Bilbao se ha entregado a su Aste Nagusia más apacible jamás conocida. Y tan feliz desenlace no ha sido por casualidad.
Cuando EH Bildu sentenció minutos antes de lanzarse el txupinazo que las comparsas se sentían "satisfechas" por el trato que les dispensaba el alcalde, Ibon Areso (PNV), el manto de la tranquilidad se extendió sobre el recinto festivo y su programa de reconocida participación popular. Era el certificado que auguraba la paz absoluta en medio del jolgorio. Nadie se ha saltado el guión.
Después de un sostenido pulso durante años con Iñaki Azkuna, donde los enfrentamientos se sucedían por el mínimo chispazo, las comparsas proclaman encantadas que han encontrado un entorno mucho más favorable, más comprensivo. En esta catarsis de la voluntad del equipo de gobierno es donde se ha apreciado la intencionalidad del auténtico guiño político de un pragmático Areso.
Con la habilidad táctica de su mano derecha, jalonada además por una incansable toma de temperatura permanente a la fiesta, el alcalde ha dejado su huella. Lo ha hecho sin alardes, brotando sencillez de una figura alejada del protagonismo pero suficiente para afear a quienes jamás imaginaron que podría desplegar semejante complicidad callejera sin que nadie pudiera sentirse desatendido.
Con este éxito personal, Areso libra con nota uno de sus retos más comprometidos socialmente. No es fácil llenar el vacío de Azuna entre bilbainadas, aperitivos, toros y espectáculos. Este alcalde de transición deja su impronta en un escenario siempre difícil para la unanimidad. Pero libre de compromisos para su futuro particular, y meses antes de las próximas elecciones municipales, proporciona, sin duda, a su partido un indudable rédito de buena gestión.
A este clima de complicidad entre quienes tejen la fiesta, y que debe ser reconocido, también ha contribuido, desde luego, la distensión derivada de la elección de una txupinera sin contaminaciones políticas. La amarga y desquiciante experiencia del pasado año dejó demasiados jirones, con una herida suficiente para no caer de nuevo en el error. Cuestión de sensatez.
Bien es cierto que durante años la izquierda abertzale jamás desperdició la oportunidad de las fiestas para profundizar en su lucha. Aunque aquellas insistentes reivindicaciones en favor de la ikurriña y la libertad de los presos de ETA siguen teniendo plena vigencia, el guiño de Areso exigía prudencia en esta edición. No se ha registrado el mínimo incidente. Cada uno sabía lo que tenía que poner de su parte.