al mercado y a una definición de tu interior y su expresión, en una cultura a ratos a menos veinte grados bajo cero.

Pero no siempre ha sido así. Berlín y sus artistas españoles, hoy probablemente a cientos, han crecido con los años. Al principio, cuando se cayeron los 45.000 bloques de hormigón de aquella separación insufrible que era el Muro, corría la libertad a raudales, no se hablaba de precios, los espacios eran inventados y los encuentros desinteresados. Los primeros aventurados -Marisa Maza, Toño Mesones o el desaparecido Chema Alvargonzález- vivieron aquella ansiedad positiva por descubrir e imaginar, propia de un momento orgiástico pre-Reunificación que este año celebra su veinticinco cumpleaños. Un aniversario al que no faltarán voces críticas contra el aburguesamiento, la especulación inmobiliaria, y el skyline actual llenode grúas entre Alexanderplatz, la Puerta de Brandenburgo y más allá.

Si miramos veinticinco años atrás, la lista de artistas españoles de primer nivel que han crecido con la nueva capital alemana deja boquiabierto. Sus currículos expositivos y de trabajo cubren prácticamente todo el globo terráqueo. Para colmo, y a pesar de la repetida sentencia de “muerte” frente a la fotografía o el vídeo, muchos se centran en la pintura. Pero no importa porque Berlín ama lo Retro, lo Bio y lo analógico -muchas fotos de este reportaje se tomaron, a la sazón, con una obsoleta Canon AE1- aunque hoy surja “otra Berlín”, contraria a la bohemia, poblada de ejecutivos de start ups y una tropa de turistas que ni la Wehrmacht.

La capital herida de Europa, donde se originó el más infernal invento colectivo -el nazismo-, seguido del represor comunismo alemán, es paradójicamente un paraíso idóneo para la abstracción. Secundino Hernández dice que usa su taller de Coslada (Madrid) para trabajar y Berlín para pensar. Antón Lamazares, genial decano de todos ellos, coincide con el pintor Santiago Ydáñez, y con otro prolífico, Pablo Genovés, en que Berlín les gusta por tranquilo, respetuoso, y porque “tiene de todo”; la clave, según Marisa Maza, es trabajar en un contexto donde prima la “mentalidad analítica y el sano ejercicio de la discusión.”

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Obra Sin Título (2014), de Secundino Hernández.

Berlín atrapa por su “vive y deja vivir” -explica Eli Cortiñas- aunque se luche “contra paredes que no se mueven”. La burocracia, la ausencia de un mercado del arte potente y el déficit económico de la ciudad, junto al difícil manejo del idioma, son obstáculos que echarían atrás al mismísimo Picasso. “Parece que la ciudad quiera echarte a patadas”, apunta Laura López Paniagua. El caso de Juan Ugalde y Antón Lamazares, ya consagrados al mudarse a Berlín, o el de Ignacio Uriarte  -nacido en Alemania, lo que conlleva una mínima ventaja-, difiere ligeramente de otros que hacen carrera desde su propia ‘Hora cero’ en la capital de moda. Y es que hay cada vez más competencia, más artistas extranjeros, muy buenos, aterrizando en los aeropuertos de Tegel y Schönefeld sin billete de vuelta. De hecho, Lamazares tiene como vecino y compadre a Douglas Gordon, Premio Turner 1996 y residente en Berlín desde hace cuatro años.

El último de los recién llegados, el escultor Iván Prieto, confiesa que su marcha de España fue motivada -aun estando representado por cinco galerías españolas- por un “estancamiento del circuito creativo, la crisis” y porque lo de estar en Berlín “vende”. Él y muchos otros, como Ugalde, disfrutan de aquel espíritu de 1990, por el que se puede imprimir a gran escala en los talleres colectivos del BBK -Asociación de artistas visuales- o del centro Bethanien. Hay que saber que el verbo compartir es esencial del ritmo de una ciudad que aún presume de inconformista y es harto respetuosa hacia el arte. Si un artista pide acceso a pisos protegidos, por ejemplo, le conceden el doble de metros cuadrados que a cualquier paisano.

El espacio urbano berlinés es expresivo, aún libre, decadente, ruinoso y fan de la experimentación. Los artistas españoles lo dominan, pero no renuncian a convertirlo en hogar. Desde el espacio cofundatorial Invalidens1, de Belinchón, Mesones, Ydáñez y Calçada Bastos, a la casa de los carismáticos artistas Xan Medina o Simón Pacheco, existe apenas un kilómetro; y de ahí al Schlawinchen, bar donde se juntan para jugar un futbolín, otro. En sus inauguraciones no falta casi ninguno de nuestros protagonistas porque, en cierto modo, quizás muy latino, y a pesar de mezclarse con lo alemán, el grupo emblemático del arte español no deja de ser una especie de gran familia: casi todos se tratan, se conocen y hasta se cuidan.

Los perfiles reflejados en este reportaje, por medio de visitas a estudios y casas berlinesas, son los de artistas de proyección y carreras más amplias -la mayoría estarán en la madrileña feria ARCO, que empieza mañana-; pero, sobre todo, son los de una personalidad coherente con su vocación, sin excesivas motivaciones en torno a la “visibilidad” mediática o de mercado. Trabajan en una ciudad difícil, sabiendo que lo importante es, según Cortiñas, “exponer aunque sea en el garaje de tu abuela”. Berlín es -como aquel lema de la Movida- una especie de Meca del “hazlo tú mismo”. Pero Madrid ya no se parece a Berlín. Al fin y al cabo, Berlín -como dice Goethe del arte- es más eterna. El trabajo de los artistas de este reportaje también, lo que convierte el veinticinco aniversario en suyo.

 

ANTÓN LAMAZARES Y JUAN UGALDE

A.lamazares-h.falabino02.14-2El 4 de diciembre pasó por Alemania un huracán de película, con vientos de hasta 140 kilómetros por hora. Sin embargo, Antón Lamazares, acostumbrado a los imprevistos de la naturaleza y al sagrado paisaje gallego, recor rió un lado del parque Victoria coronado por Schinkel, con elegante abrigo y gorro canadiense, de camino al supermercado Kaiser's, hablando en gallego, castellano e inglés, por el simple placer –al contrario que los berlineses que acumulan montañas de provisiones en caso de alerta– de ser un buen anfitrión. Por su casa de Kreuzberg puede aparecer su vecino Douglas -“Antón es lo mejor que me ha pasado en Berlín”, dice el artista escocés-, su asesora Teresa Díez Platas, periodistas, amigos españoles pintores, o los representantes de Lemper, la prestigiosa casa de subastas alemana.

Antón dice que Berlín es como “una aldea verde”, donde se abstrae de las distracciones españolas, así como del exceso de riqueza “que nos roba la emoción”. Habla apasionadamente de San Francisco, lo que provocó que Tàpies le comentara una vez: “¡tú te crees que vas a llegar a algún lado con ese rollo religioso que te traes!”. Curiosamente hoy, la coleccionista Pilar Citoler dice que Lamazares es nuestro siguiente artista en importancia; además del único español presente en la cita del arte de este año en Alemania: una subasta de obras de Rembrandt, Diane Arbus, o Jonathan Mesee, entre muchos otros, con la que la plana mayor del coleccionismo contribuirá a la reconstrucción de la fachada del Palacio Real frente a la Isla de los Museos. Además, durante ARCO se inaugurará en la Galería Odalys su ‘Inda é veinticuatro’.

Berlín es la ciudad de los reencuentros. Solo en ella pueden coincidir, tras hacerlo en Nueva York, Lamazares y otro nombre fundamental del arte español: Juan Ugalde. El artista bilbaíno trabaja entre El Escorial y el antiguo distrito del Berlín oriental conocido como ‘Prenzberg’, donde elabora ahora el vídeo ‘Salud y fármacos en la era del capitalismo feroz’.  Coincide con el trabajo crítico del colectivo español PSJM, que en abril expondrá en la galería White Concepts de la capital alemana, y colabora con otros dos afincados en Berlín, Javier Lozano y Cristina Bustos.

Ugalde compra material en los mercadillos de Mauer Park o Tiergarten mientras contempla un contradictorio paisaje de verdes, asfalto, fábricas en ruina y nuevos personajes -como una chica chic con perro- que encaja a la perfección en su inconformista temática de collage, pintura y foto. En su estudio madrileño prepara, quizás para ARCO, las obras ‘Doméstico industrial’ o ‘Lunático con animales’. Allí hay un misterioso croma verde “para una video fiesta improvisada” -explica- y la portería de hockey de su hijo Dionisio. Ambos verán el próximo otoño la retrospectiva de la fallecida artista Patricia Gadea – su mujer y madre, respectivamente - en el Museo Reina Sofía. Con ella, Ugalde y Dionisio Cañas fundaron en los 80 el colectivo ‘Estrujenbank’, un nombre algo premonitorio de la capital alemana, hoy motor de la asfixia económica europea y del que Ugalde rescata imágenes, objetos retro y el disfrute de una rebeldía que “ama el arte y lo estimula, como antes en Nueva York o Madrid”.

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 Ignacio Uriarte con una de sus obras

IGNACIO URIARTE Y SECUNDINO HERNÁNDEZ

No hay artista joven español tan eficaz como Ignacio Uriarte. Y no es por su doble nacionalidad, mitad alemana, ni por su especialización en el denominado “arte de oficina”, sino por su capacidad para “llegar siempre al fondo de la cuestión”, en una máquina de escribir de hace cuarenta años o a la variación de un punto y una línea. Uriarte ilustra este año un caso de éxito institucional y de mercado merecidamente feliz.  

En su nuevo estudio de Mitte, delante de una hermosa ruina gótica y la torre de la televisión, escucha Neil Young y prepara lo que resulta un hito para cualquier creador en Berlín: una pieza de audio para el foyer del museo referente del sector, la Berlinische Gallerie. Son ocho horas locutadas, más intrigantes que aquellas con el actor de ruidos de Loca Academia de Policía o la voz de Blixa Bargeld. Entre tanto, pasará por las ferias ARCO, ZONA Maco y ARMORY; estará al lado de nombres consagrados en colectivas y tendrá exposiciones individuales en Estambul, Colonia y España.

Otro nombre del que seguramente, y por tercer año consecutivo, estará todo ARCO pendiente será Secundino Hernández. Es el año del Greco, el de su primer hijo y uno de éxitos, del todo internacional, representado por galerías desde Helsinki a São Paulo y de Frankfurt a Oporto. Hernández tiene 38 años y ya representa el ideal de artista del futuro: uno de inteligencia y estilo absolutamente independientes. No es nada banal y habla sin tapujos del respeto a los grandes maestros. Es un experto de la creación integral, lenta, que resulta en obras de resultado vibrante. Un modo de expresión tan complejo como su doble residencia desde 2008, entre el clásico barrio de Charlottenburg y el extrarradio de Madrid.

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Laura López Paniagua y Santiago Ydáñez

SANTIAGO YDÁÑEZ, SERGIO BELINCHÓN Y LAURA L. PANIAGUA

Santiago Ydáñez es el pintor veloz de un mundo inquietante y nada heroico. Tras una gran puerta metalizada, en una fábrica de níquel donde el río Spree era Muro, Ydáñez -que obtuvo en sus inicios la beca de la Fundación Botín- , retrata animales o personas; ya sean ensoñaciones de la Alemania que conoce hace doce años, o disidentes y labriegos de su pueblo andaluz. Le emociona el barroco y la herencia de una burguesía anterior a la contemporaneidad, “la de esos abuelos del nazismo”, dice. Muta imágenes típicas del catolicismo y elabora daguerrotipos a partir de ediciones antiguas de Thomas Mann o Walter Scott. Su maestría pintora, en gigantesco o pequeño formato, le ha convertido en un imprescindible de colecciones públicas y privadas, representado por galerías en España, Alemania, Portugal y México.

El granadino y su compadre Sergio Belinchón -brillante artista visual, que llegó hace diez años con residencia para el centro Bethanien-, son cicerones de la Berlín profunda, la que no sale en las guías turísticas y origina narraciones inesperadas. Tras comer los callos a la romana de Il Casolare, Ydáñez nos enseña la taberna berlinesa Rote Rose, en la famosa Kotti: un espacio célebre porque en él se mezclan ludópatas sintecho, camellos, hipsters u oficinistas de la zona. Belinchón y él guardan vídeos de una época en la que les dio por poner ‘Moon river’ veinte veces seguidas en su jukebox. Recuerda entre risas como los dos “llegaron a salir treinta días consecutivos” por Berlín; una hazaña sana, imprecindible para entender no solo la capital por excelencia de lo lúdico, sino también de lo humano.

Otra artista berlinesa clave - en la foto, junto a Ydáñez - es la madrileña Laura López Paniagua. Ambos representan un arte sin edulcorar, de temática desgarradora pero radical belleza. Paniagua, de figura elegante, es una artista comprometida con la realidad y lo sublime, que no se permite “vivir a medias tintas; sucumbir ante el paternalismo del Estado” o el “plutocrático mercado del arte”.

 Berlín y “su naturaleza Trash” es clave a la hora de explorar territorios típicos de su trabajo. En una de las convocatorias del arte más avanzado berlinés, el festival Transmediale, colocó una escalera en una pared que susurraba narraciones anónimas de dramas. Desenmascara el catolicismo de perfil, según dice, “sadomasoquista”: en su estudio de Kreuzberg -que comparte con la leyenda del underground Bob Rutman- manipula un crucifijo y manteles gigantes, pintados a mano, donde cuelga prendas de viuda española. Y su serie de los pubis de la historia de la pintura, pintados en tablas de cortar de cocina usadas, ha dejado atónito al sector artístico berlinés. Vecina de Wim Wenders, la artista cambió una cómoda vida de ventas en España, por otra de intenso ejercicio intelectual: “un viaje al corazón de la estética y la radicalización”, con su tesis sobre el artista Mike Kelley entre la Freies Universität de Berlín y la Complutense de Madrid.

 

MARTA MARCÉ, ELI CORTIÑAS, ANTONIO MESONES, PABLO GENOVÉS, CHEMA ALVARGONZÁLEZ Y MARISA MAZA

S.belinchon,m.marce,a.masones1-h.falabino02.14El trabajo con el lenguaje  recursos literarios, metáforas o códigos poéticos– es un aspecto que une a Laura López Paniagua con la internacional Marta Marcé (a la derecha en la foto, junto a Antonio Mesones -centro- y Sergio Belinchón). De esta artista barcelonesa, formada principalmente en Londres, se puede admirar una trayectoria internacional plagada de premios, proyectos y exposiciones, aunque se habla mucho de su obra ‘Maijang’ (2004) de la colección Saatchi. Es mujer del abstracto, además de madre -vive en Berlín con su pareja músico y su hijo de dos años-. Este invierno ultima su serie ‘Now or ever’, de líneas, cintas adhesivas y elocuentes colores, y una comisión pública para la Royal Infirmary de Bristol.

Marcé tiene claro que “no piensa hacer lo que venda” y que “el espacio pictórico es necesario a la sociedad; porque su lentitud es buena para pensar”. En ello es igual al veterano Antonio Mesones, que elabora entre cientos de acrílicos, en su estudio de Kreuzberg y mientras suena John Zorn, un espectacular azul a cinco colores que tendrá la galería Pilar Sierra durante ARCO. Los dos son artistas que cuidan el paso del tiempo, lo que transmiten como profesores de arte en Londres y Berlín, respectivamente.

A dos manzanas de Marcé, en Neuköln, un barrio de moda entre artistas y ‘hipsters’, vive Eli Cortiñas, la que será la primera artista española con una residencia de un año en Villa Massimo, la academia alemana de Roma. El pasillo de su edificio es la imagen de un final berlinés feliz, porque está plagado de cajas de libros que dona antes de marcharse a Italia. La artista, célebre por su excepcional trabajo de vídeo arte –su pieza ‘Dial M for mother’ ha recorrido casi toda Europa-, es el ejemplo más admirable de una joven hecha a si misma en territorio hostil. Salió de su Canarias natal hace trece años, para estudiar en el Film College de Dinamarca y artes visuales en Alemania, un país que no cesa de premiarla por el conjunto de su trabajo de vídeo, collages y objetos de intrigante efecto óptico. En 2012 le otorgaron la beca Karl Schmidt-Rottluf, una de las más peleadas del sector.

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Juan Ugalde, Eli Cortiñas (centro) y Marisa Maza

Cortiñas domina ya cuatro idiomas y el complejo aspecto de la concurrencia institucional. En eso es parecida a la veterana Marisa Maza, la única artista española con residencia permanente en el complejo creativo Bethanien, de Kreuzberg. Su capacidad organizativa es apabullante, casi más eficaz que la de los propios alemanes. En su formidable estudio, el 235, explica por medio de un nítido esquema sus líneas de trabajo -identidad, género y el análisis del espacio social– que conforman una amplia trayectoria como artista audiovisual de Turquía a New York, Florida, Sudáfrica, siempre con base en Berlín.

Su último proyecto ‘Blaue Banana’ trata de los países ‘activos’ y ‘pasivos’ de la zona Euro. En la pared de su estudio, frente a un gran proyector donde su vídeo para la Embajada de Alemania en España - una hucha cerdito, sobre bandera roja y amarilla, que acaba destrozada - cuelga una ristra de euros que ella confisca a diario: “cada 16 monedas alemanas de euro hay una extranjera”, cuenta. Al lado, una impresionante foto apaisada con mano femenina de uñas azules, sujetando un euro sobre el paisaje de arena y grúas berlinés. La artista combina en 2014 su presencia en exposiciones como ‘El Eterno Femenino. Retratos entre dos siglos’ de Zaragoza, o las del Stadtmuseum de Berlín y el Open Space Zentrum de Viena, con la participación en la cinematográfica Berlinale, y la docencia en las universidades de Bellas Artes de Berlín, Viena y Johannesburgo.

 Junto a Mesones, Maza es pionera de los artistas españoles fascinados por el Berlín de una nueva andadura entre ruinas. En la ciudad de hace veinticinco años “todo era un laboratorio” – recuerda - “te juntabas con gente en espacios que hacía de todo”. Antonio Mesones vivió “montajes exquisitos” de nuevas galerías y comenta cómo entonces “todo era muy romántico y joven”.

Aquello sedujo a Pablo Genovés, otro reconocido artista español con sede en Berlín. Alrededor de su estudio de Mitte vive ese “pasado dramático y cambiante” que tanto ha influido en su trabajo: “la relación de esta ciudad con el pasado, tal y como yo la vivo, es muy natural” y admira “su arquitectura, su cultura del reciclaje, y la convivencia con la historia lejana e inmediata”.

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Imagen de la serie Cronotados, de Pablo Genovés

En sus últimas series fotográficas ‘Antropoceno’, presentada en la galería Pilar Serra, ‘Cronología del Tiempo’ o ‘Cronotados’ - próximamente en la Sala Canal de Isabel II -, muestra un fin del mundo, en espacios vacíos o escombros del futuro, evocadora del carácter histórico berlinés; pero también del avanzado mundo de la tecnología que tan bien se combina en la capital alemana con el cosmos vintage.

 Veinticinco años de creación en la capital reunificada han dado lugar a una serie de cambios no del todo pronosticables. Maza y Mesones coinciden en que ahora todo es “menos variopinto” y “mucho más comercial”. Muchos de los artistas de este reportaje están conectados por quien fue el primer testigo del tránsito del Berlín dividido al reunificado, el desaparecido Chema Alvargonzález: “la mayoría de los veteranos llegamos (por él) de carambola”, explica Mesones, quien fue su gran amigo.

Alvargonzález, fotógrafo de mirada conceptual, sirvió de enlace entre colegas, el romanticismo inicial de hace veinte años, y un sentido práctico del sector. Como muchos creadores residentes en Berlín, que todavía aprovechan espacios olvidados sin un fin estrictamente comercial, Alvargonzález lideró la apertura de una antigua escuela en Berlín, ofreciendo talleres para artistas, incluso, hasta su fallecimiento en 2009.

 

LOS DINAMIZADORES: COMISARIOS, COLECCIONISTAS, GESTORES…

GONZALO ALARCÓN, ANA SÁNCHEZ DE VIVAR, MARU CARRANZA, ANDRÉS GALEANO, ITZIAR TABOADA, CLARA Y ÁNGEL NIETO

G.alarcon,m.carranza,a.sanchezdevivar-h.falabino02.14-3Dicen que la valía artística de Berlín se debe fundamentalmente al intercambio desinteresado y su amalgama de espacios “por amor al arte”. Gonzalo Alarcón, gallego residente en Berlín desde hace doce años y meritorio co-director de una de las más prestigiosas galerías de la capital alemana, Thomas Schulte –también en ARCO y famosa por llevar a artistas como Richard Deacon, Robert Mapplethorpe, Juan Uslé o Robert Wilson– recuerda cómo la euforia de los 90 trajo a “muchas galerías alemanas” que se dieron pronto cuenta “de que no era tan sencillo sobrevivir en ella”. Sólo las galerías como la suya, “más establecidas o las que presentaban proyectos más interesantes”, han podido mantenerse.

Desde luego, quien ama Berlín debe ser fiel a su empeño altruista. Andrés Galeano, artista de performance y fotógrafo residente en Alemania desde 2003, es cofundador del espacio no comercial Grimm Museum y miembro activo de la convocatoria Month of Performance Art. Es típico de esta ciudad el trabajo gratis; solo así es posible que comisarios de performance sostengan, cada mes de mayo, en espacios públicos, institucionales o no comerciales, un programa de acciones e intervenciones sin apenas soporte económico. Ana Sánchez de Vivar y Maru Carranza (en la foto, junto a Gonzalo Alarcón) son otros dos de los nombres españoles más representativos del aspecto dinamizador y altruista berlinés. Ambas organizan exposiciones y sostienen plataformas de conexión entre artistas de calidad a través de sus proyectos globales Auriga y Berlinarte.

Angel y clara nieto-h.falabino02.14También la joven pareja de coleccionistas, Ángel Nieto y Clara González (en la foto a la derecha), que sorprenden a especialistas y transeúntes –en la más dramática sección del Muro, en Bernauer Strasse, o en la ecléctica y creativa Köpenicker- con el proyecto curatorial en forma de gigantesco contenedor ‘A window in Berlin’. En el contenedor de seis por tres metros, Nieto y González mostrarán este febrero una colectiva de carácter latino con vídeos de Francis Alys, Patricia Dauder o David Bestué y Marc Vives. Entre todos, encarnan el otro lado del apoyo a tantos artistas patrios que, como algunos veteranos recuerdan, a principios de este siglo prestaron las asesoras culturales de la embajada española Itziar Taboada y Verónica Sánchez.

 

SERVANDO BARREIRO, IVÁN PRIETO Y AÍDA GÓMEZ (LOS NUEVOS)

Berlín pinta un futuro aún pleno de arte español. A ella llegan más creadores como Iván Prieto, joven escultor gallego, que trabaja fascinado y sin restricciones en tumbas del siglo XIX del centro de la ciudad. Su ‘Coemeterium’ inventa ficciones entre la vida y lo inerte, con esculturas mutantes de color chillón en mausoleos de apariencia gótica. Se inspira en el “Berlín extremo, de carácter y clima cambiantes” que atestigua a diario, desde el centro de talleres para artistas más grande de Europa, al sur del Berlín oriental, conocido como ‘Funkhaus’.

 El complejo, sede de la antigua radio nacional de la República Democrática Alemana, alberga hoy cientos de estudios. Un bedel interroga a la entrada, franqueable solo con respuestas típicas al funcionariado comunista alemán. El lugar recuerda a la Ostalgie de la mítica ‘Goodbye Lenin’: manteles coloridos de hule en la cafetería, relojes parados, ascensores de estética sesentera y un estudio técnicamente perfecto de grabación, al que todavía acuden Sting, los Black Eyed Peas o la Filarmónica de Berlín.

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A menos siete grados de máxima, el artista Servando Barreiro trabaja en el estudio 412 del Funkhaus rodeado de cables y botones. Agotó su etapa española -fue el único patrio que expuso en ‘Vídeo y Música’ del Museo Reina Sofía-  pensando, como en su pieza de vídeo ‘Dicotomía’, en la necesidad de combinar su “carácter soñador e inconformista” con su lado más “aburrido”. Al igual que la Berlín extrema y transgresora, Barreiro inventa realidades de ordenador sin pantalla, participa en los ‘Wise 7’ del festival Transmediale, crea un ‘Tocadiscos autista’ o culmina la iluminación de un túnel de tren en Bélgica con un software de inteligencia artificial que simula pájaros en vuelo.

El futuro es pues uno de ida y vuelta. Berlín seguirá siendo uno de reencuentros entre creadores, españoles y globales. Como ejemplo, la más joven y última de este reportaje, Aída Gómez. Recién licenciada en Bellas Artes en Cuenca, regresa “contenta” a la ciudad que es referente mundial del ‘Street Art’. Después de vaciar la habitación madrileña de su compañero de piso, para exponer durante su ausencia a colegas artistas, Gómez se ha convertido en activa del arte urbano en la capital alemana: “lo mejor en Berlín es el sistema de limpieza: o les gusta el arte urbano o tienen poco dinero, pero el caso es que las piezas allí resisten”, comenta riendo. La artista, que trabaja en papel o lana, comisaría este año la muestra ‘Masters of Graffiti’ berlinesa.

Cinco días de fuegos artificiales

Por: | 16 de febrero de 2014

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'Carroña', de Javier Pérez en la galería de Carles Taché una de las obras expuestas en la Feria Internacional de Arte Contemporáneo Arco 2012. / Gorka Lejarcegi

Por Ángeles García

Hay pocas ferias  de arte en el mundo que desde su nacimiento hayan producido tanta letra impresa (el soporte es lo de menos) como Arco. Y este año nos disponemos a celebrar la número 33. “Ya mucho tiempo”, como dijo con resignación Luis Eduardo Cortés, el presidente de Ifema durante la enésima presentación de la feria.  Son solo cinco días, del 19 al 23 de febrero, durante los que parece que todo el mundo se volviera loco en una fiesta sin fin  donde al final lo único que queda son los fuegos artificiales.  Muchos galeristas y artistas reconocen que si vivieran de lo que venden en la feria tendrían que cambiar de profesión. Pese a ello, todos parecen estar dispuestos a tirar la casa por la ventana  y pocos renuncian a viajar estos días a Madrid, cueste lo que cueste.

Durante las vísperas y no digamos durante los días del acontecimiento, no hay suplemento cultural, web especializada o no o cadena de televisión que se resista a dar pista a lo que ocurre dentro de los pabellones 7 y 9 de los recintos feriales. No ocurre así (o al menos de manera tan estrepitosa) en otras ferias del mundo igual de importantes  o más que la de Madrid. Mejor no citar para evitar suspicacias.

La confusión entre evento cultural y puro negocio, que es lo que se busca en una feria, está en su origen, en aquellas primeros Arcos organizados por la incansable Juana de Aízpuru en unos años en los que España era un erial cultural en general y artístico en particular. Pero luego han ido pasando muchas cosas, todo se ha ido normalizando y Arco sigue con el mismo aire de fiesta setentera de sus orígenes. Año tras año, la gente se cansa hasta de opinar.  Los propios galeristas responden cansinos sobre la supuesta reducción del IVA y parecen esperar a que el largo trago de estos cinco días concluya cuanto antes dejándoles los riñones intactos.

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A vueltas con el número de visitantes

Por: | 10 de febrero de 2014

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Colas a la entrada del museo del Prado. Foto: Bernardo Pérez

¿Son mejores el Pompidou o la Tate Modern que el Reina Sofía sólo porque reciben un mayor número de visitantes? ¿Son significativas las cifras del Pompidou y el Reina Sofía para 2013, teniendo en cuenta la forma en la cual  el boom Dalí desvirtuó las visitantes reales? ¿Teniendo en cuenta esas cifras se puede concluir que está más de moda el arte contemporáneo que el “clásico” y que el público prefiere visitar museos como el MoMA en lugar del Louvre? ¿Seguiría el Reina Sofía teniendo los mismos visitantes si no tuviera el Guernica como indudable “icono estrella” de su colección? Me parece que la respuesta en todos los casos es un “no” rotundo, aunque también es posible que se trate de preguntas absurdas, si bien relacionadas con un tema por el cual prensa y responsables de instituciones parecen estar obsesionados: el número de visitantes y la manera en la cual suben o bajan.

Personalmente estoy hastiada de estas cuestiones que no hacen más que salir en los periódicos, como si no hubiera mejores cosas de las cuales hablar. Pero, además de harta, estoy preocupada porque si de verdad importa el número de visitantes por encima de todo, entonces se debería concluir que hay que dejar de programar muestras poco visitadas. Por ejemplo, buena parte de las exposiciones del museo Reina Sofía son muy sofisticadas, pero no convocan masas –y se lo digo y0,o que soy asidua los sábados y que me muero de rabia al ver como algo interesante está tan vacío cuando no hay colegios. ¿Quiere decir que para mantener los “buenos números”  hay que limitarse a hacer Dalí y sólo Dalí?

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El efecto Dalí

Por: | 01 de febrero de 2014

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Exposición de Dalí en el Reina Sofía de Madrid. / SAMUEL SÁNCHEZ

Sí, lo sé todo. Sé que a ratos es un pintor discutible, sé que fue demasiado complaciente con el régimen de Franco. Sé que es excesivamente popular y que puede resultar un poco excesivo. Sé que a los sofisticados les parece un horror y que a las masas las excita y las convence sin pestañear -quedaba claro en las exposiciones de Paris y Madrid  al contemplar a los visitantes mirando extasiados los detalles de cada obra, dibujados de manera pormenorizada, y discutiendo sobre sus significaciones con el mimo de los que comentan un asunto de familia.

Sé que lo hizo no del todo bien con Lorca, pero en cambio ninguneó, junto a Gala, como nadie a Breton -detalle que dice mucho a su favor. Incluso sé que si te gusta la "Modernidad seria" –tipo Duchamp o los Povera- no te puede gustar Dalí  porque caes en una paradoja.  No está bien visto. Así que igual no debería gustarme pero me fascina, me apasiona, me interesa, me descubre cada vez algo diferente sobre sus modos de plantear las cosas. Y me fascina pues, si nos ponemos a pensarlo un momento, es fascinante, igual que sus casas y sus puestas en escena: desde muchos puntos de vista es nuestra versión lexicalizada de la Modernidad. ¿Quién si no él y preludiando a Malcom McLaren, factotum del Punk, tuvo claro lo de “cash from caos”? En el fondo, ambos tenían mucho de performers, de proceso: el producto era lo de menos, por esta razón puedo mirar sin que se me mueva un pelo algunas de sus últimas obras un poco “por rutas imperiales”. ¿A quién le importa lo que pinte? Lo importante es lo que representa como puesta en escena.

Dinero del lío: en eso era imbatible Dalí, dicen todos los que le llamaron, junto con Gala, AVIDA DOLLARS. Cuando va a Estados Unidos y deja a la ciudad boquiabierta con su Sueño de Venus demuestra estar a la altura de una sociedad donde, decía Warhol, “comprar es más americano que pensar”. Aunque, seamos serios: el siempre admirado Picasso tampoco encarnaba el mito del artista romántico pobre y desamparado. Todo lo contrario. Lo cierto es que los grandes artistas del siglo XX dejan atrás el mito y se convierten en estrellas mediáticas (incluido Picasso, a pesar de que éste elija el disfraz de artista desenfadado con su camiseta de rayas).

Gala Eluard vio en seguida  las posibilidades  del joven de la risa histérica y, como ella tenía  mucho de performer igual que el ampurdanés, Picasso y McLaren, plantó al marido, poeta mimado de los Surrealistas, y se largó con Dalí a hacer esa gran superproducción que fue la vida y obra de ambos. 

DaliPero dejemos a un lado la importancia de Gala en el proyecto de Dalí –ella misma escritora del guión en numerosas ocasiones- que no obstante me parece enorme, ya que en este momento se rememora la muerte del marido: veinticinco años sin ese icono de la Modernidad. Mal que pese a algunos, el mundo moderno  tiene mucho de los tics de los surrealistas y mal que pesara a Breton –quien le expulsó del grupo- Dalí simbolizaba muy buena parte de esos tics. No en vano anunció productos de consumo…. y decidió ser un producto de consumo él mismo. Sobre todo, Dalí supo inaugurar una figura muy popular en estos momentos: el artista como estrella mediática. Ahora que algunos llegan a la casa de subastas con sus propias obras bajo el brazo, desde luego como gesto radical chic y para tantos con cierto regusto warholita, resulta imposible no pensar en el camuflaje organizado por Dalí mucho antes y que antecedió a Warhol desde tantos puntos de vista. No en vano Makos los fotografiaba besándose en la boca en la foto mítica, robándose las almas si a alguno le quedaba aún alma en aquel encuentro neoyorquino. (En la imagen, celebración de los 25 años de la muerte de Dalí en Girona el pasado 23 de enero. Foto de Pere Durán)

Si Warhol simboliza la quintaesencia del “artista como actor”, si sus obras son en el fondo conceptuales porque el producto final es lo de menos y se vende caro no por lo que es, sino por la autoría que implica, Dalí representa junto con Duchamp la esencia misma del que resulta, en primer lugar, proceso. El segundo lo deja todo para ser ajedrecista con el fin de desaparecer; el primero lo hace todo para desaparecer a su modo también. Ambos son lo que el futuro va a esperar de los artistas, ser su propia obra, aunque Duchamp represente la anorexia y Dalí la bulimia –no en vano en Figueras, en el Museo Dalí, el museo portátil de Duchamp aparece indiscreto en un lugar de honor.

Así que Dalí se camufla tras los bigotes casi tanto como tras la pintura, llevando a cabo la gran obra maestra que supera a todas y que no es sino el relato mismo de su propia vida, llena de absurdo y de luminosidades. Ocurre con Warhol, su heredero indiscutible. La presencia de ambos es poderosa porque habla de nosotros, de nuestros aspectos más absurdos y luminosos en tanto modernos y da igual que no les guste a los sofisticados,que los vean como marionetas del éxito. Da igual que no sean aceptados por los que creen que el arte tiene un camino de una sola dirección -ser pintor o ser Duchamp. Si desde el Conceptual el arte es de estrategias a su modo irónicas, como demuestra la exposición de finales de los 60 en que no hay obras sino solo cartelas porque en el mundo sobran los objetos, ¿hay alguien más estratega que Salvador-Gala Dalí o Warhol? Ambos han abierto el camino para los gestos de las generaciones siguientes, esos gestos que, buscan más que asombrar, asombrarse desde su mascarada no sólo mediática.

ESPECIAL DALÍ SURREALISTA

Preferiríamos no hacerlo

Por: | 23 de enero de 2014

Hilatura

     Todo pintor tiene una guerra dentro de sí. Los valores enfrentados de lo figurativo y lo abstracto, el compromiso social y la soledad, lo literario y lo plástico, el fracaso y el éxito planean sobre su cráneo como una bandada de buitres. A lo largo de su vida, Víctor Mira (Zaragoza, 1949-2003) libró sus batallas dentro del estudio con una profundidad poco común hoy en un artista. Dramático e intenso, su obra fue una continua protesta contra quienes la veían equivocadamente como un simple producto de la imaginación formalista, esto es, desfiguración, fragmentación o distorsiones hipertróficas (tan comunes en la pintura alemana de postguerra). Con todo, nunca buscaría la complicidad de la audiencia.
     Diez años después de su desaparición (una muerte miserable sobre las vías de un tren en la pequeña localidad de Breitbrunn am Ammersse, cerca de Múnich, donde desde hacía años había fijado su residencia), la galerías Ignacio de Lasaletta, Eude y N2 le rinden homenaje con la exhibición de una serie de trabajos en diversos soportes: telas, papel, obra gráfica y esculturas. Los que dan una idea más íntegra y rotunda de su legado los encontramos en la muestra de Lassaletta. No es muy extensa, pero resume fielmente su época más madura, la que recorre los años ochenta. En total, 38 piezas, entre pinturas y esculturas (dos bronces), con frecuentes alusiones alegóricas o religiosas que cobran formas resonantes y fúnebres.
     Una primera ojeada a la obra de Víctor Mira nos habla de una pintura plena de ansiedad y esperanzas íntimas fracasadas. Sus motivos, casi emblemas- águilas, cruces, hilaturas, corazones-, realizados con trazo nervioso, cubren la superficie de la pintura con luminosidad para suministrar sensaciones más que relatos, y aún en su paleta, los negros tienen un enorme poder cromático. Los seres que habitan las telas -estilitas, personajes crucificados, animales contorsionados o convulsionados- no solicitan piedad, tampoco intentan introducirnos en su propio espacio; son sólo figuras que retienen una integridad obstinada en medio de espacios desérticos o desolados. La medida del gesto apropiado a cada imagen, sumada a un sentido de la composición demasiado consciente,  acercan al artista, más que a la furia del romanticismo (neo)expresionista, a la orilla donde éste muere.
    Víctor Mira nunca fue un gran pintor. Tampoco un talento forzado ni un transvanguardista facilón. Lo que realmente le salvó de ser considerado un artista retórico (estilo Schnabel, Clemente, Chia o Cucchi) fue su autenticidad. De ahí que su trabajo haya generado más afecto que admiración. Se agradece esta retrospectiva hecha con un alto sentido del decoro. En medio de la necesidad que tiene la industria del arte de exposiciones que engrandecen el rumor del mito, es de esperar que el público vaya a verla con la misma mirada discreta con la que el artista llevó su vida.

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     Otro pintor -esta vez de imaginación más austera- es Vicenç Viaplana, de quien estos últimos días del mes todavía se pueden ver sus series de acrílicos sobre madera. En la Carles Taché contemplamos a un artista más despreocupado y vacacional que en su obra de hace unos años, cuando sus pinturas parecían invocar las variaciones de las ondas de luz y las transparencias cósmicas, como si viviera inmerso en espacios de niebla verde-gris, atento a la sorpresa de su disolución en el lienzo.
     Ahora, absorto en el medio natural del Montseny, el pintor y diseñador vallesano (1955) vuelve a interrogarse sobre los límites exactos entre imagen y realidad. Sus respuestas están escritas en las series “Diario de agosto” y “Todo es posible”; en ellas, Viaplana parece deleitarse con la descripción y clasificación de formas vegetales (no muy diferentes de las formas del cielo).
    Artista y obra están unidos permanentemente en la imposibilidad lógica de la representación, de ahí que lo que vemos en esta pintura -etérea, falsamente sublime- son actos de azar, trazos de indiferencia o pura fenomenología del impacto del color sobre la superficie. Estas obras, hechas a contracorriente, son para Viaplana el resumen de “todo lo que es posible”, quizás por no querer vocear su desconfianza en el mundo del arte. Señalan correctamente, como en el caso de Víctor Mira, la naturaleza secreta del pintor que, al igual que Bartleby, preferiría no hacerlo.


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Homenaje a Víctor Mira. Galería Ignacio de Lasaletta. Rambla de Catalunya, 47.
Galería Eude. Consell de Cent, 278.
Galería N2. Enric Granados, 61. Hasta el 28 de febrero.

“Todo es posible”. Vicenç Viaplana. Galería Carles Taché. Consell de Cent, 290. Barcelona. Hasta el 31 de enero.

 

La otra historia del “exotismo” vanguardista

Por: | 13 de enero de 2014

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 Hannah Höch, Cabezas , 1919-20. Colección IFA, Stuttgart

En el relato que más circula, el encuentro de la modernidad con lo “exótico”, impuesto como el modo de acercarse al mundo entre los hombres de las vanguardias de los 1910-20, empieza con  el hallazgo picassino de las máscaras del Trocadero. El pintor malagueño se las encuentra allí y cuenta a los cuatro vientos lo que esas máscaras tienen en común con las mujeres: “Estaban en contra de todo -en contra de los espíritus desconocidos y amenazantes. Yo también estoy en contra de todo. Yo también creo que todo es desconocido, que todo es un enemigo.... las mujeres, los niños... todo. Entendí para qué usaban los negros sus esculturas... Todos los fetiches... eran armas. Para ayudar a la gente  a no caer bajo la influencia de los espíritus, para ayudarles a ser independientes. Espíritus, el incosnciente... se trata de la misma cosa. Entendí por qué soy pintor. (...) Las Señoritas de Avignon  debieron nacer ese día.", recuerda uno de esos textos reconstruidos que a menudo se ponen en boca de Picasso.

 

Eso sucedía hacia 1907, narra la historia que más circula. Pero Picasso no era entonces el único que miraba encantado los objetos “tribales”, como tampoco fue el único que hizo llorar a las mujeres. Entonces, en esos años 1906-07, un grupo de jóvenes de Dresde intercambiaba libros, colecciones, visitas a esos museos donde los objetos de otras culturas se exponían bajo la curiosa denominación de "éxótico", término hoy sometido a discusión, ya que en el duro camino de la Modernidad hemos aprendido que todos, irremediablemente, somos un poco exóticos. No depende de qué se muestre sino de dónde y para quién se muestre.

 

En cualquier caso, el término era moneda corriente en los años 10 del siglo XX y reunía cosas de procedencias variopintas y a menudo organizadas con fines que se podrían ver a mitad de camino entre cientifismo e ironía, lecturas críticas sobre todo. Untitled-from-the-series--1929. Lo muestra uno de los casos más emblemáticos, el conocido Museo de Dresde, al cual la maravillosa Hannah Höch dedica una serie completa, fascinante en sí misma porque muestra a través de la propia técnica, el collage , la forma en que hacia 1910 se construye en Alemania la noción de lo exótico y lo primitivo: con mucho de pastiche cultural. Los cuerpos de Höch, cuerpos de mujeres desnudas y modernas mezclados con máscaras “primitivas”, como muestra la foto  de la izquierda, S. T.  de la serie Museo etnográfico   (bpk/Kupferstichkabinett, SMB/Jörg P Anders), muestran una dimensión del trabajo de esta mujer excluida de Dada y tachada de “pintura degenerada” por Hitler. Fuera siempre de lugar, como ocurre con algunas de las artistas más radicales de la vanguardia, Hannah Höch llama la atención por su forma modernísima de enfrentar una realidad  a mitad de camino entre el exotismo el momento y la contemporaneidad de las revistas ilustradas. Sin embargo, mucho de lo que se ha apreciado en Max Ernst por todos, pasa en Höch desapercibido por muchos.

 

Pero volvamos un momento a los museos que sirven de inspiración a la artista, museos como el que podría haber resultado de la propia colección de Osthaus, el Folkswang Museum en Hagen, que seguía una tradición del Jugendstil en ese insistente deseo de rescatar las formas no occidentales por su propia esencia decorativa.  Los planes para el museo datan de hecho de 1896 y ya en 1898 Osthaus había empezado la colección de objetos etnográficos por su valor, dice textualmente, como "rareza y científico".

 

Allí, en 1902, se expusieron en una muestra textiles indios, japoneses y de Java y pese a que su especialización fue hasta 1912 en el Lejano y Cercano Oriente, ya en 1902 aparecen los primeros objetos decorativos de Africa, comprando escultura a partir de 1914. Si esta tesis de Lloyd fuera cierta, si fuera verdad que los miembros de El Puente hubieran estado en contacto con la colección de Osthaus, tal vez fue no Picasso el primero o único en fijar su mirada moderna sobre los objetos primitivos, como cuenta la historia que más circula.

 

Sea como fuere, lo que interesa más de estas aventuras es el propio término "exótico" tan menudo utilizado entonces y que incluía a Egipto y Japón, inclusiones que desde nuestra perspectiva actual parecen inverosímiles. En todo caso, quisiera recordar cómo aún en los 50 del XX, en el clásico libro de Forman, se usa el término para denominar una variedad de artes que incluyen a América, Egipto, Oceanía, Africa...

 

Japón, Africa... Se suele ver ese cambio de Japón -de lo oriental en suma- a Africa como la propia progresión de los gustos occidentales, pero el asunto es mucho más complejo, pues se trata más bien de yuxtaposiciones entre lo tribal y lo moderno , algo que el mismo Osthaus hace en su museo al mostrar a Gauguin -que tanto impacto tiene en los jóvenes de Dresde- entre los objetos de lo “exótico”. Se trata, así, de una construcción de lo primitivo como collage, lo primitivo plurisignificante porque ha sido releído, adaptado a las necesidades del momento; lo primitivo como escenografía urbana, esas danzas africanas o de Samoa que en 1910 tuvieron ocasión de ver en los jardines zoológicos de Dresde.

 

Es la pasión que desvela la muestra de Höch que dentro de unos días abrirá  en la Whitechapel Gallery de Londres -cuyo programación es cada vez más fatástica, por cierto. Es una rareza deliciosa donde se mostrarán piezas que se tiene ocasión de ver pocas veces por la delicadeza de los collage. Una vez más será posible  observar la radicalidad de esta mujer asombrosa que supo entender cómo la modernidad de consumo y la invención de lo primitivo son, en el fondo, constitutivas también de nuestra mirada hoy. Quizás si Höch no hubiera sido una mujer fuera de toda norma su fortuna crítica hubiera sido aún más resplandeciente si cabe, pero ya se sabe que  a cada paso hay que volver a narrar la historia. Tal vez la pasión “exótica”  no sea sólo parisina. Desde luego, merece la pena la reflexión.

Cultura de cupcake

Por: | 05 de enero de 2014

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Lo han invadido todo en esta pasión actual por la cocina que ha llenado periódicos y programas televisivos, donde incluso unos niños demasiado jóvenes compiten por ser los mejores minicocineros en un concurso absurdo en el cual todos fingen esa seriedad que quizás falta en la vida real. Incluso hay canales con programas especializados en decoración de tartas y… cupcakes, en el fondo unas magdalenas rebuscadas que fingen sofisticación donde hay sólo grasas saturadas. Esa es probablemente la dudosa gracia de los cupcakes que se han convertido en recetarios, calendarios,  regalos, meriendas, imanes para el frigo, bolas de Navidad, pendientes baratijas y de marca… Placeres burdos y sofisticados, en suma, y sobre todo  de importación: el pecado que las chicas de Sexo en Nueva York consumían ansiosas cuando todo iba mal (lo recordaba José Carlos Capel en su blog el El País en un post de hace casi un año, del cual he sacado la foto, por cierto, para que no me denuncie ningún pastelero por derechos de autor, que sólo eso me faltaba). No solo: los cupcakes representan también un tipo de cultura regresiva, la que se da en las épocas de crisis -ya pasó en los 50-  y en la cual se vuelve a los placeres del hogar… y ya adivinarán las que van a volver. De hecho, está de moda toda una cultura de peluches, cosas rosas y cupcakes con pinta fifties.

El mundo entero es, así, un fabuloso cupcake o dicho de otro modo, un magdalena decorada que hace las delicias pazguatas de quienes se preocupan en primer lugar por lo exterior, por la decoración que es tanto como decir por el camuflaje. Bien es cierto que la diferencia entre comer y deglutir, entre manjares y cantidad, es  parte de la historia  civilizadora de Occidente. Hasta cierto punto es a partir del Renacimiento –y sobre todo del XVII, como muestran los fabulosos bodegones holandeses con sus menajes lujosos y sofisticados en lo que se refiere a manjares y a utensilios- cuando los gustos y los modales acercan el comer a una “actividad superior”. Pese a todo y admitidas las convergencias, parece excesivo el auge de lo culinario que ha llevado a un cocinero a documenta  de Kassel y ha colocado la cocina en cierto lugar que era sólo del “arte”.

Esa es la dura realidad, amigos míos: lo que ahora cuenta no es lo que contaba antes y buena parte del público quizás prefiere no sólo un cupcake a una magdalena, sino un programa de cocina a la visita a un museo. Desde luego que está bien abrir los horizontes, pero creo que, una vez más, nos hemos pasado.

De cualquier  manera, lo que me parece interesante de los cupcakes es su propia esencia de superficialidad, la idea de cascarilla en la cual cuenta más que nada la apariencia. Me recuerda mucho a ciertos tics culturales que la crisis y la guerra de cifras en los museos   -los visitante que bajan y suben (o que bajan sin más)- han traído consigo. Hasta a mí me han contagiado y el otro día, el jueves ante de Reyes, camino  hacia el Prado desde el Reina, pensaba agobiada que el segundo estaba casi vacío. Las colas en el Museo del Prado me tranquilizaron un poco. O sea, ¿qué si no hay colegio no hay visitantes? La presión es tremenda, claro, porque habrá que buscar algo que recurde las cifras de Dalí –y no va a ser fácil. Esto vale para todas las instituciones  que, obsesionadas por las cifras –otra forma de cultura de cupcake porque se maquillan y se decoran además-, programarán en función de los visitantes que esperen recibir. ¿Por qué no plantear un taller de cocina? Igual es buen reclamo.

Aunque la “cultura de cupcake” no se limita a las presiones del entorno, banalizado y absurdo. Dejando a un lado que Madrid ha perdido turistas por su mala cabeza y peores campañas –imaginen que en Ronda Iberia se anuncia con una página horrible de fea en la cual, entre Prado y compras, osan decir que Madrid es "el Broadway de España"- , ahora todo el que ofrezca algo gratis o que dé algo es bien recibido sin pensar en la rentabilidad a largo plazo –y en este sentido Madrid y Barcelona no se diferencian nada. ¿Qué viene un arquitecto cualquiera y dice que va  a hacer un templo a su carrera? Pues toma un edificio histórico sin problema. ¿Que un millonario quiere cerrar un museo público para su boda? Todo tuyo. Porque claro que estas cosas, sobre todo alquilar espacios corporativos, se hacen todo el tiempo en Nueva York –patria del cupcake-, pero de un modo algo menos provinciano, más disimulado, sin tanto regusto  a magdalena decorada con churretones de grasa saturada. En fin, que me voy a preparar un té verde para no empezar el año con las manos tan pringadas y, sobre todo, para digerir este cambio de paradigma en el cual la cultura está empezando a ser una capa de azúcar teñido de rosa.

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Pero, ¿qué es el arte contemporáneo? Hay tantas respuestas como artistas. Por eso Sin título (Untitled) es un espacio abierto para informarse, debatir y, sobre todo, apreciar el arte de todos los tiempos y lugares, con especial énfasis en el latinoamericano. Un blog colectivo de contenidos originales y comentarios sobre la actualidad.

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