La mayoría nacionalista ensanchará sus dominios en un futuro Parlamento vasco si se cumplen los resultados del último Euskobarómetro. Según este sondeo -sin vinculación alguna con el Gobierno autonómico-, dos de cada tres escaños de la Cámara de Vitoria (50 de 75) estarían en manos de un PNV (28) que aumenta su ventaja como primera fuerza y de EH Bildu (22), que se consolida como la segunda opción. En la orilla de enfrente, el PSE-EE no acaba de encontrarse y mantiene su tendencia a la baja al igual que el PP.
Casualmente, este sondeo de intención de voto ha venido a coincidir en Euskadi con el paso adelante del PNV en su propuesta de nuevo estatus político. Podría deducirse con los datos en la mano que apenas un mínimo de voluntad política por parte de los nacionalistas aceleraría una hipotética vía vasca a un ritmo nada despreciable con Cataluña. Pero el lehendakari, Iñigo Urkullu, tiene otros ritmos y posiblemente otras voluntades a medios plazos menos desafiantes que Artur Mas. Una táctica que, además, le aporta réditos electorales a diferencia de CiU.
De entrada, el PNV no siente rasguño alguno en su ejercicio del poder. Su vuelta al Gobierno vasco le consolida como el primer partido, rearma su condición de imprescindible y, de paso, diluye las críticas hacia su gestión que hace una semana en otra encuestra del Euskobarómetro le creían incapaz de solventar los graves problemas de Euskadi. A esta previsión electoral tan favorable solo se le escapan unas décimas, las suficientes para desbancar a la coalición soberanista en Gipuzkoa. Tampoco les inquieta demasiado. En su fuero interno, los nacionalistas manejan datos suficientes que les dibujan un mejor resultado en este territorio fetiche del abertzalismo.
Por lo tanto, es este firme tiempo de paz, más allá del debate interminable sobre el desarme y la política penitenciaria, el mapa político tiende a consolidarse. Lo hace desde la nítida reafirmación identitaria y la pérdida progresiva del voto constitucionalista, proyectando así el mayor alejamiento jamás conocido entre ambos nichos electorales y rompiendo con la idea de que Euskadi está dividida en dos bloques.
Tan solo una interpretación en clave ideológica permitiría aflorar en este escenario una hipotética opción de izquierdas donde confluyeran EH Bildu, PSE-EE y la renacida IU-Ezker Anitza, a la que se atribuyen dos escaños en su vuelta al Parlamento. Más allá de la interesada advertencia del PNV de que es posible augurar un acuerdo entre independendentistas y socialistas, la terca realidad aparca para mucho tiempo esta alternativa. Así las cosas, el futuro de Euskadi vuelve a pasar por la única voluntad del PNV. Mas no puede decir lo mismo con CiU.