Es muy posible que Antonio Basagoiti se sonrojase discretamente cuando escuchó cómo el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, asumía como propia la intencionada hipótesis periodística de que había vuelto la extorsión de ETA cuando, en realidad, tan solo se asistía al enésimo capítulo de pedir ayuda para causas abertzales. Además, este resbalón, que, de paso, ponía en evidencia la ausencia de rigor informativo porque la noticia jamás fue contrastada, se produjo horas antes de su primera visita a Euskadi para tomar la temperatura a las posiciones del Gobierno vasco.
¿Por qué el ministro avaló la tesis de la extorsión? Interesadamente porque así refuerza su teoría de que mientras ETA sigue existiendo no se puede hablar, por ejemplo, de flexibilizar la política penitenciaria. Hasta que la banda terrorista no anuncie su disolución, las aproximaciones a cualquier gesto condescendiente se antojan imposibles, como se puso de manifiesto en el propio encuentro de Fernández y el consejero vasco Rodolfo Ares. En este discurso se ha instalado el PP de puertas al exterior. Otra cosa será la prudente conversación que Mariano Rajoy mantenga con Iñigo Urkullu y el lehendakari, Patxi López, ya que ambos le tratarán de convencer, porque así lo creen, de que es justo y factible aplicar a muchos presos etarras los propios beneficios de la legislación ordinaria.
Mientras, la izquierda abertzale empieza a impacientarse. Sin demasiado esfuerzo detecta que Madrid, como ya se intuía, no encuentra ninguna razón para acelerar el proceso al margen de los efectos colaterales de manifestaciones multitudinarias. Incluso, observan cómo en el nuevo equipo de Interior conviven sensibilidades que no son ajenas a los discursos más temerarios de una reconocida caverna mediática enrocada en el discurso mayororejista que no acepta otro escenario que la rendición.
En un contexto ya sin violencia, el Gobierno central es sabedor de que la preocupación social, también en Euskadi, se centra fundamentalmente en los temibles efectos de la crisis en detrimento de la política. Ni siquiera la nueva visita de los mediadores internacionales les presiona para dinamizar mínimamente algunas de las conclusiones aún pendientes de la Conferencia de Paz de San Sebastián. Sin embargo, ¿cuánto tiempo puede durar este impasse?
Hay 2 Comentarios
¿No debería aparecer el Sr. Basagoiti en la fotografía, tal vez en lugar del que me parece ser el Sr. Rojo?
Publicado por: Shantiandía | 29/01/2012 1:35:35
Lo primero que niego es que nuestro contexto sea la ausencia de violencia. Violencia no es sólo matar, Sr. Gastaca, y casi experimento vergüenza ajena al indicárselo, porque sé muy bien que usted lo sabe. Como sabe que el miedo implantado en estos pagos continúa presente: ¿Puede imaginar que en Donosti, en la plaza de la Constitución, la noche de la izada en la víspera de San Sebastián, con la plaza a rebosar de pancartas "abertzales" de todo tipo, de pronto aparezca una bandera española de veinte metros, o una pancarta que solicite que los presos se queden donde están? ¿Puede imaginar que no pase nada si una o las dos cosas ocurren?. En democracia así debería ser. Aquí, la sola idea ES provocación.
Se entiende lo que usted dice en su artículo, y puedo compartir sus posiciones en cierto grado. ¿Estimaría usted como maximalista solicitar a esa sedicente "izquierda abertale", por ejemplo, que colabore como muestra de buena voluntad en la denuncia, encierro y procesamiento de los más de trescientos asesinos sin identificar? Aquí hay mucho que deslindar. De linderos, quiero decir.
Publicado por: Shantiandía | 29/01/2012 1:31:30