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Juan Mari Gastaca

, delegado de El País en Euskadi. Se abre aquí un hueco para intercambiar opiniones sobre la vida política que en esta tierra vasca no deja a nadie indiferente y mucho menos cuando llegan unas elecciones.

Sobre el blog

Hablaremos sobre el día a día de la vida política que afecta a Euskadi, dentro y fuera de la casa común vasca.

Eskup

Los enemigos de Basagoiti

Por: Juan Mari Gastaca | 29 ene 2013

Sirimiri pp
Los sobresaltos cicatrizan la carrera política de Antonio Basagoiti. Hasta hace un año, ETA le venía situando en la zona alta de sus objetivos cualificados. Desde que salió elegido presidente del PP vasco, no ha conseguido apaciguar los ciclotímicos arrebatos internos de algunos signficados compañeros. Ante semejante desgaste personal, y sin el alivio de los resultados electorales, resulta cada día más comprensible su deseo íntimo de abandonar la actividad política para dedicarse a la iniciativa privada.

Precisamente la fundada posibilidad de que el retiro de Basagoiti se aproxima parece haber agitado la cruzada siempre latente entre quienes añoran los años de la intransigencia política del PP concebida como resistencia al acoso nacionalista y de las pistolas. Supone activar un aislamiento social y político que justifique el victimismo y que, sin duda, fue reconocido en las urnas durante los años del plomo. De hecho, estos respaldos electorales, siempre superiores al conseguido por el giro aperturista e integrador de Basagoiti -que apoya Mariano Rajoy- representa el argumento esencial de los críticos, identificados con Jaime Mayor Oreja y jaleados por una recoocida caterva mediática

A este acoso, fomentado siempre desde Génova por el ala más dura del PP y con un escuálido respaldo en el País Vasco que se cuentan con los dedos de una mano, obedece la nueva oleada de críticas que, una vez más, acaba de liderar María San Gil, en el marco de un homenaje de la Fundación Gregorio Ordoñez. La expresidenta de los populares vascos, que afeó a Rajoy con su despedida ante el Congreso de Valencia, vuelve a señalar con el dedo el giro estratégico que no ideológico de Basagoiti.

Es cierto que algunas innovadoras actitudes de Basagoiti han causado sorpresa -hay quien lo eleva a incomprensión- entre sectores tradicionales del PP vasco. Incluso, que su imaginación indiscutida para asegurarse titulares de impacto mediático no siempre ha sido oportuna ni eficaz. Pero el líder de los populares vascos ha rehabilitado socialmente a su partido en Euskadi, le ha incorporado al juego político con capacidad de decisión y no ha desvirtuado sus esencias.

Pero acérrimos mayororejistas como Carlos Iturgaiz o San Gil aparecen como únicos guardianes de las esencias. En su ideario no hay margen para la interrelación política. Así siguen sosteniendo que PNV y EH Bildu son independentistas y no quieren a España, y que PSE son su enemigo electoral directo. ¿Y UPyD? Ahí es donde está realmente la piedra del zapato para los populares. El partido de Rosa Díez y una atosigante presión tertuliana distorsionan desde Madrid la estrategia del PP en relación con la paz y la convivencia en el País Vasco. Es ahí donde se fundamenta la táctica para desgastar el liderazgo de Basagoiti, a quien, de paso, no favorecen algunas declaraciones voluntaristas de sus compañeros más próximos sobre entendimientos con la izquierda abertzale.

Así las cosas, Basagoiti alimenta su desazón. Insatisfecho por la incomprensión electoral hacia su apuesta política, desgastado por el acoso y receloso sobre la capacidad de crecimiento del PP vasco, su camino se antoja tortuoso. Quizá por ello se haya precipitado la batalla de su sucesión y, posiblemente, de una injustificada confusión interna.

El silencio activo de Urkullu

Por: Juan Mari Gastaca | 20 ene 2013

Uirku
El lehendakari, Iñigo Urkullu, prefiere actuar en silencio. Lo ha hecho siempre y le ha dado resultado. Forma parte de su personalidad, es la posición activa de un político refractario a la refriega pública, que reniega de mediatizar las estrategias, de no vociferar las disputas. A este sigilo procurado debe asociarse que confeccionara su primer gobierno que nadie conoció hasta que fue presentado, o cómo prepara, acompañándose de un inseparable agenda, la próxima entrevista con Mariano Rajoy.

En plena efervescencia del independentismo catalán, Urkullu, sin embargo, no irá a La Moncloa a crear más desasoisiego al presidente del Gobierno español, demasiado azuzado por los sobresaltos. El lehendakari antepondrá otras prioridades en la reunión y, entre ellas, la política penitenciaria. Es obvio que ambos mandatarios hablarán de la apuesta soberanista que albergan en sus almas nacionalistas CiU y PNV, pero Urkullu ahora no tiene prisas. Entiende que Cataluña y Euskadis disponen de caminos diferentes y por eso insistirá en la conveniencia de ir fraguando un pacto de Estado sobre la tesis de que se asiste a una quiebra del actual modelo institucional.

Con todo, en el encuentro primará el futuro de los presos de ETA. Es muy posible que Rajoy ni pestañee cuando Urkullu le pida aplicar a un etarra encarcelado los mismos derechos que a un delincuente común. Pero, si la respuesta es tan inmovilista, el lehendakari le advertirá de que existe una apuesta inquebrantable por la convivencia en el actual escenario de paz y de la necesidad coadyuvante de se vayan sucediendo los gestos desde todas las partes implicadas en la solución. Más aún: Urkullu le trasladará la conveniencia de que también en este aspecto nuclear hay una coincidencia táctica entre los partidos componentes de una mayoría donde no tiene cabida la estrategia que propugna la izquierda radical. Vaya, que el diálogo sea más efectivo que la presión callejera.

Un desestimiento en la exigencia penitenciaria enrarecería las relaciones. El Gobierno vasco encajaría mal si comprueba que Rajoy acepta como principio la táctica de la dilación sobre los derechos de los presos de ETA. Urkullu es firme en su exigencia de que la banda terrorista debe reconocer su dolor y hacer una revisión crítica de sus estragos, aunque también entiende que no se deberían correr riesgos estériles en los avances de la paz.

Mientras, siempre quedará un hueco para hablar del modelo de Estado. Euskadi no quiere sufrir más invasión de competencias por la vía de nuevos recortes. Por eso, Urkullu empezará a desbrozar ante Rajoy el pacto de bilateralidad que entraña su proyecto de nuevo estatus político. Será entonces cuando Escocia se haga presente. Y en ese momento la tensión tomará cuerpo porque son palabras mayores para el presidente del Gobierno. Pero sin que trascienda.

Tras el apoyo a los presos de ETA, ¿ahora qué?

Por: Juan Mari Gastaca | 12 ene 2013

12-01-13- MANIFESTACION PRESOA 4 FERNANDO DOMINGO-ALDAMA
Como se preveía, la manifestación por las calles de Bilbao en favor de los derechos de los presos de ETA ha sido multitudinaria. La sensibilidad que esta exigencia despierta en el ámbito abertzale y la reconocida capacidad de convocatoria de este entorno, más aún en un escenario sin violencia, garantizaban la respuesta popular conseguida. ¿Servirá de algo?

Un año después de la renuncia de ETA al terror, en la izquierda soberanista cunde la preocupación por el desdén que públicamente muestra el Gobierno de Mariano Rajoy a su exigencia de modificar la legislación penitenciaria. En su análisis táctico, sobre un supuesto escenario de gestos, EH Bildu entiende como lógico -incluso hay quien lo considera una obligación- que Madrid debería abrir la mano para así corresponder al abandono de la banda terrorista. Sin embargo, ve con desazón cómo el Ministerio de Interior no da un paso adelante y, sobre todo, que dentro y fuera de las cárceles, presos y familiares, empiezan a desesperarse por la falta de respuesta.

Entre las reivindicaciones identitarias de la manifestación de Herrira se exigió la vuelta de los presos y refugiados. Hay quien lo puede entender como una petición de amnistía. Es una aspiración imposible. Por eso, ante posiciones tan maximalistas, que no brotan desde la serenidad y el pragmatismo, resulta más fácil de entender la posición del PNV de buscar otro camino de negociación para ablandar en el tiempo la política penitenciaria.

Los nacionalistas no creen en las manifestaciones callejeras como acción política y por eso se han negado a secundar la convocatoria ante la indignación de dirigentes de la izquierda radical. Además, el PNV, que ha vuelto a recuperar el poder y que elegido por aclamación a su nuevo presidente, Andoni Ortuzar, no tiene interés alguno en engordar el éxito de su rival.

¿Todo seguirá igual? Es muy posible que sí durante bastante tiempo si ETA no se acerca al desarme definitivo. De entrada, Rajoy no tiene interés alguno en flexibilizar la política penitenciaria. No figura entre sus prioridades. Sabe, de hecho, que si lo intenta se le abrirá un frente cuando menos le conviene para su estabilidad. La propia manifestación de Bilbao, por ejemplo, ha soliviantado a las víctimas de ETA y en el PP saltan las alarmas cada vez que se incomodan estas organizaciones o irrumpe Rosa Díez

Pero el lehendakari, Iñigo Urkullu, ahora ya con rango institucional, tratará de convencer a Rajoy, de que es conveniente rebajar la excepcionalidad aplicada a muchos presos de ETA. Le dirá que es necesario para apuntalar la paz y que únicamente se trata de aplicar la misma ley que a los presos comunes. Que hay razones, vaya. Lo hará en voz baja, evitando que se retransmitan las conversaciones y sin estridencias en la calle, aplicando una estrategia sobre convivencia y paz que EH Bildu conoce, aunque no comparte en modos y en tiempos. Pero quizá Rajoy no se inmute.

La Ertzaintza pierde en Anoeta

Por: Juan Mari Gastaca | 02 ene 2013

Boliviaa
La cúpula de la Ertzaintza entendió que en plenas vacaciones navideñas un partido amistoso de la selección vasca de fútbol podría ser una apacible ocasión para ensayar la nueva imagen que se pretende de este cuerpo policial bajo el Gobierno de Iñigo Urkullu en un escenario sin ETA Así, dispuso que los agentes destinados al operativo del estadio de la Real Sociedad dejaran todo símbolo antidisturbio en sus furgonetas y tocados con la boina ofrecieran una imagen más cercana, fundamentalmente menos represiva.

En esta arriesgada decisión, no es descartable que el alto mando policial tuviera en cuenta las heridas aún abiertas por el denominado caso Cabacas, en alusión al joven aficionado del Athletic que perdió la vida tras ser alcanzado por una pelota de goma que disparó un ertzaina en Bilbao, y cuya investigación sigue sin sustanciarse en los juzgados. No valió de nada la estrategia: 14 policías heridos mientras trataban de sofocar en el interior del estadio una salvaje actuación de decenas de espectadores provistos de bengalas y petardos, que se llevaron por delante asientos, causaron numerosos destrozos y nublaron la visión del partido desde las gradas.

Pese a la magnitud del rebrote violento, la relajación parlamentaria propia de estas fechas, más allá de la inmediata petición de comparecencia de la consejera vasca de Seguridad por parte del PP, ha evitado una tormenta política en el arranque del nuevo Gobierno. La incomprensible improvisación de la Ertzaintza, la patética ausencia de medidas de seguridad en el acceso al campo y la intencionada estrategia de los radicales dibujaron un escenario idéntico al vivido durante años como una tremenda pesadilla en Euskadi. A tal punto llegó la magnitud del ataque que los propios ertzainas, desbordados, estuvieron a punto de hacer uso de sus pistolas, según admitieron.

Es evidente que la Ertzaintza ha perdido por goleada el partido de entrenamiento diseñado para ensayar el camino que se propone. Quien decidió la estrategia preventiva debería reconocer que se equivocó de planteamiento porque arriesgó en exceso. Con su decisión, desnudada por una temeraria ausencia de controles de seguridad, comprometió al cuerpo y a la propia consejera, Estefanía Beltrán de Heredia, abocada a un deslucido estreno como responsable final del desenlace.

Pero esta elocuente derrota del civismo también evidencia desgraciadamente que todavía hay un sector juvenil en la sociedad vasca que se resiste a abandonar tan frecuentes hábitos violentos. Incluso, podría suponerse que muchos de ellos aprovecharon intencionadamente la coyuntura -la mera disculpa fue el partido- para poner a prueba la reacción policial en un momento político tan oportuno como es el arranque de un Gobierno. Son los últimos imitadores, cabe pensar, de quienes han coordinado siempre con aviesa intención tantos ataques callejeros que siempre acababan, como ocurrió en Anoeta y en presencia del propio lehendakari, por extender el pánico y la zozobra.

En realidad, solo ganó Euskadi a fútbol. En el resto del amistoso, derrota para aprender. Para la Ertzaintza, el nítido mensaje de que le aguardan escenarios menos comprometidos para adecuarse, y sin prisa, a su nueva realidad. Para quienes se resisten a la concordia incluso cuando apoyan a la selección que más quieren, la próxima vez mejor sin bengalas.

El País

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