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Juan Mari Gastaca

, delegado de El País en Euskadi. Se abre aquí un hueco para intercambiar opiniones sobre la vida política que en esta tierra vasca no deja a nadie indiferente y mucho menos cuando llegan unas elecciones.

Sobre el blog

Hablaremos sobre el día a día de la vida política que afecta a Euskadi, dentro y fuera de la casa común vasca.

Eskup

Euskadi se enrarece

Por: Juan Mari Gastaca | 26 abr 2013

Urkulluziv
Basta una instantánea fugaz sobre el latido político de Euskadi para convenir que no soplan vientos favorables. En la izquierda abertzale hay demasiada intranquilidad, generada por la suma parquedad en los movimientos alentadores del proceso de paz; en la vida parlamentaria, a su vez, el desacuerdo se ha apoderado del escenario hasta tal punto que Iñigo Urkullu metaboliza en silencio su primer sonoro fracaso como lehendakari; y en la economía, aunque con datos menos dramáticos que la media española, el paro sigue creciendo y muchas empresas, cerrando.

Todo coincide, paradójicamente, cuando menos se pensaba, cuando se creía que la convivencia de todas las sensibilidades en un marco de paz haría realidad la tranversalidad de la geometría variable, de ese ansiado encuentro entre diferentes. Peor aún: no hay, siquiera, un denominador común como acción concertada ante la gravedad de la situación laboral. De hecho, sobre la cabeza de un gobierno pesa la amenaza de otra huelga general de la mano de los sindicatos abertzales como proyección de un lenguaje de sordos en el diálogo social.

¿Qué está pasando? En el entorno abertzale se detecta una irritante constatación de que claman en el desierto, de que sus exigencias en favor de un simbólico paso adelante desde el Gobierno de Mariano Rajoy apenas tienen eco, cuando no reciben intencionadas advertencias sobre el riesgo que conllevan su condescencia con el ámbito etarra. En el Parlamento, se concluye que el PNV no ha entendido que hay una Euskadi distinta a aquella a la que siempre gobernó y donde ahora su debilidad (27 de 75) le obliga a un ejercicio de transigencia al que posiblemente le cuesta adaptarse. La insólita retirada del proyecto de Presupuestos del Gobierno Urkullu ha desnudado su profundo desencuentro con las fuerzas mayoritarias de la oposición (EH Bildu y PSE-EE), que no han dudado en exprimir el fracaso del lehendakari para endosarle una pública derrota política.

Así las cosas, el ambiente político se ha enrarecido en exceso. A ello también ha contribuido, por su claro efecto popular, el desafío asambleario a Bildu que ha tenido lugar en Legazpi (Gipuzkoa) donde un referéndum ha volteado mayoritariamente la imposición abertzale de la recogida puerta a puerta de las basuras. Con este mayoritario rechazo, la coalición independentista recibe otro tirón de orejas que puede volver a tener su impacto en las próximas elecciones locales y forales, como ya lo tuvo en las últimas autonómicas. Sin duda, es un motivo de preocupación más para Bildu.

Pero Urkullu tiene la peor papeleta. En su primer proyecto de Presupuestos se ha visto desairado y son golpes que minan la credibilidad, incluso de un político como él que se ha implicado hasta verse obligado a arrojar la toalla. Para reducir la profundidad de la carga, el PNV se ha encargado de extender la tinta del calamar y así responsabilizar a todos los demás grupos del fracaso, pero casi nadie se lo cree.

A partir de ahora, el PNV se siente obligado a recomponer con urgencia la situación. Y lo tendrá que hacer por la senda de procurar un necesario entendimiento, principalmente con los socialistas y sobre la base de la lección aprendida tras el revolcón sufrido. En estos tiempos de zozobra apremia la estabilidad.

EH Bildu y PSE retratan la debilidad del PNV

Por: Juan Mari Gastaca | 18 abr 2013

Urku ya
El actual retrato parlamentario en Euskadi propicia más que nunca la figura de la geometria variable, sobre todo desde que la izquierda abertzale decidió abrazar las vías políticas. Pero, curiosamente, el inicio de la legislatura parece haber oscurecido esta necesaria figura de entendimiento transversal y de acuerdos entre diferentes. Vaya, que no hay entendimiento en los asuntos más estratégicos para una comunidad que todavía supura por la herida abierta de una reconciliación incipiente y de una crisis económica creciente.

Ha bastado que se abriera el proceso negociador de los primeros Presupuestos de Iñigo Urkullu como lehendakari para que se proyectara una inquietante fotografía que evalúa el grado de fortaleza de su gobierno: el PNV está más solo de lo que imaginaba. Incluso, en el supuesto de que forzara la máquina en una búsqueda desesperada de apoyos debería echarse en manos del PP y del UPyD, una opción siempre recurrente pero de difícil comprensión. Se trataría de una apurada operación aritimética para ganar la pelea por un voto de diferencia (38-37) ante la afrenta de EH Bildu y PSE, pero es fácil imaginar la ácida digestión que provocaría entre la afiliación nacionalista.

Ha ocurrido que la izquierda se ha puesto enfrente del PNV. Bien es verdad que lo ha hecho por motivos muy diferentes, sin que les una ninguna operación concertada. Eso sí, en su propuesta de devolución de los Presupuestos, presentada en el mismo día y sustentada sobre el primer argumento de que trasluce un inasumible recorte de gastos, ambos partidos comparten el evidente propósito de propiciar una sonora derrota de Urkullu en el Parlamento. Y el PNV bien que lo sabe.

Después de asistir durante la legislatura anterior a la rocosa oposición nacionalista contra el Gobierno López, en la que se sucedían duras críticas hacia su fragilidad parlamentaria, de un lado, y al acuerdo con el PP que contrariaba a la mayoría de la sociedad, de otro, ahora el PNV acusa el efecto boomerang de aquellas demoledoras diatribas. Buena parte de la familia socialista sigue sin olvidar aquellas embestidas. Incluso, ahora que el propio presidente del EBB, Andoni Ortuzar, apela a la responsabilidad de Patxi López por su anterior cargo institucional cuando se trata de recabar su desesperado apoyo, en el entorno del líder socialista se recuerda aquellas primeras tentaciones del mismo dirigente nacionalista que se resistió en llamarle lehendakari y prefirió durante algunos días recurrir a la denominación castellana de presidente con aviesa intención.

Pero Urkullu, consciente de su soledad y de la repercusión política que rodea la suerte de los Presupuestos, quiere vender cara su previsible derrota. Lo hará desde el ejercicio de la responsabilidad, apelando a que la situación económica obliga al consenso y a evitar discursos demagógicos ante una recaudación de impuestos que sigue cayendo sin parar y que ata la capacidad de gasto. Incluso, no le importará doblegarse finalmente ante el PSE para abordar de una vez el eterno debate sobre la fiscalidad al que el PNV se ha venido resistiendo con una posición numantina en los cuatro últimos años. Y es que la devolución de los Presupuestos sería más que una derrota parlamentaria.

La indignación 'abertzale' va en aumento

Por: Juan Mari Gastaca | 13 abr 2013

Sirimiri
El inquietante inmovilismo en el que parece haber encallado el proceso de paz viene a coincidir en Euskadi con una encadenada retahíla de protestas abertzales. Posiblemente todo sea una puntual coincidencia, pero es significativo que la ausencia de respuesta del Gobierno de Mariano Rajoy a la reiterada exigencia de una flexibilización de la política penitenciara ha asociado como en los mejores tiempos de la ilegalizada Batasuna a la izquierda radical con las reclamaciones de ETA. Y el dato evidente no solo preocupa a la fiscalía y a las víctimas del terrorismo, sino a la mayoría de los partidos democráticos, confiados en que esta deriva no tenga recorrido.

Bajo el reconocido presagio que Arnaldo Otegi formuló cuando instó a la catarsis de que "todos" harían juntos la travesía hacia las vías políticas dentro del entramado abertzale, es fácil entender que el conglomerado Sortu-Bildu-EH Bildu-Amaiur ni quiera ni pueda desligarse de las reivindicaciones capitalizadas por Herrira en favor de los derechos humanos de los presos de ETA. En cambio, ya desde una óptica más aséptica, resulta mucho más difícil de comprender el liderazgo de reconocidos dirigentes de partidos ya legalizados en las proclamas amenazantes lanzadas tras la muerte en un hospital francés del terrorista Thierry, donde se ha recuperado un lenguaje borroka que se creía olvidado.

En suelo vizcaíno, ante el cadáver de quien ordenó el atentado de la T-4 y dinamitó otra esperanza de paz por medio de una negociación, y año y medio después de una tregua definitiva, se han vuelto a escuchar vivas a ETA militar. ¿Hay algo más allá de la expresión puntual de una comprensible indignación? De momento, el fallecimiento de Thierry ha resucitado viejos fantasmas que parecían superados.

En ese contexto podría situarse el explícito respaldo del diputado general de Gipuzkoa, Martin Garitano (Bildu), a los ocho jóvenes de Segi condenados por el Tribunal Supremo que, de paso, ha evidenciado la complicidad entre las movilizaciones de esta organización juvenil y la comprensión del Ayuntamiento de San Sebastián. Ante semejantes retratos de situación es acertado proclamar que en realidad, volvemos por donde solíamos.

Podría asegurarse que la izquierda abertzale se apresura a demostrar sin figuras que sigue haciendo suya la reivindicación de los presos, que no la ha olvidado a pesar de su acción institucional. Así se entendería que abrazara esta causa como principio fundamental sobre el que hacer pivotar en el Parlamento vasco el arranque de la ponencia sobre la paz. Incluso, no es descartable que la creciente agresividad de la que viene rodeando su discurso político guarde una estrecha relación con el hastío que le provoca la nula receptividad de sus exigencias en política penitenciaria. Y el PNV se vuelve a situar en el centro de su diana. Posiblemente igual hemos avanzado menos de lo que se cree.

Patxi López se hace oír

Por: Juan Mari Gastaca | 09 abr 2013

18 03-13-  PATXI LOPEZ 2 FERNANDO DOMINGO-ALDAMA
Patxi López
asegura que no quiere entrar ahora en la pelea sobre quién debe dirigir el PSOE. Lo dice más de una vez, pero bien es cierto que no desaprovecha ninguna oportunidad para proyectar su verso socialdemócrata y así alimentar el debate ideológico interno. Lo acaba de hacer desde su propia circunscripción de poder, el socialismo vasco, pero elevando el tiro del discurso. Así ha articulado una firme resistencia al modelo neoliberal, a los intentos de recentralización del Gobierno del PP y a las aspiraciones soberanistas de Cataluña y Euskadi desde una apuesta por fortalecer el poder político de las instituciones europeas.

Por todo ello, sin esperar a la Conferencia del PSOE en octubre, López ha pergeñado su propio catón que le proporciona un hueco preponderante en la confrontación programática que se avecina entre los suyos. Lo ha hecho, además, desde el punto de partida que refleja su inquietud por la situación de "gran inestabilidad" que, a su juicio, amenaza ahora a España. Para ello se ha hecho acompañar de un lenguaje que maneja fácilmente desde la recta final de su mandato como lehendakari, y donde la lucha contra las desigualdades sociales, los recortes y el progresivo debilitamiento del estado del bienestar forman sus principales coordenadas.

Como terapia conceptual ante semejante escenario, López ha esgrimido la esencia socialdemócrata porque entiende que es la única garantía que permitirá a su partido configurarse como la "única alternativa" que responda a las exigencias de la crisis, y, sobre todo, ayude a recuperar su diezmado suelo electoral . Para explicitarlo ha vuelto a situar la política fiscal como eje vertebrador, recurriendo a un lenguaje de izquierdas para criticar a banqueros y altos directivos empresariales por  aumentarse sus sueldos durante la crisis, a la vez que piden moderación salarial a sus empleados, que ganan "cien veces" menos que ellos.

Todo ello lo ha enmarcado en una preocupación por la pérdida de las esencias democráticas en aquellos Estados carcomidos por su deficitaria economía. Es ahí cuando ha planteado un mayor poder al Parlamento europeo, un desprecio a la intromisión de la troika y una nìtida advertencia a quienes rentabilizan el subterfugio de la crisis para ahondar en el debilitamiento del sistema.

Sobre este denominador común, López ha engarzado su posicionamiento crítico con las aventuras soberanistas en España. Le asiste la experiencia acumulada durante el Gobierno de Juan José Ibarretxe y por eso se encuentra tan alejado de Pere Navarro. Su modelo es el federalismo desde un reforzamiento de la capacidad de decisión autonómica que así permita zanjar las ansias recentralizadoras que el líder de los socialistas vascos advierte "cada viernes en cada Consejo de Ministros". Es por ello que aplaude el diálogo sin límites para encauzar las reivindicaciones catalanes, aunque es consciente de la dificultad que entraña tras el tiempo perdido.

En este decálogo ideológico, López, sin embargo, no abre ningún hueco para posicionarse sobre el Rey, sus cuentas y la estabilidad de la monarquía. Prefiere situarse deliberadamente al margen de una abierta polémica de calado social y que su propio partido azuza aunque solo sea con una de las dos manos. Quizá no haya querido que el pretendido titular de un mensaje destinado al consumo interno de su partido se le pierda entre valoraciones sobre herencias y corruptelas.

Caja Navarra enciende la mecha

Por: Juan Mari Gastaca | 02 abr 2013

Miue sanz
Navarra se antoja un ensayo permanente en los últimos años y lo hace abierta al riesgo. Le viene ocurriendo en asuntos tan nucleares como la economía, la política y la convivencia. Así, ha visto perder entre la incredulidad social la solvencia financiera de una caja de ahorros asociada a su propia existencia, asiste expectante a una difícil gobernanza entre la derecha y el socialismo que siempre acaba decidiéndose en Madrid, siente la permanente reivindicación de un desestructurado nacionalismo vasco y ahora los tribunales pueden precipitar la suerte de toda una legislatura.

La imputación por el caso judicial de las dietas de Caja Navarra del expresidente de Navarra, Miguel Sanz, del actual alcalde de Pamplona, Enrique Maya, y del exconsejero foral Álvaro Miranda ha sacudido definitivamente la abierta polémica en la que se desenvuelve el pálpito cotidiano de esta comunidad desde que empezaron a aflorar hace meses sucesivas prácticas irregulares en la gestión de esta entidad de ahorro. A esta lista de imputados podría unirse perfectamente la actual presidenta del Gobierno navarro, Yolanda Barcina (UPN), ya que participó, como ella misma reconoce, del mismo reparto de dietas, pero los denunciantes -la asociación Kontuz- no la incluyeron intencionadamente para evitar que su aforamiento trasladara la investigación a Madrid.

Se trata de los tres primeros imputados por la titular del Juzgado de Instrucción número 3 de Pamplona, María Paz Benito, que investiga entre otros asuntos las altas dietas que llegaron a cobrar en un sólo día (hasta más de 5.000 euros) como miembros de la Comisión Permanente de la Junta de Entidades Fundadoras (JEF) de la caja y que, a su juicio, podría suponer un presunto delito de cohecho.Pero se trata tan solo de un capítulo de este largo proceso abierto tras detectarse la descomunal pérdida del valor patrimonial de esta entidad, ahora integrada por absorción en Caixabank tras su conversión en Banca Cívica.

La resolución llega en un momento especialmente complicado para la propia estabilidad parlamentaria. De entrada, compromete sobre todo a UPN, el partido asociado con el poder en Navarra, que siente ahora más que nunca la debilidad sobre la que se asienta su gobierno foral (19 de 50 escaños). Además, mientras apenas puede sacudirse de las denuncias sobre su gestión en Caja Navarra, y de las que tampoco el PSN sale bien parado, este partido regionalista navarro acaba de salir fracturado de su último congreso. Por lo tanto, es fácil comprometer la acometida de la oposición -a excepción de los socialistas- para clamar por un adelanto electoral.

Es muy posible que la solución al puzzle navarro esté en manos de Alfredo Pérez Rubalcaba. De hecho, el líder socialista ya se apresuró hace un mes en negar el paso por las urnas. En realidad, esta intromisión no es nueva. En agosto de 2007, José Blanco, entonces secretario de Organización del PSOE, vetó el acuerdo de los socialistas navarros con NaBai e IU para la formación de un gobierno alternativo.

Madrid siempre vive muy pendiente de Navarra porque es consciente de su posición estratégica con respecto al nacionalismo vasco. Y la respuesta del navarrismo es recíproca, alcanzando sus mayores cotas durante el asedio violento de ETA. Todavía hoy se recuerda aquella manifestación de 2007, convocada por el Gobierno Sanz y a la que acudió Mariano Rajoy, para impedir que Navarra fuera una concesión para alcanzar la tregua de la banda terrorista.

Ahora, con esta triple imputación, toma cuerpo la sensación sociológica de que el castillo de naipes construido en torno a un régimen navarrista se desmorona. La vinculación de una específica y tradicional clase empresarial y política con la tormentosa gestión financiera en Caja Navarra compromete su credibilidad futura y, sobre todo, socava la confianza ciudadana.

Ante semejante panorama y como salvavidas político, UPN anhela un entendimiento con un debilitado pero determinante PSN sobre pilares que han sido retratados en la debacle de Caja Navarra. Y es posible que se produzca porque la decisión final en un asunto de tanto calado trasciende Pamplona. Precisamente ahora que la izquierda abertzale está legalizada y que el nacionalismo superó su propia consolidación en las últimas generales, el miedo anida en los cálculos electorales de quienes siempre han puesto pie en pared a la causa vasca. El jeroglífico navarro busca su intrincada salida entre demasiados sobresaltos.

El País

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