Sobre el autor

Juan Mari Gastaca

, delegado de El País en Euskadi. Se abre aquí un hueco para intercambiar opiniones sobre la vida política que en esta tierra vasca no deja a nadie indiferente y mucho menos cuando llegan unas elecciones.

Sobre el blog

Hablaremos sobre el día a día de la vida política que afecta a Euskadi, dentro y fuera de la casa común vasca.

Eskup

Urkullu enrabieta a EH Bildu

Por: Juan Mari Gastaca | 23 abr 2014

No ha sido un Aberri Eguna más el de este año. Decía con cierta desidia la oposición que el Día de la Patria vasca ya había perdido su épica a partir del fracaso del Pacto de Lizarra. Pero con Escocia y Cataluña en el espejo permanente del debate político era muy difícil oscurecer el discurso. Por eso, a Iñigo Urkullu su novedosa propuesta de confederalismo, incluso rebajada a modo de bosquejo, le ha valido para agitar el escenario vasco y, curiosamente, conseguir que alguien le atienda desde el Gobierno central.

Ha sido el lehendakari, que no el presidente del PNV, quien ha pautado la expresión de autogobierno que idea el nacionalismo vasco y, desde luego, en un momento de especial significación. Urkullu ha calentado, sin duda, el arranque de la ponencia que abordará el futuro del estatus jurídico de Euskadi con una formulación que no se le atribuía. Bien es cierto que lo ha hecho a modo enunciativo, sin apretar el acelerador, pero marcando territorio que no es poco.

EH Bildu ve, desde luego, cómo se aleja en el fondo y en la forma su ansiada unidad por un futuro soberanista. Los repetidos cantos a la concentración de fuerzas antes y durante del Aberri Eguna, a los que incluso se unió ETA para apurar su descosida etiqueta de agente político, se dirigen especialmente al PNV con la misma intención que desprecio en la respuesta. No hay entendimiento posible.

Mientras las fuerzas abertzales han fiado su proyecto al mimetismo de la vía catalana y de hecho el próximo 8 de junio redoblará su expresión con la iniciativa de Gure esku dago, el PNV lo ignora, no se siente concernido porque busca otro horizonte y huye de experiencias fallidas que provocan frustraciones. Es la expresión palmaria de que ambas sensibilidades no se van a encontrar por mucho tiempo en el camino ni en el propósito. A EH Bildu, enrabietada por esta desafección, siempre le quedará la presión permanente en el Parlamento sobre los nacionalistas. Clamar en el desierto.

Con su idea del confederación, el PNV empieza a repartir el juego que se le venía reclamando desde que presentara su propuesta indefinida de nuevo status jurídico. La ponencia de autogobierno así promete de entrada aunque irá con el freno de mano echado hasta las elecciones locales de 2015, fecha elegida para marcar la dirección de la auténtica propuesta 29-11-13- EL LEHENDAKARI INAUGURA DEUSTO TECH  3   FERNANDO DOMINGO-ALDAMA
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Ahora mismo, nadie se ha sentido indiferente aunque todavía quedan por quemar muchas etapas para otear el horizonte. Incluso el Gobierno central ha visto que Urkullu le ofrecía una posibilidad de afear a Artur Mas su empecinamiento. Bien es verdad que lo ha hecho José Manuel García Margallo, su ministro para autonomías reivindicativas, y posiblemente sin consultar -no es la primera vez que le ocurre- el argumentario de jornada del PP; pocas horas después, Carlos Floriano ridiculizaba la idea del lehendakari. Con portazos así nadie parece aprender de Cataluña.

 

Poco interés en Navarra por la independencia

Por: Juan Mari Gastaca | 15 abr 2014

Etxarri
El PNV dice que no se fija en Cataluña y así se carga de razones para consolidar su teoría de que Euskadi tiene su propia hoja de ruta en cuanto a lass ansias de autogobierno. EH Bildu, en cambio, tan distanciado en el método de los nacionalistas en cuestiones soberanistas, suspira sin tapujos por la vía catalana.

Bien es cierto que la frialdad social en las calles del País Vasco y Navarra en la reivindicación identitaria impide de momento cualquier mimetismo con Cataluña, donde la presión popular condiciona y mucho la pauta política. Pero esta momentánea indiferencia, a la que contribuye la radiografía de una población vasca dividida prácticamente a partes iguales entre autonomistas e independentistas, no ha desanimado a los soberanistas en su propósito de agitar cuanto antes las voluntades.

Como ya hicieron los independentistas en Cataluña, los abertzales han empezado por la base: el ensayo del referéndum local. Fieles a su estilo, han hecho una elección debidamente cargada de simbolismo. Por ello han elegido como probeta Etxarri-Aranaz, una población navarra de 2.500 habitantes, con un conocimiento del euskera por encima del 75&, gobernada con abrumada mayoría absoluta por EH Bildu (7 de 11 concejales) y que ya en la transición aglutinó a cargos municipales defensores de la apuesta soberanista.

Pero EH Bildu no ha sabido galvanizar a la ciudadanía de Etxarri-Aranaz. Ni siquiera a sus votantes. Solo cuatro de cada diez vecinos mayores de 16 años -los promotores de la consulta rebajaron por su cuenta en dos años el derecho a votar- acudieron a las urnas. Eso sí, quienes lo hicierion tenían muy clara su preferencia: un 94,47% de la participación desea ser ciudadano de una Euskalherria independiente.

Conscientes posiblemente del escaso entusiasmo de esta consulta, sus promotores prefieran fijarse en el valor simbólico de su convocatoria y quizá por eso declararon al acabar las votaciones que "más allá de los resultados hemos vencido". Un sondeo respaldado por menos de la mitad del censo difícilmente tiene argumentación social. Si en una población de corte demográfico bajo que propicia una sensibilización más fácil y envuelta en un marcado acento abertzale, la respuesta apenas alcanzada al 42,8% a partir de votantes con 16 años, es evidente que Cataluña sigue estando muy lejos. Pero EH Bildu, siempre sin urgencias, ya ha dado otro paso en su vía vasca aunque tampoco olvidará la respuesta del ensayo.

Egiguren y los dolores de cabeza

Por: Juan Mari Gastaca | 08 abr 2014

Egiguren
Jesús Egiguren
es el auténtico verso suelto del socialismo vasco. Y no desde ayer. Incluso, mucho más genuino que los mejores tiempos de Alberto Ruiz Gallardón en el PP. El presidente del PSE-EE se ha acostumbrado a marcar territorio ideológico cada vez que habla o que escribe, en medio de la perplejidad generalizada dentro y fuera de Euskadi, y sobre todo en el seno de su partido.

El actual ministro de Justicia apenas buscaba su espacio entre la maraña de intereses contrapuestos que le oprimía su meritaje antes de ser llamado al lado de Mariano Rajoy en el Gobierno con un ministerio que acabará por desgastar su figura emergente. Egiguren, mucho más ligero de equipaje, va varios pasos por delante de su partido. Lo hace ahora con la integración de Navarra en Euskadi como ocurrió antes con el horizonte a medio plazo del final de la violencia.

Egiguren acostumbra desde hace muchos años a dar dolores de cabeza a su partido cada vez que se pronuncia. Aturdió a su entorno cuando empezó a hablar  en un caserío con Arnaldo Otegi de que era imposible imaginar el futuro de un país donde veinte pistoleros siguieran ensangrentado las calles en medio del desafecto generalizado de una sociedad harta de tanta violencia sin que le aguardara rédito político alguno. Por eso ahora, cuando su pensamiento dribla los cánones del pragmatismo socialista al aspirar a una Euskal Herria que desborda los límites constitucionales, nada mejor en su partido que reducir esta quimérica posición a las conjeturas voluntaristas de un libre pensador que rompe las costuras de la ortodoxia de un partdo. Pero su reflexión, por estrambótica que resulte a ojos cortoplacistas, no cae en saco roto.

Egiguren ha vuelto a sacudir el árbol en vísperas de la publicación de un ensayo sobre el nacionalismo en Euskadi y Navarra. Lo ha hecho con una secuencia marketiniana nada despreciable. De entrada, ha elegido una editorial abertzale para que dé cobijo a su ensayo y en el prólogo ha garantizado el tirón publicitario por medio de una entrevista queha escandalizado a su partido, al PP y a UPyD, incluso le ha servido de coartada a Esperanza Aguirre para desviar la culpabilidad de su multa de tráfico y su intransigente reacción.

Pero en el socialismo nadie se hace cargo de los golpes de ingenio de Egiguren. Es su sino. Ha venido ocurriendo con inquietante frecuencia. Nadie le creyó cuando aventuró el escenario de paz después de interminables previsiones en el calendario. Pero llegó la tregua. Y ahora el todavía presidente del socialismo vasco osa a escenificar un marco jurídico para Euskadi que pasa por incorporar Navarra para la configuración de Euskal Herria. desde luego, nada más apetitoso para una editorial soberanista. Otra cosa bien distinta es la cara que se les queda a Patxi López encajando por enésima vez la prospección política de su presidente y a los desnortado socialistas navarros que siguen aturdidos desde que Alfredo Pérez Rubacaba desairó al osado Roberto Jiménez.

¿Vuelve Egiguren a dibujar un escenario al que se acabará confluyendo? ¿O acaso imagina un marco jurídico donde converger una nueva mayoría? Desde luego, en el PSOE prefieren mirar para otro lado: les da vértigo imarginárselo.

 

Urkullu se crea un problema con las víctimas

Por: Juan Mari Gastaca | 03 abr 2014

Jonan9
En medio del desesperante bloqueo del final de la violencia, Iñigo Urkullu se ha creado un problema con las víctimas del terrorismo. Ha valido que el lehendakari terciara a favor de Jonan Fernández en el conflicto de convivencia con Txema Urkijo dentro del área de Paz y Convivencia para que afloraran las dudas sobre la idoneidad de la política del actual Gobierno vasco con los afectados principalmente por la barbarie de ETA.

Urkullu ha prescindido de la persona que durante once años ha servido de fiel enlace con las víctimas bajo gobiernos nada coincidentes políticamente en una materia tan delicada como los presididos por Juan José Ibarretxe y Patxi López. Lo ha hecho, además, aprovechando un clima enrarecido por la denuncia de Covite y UPyD contra Urkijo por negarse a entregar una carta del etarra Kepa Pikabea a una de sus víctimas, un guardia civil a quien hirió en un atentado.

Desde luego, pocas destituciones provocarán más interpretaciones y depararán más consecuencias. De entrada, Urkullu visualiza su apoyo por Fernández, a quien confió el inicio de la legislatura la orientación del nuevo escenario de paz aunque, desde luego, con escaso éxito hasta ahora. Resulta palmario comprobar cómo la trayectoria de este exconcejal de HB que renegó de la violencia mucho antes que lo hicieran sus entonces compañeros de la izquierda abertzale provoca una interminable desconfianza en demasiados sectores. En realidad, salvo el lógico apoyo del Gobierno nacionalista, el responsable del área de Paz y Convivencia provoca recelos en el Ministerio de Interior y en el resto de los partidos. En EH Bildu nunca despertó simpatías tras su renuncia, en el PSE-EE no les convence su equidistancia y en la derecha del arco parlamentario el rechazo es absoluto.

Por lo tanto, Urkullu tiene un problema. Si hasta ahora no conseguía activar la confianza en su plan de Paz y Convivencia -uno de los tres ejes de su mandato-, el cese de Urkijo le abre un incómodo flanco de honda repercusión porque afecta a un ámbito especialmente delicado. Las víctimas del terrorismo han perdido ahora su nexo de unión con un Gobierno vasco del que no consiguen eliminar los recelos. Pero, además, empiezan a sonar con fuerza las voces que interpretan la apuesta por Fernández más allá de la resolución de una incompatibilidad manifiesta y lo sitúan en una reafirmación de su política. Y así fuera, el lehendakari se encontrará de enfrente con las víctimas, vaya las que han sufrido a ETA.

 

El País

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