Sobre el autor

Juan Mari Gastaca

, delegado de El País en Euskadi. Se abre aquí un hueco para intercambiar opiniones sobre la vida política que en esta tierra vasca no deja a nadie indiferente y mucho menos cuando llegan unas elecciones.

Sobre el blog

Hablaremos sobre el día a día de la vida política que afecta a Euskadi, dentro y fuera de la casa común vasca.

Eskup

El amago de Urkullu

Por: Juan Mari Gastaca | 22 sep 2013

22-08-13- EL LENHENDAKARI EN EL CENTRO DE COORDINACION DE EMERGENCIAS DE EUSKADI   2   FERNANDO DOMINGO-ALDAMA
Para decirlo cuanto antes: Urkullu ni es Ibarretxe ni le quiere imitar. Tampoco su reciete anuncio de abrir un tiempo de debate en el Parlamento sobre la propuesta del PNV de aspirar a un nuevo estatus político secunda la vía catalana. En Euskadi, sencillamente ahora es tiempo de encarar la reactivación económica. La cuestión identitaria es una bandera que siempre está ahí y que se agitará convenientemente en ocasiones señaladas -la más próxima, el domingo en el Alderdi Eguna del PNV-, pero que no incita a la urgencia. Que Escocia vaya por delante, piensan en el Gobierno vasco.

Ahora bien, con su anuncio de profundizar en una nueva relación entre el País Vasco y España, el lehendakari ha mentado la bicha en un parte del arco parlamentario. Y Urkullu lo sabe. Pero tal vez sería más justo y aconsejable rebajar la intencionalidad del propósito a que se trata de un mensaje para consumo interno en clave abertzale. Después de abrazar un acuerdo con el PSE-EE, que rompe 15 años de relaciones a veces hostiles, y suspirar por el apoyo necesario del PP en las Juntas Generales para aprobar la nueva reforma fiscal, el PNV tiene que limpiar su alma nacionalista de tanto apoyo constitucionalista. No hacerlo sería dejar un excesivo campo de maniobra a EH Bildu. Quizá sea una explicación suficiente.

Mientras, Urkullu no tiene prisa en encauzar el nuevo estatus político, pero tampoco debería pensar Mariano Rajoy que la idea caerá en saco roto ni será eternamente una promesa. Las formas del actual lehendakari son bien distintas a las de su antecesor nacionalista, aunque la mayoría soberanista de la Cámara vasca es muy superior a la que en su día legitimó el denominado plan Ibarretxe. Para que nadie se olvide, Joseba Egibar recordó sin que nadie le preguntara la plena vigencia de este acuerdo que tanto escandalizó al resto del Estado y del que tan mal recuerdo guarda la actual dirección del PNV.

Tampoco convendría olvidar que la aspiración del nuevo estatus ha entrado para no salir jamás del debate político en Euskadi. Es verdad que Urkullu, de momento, se ha limitado a cumplir con los plazos y las exigencias del programa electoral de su partido porque realmente no siente presión alguna para dar un paso más. No desea ir más lejos porque táctica e ideológicamente tampoco le urge ahora en medio de la revuelta catalana, de la que, por cierto, se aparta todo lo que puede para evitar la más mínima comparación.

Ahora bien, sería necesario que Urkullu controlara su amago porque se puede envenenar el diálogo con quienes ahora mismo le prestan el oxigeno que necesita. El buenismo del lehendakari reflejado en las formas de su aspiración inquebrantable al consenso no será eterno posiblemente, sino que lo irá exigiendo, máxime si se consigue una progresiva recuperación de la economía. Por todo ello, haría bien en acotar sus aspiraciones para que nadie se llame luego a engaño.

Euskadi es diferente

Por: Juan Mari Gastaca | 16 sep 2013

Pacto16s
PNV y PSE-EE han hecho de sus necesidades, virtud. Urgidos los nacionalistas por aportar al Gobierno Urkullu la estabilidad parlamentaria de la que ha carecido durante los diez primeros meses de su mandato y huérfanos los socialistas de una capacidad de influencia diluida tras su salida del poder y del revés electoral, ambos han orillado sus antagonismos -viscerales druante el mandato del lehendakari López- para engendrar un ambicioso plan de reactivación económica, pero, sobre todo, para recuperar la sensación casi perdida de que es posible el acuerdo entre diferentes.

No es baladí, más allá de la coincidencia en el tiempo, que la fotografía de un pacto entre un partido nacionalista y otro constitucionalista en el País Vasco se cruce en el fragor de la reivindicación catalanista por su derecho a decidir. Es realmente significativo que en un territorio donde hasta hace muy poco la noria política giraba en torno al final ansiado de ETA y a las apuestas soberanistas, ahora la prioridad no es la consulta sino la apuesta por paliar los efectos de la crisis, que sigue azuzando mucho más de lo que se temió cuando se hizo visible.

Pero son realidades bien distintas. Aquel Concierto Económico que Jordi Pujol rechazó en su día porque entendía que la recaudación de impuestos era una medida impopular, lo hace posible. Euskadi podrá impulsar su reactivación a tres años vista (6.700 millones) sobre el resorte de una reforma fiscal que determinará sin pedir permiso a nadie más allá de sus Juntas Generales, los parlamentos forales de cada territorio. Cataluña, en cambio, ve destrozarse mes a mes su estado de bienestar, agujereado por un déficit desequilibrante al que le aboca una injusta financiación y una anterior gestión posiblemente delirante. Y en la desazón coge aire la exigencia soberanista ante el quietismo del Gobierno central, amparado en la legalidad.

Ahora bien, dos comunidades históricas donde el nacionalismo es mayoritario en la calle y en el Parlamento y cuyos gobiernos apenas destellan diferencias ideológicas han proyectado prioridades bien distintas. Bastaría una lectura aproximada del pacto PNV-PSE para entender que las referencias a un nuevo marco jurídico son harina de otro costal y que ahora, no toca. Iñigo Urkullu tiene tan interiorizado el desgarro que supuso la aventura soberanista de Juan José Ibarretxe que nunca transitará en solitario por esa senda. Y a EH Bildu le duele porque se queda sola en el intento cuando aún una mayoría de la sociedad vasca le reclama que ponga en orden sus valores éticos sobre la reciente época del terror.

Por todo ello, por el fondo que estratégicamente trasluce el pacto PNV-PSE y por las formas que se antojan inusuales en plena desafección política, no sería de extrañar que Mariano Rajoy tuviera la tentación silenciosa de recurrir al ejemplo vasco para sacudirse la presión de la via catalana. Pero desde la mayoría absoluta, tan distinta a la precariedad de Iñigo Urkullu, no lo hará, quizá pensando que no necesita entenderse con el de enfrente.

Pero sería un error que este acuerdo se interpretara como una renuncia del PNV a su alma vasca.La aspiración nacionalista sigue ahí, latente, pero no es el momento de encarar la pelea. Hasta el ritmo es diferente en Euskadi.

 

El PNV prefiere esperar

Por: Juan Mari Gastaca | 12 sep 2013

29-5-13 lr URKULLU PLAN RENOVE 1
El PNV, con Iñigo Urkullu como lehendakari, no secundará la cruzada soberanista de Cataluña. Lo tiene decidido desde el día en que comenzó a recoger los vidrios rotos de la apuesta independentista de Juan José Ibarretxe. A partir de entonces, ha decidido arroparse con la bandera de la prudencia y del pragmatismo. Vaya, que no le importan que pasen otros por delante.

La Diada, sin ir más lejos, puede servir de fotografía para retratar el ritmo que el PNV idea para su apuesta de país. Hace un año, cuando estalló abruptamente el clamor catalanista, la dirección jeltzale envió una representación de segundo orden. Ahora, cuando se podía elegir entre los actos oficiales y unir las manos a la cadena humana, el PNV se ha quedado en el primer paso aunque elevando el peso político de su embajada. La izquierda abertzale, sin embargo, prefirió la segunda opción para remarcar su perfil soberanista.

El PNV ve lo que se avecina en Cataluña, pero entiende que no es el momento para que Euskadi repita la jugada. Ni siquiera es cuestión de mirar hacia otro lado. Urkullu, sin abdicar de su aspiración como pueblo vasco, siempre ha tenido muy clara la estrategia, incluído el manejo de los tiempos. De hecho, bastaría el elocuente ejemplo de su reciente acuerdo con el PSE-EE y el decidido intento por ensancharlo al PP en favor de la reactivación económica para proyectar la auténtica hoja de ruta del Gobierno vasco. El lehendakari entiende que la prioridad absoluta es salir de la crisis. Aquí, no hay debate sobre financiación y, además, nadie espera que Mariano Rajoy se tropiece absurdamente torpedeando la negociación del Cupo.

Por todo ello, y bajo la aspiración de que Euskadi se asemeje a Cataluña, a EH Bildu, auténticamente comprometido con este causa, solo le queda incitar al PNV para que rescate su alma abertzale y aparque su conformismo autonomista. Lo hará utilizando, una y otra vez sin desmayo durante la legislatura, el escenario político y mediático del Parlamento. Es ahí donde recordará que la suma de estas dos sensibilidades vascas alcanzan una abrumadora mayoría (48 de 75 escaños) que les permite dar un paso hacia adelante. Pero Urkullu no les tenderá la mano tan fácilmente.

De momento, todos los indicios juegan en contra de una conjunción de intereses. Después de haberse comprometido en un pacto de hondo calado político, el PSE-EE no le permitirá al PNV veleidades soberanistas bajo el pretexto de dar marcha atras a su acuerdo. En paralelo, EH Bildu no acaba de comprometerse con el suelo ético mínimamente exigible a un partido democrático para caminar juntos hacia la paz. Ante semajante perspectiva, es fácil entender que el PNV prefiera esperar. Que jueguen primero Escocia y Cataluña.

PNV y PSE-EE se entienden

Por: Juan Mari Gastaca | 02 sep 2013

En Euskadi, el nuevo curso político empiezan con pactos. PNV y PSE-EE vuelven a entenderse, al menos en materia fiscal. Después de que los nacionalistas sometieran al entonces lehendakari Patxi López a una implacable oposición durante los casi cuatro años de su gobierno, que le debilitó especialmente, los socialistas entienden curadas las heridas en beneficio, dicen, de la estabilidad del país. Y es que dos partidos con concepciones tan distintas en el ámbito económico han elegido la fiscalidad para ponerse de acuerdo. Hace unos meses, en Gipuzkoa, el PSE-EE se puso de acuerdo con Bildu en política fiscal. Algo más que geometría variable.

En el fondo, este acuerdo da aire a los dos partidos. A los nacionalistas porque sobre todo permite a Urkullu evitar la sansación de aislamiento y soledad que le pasó factura con la retirada de sus primeros Presupuestos. A los socialistas, porque recuperan una cuota de protagonismo que habían perdido al verse relegados como tercera fuerza en el Parlamento, por detrás de una izquierda abertzale que tiene por delante mucho partido por jugar.

Pero no será un acuerdo fácil. Principalmente porque el marco jurídico del País Vasco otorga la capacidad fiscal a las Juntas Generales, árbitros de toda situación. Es ahí donde PNV y PSE-EE necesitan de un tercer brazo para habilitar su estrategia y es ahí donde emerge el PP para exhibir su capacidad de decisión en Álava. ¿Habrá pacto a tres? Los socialistas no lo quieren porque les llevaría a compartir una mesa con quienes menos les interesa. A los nacionalistas les valdría con algunos guiños para arrancar el compromiso alavés y así salvar el acuerdo estratégico.

Con su pacto, PNV y PSE-EE rescatan una fotografía conocida y apreciada durante años en Euskadi. Aunque los permanentes sondeos significan una preferencia mayoritaria por el entendimiento entre nacionalistas y soberanistas, la estabilidad de gobiernos anteriores aporta la garantía suficiente, máxime en tiempos de la actual zozobra económica que en Euskadi se sigue notando en exceso.

Es lógico que cada uno de los firmantes limite el alcance del acuerdo al mapa fiscal. Pero es fácil de entender la ambición de Iñigo Urkullu por asegurarse el apoyo a sus próximos Presupuestos, clave para su acción económica. De momento, l 02-09-13- EL LEHENDAKARI  CONGRESO INTERNACIONAL EUROPA DESPUES DE LA CRISIS  3   FERNANDO DOMINGO-ALDAMA
os socialistas se han asegurado la victoria política de habler doblegado la voluntad del PNV, siempre remiso a abordar la fiscalidad en el Parlamento y a encarar la lucha contra el fraude desde la acción compartida entre los tres territorios. Y lo quieren exhibir como la muestra de su contribución a una voluntad de entendimiento en los tiempos más difíciles. Sin embargo, el PNV les pedirá más.

El País

EDICIONES EL PAIS, S.L. - Miguel Yuste 40 – 28037 – Madrid [España] | Aviso Legal