Sobre el autor

Juan Mari Gastaca

, delegado de El País en Euskadi. Se abre aquí un hueco para intercambiar opiniones sobre la vida política que en esta tierra vasca no deja a nadie indiferente y mucho menos cuando llegan unas elecciones.

Sobre el blog

Hablaremos sobre el día a día de la vida política que afecta a Euskadi, dentro y fuera de la casa común vasca.

Eskup

Paso a paso, de victoria en victoria

Por: Juan Mari Gastaca | 20 jun 2012

WEB SORTU EUSKALDUNA
El que resiste, gana. Y la izquierda abertzale bien lo sabe. Con la habilitación de Sortu como partido político, Batasuna abandona definitivamente el ropaje de la ilegalidad,  del que siempre, sin embargo, ha sabido sacar el rédito suficiente. Le han bastado exactamente dos años desde que Rufi Etxebarria e Iñigo Iruin irrumpieran en el palacio Euskalduna de Bilbao, aquel 20 de junio, abanderando el impulso de un proceso democrático y la asunción de los denominados Principios Mitchell, para que ahora el Tribunal Constitucional, otra vez partido por la mitad (6-5) como ocurrió con la legalización de Bildu, crea que es verdad el abrazo de este movimiento soberanista a la democracia, a la paz, como dicen sus estatutos.

Quizá fue una premonición, pero al renunciar en 2010 a la violencia decidieron acomodar su discurso bajo la estrategia Lortu Arte (Hasta conseguirlo). Iniciaban, o quizá aceleraban, una nueva cruzada ideológica. Lo hacían tras sufrir el calvario derivado de la aplicación de la Ley de Partidos y asumir la estéril influencia que la consigna de socializar el sufrimiento dejaba en la sociedad vasca, hastiada del terror. Fue así como precipitaron una catarsis que ha transformado la esencia de la izquierda abertzale hasta convertirla en un nuevo partido político.

La legalización de Sortu llega en un momento especialmente convulso. Aprovecha, sin duda, la falta de renovación del Tribunal Constitucional, mientras la exigua diferencia de la resolución alienta la polémica, principalmente jurídica. A su vez, impulsa las expectativas electorales de una coalición abertzale Euskal Herria Bildu con la capacidad de apoyo social más que suficiente para plantearse seriamente la victoria en las próximas autonómicas en Euskadi. Con ello, claro, eleva la presión sobre el PNV y, sobre todo, sobre sus expectativas de posibles pactos para recuperar el poder, obligados en la actual geometría variable que condiciona la política vasca desde que ETA dejó de matar. En el medio de esta pugna por la supremacía nacionalista, acechado por los efectos de la crisis y con una deuda cada vez más preocupante, aparece un Gobierno vasco del PSE-EE sin otro apoyo que sus 25 parlamentarios, a quien acucia la insistente demanda de un adelanto electoral.

Con esta política de paso a paso, de victoria en victoria, a la izquierda abertzale solo le falta la puesta en libertad de Arnaldo Otegi, su icono. Una vez que lo consiga, quizá la geometría variable de hoy se antoje una quimera porque los vasos comunicantes de la realidad electoral ya no serán los mismos. Hasta entonces, no obstante, quedará tiempo suficiente para comprobar cómo se adapta Sortu a la convivencia política con Eusko Alkartasuna, Alternatiba y Aralar, piezas necesarias hasta ahora para cincelar un barniz democrático en la reconversión abertzale, pero de un relativo peso electoral. Sin embargo, nadie imagina divisiones cuando se empieza a tener tanto poder en las manos. La izquierda abertzale seguirá mandando por encima del nombre del cartel que le cobije. Sus problemas, desde luego, están en otro sitio.

Hacia la convivencia, pero en voz baja

Por: Juan Mari Gastaca | 17 jun 2012

ACTO DONOSTI BLOG JMG
El terror ha causado tanto sufrimiento en Euskadi que se antoja imposible predecir cuánta generosidad es necesaria para abrazar, de una vez, la convivencia. Pero, afortunadamente, existe una conciencia generalizada -las excepciones, en este tipo de casos, mejor obviarlas con respeto- de que una vez alcanzada la paz hay que cicatrizar la herida aunque sin exigir a nadie que olvide cómo se produjo.

En este contexto tan ilusionante como espinoso se suceden las experiencias. Todas ellas llevan implícito un mensaje intencionado en su gesto. Precisamente por su génesis tan diferente resulta más fácil su identificación y más propicia su interpretación. Es decir, un encuentro retransmitido entre una víctima del atentado de Hipercor y el etarra salvaje que accionó la bomba mortal tiene, sin duda, su aportación específica hacia la reconciliación, principalmente por el efecto multimedia que le rodea, pero si hay que quedarse con un gesto que te entre por los ojos, remueva tu conciencia y te haga pensar que existe un camino para el reencuentro en Euskadi, ahí está la experiencia vasca de Glencree.

Ningún tipo de víctima se ha quedado fuera de esta experiencia tan sugerente, trabajada en voz baja sin focos ni alharacas. Era una llamada a compartir cuando todavía ETA no se había dado cuenta de que sobraba en este país. Y nadie se indignó porque se les pudiese equiparar. Es decir, que se adelantaron a los tiempos. Hace cinco años, este amplio y significativo grupo de la iniciativa Glencree ya dieron por superado el terrorismo, pero, sobre todo,  superior ver la superación del odio y de las diferencias ideológicas para un día respetarse como máxima expresión de auténtica libertad.

Dejan atrás recelos, dudas, dolor, mucho dolor, pero, a cambio, dibujan un escenario de esperanza. Lo han hecho en silencio, comprometiéndose a no convertir en un espectáculo periodístico su difícil trabajo por la paz. Todo un ejemplo, vaya, que se incrusta, paradójicamente, en medio de una peligrosa polémica sobre los mediáticos contactos entre víctimas y verdugos que lleva consigo una evidente discrepancia entre la sutileza que propugna el Gobierno vasco y la dimensión propagandística que procura el Ministerio del Interior.

Una vez escrutadas las diferentes experiencias que se van sucediendo para cicelar una sociedad más comprometida con la paz, a nivel de calle es evidente que no gustan las sobreactuaciones. Quizá  obedezca al reflejo directo de ese carácter sobrio que se atribuye al pueblo vasco. Los sentimientos solo necesitan que se sientan. Ahí está la clave del exito Glencree. Y, por cierto, sin ningún político en la foto.

PP-PSE, divorcio enrabietado

Por: Juan Mari Gastaca | 13 jun 2012

WEB BASAGOITI LOPEZ
Aquel inédito pacto político de 2009 entre PP y PSE en el País Vasco, entendido como asunto de Estado por la lucha contra ETA, es hoy pura ceniza. A su extinción ha contribuido, muy por encima del final de la violencia, el indisimulado deseo de ambos partidos de oxiginear su discurso propio con la mirada puesta en unas elecciones autonómicas, que, sin embargo, no les serán especialmente propicias según las primeras estimaciones demoscópicas.

En ese propósito estratégico de caminar por senda propia, los socialistas han puesto mucho más empeño, aprovechando la veta que supone oponerse férreamente a los recortes de Mariano Rajoy en áreas de hondo impacto ciudadano como educación y sanidad. Como resultado, el lehendakari, Patxi López, se ha instalado en un discurso muy cómodo, de llegada fácil pero que ha acabado por irritar no solo a los populares vascos, sino especialmente al Gobierno central.

A tal extremo llega la indignación en Madrid con la oposición socialista desde Euskadi que, paradójicamente, la comunión de intereses en materia de Interior ha saltado por los aires. Ya no hay entendimiento; peor aún, cada bando va adecuando su propio mensaje ante una misma realidad, a la que miran con ojos e intenciones delicadamente distintos. Sería imposible imaginar hace apenas medio año que un ministro del Interior calificara de "impresentable" cualquier iniciativa del Gobierno vasco sobre víctimas, aunque éstas fueran motivadas por excesos policiales. Vaya,entonces se hubieran cocinado las diferencias a puerta cerrada; ahora han abierto la ventana para que se escuchen los gritos.

Así las cosas, Madrid y País Vasco ya no van de la mano en el final del terrorismo. Podría decirse que solo han sabido entenderse cuando ETA estaba en activo. Roto el pacto político, que deja a Patxi López en una debilitada situación parlamentaria, los dos Gobiernos comparten, claro, un escenario de convivencia y de libertad a partir de la ausencia de la violencia, pero les separan demasiadas cosas: la política penitenciaria, la mirada al entorno abertzale y, quizá, hasta el grado de supeditación a las exigencias de las propias víctimas, implacables en el marcaje sobre Jorge Fernández Díaz.

Este hondo desgarro entre PP y PSE augura un divorcio enrabietado. Además, el ambiente preelectorial en el que Euskadi se ha instalado en plena crisis económica, alimenta la reyerta política. A medida que López y el socialismo vasco desacrediten a Rajoy, los populares se echarán con mayor frecuencia en los brazos del PNV para ridiculizar así la soledad del lehendakari en la Cámara. ¿Hasta cuándo se podrá seguir así? En la respuesta está, lógicamente, la clave sobre el presumible adelanto electoral, al que el Gobierno vasco se resiste quizá únicamente por motivos de supervivencia. Hasta entonces, podría entenderse como una fatalidad que semejante divergencia política entorpeciera la mayoritaria exigencia de la sociedad vasca de que es prioritario consensuar cómo vamos a vivir, de una vez por todas, en paz.

Bildu asusta al PNV

Por: Juan Mari Gastaca | 07 jun 2012

WEB GARITANO JJGG
Gipuzkoa se ha convertido en el auténtico laboratorio político de Euskadi. La apuesta política de la izquierda abertzale y la desaparición del terrorismo alimentan el ensayo de la geometría variable que se visualizará en el Parlamento de Vitoria a partir de las próximas elecciones vascas. Hasta entonces, en un territorio abonado mayoritariamente a la sensibilidad nacionalista como el guipuzcoano, Bildu, con una holgada supremacía territorial, y PNV, buscándose a sí mismo en la oposición, escenifican una tormentosa convivencia con la vista puesta en las próximas autonómicas.

Un año después de su llegada al poder en la Diputación, principalmente, y en el Ayuntamiento de San Sebastián, Bildu le tiene tomada la medida al PNV. Dicho de otro modo, Joseba Egibar no se atreve a plantar cara a los abertzales, convencido de que el desgaste en el desempeño del poder se trasladará a las urnas y que, sobre todo, cualquier intento por descabalgarles alimentaría su victimismo. Mientras, la coalición, muy consciente de esta táctica autista de los jeltzales, asienta progresivamente sus esquemas estratégicos, desoyendo cuando le interesa la voz mayoritaria  de las Juntas Generales, a la que democráticamente debe rendir cuentas.

Bildu ha hecho bandera de un nuevo sistema de recogida de basuras que acaba con el modelo de la incineración. En realidad, este tipo de actuaciones simbólicas es muy propio de la izquierda abertzale como ha venido ocurriendo con Lemóniz, la autovía de Leizarán o el Tren de Alta Velocidad. Ahora bien, en este caso ha desariado al propio PNV, de quien, primero, se aseguró la abstención para aprobar los presupuestos de la Diputación de Gipuzkoa a cambio de seguir adelante con la construcción de una incineradora.

Sin incineradora, con un golpe seco a la política medioambiental seguida por el PNV en la legislatura anterior, acusados de haber llevado a la ruina económica el futuro de las carreteras del territorio,el gobierno de Martin Garitano ha sembrado la duda en la casa de su principal enemigo. ¿Qué harán ahora los nacionalistas guipuzcoanos? ¿Qué piensa el núcleo vizcaíno del EBB tan crítico en su día con el voto prestado a los abertzales en los presupuestos forales? Gipuzkoa sigue siendo un problema para Iñigo Urkullu, precisamente en el momento más inoportuno. Una traslación a las autonómicas del actual desequilibrio entre ambos partidos determinaría en exceso el resultado global.

A su vez, los abertzales asisten complacidos al desguace que provoca en el resto de la oposición la manifiesta debilidad del PNV porque es un ejercicio de manifiesto desencuentro. Socialistas y populares cuestionan públicamente el miedo escénico de Egibar y su candidato Markel Olano a plantar cara a Bildu. Son crítica permanentes, que abortan, de hecho, cualquier entendimiento a medio plazo sobre una reprobación o una moción de censura. ¿Le será rentable al PNV? ¿Y si Patxi López no adelanta las elecciones, cuántos desaires más estarían dispuestos a encajar?

 

¿Histórico? Esta vez no

Por: Juan Mari Gastaca | 02 jun 2012

Presos
El acreditado marketing abertzale auguraba la cita de los presos de ETA en Gernika de una sugerente comparecencia histórica. Parecía, por tanto, que llegaba el momento preciso de un paso adelante, no el de la disolución, claro, pero sí al menos el que hablara de un despegue de ese inmovilismo dogmático asociado a una amnistía imposible. A la vista del pronunciamiento, sin otra novedad que el alineamiento, lógico a estas alturas, con el cese de la violencia y la apuesta por la vía política, habrá que esperar a una próxima ocasión.

El intencionado empeño de la izquierda soberanista había sembrado de la lógica expectación esta comparecencia del colectivo oficial de presos de ETA, a la que se llegaba, incluso, después de un proceso de reflexión interna. Así las cosas, no resulta extraño que la cita se rodeara de una solemnidad casi propia de aquella comparecencia en el Euskalduna donde los inspiradores de la catarsis abertzale dijeran que había llegado el momento de renunciar a la violencia. Precisamente, semejante boato acrecienta la decepción por el alcance del mensaje de los presos, muy lejos de la exigencia que se les presupone a estas alturas del partido.

Con todo, bien es cierto que podrá escucharse ahora desde la óptica abertzale que ETA sigue cumpliendo con su palabra de renunciar al terror. Pero si todo el balance queda reducido a esta complacencia, podría decirse sin riesgo de error que no quieren entender cual es el camino a seguir.

Proclamar en mayo de 2012 que las vías de solución pasan por la amnistía y la autodeterminación es golpear la sensatez y retroceder a la vía del escepticismo. Posiblemente en esta ocasión la izquierda abertzale no ha conseguido imponer ni su tempo ni su mensaje a los presos. Los ocho puntos de Gernika no van a merecer un segundo de atención en Madrid ni en París. Y estos desaires también son una bofetada a la estrategia de Bildu-Amaiur-Sortu, que estaba convencida de que el EPPK iba a abrazar las soluciones individuales bajo el control estratégico del colectivo. Ocasión fallida. Habrá que seguir esperando a la auténtica ocasión histórica, pero, cuidado con la demora, que el nerviosismo se instala entre presos y familiares.

El País

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