Sobre el autor

Juan Mari Gastaca

, delegado de El País en Euskadi. Se abre aquí un hueco para intercambiar opiniones sobre la vida política que en esta tierra vasca no deja a nadie indiferente y mucho menos cuando llegan unas elecciones.

Sobre el blog

Hablaremos sobre el día a día de la vida política que afecta a Euskadi, dentro y fuera de la casa común vasca.

Eskup

¿De qué paz hablamos?

Por: Juan Mari Gastaca | 29 oct 2013

21-10-13- CONCENTRACIO0N SENTENCIA PAROT FERNANDO DOMINGO-ALDAMA
Parecía comúnmente aceptado antes de octubre de 2011 que el fin de la violencia era el objetivo más difícil de conseguir en Euskadi. Tantos años de sangre y terror parecían aplazar con evidente desánimo el desenlace a la siguiente generación. Ni siquiera la presión social y la contundencia del Estado de derecho eran suficientes para doblegar a ETA, castigada en su debilidad. Sin embargo, la solución vino por la vía unilateral y la sociedad creyó que ya tenía en sus manos un bien tanto tiempo anhelado. Todavía estamos ahí.

Nadie ocultó que el avance hacia la convivencia iba a ser tormentoso por la dificultad anímica que entraña, por los relatos incomprendidos que se entremezclan y en más de una vez por esa equidistancia que suena tan hiriente. Demasiadas traviesas en la rueda del entendimiento. Por eso, dos años después no asoma la voluntad compartida sino que se divisa la cruel sensación de vencedores y vencidos, como si no supiéramos convenir de qué tipo de paz hablamos.

A este ánimo han contribuido en los últimos días el contundente contenido de la doctrina Parot y sus interpretaciones proclives al desasosiego al escuchar algunas voces. Es fácil de entender a quienes se sienten (bastante) desanimados por el nuevo escenario, atronado por los decibelios de un desacuerdo que, paradójicamente, ha alimentado el propio Gobierno central y el PP ante la sorpresa del ámbito internacional.

Sin entrar en la cruzada emprendida por las víctimas del terrorismo -para ellas la máxima ayuda y comprensión, pero también la máxima exigencia de respeto a las exigencias democráticas-, resulta descorazonador cómo ahora mismo nadie es capaz, porque no se atreve, a abrir la carpeta de la ponencia de paz y convivencia en el Parlamento vasco ni de arrimar el hombro a la propuesta pacificadora del lehendakari Urkullu. Es inadmisible está supeditación.

No debería permitirse que la sociedad y los partidos fueran incapaces en el País Vasco de aprovechar la oportunidad histórica que supone la ausencia del terror. Nadie desconoce que es y será un reto complicado, pero debería denunciarse todo intento -y puede haber tentaciones- de un rentismo político tan cortoplacista como absurdo. En este contexto, bastaría una  rápida mirada alrededor para bajar los brazos hacia el desencanto sobre todo cuando las tripas se imponen a la razón. No es admisible haber peleado tanto para desperdiciarlo ahora por el camino.

Es cierto que tras el final de la violencia de ETA la ansiedad se apoderó de la situación creada. Y que esta expectativa alimentó inopinadamente las urgencias hasta que la realidad -sin desarme y sin movimientos en la política penitenciaria- ha acabado por golpear las esperanzas. Hay quien pueda pensar que el efecto envolvente de la doctrina Parot enmaraña la situación. Pero hay muchos otros que confían en su efecto desencadenante. En cualquier caso, por encima de este impasse que alienta una tensión creciente, habría que reaccionar cuanto antes para dejar bien claro de qué paz estamos hablando.

Oportunidad para todos

Por: Juan Mari Gastaca | 21 oct 2013

21-10-13- CONCENTRACIO0N SENTENCIA PAROT  2   FERNANDO DOMINGO-ALDAMA
La derogación de la doctrina Parot, tan esperada antes de conocerse, debería constituir una oportunidad para el realineamiento de todas las partes directamente implicadas en la consolidación definitiva del proceso de paz en Euskadi. Bien es cierto que el contenido de la sentencia -por cierto, ausente de doctrina general- obliga tan solo a una parte -el Estado español- pero sería una táctica escapista que actores tan implicados como la propia ETA o la izquierda abertzale se desentendieran del nuevo escenario.

Ha bastado la llamativa explosión de júbilo en las calles de Bilbao de los principales dirigentes del entramado abertzale tras conocer el fallo del Tribunal Europeo de Derechos Humanos para comprender que oficiaban de parte en este litigio de alcance internacional. Supone la prueba evidente que demuestra cuánto se juega este movimiento con la próxima liberación de decenas de presos etarras,habida cuenta de las diferencias que los ideólogos de la izquierda radical todavía mantienen con los restos de ETA para una materialización efectiva de su giro político.

Ahora bien, tampoco sería de extrañar que este gozo fuera interpretado críticamente como un signo de connivencia entre quienes ahora apuestan por la vías pacíficas y quienes aún penan su pasado terrorista. Por eso, no haría mal la izquierda soberanista en proyectar una reacción contenida, encarrilada por supuesto en la exigencia del cumplimiento inmediato de aquellos derechos humanos conculcados, pero que no abriera heridas innecesarias de quien se siente ganador en una batalla que no le debería concernir tan abiertamente.

Es mucho más comprensible el abatimiento de las víctimas del terrorismo al conocer el fallo. Incluso esta rebeldía irá en aumento a medida que se sucedan las previsibles excarcelaciones de otros etarras. Pero con la misma contundencia debe considerarse inadmisible su resistencia a aceptar la resolución judicial de Estrasburgo. Algunas de sus primeras reacciones despectivas hacia la sentencia erosionan el Estado de Derecho y debería quedar claro que el dolor -y ha habido mucho- jamás será un argumento para semejante descalificación. Nunca parece llegar el día en que las sentencias sean interpretadas desde la esencia de las leyes y no desde la conveniencia particular.

Con todo, es justo admitir que las primeras horas no ofrecen el margen de descomprensión suficiente para interpretar con la frialdad debida las reacciones de quien se siente derrotado por esta resolución. Incluso, hasta podría ocurrir en el caso del Gobierno central, aunque se trate de una sentencia cuyo efecto posiblemente tendría ya descontado. Sin embargo, la puesta en escena de sus ministros de Justicia y de Interior proyecta la sensación de no haber metabolizado el revés, obstinándose en el mensaje de que nada va a cambiar.

Si Mariano Rajoy no está dispuesto a modificar la política penitenciaria sin atender siquiera a las exigencias mínimas de derechos humanos de toda persona presa, si la izquierda abertzale no penetra su exigecia hacia el desarme de ETA y si los terroristas solo tienen palabras para la exigencia del diálogo a los Gobiernos de París y Madrid, la derogación de la doctrina Parot volverá a ser otra oportunidad perdida. Habrá que esperar a que se serenen los ánimos...pero de todos.

Fagor, más que una suspensión de pagos

Por: Juan Mari Gastaca | 16 oct 2013

Fagor16
Con su preconcurso de acreedores, Fagor Electrodomésticos ha retrotraído a la economía vasca a su escenario más inquietante de esta interminable crisis económica, precisamente cuando empezaban a asomar tímidos mensajes alentadores. Este desenlace tan abrupto, aunque temido desde hacía meses, ha golpeado con estrépito, sobre un modelo social tan reconocido, a las estructuras sociales y políticas de Euskadi porque destila unas repercusiones demasiado inquietantes que no tardarán en irse manifestando.

Con su caída, Fagor Electrodomésticos identifica desgraciadamente otro efecto  pernicioso más del crash inmobiliario. Este grupo vasco fio entonces su rápida expansión al crecimiento desaforado de la venta de pisos aquí y allí, del que jamás consiguió ni quiso alejarse por la vía de una prudente diversificación. Fueron los años dorados en los que conoció su récord de ventas y cuando escaló sin remisión en el ranking mundial. A la vista de tan pésima táctica, quizá engordó para desfallecer ahora en la orilla.

Como era previsible, al conocerse tan fatal resolución se han agolpado las reacciones. Pero en esta ocasión pueden entresacarse algunos mensajes reveladores e inesperados. Resulta significativo cómo dos instituciones tan alejadas ideológicamente como Gobierno vasco (PNV) y Diputación de Gipuzkoa (Bildu), aunque intrínsecamente unidas por la envergadura del golpe económico y social que les alcanza de lleno, han coincido en su crítica reacción, que lleva aparejada una advertencia explicita. Nacionalistas y abertzales acusan duramente a Fagor, y de paso a toda la corporación Mondragón, por haber elegido la vía más dura para explicitar su falta de oxígeno financiero.

La opción recurrente de Fagor ha molestado al Gobierno Urkullu,
que ve abortada abruptamente su voluntad de habilitar medidas paliativas como reconoció el propio lehendakari durante su visita a Estados Unidos. Pero también ha incomodado a la Diputación de Gipuzkoa porque entiende que han apostado por la "peor solución". Ahora bien, en ninguno de ambos casos comparable con la exigencia de la consejera Arantza Tapia  al requerir a la empresa y a su corporación un plan de viabilidad "estricto, realista  y ajustado". Pocas veces las hemerotecas recordarán semejante tirón de orejas desde el poder en Euskadi hacia el cooperativismo radicado en Mondragón.

Con su fracaso, Fagor golpea inmediatamente el modelo alternativo que suponía la economía social de las cooperativas, aunque no lo pone en cuestión. Es evidente que este preconcurso de acreedores alienta la tentación de revisar la esencia del cooperativismo, pero en contrapartida pueden aflorar de inmediato muchas empresas con la misma identidad que resisten la sacudida de la crisis. No obstante, es incuestionable que Fagor ha fallado y que su obligado análisis crítico podría aportar enseñanzas de obligado acatamiento. Tampoco sería de extrañar que sectores afectados en su día por la expansión de Fagor aprovechen la ocasión en el propio País Vasco  para agitar sus críticas hacia la comprensión prestada a este modelo económico que orilló a otras firmas en su despegue.

Ahora se abre puerta a la preocupación. Llega el momento de encontrar la salida menos traumática para más de cinco mil trabajadores en un tejido industrial y social que parecía inmune a la pérdida del empleo. El ingrato reto que jamás imaginó el fundador del cooperativismo vasco.

 

 

 


Víctimas con doble mensaje

Por: Juan Mari Gastaca | 11 oct 2013

10-10-13-  PRESENTACION DEL LIBRO  LOS OJOS DEL OTRO  2 FERNANDO DOMINGO-ALDAMA
En Euskadi, ni siquiera las víctimas del terror de ETA tienen el mismo discurso. Ha bastado una curiosa coincidencia en el tiempo entre la Conferencia de Alcaldes por la Paz -promovida por Bildu, en San Sebastián- y la presentación de un libro, en Bilbao, recopilando las experiencias de los encuentros restaurativos entre víctimas y exetarras acogidos a la vía Nanclares para escuchar esos mensajes antagónicos tan repetitivos que no encuentran otro denominador común que el sentimiento del dolor. A partir de ahí, nada les une.

En la capital donostiarra, donde tanta sangre inocente se ha vertido, las distancias sobre el nuevo momento que vive el País Vasco se agigantan. Algunas víctimas se sienten laceradas cuando escuchan el llamamiento de la izquierda abertzale a la paz porque, sencillamente, no les creen. Y su lamento es mayor al saber que el alcalde Juan Karlos Izagirre equipara a todas las víctimas cuando pide una reparación cojunta. Por eso entienden que están obligados a promover un acto alternativo, posiblemente como desagravio. Es entonces, ante esa doble realidad apenas separada por un kilómetro, cuando cobra fuerza la frase del concejal del PNV Eneko Goia, esperanzando en que "llegue el día en que solo haya que hacer un único acto".

Pero dos años después de la desaparición de la violencia, el péndulo de la paz social apenas oscila. En algún momento de ofuscación por semejante quietismo es fácil comprender que no hay voluntad real de un acercamiento entre los extremos. Cabría pensar que cada paso hacia el encuentro se interpreta como una cesión. Así es imposible avanzar más allá del respeto incuestionable a la administración de la pena de cada víctima, donde la coincidencia, en este caso, es unánime.

Frente al pie en pared de colectivos como la AVT o Covite resulta estremecedor escuchar la experiencia de víctimas que han compartido en la cárcel un cara a cara con los causantes de su dolor. Cuando Maixabel Lasa, viuda de Juan Mari Jáuregui asesinado por ETA en su cargo de gobernador civil de Gipuzkoa en 2000, recuerda cómo Luis Carrasco, uno de los tres condenados por este atentado, le admitió que "todo en mí es malo y tengo una deuda que difícilmente podré pagar un dia", hay quien cree que es posible avanzar en la convivencia.

El Gobierno central no piensa lo mismo. Interior ha congelado los encuentros entre víctimas y victimarios, entre las críticas de quienes han ejercido la labor de mediadores y alejados de toda connotación política. Posiblemente esta decisión, que frena la iniciativa impulsada por los socialistas en 2011, sea la consecuencia directa de esa política de negación que ha implantado el PP como estrategia para someter a ETA en su declive. Pero tampoco aquí convergen las víctimas.

La unidad del 'lehendakari' Agirre

Por: Juan Mari Gastaca | 07 oct 2013

Agirre7
El tributo del Parlamento y el Gobierno vascos al primer lehendakari, José Antonio Agirre, ha aportado una fotografía de unidad en un momento de incipiente tensión política en Euskadi. El reconocimiento expreso de la apuesta histórica de Agirre por la unidad, de su diálogo entre diferentes "sin olvidar el compromiso con la soberanía vasca" viene a coincidir, es verdad, con el acuerdo mayoritario entre PNV-PSE y PP en favor de una nueva reforma fiscal, pero también con la grieta que supone un abierto desencanto abertzale por la última actuación del Estado español contra el colectivo Herrira.

Esa vocación de Agirre por el acuerdo, que Iñigo Urkullu actualiza como santo y seña de su hoja de ruta, ha prendido en una cuestión nuclear como la fiscalidad. Bien es verdad que la sorprendente coincidencia entre voluntades políticas tan distintas aconseja una proyección nítida del acuerdo para calibrar debidamente el alcance de su calado. Hasta entonces, es justo reconocer que ha existido una firme voluntad de llegar al entendimiento más amplio, que se ha llevado por delante más de una concesión. De hecho, algunos socialistas siempre críticos han entendido, incluso, que es incompatible armonizar un pacto fiscal con los populares porque se encuentran dos concepciones antagónicas.

El PNV, en cambio, no se fija en los pelos que deja en la gatera. Con estos acuerdos de largo alcance y de indudable repercusión social, los nacionalistas se sacuden definitivamente su soledad. Era el objetivo expreso, el pragmatismo más elocuente de su estrategia. Al hacerlo, asegura a Urkullu la tranquilidad que nunca tuvo desde pero, sobre todo, escenifica la capacidad de entenderse entre diferentes en la búsqueda del consenso, al más puro estilo Agirre, su modelo a seguir.

MIentras, la izquierda abertzale queda ahora mucho más sola en un momento delicado. La reforma fiscal y los dos anteriores presupuestos de Gipuzkoa habían retratado a Bildu como integrador de voluntades dispares. Puede quedar reducido a puro espejismo una vez que el acuerdo tripartito sobre la fiscalidad entre en las Juntas Generales, máxime tras el abierto malestar de los socialistas guipuzcoanos, que se sienten engañados en su mano tendida al gobierno de Martin Garitano.

Además, por si fuera poco, las señales que emite Madrid sobre el proceso de paz cada día son más inquietantes. Al silencio intencionado en la política penitenciaria, que se lleva por delante la presión del propio lehendakari, se ha unido el mazazo de Herrira, que va mucho más allás de las detenciones prácticamente diluidas una semana después. El duro golpe al núcleo vital de este colectivo a favor de los presos debe entenderse como el mensaje del Estado que llega por la vía judicial. Como respuesta, ahí está otra vez la contestación, multitudinaria, en la calle pero con un mensaje dirigido a una sola dirección. Y así no hay manera de ponerse de acuerdo. Pero, como pretendía el lehendakari Agirre, habría que procurarlo.

La paz se enreda

Por: Juan Mari Gastaca | 01 oct 2013

30-09-13- HERRIRA SEDE DE BILBAO REGISTRO GUARDIA CIVIL JONE GOIRICELAYA  7  FERNANDO DOMINGO-ALDAMA
Es posible que el principio erróneo de ETA de que su decisión unilateral de abandono definitivo de la violencia contraería necesariamente el ejercicio de la reciprocidad siga condicionando su inmovilismo, en el convencimiento de que ahora debe mover ficha el Gobierno central. Ni siquiera es decartable, incluso, que entre quienes propiciaron desde la reflexión que la banda terrorista adoptara hace dos años tan deseada decisión se mantenga la misma teoría. Pero es un error compartido.

No sería deseable que ETA permaneciera empecinada por más tiempo en ese silencio táctico tan enigmático sobre su inapelable desarme. Al hacerlo vuelve a desoír la exigencia de la sociedad vasca y tambén en voz baja de la propia izquierda abertzale, a quien esta vez le está costando demasiado tiempo imponer su pragmatismo. Y en el desestimiento va implícito el hastío en la callle y el progresivo desafecto político hacia sus reivindicaciones.

El quietismo se ha apoderado de los dos extremos hasta unos niveles que empiezan a ser preocupantes, sobre todo porque contribuyen a tensionar un clima que levemente suspira por la paz definitiva. Operaciones como las dirigidas desde la Audiencia Nacional hacia la razón de ser de Herrira, al año y medio de su funcionamiento, atormentan la razón. Ante la mezcla de incredulidad e indignación creadas, sería tan necesario como urgencia conocer los delitos cometidos por este colectivo surgido en favor de los derechos de los presos de ETA, y adaptado convenientemente a la nueva praxis política de la izquierda radical. Solo así podría interpretarse conforme a derecho una realidad que ahora mismo sólo puede analizarse en función de una advertencia al inmovilismo de la banda terrorista.

Euskadi ve así como la paz se enreda. Algunas fotografías de las últimas 24 horas reproducen escenarios que se creían ampliamente superados. Incluso, el espejismo de una inerte ponencia de paz y convivencia en el Parlamento no augura buenas vibraciones. Por eso cobra especial importancia el doble llamamiento que con toda intención realizó el lehendakari, Iñigo Urkullu, el pasado domingo a ETA y al Gobierno central, y que ahora ha repetido Josu Erkoreka, portavoz del Ejecutivo vasco. La banda terrorista debe desarmarse o disolverse de una vez por todas, pero también Mariano Rajoy se debe sentir concernido a modificar la actual situación penitenciaria.

Solo cuando ambas situaciones se produzcan podrá respirar la paz. No deja de ser voluntarista y de parte que las fuerzas abertzales clamen por una reacción "como pueblo" ante las detenciones de Herrira sin que, de momento, se atrevan a exigir públicamente a ETA que dé el paso que la inmensa mayoría le requiere sin dilaciones ni comunicados extemporáneos. Ni tampoco es de recibo apelar a tentáculos de ETA cuando se ha llegado al convencimiento explícito de que la banda terrorista afortunadamente dejó de existir. Ganas de enredar.

El País

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