Sobre el autor

Juan Mari Gastaca

, delegado de El País en Euskadi. Se abre aquí un hueco para intercambiar opiniones sobre la vida política que en esta tierra vasca no deja a nadie indiferente y mucho menos cuando llegan unas elecciones.

Sobre el blog

Hablaremos sobre el día a día de la vida política que afecta a Euskadi, dentro y fuera de la casa común vasca.

Eskup

El PP vasco busca orden y sitio

Por: Juan Mari Gastaca | 28 ene 2014

18-12-13- ARANTZA QUIROGA PP VASCO  2   FERNANDO DOMINGO-ALDAMA

En el PP vasco se acumula el desasosiego. Desplazados a una oposición con una pérdida creciente de
votos, impedidos para rentabilizar en Euskadi la ola de poder en una España en crisis y necesitados del PNV para sujetar su única cuota de poder en Álava, sienten sin tiempo para recomponerse la convulsión por el nacimiento de Vox y, sobre todo, por el desafecto que les acaba de transmitir quien fue su padre espiritual, Jaime Mayor Oreja.

Solo en el peor de sus sueños, Arantza Quiroga pudo pensar que los desgarros en su partido llegarían, paradójicamente, en los tiempos de paz. Después de tantos años esquivando la violencia, ahora que ETA ya no tiene voluntad para apretar el gatillo, es cuando el PP se ve obligado a buscarse a sí mismo. Ahí es donde se enmarca la convocatoria urgente de un congreso, encaminado a poner orden en su estrategia y a encontrar un sitio en el futuro político del País Vasco en medio de un ambiente que les seguirá siendo poco propicio.

Con los datos electorales en la mano, es incuestionable que al PP le fue mejor resistiendo a ETA que viviendo ahora sin escoltas. Aquel discurso aguerrido que implantó Mayor Oreja y secundaron convencidos Carlos Iturgaiz y María San Gil cuajó en medio de bombas y asesinatos, mientras sus pocos cargos y militantes bastante hacían con seguir en pie, a cambio de verse aislados de la realidad social.

Pero hoy, sin terrorismo por mucho que lo desvirtúen discursos ventajistas, el PP está obligado a recomponer su posición para un futuro en paz. Pero le perturban las dudas en el diván. Antonio Basagoiti, implacable siempre con el terrorismo, ya diseñó una estrategia para incorporar a su partido al proceso de paz, y no encontró respuesta en las urnas. Quienes siempre entendieron que el discurso oficial de los populares era el monolítico de la lucha contra ETA, incluso cuando ETA no esté, jamás se lo perdonaron. Vinieron a decir que el voto del PP está asociado a la imagen de la mano dura, en la guerra y en la paz. Basagoiti, hastiado, traspasó el cáliz a Quiroga.

El PP vasco necesita liberarse de sus hipotecas para encontrar su camino. De entrada, no puede permitir un reproche más de algunos politizados sectores de víctimas ni de su derechista ala interna cuando le afean su política con quienes han sufrido el desgarro del terror. Están legitimados porque han sufrido como ellos, siempre les han protegido, incluso hasta límites que muchas veces parecían confundirse con intereses políticos. Por eso, no estaría mal que dieran un golpe en la mesa para desnudar determinadas intenciones que poco se corresponden con disponerse al final de ETA.

Para hacerlo, Quiroga -la primera presidenta de un partido con representación parlamentaria que resultará elegida por los votos de sus afiliados- necesitaría de todo el apoyo de Mariano Rajoy. Y  ese inequívoco respaldo, para que tenga solidez y sea creíble, debe contemplar por parte del presidente del Gobierno cuál es su política para una Euskadi en paz más allá de refugiarse en el paso del tiempo como viene haciendo desde octubre de 2011.

 

 

 

Todos los papeles pasan por Arantza Zulueta

Por: Juan Mari Gastaca | 22 ene 2014

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Arantza Zulueta
, la abogada más intransigente para aceptar un final de ETA sin una solución previa para sus presos, es la persona mejor informada sobre el proceso de paz en Euskadi. A su despacho de Bilbao, revisado por la Guardia Civil a partir del soplo informativo que anticipó las detenciones del frente legal de las cárceles han ido llegando cada uno de los documentos imprescindibles para conocer la estrategia de dos actores fundamentales: los partidos de la mayoría abertzale y la propia banda terrorista.

Ha bastado una operación policial en vísperas de una manifestacién en favor de los derechos de los presos de ETA para que se empiecen a difundir inopinadas estrategias de acción-reacción sobre el tema político de mayor calado ahora en Euskadi. Paradójicamente se ha tenido que esperar a la incautación de archivos en el bufete de Zulueta y sus colaboradores para que el resto de la clase política conozca el propósito del lehendakari, Iñigo Urkullu, de incitar al desbloqueo del proceso de normalización mediante un acuerdo de objetivos tasados en un calendario con la izquierda soberanista.

Mientras metaboliza la sorpresa, la oposición trata de saber si esta estrategia obedece a una salida unilateral desde la mayoría abertzale (un sondeo les augura el 75% de los escaños en las autonómicas de 2016), el dato incontestable es que la hoja de ruta de Urkullu llegó a las manos de Zulueta, protagonista otra vez cuando se trata de tomar la temperatura a ETA.

Curiosamente, Zulueta ha sido la única en responder a la petición del lehendakari. Solo los presos, con su comunicado del pasado 28 de diciembre, han cumplido con la hoja de ruta reconociendo el daño causado y aceptando la legislación vigente. Del resto de la hoja de ruta, Sortu jamás se ha sentido concernido desde que la recibió hace tres meses. Todavía siento vértigo para reconocer los efectos perversos de tantos años de terrorismo y no se atreve con ETA para que acometa su desarme como le reclama la sociedad vasca.

Por si fuera poco su protagonismo, Zulueta también dispone de la exigente hoja de ruta trazada por la izquierda abertzale para encarar la normalización, según sus objetivos. Quienes dicen haber visto estos papeles en Madrid así lo atestiguan. Y, claro, a nadie le extraña tal control de situación de esta abogada habida cuenta de la exigencia sancionadora que ETA dispone en este prolongado proceso.

Con tan diversa y valiosa información entre sus manos durante tanto tiempo, es fácil admitir el papel preponderante que se le venía concediendo a Zulueta, alineada por convicción desde siempre con el sector más duro de los terroristas. Por lo tanto, para saber qué se cuece a este lado del proceso, preguntar a Zulueta, aunque esté en prisión. O quizá así se explica más fácil su detención.

Ortega Lara y Abascal, ¿la solución?

Por: Juan Mari Gastaca | 15 ene 2014

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José Antonio Ortega Lara y Santiago Abascal podrían contribuir, desde su nuevo partido Vox, a suavizar el miedo escénico que acompaña al Partido Popular en dos cuestiones nucleares como son el modelo territorial de España y el proceso de paz en Euskadi. Admitida con posible esta lectura, bien es verdad que, en sentido contrario, la irrupción de esta formación, surgida fundamentalmente del desencanto por la mano floja del Gobierno de Mariano Rajoy, podría contribuir todavía más a apretar las filas populares, temerosos de sufrir un boquete electoral.

Ortega Lara y Abascal comparten la teoría de que el PP es endeble ante las reivindicaciones nacionalistas y las exigencias de los terroristas. Ambos saben que se trata de una opinión infinitamente minoritaria en escenarios tan concernidos como Euskadi y Cataluña, pero esos jamás serán sus feudos electorales. En realidad se sienten reconfortados en el empeño por el aliento diario que reciben de esos círculos de la derecha mediática a los que nuestren y sobre las que Vox edificará su ideario.

Uno y otro han sufrido hasta la crueldad la violencia de ETA. Solo los sanguinarios carceleros de Ortega Lara -y Josu Bolinaga, en libertad por su cáncer, lo es - podrían sentirse indiferentes hacia el retrato perturbador de aquella angosta cárcel en la que este exfuncionario de prisiones permaneció secuestrado 532 días. Incluso Abascal ha tenido que rehacer su vida lejos de su casa familiar de Amurrio (Álava) hastiado de la extorsión y de la amenaza permanente de los terroristas, a quienes ha hecho frente en más de una ocasión.

Pero muchos compañeros de Abascal en el PP vasco tampoco se han podido escapar de la violencia de ETA hasta hace dos años. Han sufrido en silencio junto a sus familias en centenares de pueblos del País Vasco, donde ahora tratan de incorporarse muy lentamente a una convivencia que siempre se les negó desde el totalitarismo radical. Y ahí han seguido. Abascal, al menos, tuvo el apoyo de su anterior partido para rehacer su vida personal y profesional y por eso no comparten con él la deriva de su actual argumentario político

Sería aconsejable que el PP convirtiera en una oportunidad la existencia de un partido democrático a su derecha. No habría componendas sobre cuál es la intensidad de su ideario político. Hasta ahora se han entendido como justificación, e incluso atenuante, que políticas tan conservadores del Gobierno Rajoy como el proyecto de ley del aborto o la cerrazón al diálogo con Cataluña debían interpretarse como concesiones al sector más intransigente. Admitida la disculpa, ¿acaso la existencia de Vox será capaz de endurecer más aún estas políticas tan arriesgadas para la convivencia social? Esperando la resolución ahí siguen un referéndum y ETA.

Una fotografía, una advertencia

Por: Juan Mari Gastaca | 11 ene 2014

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Los presidentes de PNV, Andoni Ortuzar, y Sortu, Asier Arraiz, se saludan antes de la rueda de prensa conjunta. / F. DOMINGO-ALDAMA


El PNV no se siente a gusto en la fotografía de la unidad abertzale. Entiende que todavía no es el momento de ensayar estos escenarios, pero la quiere utilizar -"de manera excepcional", reconoce- porque calma más de una de sus preocupaciones.De momento, avisa y no convendría despreciarlo aunque se trate de una expresión puntual.

Al unirse con quienes no cejan de afearle su desafecto a la apuesta soberanista de Euskadi, los nacionalistas anteponen, en cambio, la cobertura del riesgo que supondría para el proceso de paz asistir en un clima sin violencia desde hace dos años al veto de otra manifestación más en contra de la dispersión de los presos de ETA. Pero, sobre todo al bajar a la calle junto a la izquierda abertzale, componiendo el retrato de la mayoría social, el PNV advierte a Mariano Rajoy de que su quietismo puede inocular males mayores.

En su primer año de mandato en el EBB, Andoni Ortuzar -siempre crítico con la lenta incorporación de la izquierda abertzale al uso democrático- repite aquella imagen de Xabier Arzalluz caminando hace 15 años junto a Arnaldo Otegi detrás de una pancarta. No le guiará, desde luego, la misma satisfacción que al antiguo presidente de los nacionalistas vascos. Ortuzar, que ha tomado la decisión estratégica más importante en su cargo, sabe que es una cuestión de mal menor, aunque en la base del partido tampoco disguste en exceso esta exhibición de una incontestable supremacía política.

Es preocupante que PNV y Gobierno vasco
agoten su paciencia hastiados del  calculado inmovilismo de Rajoy en el final de ETA. Hasta ahora, el Gobierno central ha encontrado en Iñigo Urkullu una referencia de serenidad y de búsqueda de acuerdos sin apremiantes exigencias, sin plazos urgentes apelando a la unidad siempre necesaria. Y la respuesta ha sido el silencio, las detenciones y la prohibición de una marcha que cada año viene celebrándose sin incidentes. Por ahí se genera el malestar y la desconfianza.

Es posible que alentado por su estrategia multidisciplinar el PP haya entendido que también a la consecución definitiva de la paz se llega con la manos cruzadas mientras pasa el tiempo. Si así fuera, debería saber que objetivamente se equivoca y que aún dispone de la capacidad de maniobra suficiente para no enfangar las vías de solución que, por supuesto, existen sin rebasar jamás los límites del Estado de Derecho.

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