Una sentencia que llega 14 años después de la comisión del supuesto delito juzgado corre el riesgo de verse desfasada por la realidad. Le ha ocurrido a la resolución judicial del caso de las herriko tabernas. Los condenados están ya a este lado de la legalidad y ETA no necesita de fondo alguno para su actividad terrorista porque desistió por la presión del Estado y de la sociedad.
Con algunos de los sentenciados convertidos en negociadores reconocidos por otros partidos democráticos solo una Justicia desacompasada puede emitir fallos como el de la Audiencia Nacional. La razón de la causa, instruida con desesperante lentitud, queda felizmente superada por una realidad que persigue apuntalar un escenario de paz para la convivencia entre diferentes.
Más allá de la inmediata tentación de interpretar en clave política y muchas veces partidista el fundamento jurídico, vuelve a ser llamativo el calado del voto particular introducido en la sentencia. Como ya ocurriera con el razonamiento de Adela Asúa en la resolución del caso Bateragune, ahora es Clara Bayarri quien demoniza la "criminalización como terrorista" que se hace de la marca abertzale y de sus sucesoras, advirtiendo de la injusta decisión final hasta el punto de haber reclamado la plena absolución de los encausados.
Si bien nunca se ha entendido como conveniente que la Justicia no vaya de la mano de la realidad, en situaciones tan nucleares como la que vive el País Vasco estas sentencias torpedean el sentido común. Este castigo retrospectivo no ayuda. Envalentona la cerrazón del odio hacia los castigadores, fortalece la tentación de la manida politización de la Justicia y retrasa enormemente la aproximación entre pensamientos encontrados.
No deja de ser cierto que durante demasiado tiempo la izquierda abertzale, incluido por supuesto sus dirigentes, han sido incapaces de alejarse del yugo de ETA. Precisamente en ese período histórico en el que arranca el desmantelamiento de decenas de herriko tabernas. Que ni siquiera quienes asumieron y alentaron la violencia metabolizan hoy algunos escenarios de dolor, pero su actitud es antagónica, se han comprometido con la democracia. Por eso se hace imposible de asumir esta condena.
Apenas un dia después de abrazar el reconocimiento del "daño injustificable" por parte de un etarra que participó en el asesinato del socialista Juan María Jáuregui, ni siquiera queda tiempo para disfrutar entre demócratas de que es posible el perdón. Los focos se han vuelto de nuevo hacia la izquierda abertzale que alimenta su victimismo con una condena desfasada.