Sobre el autor

Juan Mari Gastaca

, delegado de El País en Euskadi. Se abre aquí un hueco para intercambiar opiniones sobre la vida política que en esta tierra vasca no deja a nadie indiferente y mucho menos cuando llegan unas elecciones.

Sobre el blog

Hablaremos sobre el día a día de la vida política que afecta a Euskadi, dentro y fuera de la casa común vasca.

Eskup

En Gernika se habla de paz

Por: Juan Mari Gastaca | 26 abr 2012

Gernika
Gernika simboliza la autonomía vasca. Es, de hecho, un sentimiento. Quizá por ello, Franco ideó su destrucción con un bombardeo, aquel 26 de abril de hace 75 años, que arrasó un pueblo pero dejó intacta su conciencia entre sus supervivientes y, sobre todo, en el legado de sus generaciones. Ahora que se recuerda tamaña tropelía, donde los testimonios actualizan aquel dolor por la aniquilación de todo un pueblo que pretendió un dictador, en Euskadi, por fin, se vive en paz.

Al conmemorar este bombardeo, en Gernika, donde Bildu gobierna su Ayuntamiento, han tenido una especial sutileza en la mirada retrospectiva. Se comparte un mismo relato sobre el que durante demasiados años hubo un especial interés en rodearlo de una sutil neblina histórica que impedía consensuar la única realidad. Ya nadie duda de qué pretendía aquel ataque aéreo de la Legión Cóndor por encima de algunas paradojas sin resolverse como la salvación del Árbol de Gernika, el icono institucional de Euskadi donde cada lehendakari jura su cargo. Pero, como suele ocurrir entre quienes causan tragedias, también aquí los culpables siguen sin pedir perdón.

Bien es verdad que Alemania ya testimonió, en 1997, su culpa por la participación de la aviación nazi. En Gernika, esperan todavía el mismo gesto por parte de España, aunque es difícil de imaginar porque nadie se siente directamente concernido en la respuesta. Se trata de una pretensión del ámbito nacionalista, desde donde han aprovechado este 75 aniversario para renovar su conocida exigencia de que el histórico cuadro de Pablo Picasso, que recrea el magnicidio, venga de una vez al País Vasco.

Pero en la fotografía de situación de esta efemérides, en la sucesión de los actos que se agolpan en los últimos días, sobresale la unidad política. Y quizá el mejor botón de muestra se esconde en la génesis de la escultura del creador vasco Néstor Basterretxea, inaugurada en presencia de todos los grupos del Parlamento vasco en una céntrica zona de Gernika. Este veterano escultor nacionalista, que a sus 12 años también sufrió los efectos del bombardeo, ha convertido aquella idea trazada en un boceto intencionado en una obra sufragada por el actual Gobierno vasco.

Es muy posible que el nuevo escenario sin violencia en Euskadi haya contribuido a propiciar este clima de convivencia que se palpa en Gernika. Incluso, que el bombardeo sirva de lección para saber discernir la sinrazón de una acción armada, compartir un relato y ansiar una vida en paz, que, sin duda, es posible.

 

 

El PP vasco busca su hueco

Por: Juan Mari Gastaca | 22 abr 2012

Basagoiti Nueva
En una Euskadi sin terrorismo, la geometría política se ha reducido a cuatro variables. En una de ellas, se encuentra el PP. En realidad, siempre ha estado ahí, aunque hasta 2008 apenas se notaba. Sumergidos en una política de clandestinidad en su proyección social, a la que le arrastraban la amenaza de ETA, sobre todo, y un antinacionalismo tan visceral que a veces se confudía con el rechazo al alma vasquista, los populares parecían reducidos al aislamiento, retroalimentados por la fuerza del partido en España.

Sin violencia, el PP vasco no ha roto, sin embargo, las barreras de su costoso crecimiento electoral, pero se asienta, sin duda, sobre una reconocida capacidad de influencia y proyección pública que jamás se pudo imaginar durante la etapa de Maria San Gil, su anterior referente. Precisamente el sonoro portazo de esta valiente defensora de la causa popular al entonces debilitado Mariano Rajoy camino del Congreso de Valencia en 2008 marcó el destino de su partido en Euskadi, muy a su pesar.

Tras el relevo, con la llegada de Antonio Basagoiti, el PP es distinto pero no otro. Lo ha puesto de manifiesto desde el primer día de su mandato que, precisamente, se apresta a renovar a mediados de mayo. Así, en su discurso, que acaba de renovar con el espíritu del Kursaal, los populares vascos buscan su sitio conscientes de que se avecinan los momentos más adversos para apuntalarse en el nuevo escenario. En un debate polarizado por la incidencia social de los recortes del Gobierno Rajoy ante la crisis y el debate identitario, el PP se teme lo peor.

Por todo ello, debería admitirse el pragmatismo que envuelve la vía abierta por Basagoiti en favor de procurar un clima de convivencia, posiblemente el anhelo que concita mayor adhesión a nivel de la calle. En esencia, viene a decir que no quiere alejarse de nadie para así evitar las dos orillas y que, incluso, si le dan tiempo, está dispuesto a jugar fuerte en las cuestiones que el País Vasco tiene pendiente por resolver en tiempo de paz.

El PP sabe que no juega con el viento a favor ante la próxima cita electoral, muy focalizada en la pelea entre PNV y Amaiur, pero ya está acostumbrado. Por eso se quiere hacer un hueco entre el granero que forman quienes son refractarios a ese debate. Además, como signo diferencial de su nueva imagen, le acompaña una sensación: se está haciendo querer y todos los que necesitan de sus votos, lo saben. Basagoiti es consciente de que puede seguir siendo una referencia en la política vasca. Ahora, por su reconocida capacidad de decidir cuánto tiempo de vida le queda al Gobierno de Patxi López, a quien apoya más por sentido de lealtad que de convicción; tras las próximas elecciones, por los decisivos votos que, en este caso, le podrían asegurar al PNV una mayoría absoluta. Vivir para ver, que diría Jaime Mayor Oreja.

Basagoiti se mofa del 'lehendakari'

Por: Juan Mari Gastaca | 18 abr 2012

Monagobasagoiti
Foto: EFE

En Euskadi, el pacto de estabilidad entre PSE-EE y PP sigue en pie por inercia y no por convicción. Si bien es cierto que por razones de imagen ninguno de los dos partidos se atreve, de momento, a provocar su ruptura, la ausencia de sintonía política haría comprensible, sin duda, la disolución en el caso de que se produjera. Hasta entonces, cada parte implicada en el acuerdo pone todo su empeño en alentar las profundas divergencias que ideológicamente les separan. Así, Patxi López, se ha convertido en el principal ariete contra la política ultraliberal de Mariano Rajoy hasta un nivel que provoca irritación a su socio en Euskadi. A su vez, el PP vasco ha afeado al Gobierno vasco su débil política ante la crisis y, sobre todo, que vaya un paso más allá en la política favorable a los presos de ETA

Con todo, hasta ahora no se había llegado a los golpes bajos. Antonio Basagoiti, presidente del PP vasco, ya ha levantado la veda. Irritado por esta línea crítica que viene manteniendo intencionadamente López como referente válido de la oposición del PSOE, el líder de los populares vascos no ha dudado en descalificar en público al propio lehendakari por carecer de título académico alguno. Además de recordarle su escaso ritmo de trabajo, y aunque en ningún momento utilizó su nombre, nadie tuvo dudas del destinatario cuando dijo: "Tiene menos preparación que Homer Simpson".

Basagoiti, licenciado en derecho, entiende, por tanto, que una persona sin estudios no está capacitada para cuestionar la política económica del Gobierno español. López, que no ha pasado por la Universidad, viene criticando el negativo impacto de los recortes anunciados en Educación y Sanidad, e incluso ha advertido de acudir a los tribunales si entiende que existe una posible invasión de las competencias de la autonomía vascas. Así se explicaría la sorprendente mofa que causó una lógica hilaridad entre los asistentes a la conferencia del presidente de Extremadur, el popular José Antonio Monago.

Pero más allá de este desprecio personal, que refleja, lógicamente, el actual desafecto entre ambos partidos, e incluso la capacidad de contención ante la crítica, se proyecta una sensación perniciosa para la continuidad de un pacto en el País Vasco porque dinamita buena parte de su razón de ser, muy cuestionada desde sectores abertzales, además, desde que ETA anunció el final de la violencia. ¿El PSE-EE se quedará de brazos cruzados tras la bofetada para no echar más leña al fuego?

La Ertzaintza tiene un problema

Por: Juan Mari Gastaca | 13 abr 2012

ARES COMPARECENCIA 2
En una Euskadi en paz, la contradicción social y política ha venido de la mano de una pelota de goma mortal. Fatídicamente una celebración deportiva, alentada por el incontestable fervor popular que provoca esta temporada el deleite del Athletic en Europa, ha ensombrecido un fenómeno sociológico como es el fútbol con la muerte de un vitalista seguidor, víctima inocente de la descalificable actuación de un ertzaina aturdido y, a su vez, prisionero para acatar la estrategia demente de su inmediato superior, incapaz de sofocar una algarabía, eso sí, también desproporcionada.

Después de 30 años sufriendo el hostigamiento del terrorismo, con muertos sobre la mesa durante la cruenta ofensiva de ETA, ahora que la violencia es un escenario superado, la Ertzaintza se busca a sí misma en medio de una fundada crítica que prende en su responsabilidad directa en el fallecimiento del joven Iñigo Cabacas y que se prolonga en el debate sobre su protocolo de actuación en el nuevo tiempo político de Euskadi.Envuelta en una prolongada conflictividad sindical desde la llegada del Gobierno López, reacia de entrada a todo cambio que moviera el andamiaje interno acuñado desde su creación por mandos nacionalistas, la Ertzaintza afronta una incómoda mirada introspectiva que pasa, de inmediato, por la depuración de responsabilidades en una muerte tan injusta. Lo va a hacer ayudada por un clima político contenido pero exigentemente democrático como se puso de manifiesto durante la calculada comparecencia del consejero Rodolfo Ares en el Parlamento vasco. En la calle, en los partidos, existe la lógica confianza compartida en que la investigación abierta llegue hasta el final para que nunca quede el menor resto de sombra, que sería tan fatalista como inaceptable.

Es posible que quienes han situado en la dimisión de Ares la condonación del duelo se sientan decepcionados porque no se va a producir y, además, no hay clamor que la soporte. En realidad, ante esta muerte, la exigencia democrática debería ambicionar conquistas tan elementales como la identificación de quién dio la orden, en qué basó su decisión y quien la ejecutó dejando malherido a Cabacas. Y, en justicia, no olvidarse de explicitar las condiciones en las que se produjo esta iabominable actuación. La Policía vasca sabe de emboscadas fatídicas, de ataques incendiarios, de atentados a pie de calle que han atormentado, en silencio, a decenas de agentes. Posiblemente sea su costosa contribución en la conquista del espacio público para la libertad. Y, sin embargo, ahora tiene un problema: ha derramado la sangre de un inocente.

Aberri Eguna: pulso 'abertzale'

Por: Juan Mari Gastaca | 08 abr 2012

PNV
El discurso soberanista ha venido para quedarse en Euskadi definitivamente. En realidad, siempre ha estado latente, o en ocasiones silente cuando azotaba el terrorismo, pero ya sin ETA cobra una vigencia inexcusable que asoma en la plaza pública. En la celebración del Aberri Eguna ha emergido lógicamente como una obviedad, pero aportando a esta celebración anual de los patriotas vascos un aditamento especial: los abertzales pelean, por primera vez, por la supremacía de un espacio que determinará quién detentará el poder una vez que finalice la legislatura del actual Gobierno López.

PNV y Amaiur están llamados a disputarse la victoria en las próximas autonómicas en un plano de tan abierta igualdad que su encarnizado pulso lleva camino de polarizar la campaña y, de paso, acotar de tal manera el debate a un contexto identitario que oscurecerá posiblemente el discurso del resto de fuerzas políticas. Pero lo harán con modelos muy diferentes, graduando sus exigencias, aunque desde un mismo punto de partida: la soberanía como razón de ser.

No es el Aberri Eguna un escenario objetivo para detraer otras conclusiones al margen de las soflamas independentistas, empeño en el que los dos grandes sectores del nacionalismo coincidieron como siempre es de prever. Sin embargo, Iñigo Urkullu aprovechó la ocasión para remachar un discurso donde nada de lo que ocurre a su alrededor le resulta ajeno. Es por ello que el presidente del PNV, enfudado como siempre en su ropaje de dirigente preocupado por los efectos de la crisis, recordó con el mismo tono a Mariano Rajoy sus deberes pendientes con la política penitenciaria, no ocultó el ansia por recuperar el poder de Ajuria Enea con la enésima censura al Ejecutivo socialista, pero, sobre todo, advirtió de que se sepa valorar las actitudes que han conformado el actual clima de paz. Una vez llegados a este punto, Urkullu jamás olvida repasar intencionadamente como ha sido el tránsito de la izquierda abertzale tradicional.

Para Amaiur, en cambio, todo es más fácil cuando se trata de auditorios tan entregados como el del Aberri Eguna que no obligan a otro empeño que galvanizar los sentimientos con mensajes que alientan la fibra independentista. Lo volvieron a hacer y en esta ocasión la fotografía de situación refleja, más allá de la consabida respuesta multitudinaria propia de su innata capacidad de convocatoria, una engrasada unidad de acción a la que alimentan los recientes éxitos electorales.

Esta pugna abertzale que toma cuerpo con la intensidad propia de jugarse el poder podría silenciar otras voces en el debate que ya asoma. Lo haría, además, con la fuerza de la razón de una previsible mayoría parlamentaria que determinaría la suerte de una cuestión nuclear, largamente larvada, como es el marco jurídico. Y ya entonces no sería el pretexto del Aberri Eguna.

 

 

 

 

La mala imagen del PNV alavés

Por: Juan Mari Gastaca | 02 abr 2012

500Gerenabarrena-Agirre
El PNV sangra por la herida de la división interna en Álava. Y se nota demasiado. Una elección de burukides que debe sentenciar un tribunal no augura estabilidad porque, de entrada, divide el pleito entre vencedores y vencidos. Por este dilema transitan las primeras horas, nada estables, de la nueva ejecutiva de Xabier Agirre, posiblemente el único político que ha dispuesto en apenas una semana de dos equipos de dirigentes distintos.

Esta ostensible exhibición de fuerza en el seno del PNV alavés ensombrece la imagen del partido, precisamente en un territorio donde la pérdida de músculo electoral obliga a una recomposición que, ahora mismo, se antoja una quimera teniendo en la mano la fotografía final de la renovación de sus cargos. Es evidente que las dos manidas sensibilidades asociadas a este partido han aflorado con especial crudeza en esta territorial jetzale.

Con la apuesta por Agirre, el EBB, y con él un significado porcentaje de afiliados alaveses, no ocultó sus preferencias por propiciar la salida de Iñaki Gerenabarrena. Les unía la necesidad de un cambio en la acción política, de un alineamiento con las tesis oficiales y de la obligada catarsis que hiciera olvidar los supuestos casos de corrupción. La llegada del cambio, vaya. En el empeño aglutinaron las fuerzas suficientes, a tal punto que les valió para infringir la primera derrota a los soberanistas en la elección de representantes alaveses en la dirección del PNV. Fue un aviso, pero el sector de Gerenabarena no se arrugó y recogió el guante.

La pelea de la renovación en el PNV alavés ha sido desagradable, según recoge el parte de guerra de los dos bandos en conflicto. Quizá no podía ser de otra manera a la vista de los antecedentes: Gerenabarrena no quería irse y el EBB lo deseaba: alguien tenía que perder la batalla. Sin embargo, es posible que todos hayan dejado demasiados pelos en la gatera. Los derrotados porque siguen sin aceptar las decisiones de sus propios órganos internos, en un gesto que cuestiona su convicción democrática; los ganadores, porque les acompaña el incómodo fantasma de quienes no les reconocen su triunfo.

Con el horizonte, cada vez más cercano, de las elecciones autonómicas, bien haría el PNV alavés, por su propio interés, en recomponer su figura. Tras su pérdida de poder institucional, amenazado electoralmente por Bildu dentro y fuera de Vitoria, con los próximos ecos judiciales de los procesos abiertos a varios de sus exburukides, vencedores y derrotados deberían asumir cuanto antes que el electorado castiga sobremanera las disensiones. Una fuga de votos en este territorio podría desnivelar  entre abertzales y nacionalistas una balanza que parece muy compensanda entre las previsiones de Gipuzkoa y Bizkaia.

El País

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