Sobre el autor

Juan Mari Gastaca

, delegado de El País en Euskadi. Se abre aquí un hueco para intercambiar opiniones sobre la vida política que en esta tierra vasca no deja a nadie indiferente y mucho menos cuando llegan unas elecciones.

Sobre el blog

Hablaremos sobre el día a día de la vida política que afecta a Euskadi, dentro y fuera de la casa común vasca.

Eskup

Escisiones en UPyD

Por: Juan Mari Gastaca | 26 ago 2013

Diez17
UPyD se rompe en el mismo sitio donde nació. La espina dorsal de su estructura en el País Vasco ha saltado por los aires porque sus principales responsables se sienten defraudados por la dictadura orgánica. En las últimas semanas se asiste a una cascada de dimisiones de sus principales cuadros en los tres territorios vascos, en paralelo con la crisis interna desatada en la Cantabria vecina donde la mitad de sus 80 afiliados han dejado este joven partido. En todos ellos, el motivo de su salida es el desengaño: creían haber venido a una formación que propiciaba el diálogo interno y se han encontrado con el orden imperativo que aniquila la discrepancia. Ya ocurrió en Valencia.

En Euskadi, las salidas no han sido tormentosas y han driblado la repercusión mediática en su goteo. En Cantabria, en cambio, las disidencias han partido por la mitad a UPyD, urgiendo la intervención diaria de su líder, Rosa Díez, en su período de descanso estival. En ambos casos suponen una contrariedad porque afloran unos comportamientos internos que se asociaban a vicios incurables de otros partidos.

La justificación de estas disidencias afea el referente ético de esta formación surgida en septiembre de 2007 y que dispone de unas fundadas y reconocidas expectativas electorales a corto plazo. Y es que toda encuesta reciente apuesta por el crecimiento y la capacidad de decisión en distintos escenarios institucionales de esta expresión política que toma aire favorecida por un clima de descrédito hacia los partidos mayoritarios y por el aliento mediático del verbo incisivo de Rosa Díez en sus ácidas denuncias de calado social contra las diferentes expresiones de la corrupción a las que se asiste en España.

UPyD, que nació para rebelarse contra la ruptura de España cuando, según sus fundadores, José Luis Rodríguez Zapatero estaba entregando Navarra a Euskadi para asegurarse el final de ETA, fluye asociado, sobre todo, a la imagen de Rosa Díez. Es por ello que la desbandada de sus referencias territoriales en el País Vasco, donde esta dirigente ha cimentado su carrera política como referente del PSE-EE, aporta un significado más allá del geográfico.

Fue Antonio Basagoiti, en su despedida de la política, quien intencionadamente acusó a Rosa Díez de desnudar los comportamientos poco democráticos de otros partidos cuando en su propia casa no daba ejemplo con algunas actitudes. Nadie rebatió aquel pronunciamiento crítico del entonces expresidente del PP vasco. De hecho, muchos quisieron ver tan solo en estas palabras la devolución de una bofetada política por el marcaje que UPyD somete a los populares, a quienes, además, viene arrebatando los votos suficientes en las dos últimas legislaturas para disponer de un parlamentario más en Álava. No obstante, a la vista de las deserciones, Basagoiti sabía de qué hablaba.

Eguiguren lo tiene claro

Por: Juan Mari Gastaca | 22 ago 2013

En cuestiones relativas a Euskadi, Jesús Eguiguren lo tiene claro. Su pensamiento no admite doble interpretaciones. Se le entiende. Y es de agradecer en cuestiones tan procelosas como el final del terrorismo, entonces, y la construcción de la paz, ahora. Al hacerlo así, el presidente de los socialistas vascos echa sal a la herida de quien no le secunda, pero alienta las posiciones de quienes miran hacia adelante con posiciones posibilistas.

Ahora, en medio de una polémica nada sutil sobre la prohibición judicial de una simpatizante abertzale como txupinera de las fiestas de Bilbao, Eguiguren ha reaparecido. Lo ha hecho a su manera, diciendo lo que piensa sobre los temas más complicados que se le puedan preguntar, y entre ellos, claro, la formulación del nuevo escenario sin violencia...y la situación interna del PSOE.

Eguiguren, cuyo pensamiento sobre el futuro en Euskadi tiene la legitimidad propia de quien ha sufrido la seria amenaza de ETA, siente que se está perdiendo intencionadamente el tiempo. Es ahí cuando señala con el dedo al Gobierno de Mariano Rajoy porque sigue dilatando el mínimo guiño siquiera en la política penitenciaria. El líder socialista le afea esta incomprensión, pero sobre todo por lo que supone de ceguera del PP a medio plazo.

Ocurre que, en su análisis, Eguiguren también insta a la puesta en libertad de Arnaldo Otegi, pero más allá de la razón de amistad que les une desde que compartieron la necesidad de desbrozar un nuevo tiempo sin pistolas. Lo hace abriendo una reflexión de que se podría asistir, una vez fuera de la cárcel, a la exigencia de Otegi al entorno abertzale de abrazar de verdad la apuesta política reconociendo las contradicciones de este mundo que apenas hace dos años aún comprendía la lucha armada.

También con indudable intención, Eguiguren augura que Alfredo Pérez Rubalcaba será presidente del Gobierno. Más allá del voluntarismo propio de un afiliado socialista, con su pronóstico, el dirigente del PSE-EE intercede directamente en las futuras primarias de su partido. Y lo hace muy consciente de que hay fundados rumores de que Patxi López pueda ser, al final, uno de los candidatos.

Con Rubalcaba presidente, ya no habría disputas en el PSOE y, de paso, López se quedaría sin jugar la partida fuera de Euskadi en contra de la opinión generalizada ahora mismo. De nuevo, como ya ha ocurrido en más de una ocasión durante la etapa socialista en el Gobierno vasco, Eguiguren cruza su pensamiento en medio de las intenciones de López. A veces sorprende la coincidencia.

La ausencia de Azkuna

Por: Juan Mari Gastaca | 16 ago 2013

Iñaki Azkuna, alcalde de Bilbao (PNV), sustentado en la fuerza de un lúcido pensamiento propio y en una confortable mayoría absoluta, acostumbra a llenar la escena política cada vez que irrumpe. Por eso, cuando no está, se nota, como ahora.

La hospitalización de Azkuna, que se prolonga en dos fases desde el pasado mes de mayo, coincide con una inesperada polémica política en el arranque de las fiestas de Bilbao que reaviva la sensación de que aún queda mucho en Euskadi para asegurarse la convivencia. Las comparsas bilbaínas han elegido con toda intención para lanzar el txupinazo festivo a Jone Artola, una reconocida miembro de la izquierda abertzale, sensibilizada con la defensa de los presos de ETA. Y Carlos Uquijo (PP), el delegado del Gobierno, primero, y la justicia después han dicho basta porque ven en la designación un trato vejatorio a las víctimas del terrorismo. Ante semejante choque de voluntades la paz en las fiestas queda amenazada. Vuelta atrás.

En este contexto tan enrarecido es donde se ha echado demasiado en falta la intercesión de Azkuna. Sin él, sin el eco de sus frases tan contundentes como explícitas cuando se trata de moverse en aguas pantanosas, el Ayuntamiento de Bilbao carece del músculo político suficiente. Y esta deficiencia, seria al tratarse de una institución de semejante trascendencia, supone una asignatura pendiente que el PNV debería subsanar con la suficiente rapidez sobre todo si se alargara la ausencia del alcalde más carismático y votado de que dispone.

Así las cosas, las fiestas de Bilbao, convertidas desde hace años en un contrastado reclamo turístico y de activación económica para el sector servicios, se asoman al abismo de una vuelta atrás, de una agitación de salida, que parecía superada. Quizá ante la amarga experiencia acumulada tras la prohibición judicial de la txupinera, el Ayuntamiento, siempre respetando el principio de la participación popular como hasta ahora, se sienta obligado a replantearse una nueva fórmula en la elección de un personaje tan identificativo de sus fiestas que le otorgue una mayor capacidad de control.

En el fondo del debate cabe convenir que ante una plataforma tan mediática y popular como las fiestas de Bilbao, la Aste Nagusia, nadie se ha resistido a alimentar este pulso político. Ni la izquierda abertzale tensionando la cuerda con un perfil hiriente para muchas víctimas ni el delegado del Gobierno proyectando la versión más intransigente en el cumplimiento de la ley. Vuelven a enfrentarse las dos orillas como si todo siguiera igual en este país ante el desencanto de quienes, quizá ilusos, empezaban a creer que había llegado de verdad un nuevo tiempo. ¿Qué dirá Azkuna?

08-08-13- BILBOKO CONPARTSAK PRESENTACION PROGRAMA AST NAGUSIA FERNANDO DOMINGO-ALDAMA

Fiestas en Euskadi, pulsos a la paz

Por: Juan Mari Gastaca | 09 ago 2013

Desde hace demasiados años, en Euskadi, las fiestas de verano son un pulso consciente a la paz. Lo han sido durante décadas mientras se sucedían los escenarios violentos y ahora, sin terror explícito en la calle, tampoco consiguen cortar el cordón umbilical. Son una plataforma reivindicativa de tamaña proyección que nadie desaprovecha la oportunidad que suponen, sobre todo desde una izquierda abertzale tan acostumbrada a apropiarse con solvencia de la situación.

Entonces y ahora el hilo conductor reivindicativo siempre han sido los presos de ETA. Hasta hace poco, lo era bajo el grito exigente de la amnistía; hoy, es un gesto más pragmático a la vista de la voluntad del Gobierno central y se pide la vuelta a casa camino del final de la dispersión. Y siempre, el gesto solidario con las cárceles. Ningún etarra encarcelado se queda en fiestas de su pueblo sin la visita de una representación oficial de su ayuntamiento.

En Llodio, el segundo pueblo más numeroso de Álava y tradicional feudo de la izquierda soberanista, han dado un paso al frente al elegir al pregonero de sus fiestas de San Roque. Con Bildu en el gobierno local se han acordado del alcalde más votado de este municipio, Pablo Gorostiaga que, asistido de un reconocido carisma popular por encima de las siglas políticas, gobernó durante tres legislaturas bajo las distintas marcas que iba ensayando la antigua Batasuna y que cumple nueve años de condena desde 2007 por su implicación en el sumario 18/98, abierto por la colaboración de varios grupos en el entramado de ETA.

Con la intencionada elección de Gorostiaga tras un proceso de participación social, la izquierda abertzale alarga el pulso a la paz y la convivencia consciente de que obliga a la justicia a aplicar la ley y, sobre todo, ahonda la brecha de la profunda discrepancia. Además, ya queda sembrado el riesgo de una previsible contestación en Llodio cuando las fiestas arranquen el 15 de agosto sin el pregonero propuesto.

Pero en el otro extremo, desde las víctimas del terrorismo tampoco se quiere permitir que Jone Artola, la hermana de un etarra en prisión sea en agosto de 2013 la chupinera de las fiestas de Bilbao. Llueve sobre mojado. Hace cuatro años se repitió la escena, aunque entonces, muy lejos todavía del fin definitivo de la violencia, PSE y PP, en el arranque de su gobierno de coalición y de mano dura, denunciaron la elección por hiriente y ahora prefieren guardar respeto hacia el mismo proceso de designación. Son polémicas que nunca predicen su recorrido: en 2009, la chupinera Sonia Polo recibió una carta amenazante en la que iba una bala.

En el medio, tiempo para la reivindicación política. La izquierda independentista hará coincidir el inicio de las fiestas de San Sebastián con una manifestación para denunciar la pérdida de democracia en el Estado español.

Nadie, por acción o por omisión, está dispuesto a rebajar la tensión.

 

 

Intransigentes, los de siempre

Por: Juan Mari Gastaca | 02 ago 2013

El lehendakari, Iñigo Urkullu, ha sido insultado en plena calle. Ha ocurrido en Azpeitia, en la tierra de San Ignacio de Loyola precisamente en el día de su festividad y cuando la comitiva de autoridades se dirigía hacia la basílica del patrón y muy cerca de donde los emisarios de ETA dinamitaron una vez más las fundades esperanzas de un acuerdo político en favor de la paz.  Le han llamado "fascista" y "payaso".

Pero, esta vez, los insultos sirvieron para encender la mecha. Urkullu, con aplomo, se revolvió contra los agitadores. Les hizo frente en un gesto inusual y lleno de contenido. Durante demasiado tiempo a los radicales se les ha contestado en Euskadi con el silencio del miedo, del temor a la represalia. Ya no. El lehendakari lo ha demostrado sin alardes, defendiendo su honor personal y del cargo que representa.

Con su gesto, digno de reconocimiento, todavía cobra más ridículo el silencio cobarde y comprensivo de quien le acompañaba, el diputado general de Gipuzkoa, Martin Garitano, que dijo entender los insultos. Y lo hizo admitiendo, además, que en el camino hacia la paz "queda mucho recorrido". Es verdad, sobre todo para los intolerantes, para quienes en el ejercicio de su libertad apuestan por denostar al rival. Acostumbrados durante décadas a hostigar, a amedrentar e incluso a situar en la diana a quienes no piensan como ellos, a muchos radicales, entroncados en la izquierda abertzale que amamantó la antigua Batasuna, les queda demasiado trecho para abrazar la convivencia entre diferentes. Donde ha habido fuego siempre quedan cenizas.

En un ejercicio condescendiente hasta es admisible que un joven abertzale de 20 años no haya tenido tiempo suficiente para asumir la catarsis política que supone Sortu. La exigencia más implacable debería queda para enjuiciar comportamientos de cargos públicos como ocurrió en este caso con Martin Garitano. Con su asentimiento, el diputado general da la razón a quienes sostienen con vehemencia que Bildu no supera en demasiadas ocasiones la prueba del algodón democrático. Les supera la costumbre de la intolerancia.

Con su reacción tan impropia, Garitano ha desaprovechado una explícita oportunidad de disipar dudas, de mostrarse como un demócrata convencido, de que es verdad que deplora el insulto como expresión de la diferencia política. Pero no se ha atrevido a ridiculizar al insolente radical de Azpeitia ni a desterrar siquiera el improperio. Posiblemente porque le supone un esfuerzo. O porque todavía le queda mucho camino por recorrer...

El País

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