Sobre el autor

Juan Mari Gastaca

, delegado de El País en Euskadi. Se abre aquí un hueco para intercambiar opiniones sobre la vida política que en esta tierra vasca no deja a nadie indiferente y mucho menos cuando llegan unas elecciones.

Sobre el blog

Hablaremos sobre el día a día de la vida política que afecta a Euskadi, dentro y fuera de la casa común vasca.

Eskup

Sin Azkuna, Bilbao prepara elecciones

Por: Juan Mari Gastaca | 29 mar 2014

Areso29m

Sin Iñaki Azkuna, el PNV pierde, sobre todo, demasiado músculo político en el Ayuntamiento de Bilbao. Como acción reactiva a esta adversa realidad, y consciente de que es imposible rellenar la expansión de la ausencia, los nacionalistas, sobre la confianza de su mayoría absoluta, han elegido la vida del pragmatismo visual: concretar en la calle el modelo de ciudad que abanderó su llorado alcalde.

Pero la oposición, en especial la izquierda abertzale, les forzará a un cuerpo a cuerpo bien distinto. Sabedores de que sin Azkuna ya nada es igual, ven abierto un horizonte posibilista que presagia una pugna municipalista mucho más agitada por viva. Con mayo de 2015 en el horizonte, con un proceso interno del PNV para elegir su candidato a la alcaldía, la sensación de un ambiente electoral empezará a impregnar el día a día del mandato de Ibon Areso.

El PNV procurará no caminar solo aunque sabe que tiene el respaldo suficiente para hacerlo. Más aún, intentará no cerrarse las puertas del entendimiento siquiera puntual sobre todo con las dos fuerzas más receptivas como son, por este orden, PSE-EE y PP. Es evidente que ante el escenario de la nueva legislatura, donde es más que previsible una búsqueda de apoyos para seguir gobernando, los nacionalistas no levantarán muro alguno.

Bastaría recordar la progresiva sintonía alcanzada en la recta final del mandato Azkuna con los socialistas para augurar el sesgo de una mayoría consolidada para los próximos años. Un acuerdo PNV-PSE que podría extenderse con relativa facilidad al resto de los territorios sobre la mecha prendida del entendimiento que ambos partidos se procuran en el Parlamento vasco.

Frente a esta mayoría esgrimirá la izquierda abertzale su modelo alternativo. EH Bildu juega con la certeza del entendimiento de nacionalistas y socialistas para taponar su opción de poder, Gipuzkoa incluída. En Bilbao, no obstante, le servirá para confrontar con mayor visibilidad su proyecto, tan diametralmente opuesto al desplegado por Azkuna.

Precisamente ante la consistencia de esta oposición deberá retratar el PNV el perfil de su candidato más idóneo. Es la asignatura más compleja a corto plazo que le aguarda al partido mayoritario de Euskadi. La alargada sombra de Azkuna seguirá pesando durante mucho tiempo y es un condicionante evidente cuando llegue la hora de adecuar su relevo. ¿Cómo adecuar un modelo de ciudad a partir de 2015 ante una exigencia política más activa que para entonces dedicará mucho tiempo al debate identitario? ¿Y con qué perfil hacerlo? Ahí está la clave.

 

 

Una muerte absurda que tiene responsables

Por: Juan Mari Gastaca | 19 mar 2014

Treviño19m
En Euskadi se puede morir por negligencia médica. Pero también por competencia territorial en pleno siglo XXI. Una niña de tres años ha perdido la vida por culpa directa de unos neglientes responsables asistenciales, más preocupados en decidir si la ambulancia de urgencia debía salir de Vitoria o le correspondía a Miranda de Ebro. Mientras lo debatían, la enfermedad siguió su curso, hizo estragos y acabó con la vida de Anne Ganuza, víctima de una varicela a quienes, paradójicamente, los médicos le habían dado el alta horas antes de morir en un hospital de la capital alavesa.

En Euskadi, donde la principal preocupación política de esta semana radica en el desplante del ministro del Interior al repliegue policial solicitado por la consejera de Seguridad, nadie se ha prestado a servir una simple ambulancia a una enferma que lo requería con urgencia a apenas 20 kilómetros de la sede del Gobierno vasco. Eso sí, llamaban desde el término municipal de La Puebla de Arganzón, en ese enclave del Condado de Treviño que sigue suspirando desde hace décadas para que de una vez la ceguera política le admita como una parte del territorio alavés donde tiene los servicios a mano sin mirar al lejano Burgos.

Una niña aquejada de varicela recibe el alta en un hospital de Vitoria porque no tiene fiebre. Sin embargo, empeora poco después en su casa y requiere de una ambulancia que no llega. Los sesudos responsables de la Sanidad vasca cotejan si el servicio corresponde a Euskadi o a Burgos. Pasan las horas, no hay servicio, crece la tensión y es el padre de la enferma, desesperado, quien hace de taxista improvisado. De nada valieron las súplicas de la abuela "si hay que pagar la ambulancia, la pagamos, pero salvalde la vida". En Osakidetza seguían debatiendo si eran galgos o podencos. Cuando aún no habían acabado de dar con la solución, la niña ya estaba muerta.

Como siempre ocurre en escenarios tan lúgubres, la primera respuesta oficial es abrir una investigación. Es la estratagema idílica para difuminar las responsabilidades, para alargar el debate sin encontrar culpables. Las conclusiones, sin embargo, son palmarias y, además, vergonzantes. Solo cabe identificar a la persona que decidió no enviar una ambulancia a una persona necesitada, con un expediente médico en curso, alegando razones de demarcación territorial.

El consejero de Salud del Gobierno vasco, Jon Darpón, debería haber reaccionado con mayor contundencia. Más allá de su condolencia a la familia de la niña fallecida tendría que haber señalado con el dedo la negligencia cometida. Un funcionario, al meno uno, ha antepuesto la absurda cuota territorial a la obligación constitucional de la ayuda médica. Y al hacerlo ha provocado una muerte inocente.

En una comunidad que parece subyugada por el debate del interminable proceso de paz, de la primera lista de excarcelaciones de ETA, del inmovilismo del ministro Fernández Díaz y de la próxima ponencia del autogobierno, se acaba de morir una niña porque un ciudadano vasco ha entendido que la ambulancia que le pedían para salvar una vida debía de venir de Miranda de Ebro, situada a 18 kilómetros, y no de Vitoria, a 20 kilómetros. Vaya conflicto.

Golpes de efecto en el proceso de paz

Por: Juan Mari Gastaca | 16 mar 2014

ALSASUA15M
Sin avances, en medio del desafecto de una sociedad vasca que le devuelve la espalda en cuanto a sus preocupaciones reales, el proceso de paz se ha refugiado en los golpes de efectos. Como antídoto contra el inmovilismo que, sin embargo, no conmueve a la inmensa mayoría de la ciudadanía se suceden los anuncios de excarcelaciones con más razones políticas que jurídicas y fotos de supuestos huidos que viven en Euskadi.

El sociómetro del Gobierno vasco se ha mostrado descarnado al detectar que el proceso de paz, alardeado mediáticamente sin cesar y en especial ante el mínimo movimiento de ETA y de su entorno, pasa desapercibido entre la población. En una situación de crisis, mientras se avivan las desigualdades sociales, con un crecimiento del paro que no cesa y aún sin un horizonte despejado, el ciudadano vasco prefiere pensar en su propia realidad.

Es un mensaje diáfano que debería calar en el pensamiento táctico de la banda terrorista, pero dicho así se antoja más una quimera que un deseo. Incluso, hasta sería una exigencia democrática que atendiera al clamor mayoritario cuando se reclama que pida perdón por el injusto daño causado. No lo hará y tampoco ha encontrado entre los más cercanos una incitación a que se lo piense. Así se explica que vuelva a despreciar las normas de juego. ETA procura las primeras excarcelaciones por motivos de enfermedad y de edad sin cumplir la ley. Y se equivoca, al igual que lo hacen quienes le secundan. Sabe que de esta manera vacía la justificación de su solicitud y de ahí que se arriesgue a identificar su estrategia como otro golpe de efecto.

En Euskadi, los vascos comparten mayoritariamente dos situaciones nucleares que se antojan interrelacionados para el desbloqueo del proceso de paz: ETA debe pedir perdón y el Estado anular la excepcionalidad en el trato penitenciario a sus presos. De momento, desgraciadamente, nadie procura atender las exigencias de una sociedad que tampoco se inquieta demasiado porque entiende que tras cesar la violencia -su auténtica preocupación hasta ahora- ya no hay conflicto.

Tampoco fotografías como las de Alsasua ayudan. Ni la comparecencia de un centenar de supuestos huidos que viven en las calles de Euskadi porque ya no tienen causas pendientes ni la abrupta concurrencia de Covite exigiendo que les aclaren cuál es la situación de 400 atentados sin resolver. La Justicia debe ser el destinatario de estas reclamaciones de las víctimas más allá de que se busque el impacto de una fotografía.

Ahora bien, poco aporta un discurso de exmiembros de ETA con más ahínco en subrayar los efectos de la guerra sucia y de la tortura que los centenares de asesinatos cometidos. En nada contribuye a la sensibilización el uso de un lenguaje en ocasiones desafiantes después de tanto dolor causado, del que parece no sentirse concernidos. Vaya, que también pudiera creerse con relativa facilidad que es otro capítulo de la escenografía.

En este contexto nada esperanzador, es comprensible que en sectores comprometidos con el proceso se procure mantener viva la llama como ha ocurrido con el acto de San Telmo. La desazón llega cuando sienten que solo les oyen, que no les escuchan. Y así otra semana, otro mes.

Quiroga lo tiene difícil

Por: Juan Mari Gastaca | 10 mar 2014

Quiro11
Arantza Quirog
a ha tropezado y ella lo sabe. Desde su convicción profunda, la presidenta del PP vasco sostiene, sin embargo, que el traspié era inevitable -es decir, prescindir de Iñaki Oyarzábal- y que lo tenía descontado. Pero quizá jamás pensó que le supusiera tanto desgaste -a modo de un elevado voto de castigo- hasta el punto de verse obligada a pedir públicamente perdón, en un gesto tan inusual en política que le ennoblece, aunque, a su vez, desvela que le aguarda un camino lleno de espinas.

Al día siguiente de la cruz del congreso, Quiroga ha hecho firme propósito de enmienda de engrasar cuanto antes las relaciones con el PP alavés, convertido ahora mismo para ella en un territorio hostil. Es aquí donde sangran por la herida que suponen el descarte de Oyarzábal y la visualización de la derrota de Alfonso Alonso. Ahora bien, lo hará sin renunciar a los principios que le asisten, acompañada del lógico pragmatismo para rebajar la tensión, pero envuelta en la creencia de que su mandato debe ir acompañado de un sello propio. No hará la presidenta otra cosa que alumbrarse con el faro que ha guiado su golpe de timón. Que la vayan conociendo.

Propiciando sin demasiada convicción u relevo tan determinante, Quiroga se ha procurado, de entrada, el entorno menos propicio y es su obligación restañar las heridas. Y en este difícil empeño, urgido por el tiempo y la responsabilidad, tampoco deberían sentirse ausentes los dirigentes más significados de su partido en Euskadi si de verdad su apuesta es la vitalidad de la organización y no la apuesta interesada de una determinada cuota de poder. Bien saben todos ellos que les acechan las europeas, aunque les relaja el hecho de que la exigencia será menor ante unos resultados adversos. Otra cosa bien distinta es articular el andamiaje de las próximas elecciones locales y forales. Esa es la auténtica de fuego para todos, máxime en Álava donde les toca defender la gestión en Ayuntamiento de Vitoria y Diputación.

Por todo ello, más allá del debate personalista al que se ha reducido esta batalla pública de desagravios en torno al congreso del Kursaal, el PP vasco tiene la urgencia de acomodar su discurso. Es la ocasión para saber hasta dónde llega su apuesta en el nuevo contexto de paz, dónde colocará el límite durante el debate del autogobierno y cuál será la reacción ante la estrategia de Vox y UPyD en el granero electoral de Álava. Ahí está el auténtico pulso que le aguarda a Quiroga y, por cierto, a su nueva mano derecha, Nerea Llanos, posiblemente la persona menos aludida del congreso a donde, supuestamente, llegaba como la auténtica novedad. La larga sombra de Oyarzábal resultó demasiado alargada, incluso para la presidenta
.

PP vasco, de tumbo en tumbo

Por: Juan Mari Gastaca | 05 mar 2014

18-12-13- ARANTZA QUIROGA PP VASCO  2   FERNANDO DOMINGO-ALDAMA
A dos días de iniciar el próximo mes en San Sebastián su congreso regional, el PP vasco busca un secretario general. A tan patética situación se ha llegado por la manifiesta incapacidad de su presidenta, Arantza Quiroga, sometida por su impericia a una grave devaluación como líder político que compromete, de paso, la estabilidad de esta cuarta fuerza en Euskadi en un momento demasiado intrincado para adecuar su discurso ideológico a un nuevo contexto sin violencia de ETA.

Quiroga entendió mal los aplausos recibidos en el reciente cónclave del PP en Valladolid. Creyó que este reconocimiento en presencia Mariano Rajoy, poco después de haber convocado el congreso, le revestían de la máxima autoridad para tejer sin cesiones su equipo de dirección. Quizá levitó sin darse cuenta de la consistencia objetiva de sus apoyos. Y es ahí donde se dio de bruces con la realidad al encontrarse una adversa situación que debilita seriamente su autoridad, de entrada, y, de paso, daña la imagen a los ojos de Génova, cuando todavía en Madrid tratan de digerir a duras penas la rocambolesca elección del candidato a dirigir el PP andaluz.

Es evidente que Quiroga ha vendido la piel del oso -su desafecto hacia Iñaki Oyarzábal como secretario general- antes de cazarlo -asegurarse la mayoría para aceptar a su desconocido candidato-. En una maniobra solo explicable por la inexperiencia y el desacierto, la presidenta se siente prisionera del error de su funesta estrategia. Empezó la casa por el tejado y ahora ve derrumbarse el edificio de su proyecto, demasiado obsesionado por el desalojo precipitado del actual número dos y carente, en cambio, de un imprescindible debate discursivo ante los retos de este partido en Euskadi. ¿Nadie se lo ha hecho ver?

Quiroga no ha medido sus fuerzas y así se explica que vaya de tumbo en tumbo llamando a la puerta de posibles candidatos a secretario general. En su futuro interno, bien es verdad que siempre ha temido el voto de castigo de Álava si no compensaba debidamente haber dado un golpe a Alfonso Alonso en la cara de Oyarzábal. Y de ahí que recurriera por sorpresa a un concejal de Vitoria que, paradójicamente, parecía no saber qué supone ser la mano derecha de la presidenta de un partido.

Manu Uriarte, el primer elegido, ha renunciado el mismo día que se reservaba para su presentación. Dice que ve incompatible dedicar su esfuerzo a los dos cargos. ¿Acaso antes de admitir la condición de secretario general, Uriarte no advirtió a Quiroga de que quería seguir como concejal? ¿Y si lo hizo, qué le dijo la presidenta para que ahora se baje del tren? Por curiosidad: ¿de qué hablaron Quiroga y Uriarte los días que fraguaron tan débil acuerdo?

El País

EDICIONES EL PAIS, S.L. - Miguel Yuste 40 – 28037 – Madrid [España] | Aviso Legal