UPyD se rompe en el mismo sitio donde nació. La espina dorsal de su estructura en el País Vasco ha saltado por los aires porque sus principales responsables se sienten defraudados por la dictadura orgánica. En las últimas semanas se asiste a una cascada de dimisiones de sus principales cuadros en los tres territorios vascos, en paralelo con la crisis interna desatada en la Cantabria vecina donde la mitad de sus 80 afiliados han dejado este joven partido. En todos ellos, el motivo de su salida es el desengaño: creían haber venido a una formación que propiciaba el diálogo interno y se han encontrado con el orden imperativo que aniquila la discrepancia. Ya ocurrió en Valencia.
En Euskadi, las salidas no han sido tormentosas y han driblado la repercusión mediática en su goteo. En Cantabria, en cambio, las disidencias han partido por la mitad a UPyD, urgiendo la intervención diaria de su líder, Rosa Díez, en su período de descanso estival. En ambos casos suponen una contrariedad porque afloran unos comportamientos internos que se asociaban a vicios incurables de otros partidos.
La justificación de estas disidencias afea el referente ético de esta formación surgida en septiembre de 2007 y que dispone de unas fundadas y reconocidas expectativas electorales a corto plazo. Y es que toda encuesta reciente apuesta por el crecimiento y la capacidad de decisión en distintos escenarios institucionales de esta expresión política que toma aire favorecida por un clima de descrédito hacia los partidos mayoritarios y por el aliento mediático del verbo incisivo de Rosa Díez en sus ácidas denuncias de calado social contra las diferentes expresiones de la corrupción a las que se asiste en España.
UPyD, que nació para rebelarse contra la ruptura de España cuando, según sus fundadores, José Luis Rodríguez Zapatero estaba entregando Navarra a Euskadi para asegurarse el final de ETA, fluye asociado, sobre todo, a la imagen de Rosa Díez. Es por ello que la desbandada de sus referencias territoriales en el País Vasco, donde esta dirigente ha cimentado su carrera política como referente del PSE-EE, aporta un significado más allá del geográfico.
Fue Antonio Basagoiti, en su despedida de la política, quien intencionadamente acusó a Rosa Díez de desnudar los comportamientos poco democráticos de otros partidos cuando en su propia casa no daba ejemplo con algunas actitudes. Nadie rebatió aquel pronunciamiento crítico del entonces expresidente del PP vasco. De hecho, muchos quisieron ver tan solo en estas palabras la devolución de una bofetada política por el marcaje que UPyD somete a los populares, a quienes, además, viene arrebatando los votos suficientes en las dos últimas legislaturas para disponer de un parlamentario más en Álava. No obstante, a la vista de las deserciones, Basagoiti sabía de qué hablaba.