Los sindicatos han olvidado por un dia su antagonismo de la última década en Euskadi para convertir en un éxito indudable la huelga general del 29-M. Se trata, no obstante, de una estrategia puntual, que se asoma efímera porque su caducidad está asegurada. En el País Vasco, como ocurre con los partidos nacionalistas y constitucionalistas, también una raya divide, en este caso a las centrales: las hay abertzales y confederales.
Cuando se conoció la coincidencia sin fisuras en el respaldo a la movilización, hasta la propia patronal vasca, Confebask, ya predijo cuál sería la fotografía del paro sobre todo en el tejido industrial y económico de la comunidad. Parecía evidente. Los significativos datos de la caída del consumo eléctrico, casi un 31% por debajo incluso de un domingo medioa, avalan estas previsiones. Además, para contribuir al objetivo, el reducido número de incidentes -siempre denunciables- deja esta vez sin disculpas la radiografía real de una huelga mayoritaria.
Pero la unidad sindical pasará a mejor vida en el País Vasco. De hecho, en varios momentos del 29-M lo hizo. Ni siquiera fueron capaces, por ejemplo, de caminar unidos en las sucesivas manifestaciones convocadas en las tres capitales vascas. Les determinan sentimientos muy diferentes, aunque les acercan los fundamentos de repulsa hacia una reforma laboral que, sobre todo, les cuestiona seriamente en su capacidad de intervención.
Los sindicatos no se habían puesto siquiera de acuerdo ni en el llamamiento a la huelga en Euskadi. Ahí, la cuota abertzale tomó ventaja sobre los confederales y, posiblemente, acabó por comprometer la fecha final a nivel del Estado. ELA y LAB, junto al resto de minoritarios que les acompañan cuando se trata de movilizarse, fueron los primeros en mover ficha, eligiendo el día que acabaría por parar España.
¿Y a partir de ahora? Todo volverá al desencuentro ya conocido. Llevan 13 años cada uno por su lado. Incluso no resulta menos significativa la pugna ELA-LAB que ha tomado cuerpo desde que Bildu representa una referencia política indudable, sobre todo en Gipuzkoa. Para hacer mas comprensible este prolongado desafecto sindical bastaría con recordar cómo en los múltiples mítines que han calentado debidamente el ambiente del 29-M ninguno de los dos bandos ha apelado a esta puntual unidad que, sin duda, les supone fortaleza de acción como queda de manifiesto con los expresivos porcentajes de apoyo obtenidos. Sin embargo, ante la amenazante situación económica y laboral que asoma cabe la débil esperanza de que hagan de la necesidad, virtud. El Gobierno vasco y Confebask les siguen esperando.