No ha sido un Aberri Eguna más el de este año. Decía con cierta desidia la oposición que el Día de la Patria vasca ya había perdido su épica a partir del fracaso del Pacto de Lizarra. Pero con Escocia y Cataluña en el espejo permanente del debate político era muy difícil oscurecer el discurso. Por eso, a Iñigo Urkullu su novedosa propuesta de confederalismo, incluso rebajada a modo de bosquejo, le ha valido para agitar el escenario vasco y, curiosamente, conseguir que alguien le atienda desde el Gobierno central.
Ha sido el lehendakari, que no el presidente del PNV, quien ha pautado la expresión de autogobierno que idea el nacionalismo vasco y, desde luego, en un momento de especial significación. Urkullu ha calentado, sin duda, el arranque de la ponencia que abordará el futuro del estatus jurídico de Euskadi con una formulación que no se le atribuía. Bien es cierto que lo ha hecho a modo enunciativo, sin apretar el acelerador, pero marcando territorio que no es poco.
EH Bildu ve, desde luego, cómo se aleja en el fondo y en la forma su ansiada unidad por un futuro soberanista. Los repetidos cantos a la concentración de fuerzas antes y durante del Aberri Eguna, a los que incluso se unió ETA para apurar su descosida etiqueta de agente político, se dirigen especialmente al PNV con la misma intención que desprecio en la respuesta. No hay entendimiento posible.
Mientras las fuerzas abertzales han fiado su proyecto al mimetismo de la vía catalana y de hecho el próximo 8 de junio redoblará su expresión con la iniciativa de Gure esku dago, el PNV lo ignora, no se siente concernido porque busca otro horizonte y huye de experiencias fallidas que provocan frustraciones. Es la expresión palmaria de que ambas sensibilidades no se van a encontrar por mucho tiempo en el camino ni en el propósito. A EH Bildu, enrabietada por esta desafección, siempre le quedará la presión permanente en el Parlamento sobre los nacionalistas. Clamar en el desierto.
Con su idea del confederación, el PNV empieza a repartir el juego que se le venía reclamando desde que presentara su propuesta indefinida de nuevo status jurídico. La ponencia de autogobierno así promete de entrada aunque irá con el freno de mano echado hasta las elecciones locales de 2015, fecha elegida para marcar la dirección de la auténtica propuesta
.
Ahora mismo, nadie se ha sentido indiferente aunque todavía quedan por quemar muchas etapas para otear el horizonte. Incluso el Gobierno central ha visto que Urkullu le ofrecía una posibilidad de afear a Artur Mas su empecinamiento. Bien es verdad que lo ha hecho José Manuel García Margallo, su ministro para autonomías reivindicativas, y posiblemente sin consultar -no es la primera vez que le ocurre- el argumentario de jornada del PP; pocas horas después, Carlos Floriano ridiculizaba la idea del lehendakari. Con portazos así nadie parece aprender de Cataluña.