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Juan Mari Gastaca

, delegado de El País en Euskadi. Se abre aquí un hueco para intercambiar opiniones sobre la vida política que en esta tierra vasca no deja a nadie indiferente y mucho menos cuando llegan unas elecciones.

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Hablaremos sobre el día a día de la vida política que afecta a Euskadi, dentro y fuera de la casa común vasca.

Eskup

Para Urkullu, la crisis antes que la nación

Por: Juan Mari Gastaca | 30 sep 2012

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Ni siquiera el vendaval soberanista de Cataluña ni la propia fiesta popular de su partido, siempre propicia a la afectividad, alteran la voluntad de Iñigo Urkullu, presidente y candidato por primera vez a lehendakari del PNV. Lo vino a demostrar ante decenas de miles de enfervorecidos militantes, en un estudiado escenario de unidad interna, precisamente ahora que se juegan la vuelta al poder. Fue, lógicamente, un discurso de fácil llegada al corazón nacionalista, con proclamas propias de un guión identitaria, pero, sin embargo, incapaces de arrebatar la preponderancia que este partido con responsabilidad de gobierno viene concediendo en las últimas semanas a la exigencia de soluciones a la crisis.

Urkullu lleva en su ADN político la ilusión sabiniana de una patria vasca, pero sabe que ahora no toca exhibiciones de este corte. Ahí radica el punto de partida de su guión electoral, donde se entrecruzan los socorridos llamamientos a la voluntad del pueblo vasco para que defina su futuro, pero, principalmente, a que solvente su presente. Una cuestión temporal encardinada con un evidente interés electoral para que proyecte una imagen de responsabilidad como nexo de unión con un electorado que, una vez solventada la amenaza de la violencia, ya no esconde su inquietud por la coyuntura económica.

Precisamente esta prioridad económica descompone el guión de sus adversarios. PSE y PP abrieron esta precampaña convencidos de que PNV y EH Bildu sostendrían una encarnizada pelea por el órdago del estado independiente vasco que alejaría a los nacionalistas de la preocupación mayoritaria de la sociedad. Urkullu no ha entrado en el juego. Entiende que entre los suyos no tiene que superar la prueba del algodón nacionalista y por eso se afana en acentuar su imagen de gestor preocupado por la mejora social y económica de Euskadi. Eso sí, a cambio, deja al descubierto todo un flanco, el soberanista, que en su día taponó con acierto la voz más desafiante de Juan José Ibarretxe, el candidato imposibl sí pero soñado también en muchos batzokis para cortocircuitar el crecimiento de la coalición abertzale.

En esta apuesta, el PNV, consciente por tanto del riesgo que supone el resultado electoral, ha dado la voz de la inexorable unidad interna. Así debería entenderse ese intencionado guiño que Urkullu hace a la memoria del veterano Xabier Arzalluz, últimamente muy alejado del partido y cercano, en cambio, a las tesis abertzales más duras. O, incluso, la presencia de los dos lehendakaris anteriores, José Antonio Ardanza e Ibarretxe, dotados de dos sensibilidades bien distintas dentro del propio partido, pero que avalan públicamente a su nuevo candidato y a quien respaldarán en varios actos de la inminente campaña.

Claro que Urkullu retroalimentó en el Alderdi Eguna del PNV el corazón nacionalista de los suyos hablando de la capacidad de decisión y del anhelo de una futura nación vasca en Europa, pero con  la misma severidad apeló al espíritu de la pala y las botas de 1983, cuando Euskadi superó con su esfuerzo los efectos devastadores de las inundaciones. Vaya, que tampoco esta vez alentó los fantasmas.

 

En Euskadi, primero la crisis

Por: Juan Mari Gastaca | 23 sep 2012

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La pelea electoral entre PNV y EH Bildu hacía presagiar ante el 21-0 un debate incansable en Euskadi sobre el camino hacia el independentismo. Nada de eso. Ha valido que la crisis entre por las rendijas de la sociedad vasca a nivel de cada casa para que el debate identitario quede para mejor ocasión. Ni siquiera la ola creciente de Cataluña se ha dejado querer más allá de lo previsible en el discurso de la izquierda abertzale.

¿Las razones? Al PNV, ahora, ante la everfescencia electoral, no le interesa. Iñigo Urkullu, su presidente y nuevo candidato a lehendakari, busca otro ropaje dialéctico para la ocasión. Sabe que si se enfrasca en la lectura de la reivindicación soberanista, su rival más inmediato le puede superar en la intensidad de la apuesta y, aún peor, comprometerle para iniciar un viaje conjunto del que los nacionalistas no quieren ni oír hablar de momento. Por eso, en sus innumerables comparecencias, el líder peneuvista exhibe la capacidad de gestión de su partido para transmitir al votante la seguridad suficiente ante la incierto escenario económico en el que, poco a poco, Euskadi también se va instalando aunque con menor gravedad que el resto de España.

Además, el PNV ni siquiera quiere compartir con EH Bildu la fotografía independentista. Tiene su propia opción, la que Urkullu llama nuevo estatutus político y que abordará en 2015. Así, suaviza de momento el mensaje entre los sectores, principalmente económicos, que temían por una sacudida identitaria para evitar que los abertzales les arrebataran una significativa parte de su granero electoral, sobre todo en al abonado terreno de Gipuzkoa.

A pesar de esta evidente esfuerzo del PNV, el PP no se lo cree y lo hace interesadamente porque así sustenta una parte de su actual discurso. Antonio Basagoiti sabe que situar a los nacionalistas cerca de EH Bildu alienta las dudas a un sector sociológico de Bizkaia que les puede acabar votando. Por eso Urkullu se desgañita en esta territorio en abanderar el mensaje económico, que antepone a cualquier dialéctica identitaria.

En el PSE-EE se han percatado con rapidez del desmarque del PNV y de ahí que eludan las referencias sobre el marco jurídico de Euskadi en este primer debate antes de la campaña electoral. El lehendakari, Patxi López ha buscado un discurso propio. Como consecuencia directa de su condición de gobernante, quiere situar el cuerpo a cuerpo en el ámbito de la preocupación ciudadana. Y es ahí donde trata infructuosamente de enganchar a Iñigo Urkullu, que se resiste porque le ampara una sensible diferencia de votos y una condición admitida de favorito.

Así las cosas, Euskadi amaina la tormenta catalana, pero lo hace dejando todos sus efectos emotivos en manos de EH Bildu. La opción abertzale los aprovechará, sin duda, para consolidar así una alternativa programática que proyecta la soberanía como el remedio de todos los males socioeconómicos y políticos. Tras el fin de la violencia, es su mensaje.

Otegi se disculpa antes de las elecciones

Por: Juan Mari Gastaca | 16 sep 2012

Otegi
Arnaldo Otegi, en un juicio en 2011. / EFE

Arnaldo Otegi ha entrado en campaña desde la cárcel. Lo ha hecho, además, como acostumbra la izquierda abertzale cuando pretende hacerse notar: eligiendo el mensaje y el momento adecuados. El emblemático preso, encausado por ideologizar la transformación de la violencia a las vias políticas y que la Justicia entiende como encargo de ETA en el llamado caso Bateragune, ha decidido ahora, en plena campaña preelectoral del 21-0 en Euskadi, pedir disculpas, que no perdón, a quienes se consideran víctimas de su acción política, donde incluye su credencial terrosta.

Siempre hay tiempo para el arrepentimiento y Otegi ha elegido el más interesante para EH Bildu. Marcando los tiempos con siempre hace el movimiento político al que ilumina, proyecta desde las páginas de un libro -  al que, de paso, garantiza el éxito mediático de su campaña de promoción-  la catarsis de una apuesta política que busca su rentabilidad ahora que se juega su suerte electoral. Con su relato, donde destierra toda concomitancia con la violencia, barniza definitivamente las candidaturas que lidera Laura Mintegi, a las que impulsa para encarar el cuerpo a cuerpo con el PNV, que se presume muy igualado según las primeras encuestas.

De momento, fiel a la ortodoxia del lenguaje militar, Otegi no llega a pedir perdón. Entiende que con decir "lo siento" ya es suficiente por ahora. Bien es es cierto que jamás había llegado tan lejos a pesar del tiempo y de las ocasiones de que ha dispuesto, pero supone todo un gesto de alivio sobre todo para los partidos que acompañan a la izquierda abertzale a las urnas porque les quita un incómodo peso de la mochila, precisamente cuando más lo necesitan.

Icono del movimiento soberanista, Otegi se ve obligado a admitir que el proyecto político construido en torno a la socialización del sufrimiento, el tiro en la nuca y la extorsión, al que durante décadas nunca levantó la voz para criticar, llevaba camino de estrellarse en la costa. Al desnudar tan abiertamente este error, posiblemente la democracia encuentra su recompensa después de tanto sufrimiento. Quizá suponga la lectura más reparadora después de tanto desgarro estéril.

Con todo, sería injusto no valorar el gesto de Otegi, más allá del momento elegido y de negarse al perdón, porque la convivencia en Euskadi, a partir del fin asegurado de la violencia, lo necesita. ¿Suficiente? Posiblemente  no para quienes siguen pensando que ETA existe, o que el arrepentimiento ni siquiera ha llegado a sus presos tras espectáculos patéticos como el caso Bolinaga. Pero la exigencia democrática pasa, sin duda, por la actitud de Bildu y del resto de marcas electorales abertzales. Ahí se juegan su credibilidad.

En una semana a favor de la corriente sin desgastarse un músculo tras la explosión soberanista en la Diada y la confesión mediática de Otegi, EH Bildu apenas tiene que escarbar en su programa para alentar sus expectativas electorales. Mientras, PNV y PSE-EE, por ejemplo, se enzarzan en adecuar cuál debería ser la política fiscal más adecuada para un País Vasco que empieza a sentirse tan concernido como España por el azote de la crisis.

La Diada envalentona a EH Bildu

Por: Juan Mari Gastaca | 12 sep 2012

DIADA
El efecto mimético para Euskadi de la explosión independentista de la última Diada llega para quedarse en pleno debate preelectoral. Tal sacudida mediática generada a ras de acera no deja a nadie indiferente y, desde luego, mucho menos a las sensibilidades soberanistas. EH Bildu, por ejemplo, se siente envalentonada por el retrato de Barcelona. No le falta razón ni argumentos, desde luego. Es un estado de exultación al que llega con comprensible rapidez porque ve refrendados sus principios existenciales y, además, en la calle, el escenario emblemático donde siempre ha planteado sus batallas ideológicas. Para la izquierda abertzale, como para las decenas de miles de manifestantes catalanes, el catón reivindicativo sonroja por su sencillez expositiva: la diabólica crisis económica es un cáncer congénito de España que sólo podrá curarse con la extirpación que supone la soberanía.

El PNV, en cambio, aparece menos exultante aunque no se le note. En realidad, siempre ha evitado las estridencias cuando se trataba de exteriorizar el sentimiento soberanista porque el espíritu de la patria vasca ya lo lleva en el ADN y entiende que no necesita sobreactuar. Ahora bien, precisamente cuando se juegan el triunfo electoral del 21-O con EH Bildu, los nacionalistas no desaprovecharán el caldo de cultivo catalán. Lo harán a su modo, como acostumbran, con el pragmatismo propio de un partido de gobierno que controla los tiempos de sus reivindicaciones en función de sus intereses. Claro que Iñigo Urkullu se siente feliz por el castigo ciudadano a España como referencia unitaria, pero que no le espere EH Bildu para proclamar la independencia.

Mientras, PSE-EE y PP buscan su hueco para no verse arrollados por el vendaval soberanista. Ambos partidos se esfuerzan, con distinta partitura eso sí, por introducir la variable de la crisis como razón de ser de la auténtica preocupación ciudadana. El lehendakari, Patxi López, lo quiere conseguir por el sutil procedimiento de sustanciar la auténtica razón de ser de manifestaciones tan multitudinarias como la de Barcelona: "la gente protesta porque se siente víctima de un agravio económico", diene a decir. Con este dardo, aisla el componente soberanista porque no le interesa para armar su argumento y prefiere agitar el dardo para criticar la ceguera política de Mariano Rajoy en materia autonómica.

Los populares, en cambio, han elegido el único camino que a Antonio Basagoiti, le queda libre: rescatar el tradicional discurso, ya conocido en Euskadi, del riesgo de fractura social que encarna la apuesta soberanista para demonizar el contubernio que advierte en los movimientos independentistas de EH Bildu y PNV. Y así, unos y otros, hasta el 21-O desde hoy, un día en el que se ha conocido que la economía de Euskadi ya va tan mal como la de España.

La despedida de Zabaleta tiene mensaje

Por: Juan Mari Gastaca | 06 sep 2012

Zabaleta
Gemma Zabaleta, referente en el PSE-EE de la línea vasquista siempre identificada con Jesús Eguiguren, deja la primera línea de la política controlando públicamente su disgusto. Quiere irse de puntillas, evitando el portazo, pero le resultará imposible ocultar mucho tiempo su abierta desazón al verse abandonada a su suerte después de una curtida trayectoria. Esta defensora de la renovación interna del socialismo real, que prefiere a Carme Chacón antes que a Alfredo Pérez Rubalcaba, consejera de áreas tan nucleares en un Gobierno vasco como son Trabajo y Servicios Sociales, no tiene sitio preferente en las listas del 21-O. Decepcionada, se vuelve a dar clases.

No es una marcha por cansancio; es un abandono por desencanto. A Zabaleta le desagrada profundamente el inmovilismo interno del PSE-EE y prefiere irse. En realidad, como le ocurre al exalcalde de San sebastián y hoy diputado Odón Elorza, esta filóloga y catedrática de Lengua y Literatura nunca ha sentido la atracción por el poder que, al parecer, proporciona asentarse en el aparato de tu propio partido. Pero sí es verdad que en ocasiones ha ido demasiado por libre como para que nadie repare en desmarques así.

En un escenario sin violencia, con una deriva nacionalista de holgada mayoría en el nuevo Parlamento vasco según todas las estimaciones, el PSE-EE se queda sin un reconocido nexo de unión con el ámbito abertzale. ¿Tendrá incidencia? De entrada, está demostrado que el verso suelto de Zabaleta y Eguiguren siempre ha arrancado votos allá donde el socialismo tradicional jamás imaginó. Ambos comparten desde hace años la misma radiografía sobre el futuro político de Euskadi, aunque la consejera utilice mensajes menos estridentes.

Con la caída de Zabaleta a la retaguardia, la línea vasquista del PSE-EE se debilita evidentemente, pero solo en una apariencia formal. En realidad, será el punto de partida para crear desde la base un clima de pensamiento entroncado con la nueva realidad que llega a Euskadi para quedarse definitivamente. Eso sí, dispondrá, como hasta ahora, de un peso reducido y, por supuesto, supeditado a la suerte política de la línea mayoritaria que, de momento, identifican Patxi López y Rodolfo Ares.

Con todo, ante un abandono tan precipitado como sonoro, haría bien la dirección socialista en sustanciar si Zabaleta tiene razones políticas para dar este portazo. Bien es cierto que la urgencia electoral tampoco deja tiempos muertos para reflexiones intricadas que pueden dejar jirones en el desencuentro. Pero, sin duda, es un revés que altera la armonía y desempolva asignaturas pendientes, precisamente cuando llega el difícil momento de abandonar el Gobierno y la Administración y encontrarte con una realidad de ácida digestión.

El gesto de EH Bildu que enfada al PNV

Por: Juan Mari Gastaca | 02 sep 2012

WEN MINTEGI
En el descarado mano a mano electoral entre PNV y EH Bildu, no es baladí, más bien decididamente intencionado, que la candidata abertzale a lehendakari, Laura Mintegi, elija la balconada del hotel Carlton de Bilbao para fotografiarse junto a su futuro gobierno. Un gesto aderezado con la suficiente premeditación para garantizarse una inmediata proyección mediática en el País Vasco que, sin duda, contraría a su principal enemigo. Y, además, una imagen suficiente para compartir, como mínimo, el foco en el día de la proclamación de Patxi López como candidato de los socialistas a los comicios autonómicos del 21-O. Como si se tratara de una afrenta, el PNV no ha dudado en criticar con la inusitada rapidez que le aportan las redes sociales esta "intromisión" de su rival más incómodo.

En este céntrico hotel de cinco estrellas de la capital vizcaína, el primer Gobierno vasco del lehendakari José Antonio Agirre (PNV) mantuvo la sede ocho meses hasta su caída en octubre de 1937, en plena Guerra Civil española. Es, desde luego, algo más que un símbolo para la historia política de Euskadi y una seña de acuñado patriotismo para el entorno nacionalista. Consciente de ello, EH Bildu, sagaz en el regate corto, le acaba de añadir un ingrediente para agitar el pulso con el PNV al proclamar Mintegi con absoluta rotundidad que su voluntad como gobernante asa por recuperar el proyecto que Agirre abanderaba en defensa de la libertad del pueblo vasco.

Bien sabe la izquierda abertzale la renatabilidad de los gestos en política. En realidad, a ellos se viene acostumbrando posiblemente como una consecuencia asociada a su prolongada ilegalización. Pero con la foto de su gobierno vasco en la balconada del Carlton, precisamente el mismo lugar que les sirvió para presentar en sociedad a su candidata, EH Bildu envía un doble mensaje de largo alcance, que tiene sin duda al PNV como primer destinatario. De entrada, actualiza sin lenguajes estridentes su histórica apuesta identitaria por "la libertad del pueblo vasco" como principal exigencia democrática y, de paso, incita a su enemigo directo a que no sea infiel al legado de su emblemático primer lehendakari.

Se trata de la misma izquierda soberanista que, en una muestra más de su holgada capacidad operativa, apenas unas horas antes había sido capaz de liderar otra vez en las calles de San Sebastián una exigencia en favor de los derechos humanos de los presos de ETA, alargando así una constante reivindicación sustentada en el interminable caso Uribetxebarria y que le viene aportando una impagable rentabilidad política. Una vez en Bilbao, el turno para atender a la otra orilla que convive en el mismo granero electoral, la ocasión del gesto amable, la foto distendida de ese gobierno responsable que ahuyente los miedos de quienes todavía hoy siguen sin tener claro si son galgos o podencos.

El País

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