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Juan Mari Gastaca

, delegado de El País en Euskadi. Se abre aquí un hueco para intercambiar opiniones sobre la vida política que en esta tierra vasca no deja a nadie indiferente y mucho menos cuando llegan unas elecciones.

Sobre el blog

Hablaremos sobre el día a día de la vida política que afecta a Euskadi, dentro y fuera de la casa común vasca.

Eskup

Quiroga no gana para disgustos

Por: Juan Mari Gastaca | 30 oct 2014

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Arantza Quiroga no tiene suerte. Desde que asumió precipidamente la presidencia interina del PP vasco vive atormentada por demasiados sobresaltos propios y ajenos. Peor aún: teme que el horizonte situado en unas elecciones locales y forales y que, ahora mismo, se antoja desilusionante agrave las secuelas de tanto calvario.

Desde que arrancó la era Quiroga, el PP vasco trata de buscar una estrategia sin dobleces que, sin embargo, se le resiste porque la realidad política juega en su contra. Ha basado su catón en la recuperación de ese voto vasquista moderado que no quiere veleidades soberanistas porque cree que es la principal vía para restañar las heridas de los últimos zarpazos electorales sufridos. Bajo este argumentario, es ahí donde afila los intencionados ataques contra un PNV a quien sitúa permanentemente en el escenario catalán. Sin éxito alguno. Los nacionalistas le responden desinflando el globo identitario con la sencilla proclama de su apuesta por un nuevo estatus político que, en esencia, no causa hilaridad ni siquiera en La Moncloa.

En paralelo, los populares buscaron co poco éxito al final un hueco en el verano mediático sembrando dudas sobre la financiación de los batzokis del PNV. Pero como efecto boomerang les estallaron sin querer las cuentas opacas de Luis Bárcenas con la financiación nada aleccionadora de su sede central de Bilbao.

Sin reponerse del último sobresalto, Quiroga asiste aturdida ahora a la catarata de casos de corrupción de compañeros de partido que se llevan por delante cualquier labor de oposición que se precie. Y han reaccionado con firmeza. La presidenta del PP vasco y todos sus principales dirigentes han reclamado con rapidez la contundencia implacable contra los corruptos porque temen que estas tropelías acaben por alejarles definitivamente de la localizada cuota de poder que mantienen en Euskadi.

Así las cosas, descorazonados por el efecto cascada de la corrupción, los populares vascos parecen entregados en manos de la peligrosa cruzada de Javier Maroto con sus polémicas denuncias sobre irregularidades en el cobro de las ayudas sociales. Ahora mismo, el discurso del PP no sale de Álava, curiosamente el único territorio donde ya han decidido sus candidatos locales ante el silencio y las disensiones internas en Bizkaia y, sobre todo, Gipuzkoa.

El alcalde de Vitoria es el epicentro de la acción política del PP vasco antes de encarar la recta de la precampaña electoral que se avecina. Han decidido jugárselo todo a esa carta. Maroto está convencido de que le asiste el respaldo de un amplio espectro de la sociedad vitoriana tan suficiente como para añorar una victoria holgada. Ahora bien, a cambio puede poner en riesgo un espacio de convivencia reconocida en la capital alavesa que le lleve al aislamiento político. Que se lo piense.

Así las cosas, mientras alimenta sus expectativas electorales exasperando al Gobierno vasco y al resto de partidos con el Parlamento como campo de batalla, el PP trata de contraprogramar un discurso casi diario que drible la tremenda sacudida que le puede suponer la gota malaya de la corrupción. Vaya, Quiroga no gana para disgustos.

La convivencia, una cuestión sin ETA

Por: Juan Mari Gastaca | 20 oct 2014

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No habría mejor manera para armar política y socialmente el escenario de la paz en Euskadi que acabar de una vez con los esporádicos pero imperturbables intentos de ETA por hacerse presente. A estas alturas del partido, tres años después del tardío anuncio del fin de la violencia, y muchos más desde que la calle se hartó de la banda terrorista, la difícil asignatura de la convivencia que resta por aprobar debería reducirse a una cuestión nuestra, de la propia democracia.

¿Que ETA no sella sus zulos, que no desarma? ¿Esa es la preocupación para hoy y mañana de la sociedad vasca? Solo con su maniquea repetición, como si se tratara incluso de una conquista envidiable -que siempre sería bien recibida, ojo-, contribuimos a dar oxígeno a este reducto de terroristas que no ceja en su empeño de poner siquiera un pie en el ámbito político después de tantas décadas haciéndolo.

Si quieren, que avisen de la entrega de las armas. Mientras llega ese día, que nadie, ni en Euskadi ni en el resto del Estado, se distraiga de su responsabilidad ni, por supuesto, cruce las manos para evitar la búsqueda de las soluciones pendientes alegando que todavía existe una cuadrilla de histéricos con un arma al alcance de su mano. Vaya, que algunos abandonen el pretexto en la que están instalados.

Es verdad que con armas y sin la disolución de la banda, el Gobierno Rajoy tiene la permanente disculpa abonada para justificar su inacción y así lo viene haciendo en los últimos tres años. Pero sabe que con esta posición escapista no contribuye a consolidar un proceso de paz ni aporta siquiera un grano de arena. Pero tampoco le importa demasiado. Es entonces cuando el PP vasco, consciente como el resto del pueblo vasco de la realidad que se vive, se lo debería reclamar, aunque fuera en voz baja.

Y en paralelo todas las fuerzas políticas vascas cumplir con su cuota de responsabilidad. Hay que priorizar la creación de un estado de concordia como máxima expresión de la libertad conseguida. Y hacerlo desde el reconocimiento de que aquí se han vulnerado derechos humanos pero huyendo, desde luego, de la patética creación de dos bandos enfrentados para quien eleva más la voz sobre la exhibición de su dolor.

Queda, por tanto, el difícil ejercicio de la madurez política que tendría en la ponencia de Paz y Convivencia uno de sus mejores escaparates desde Euskadi. Eso sí, haciendo abstracción en sus trabajos de los tiempos electorales que se avecinan y que tanto influyen. Y en Madrid, que sigan simplemente los consejos que aportan reconocidos expertos jurídicos para que en tiempos de paz se acabe con la excepcionalidad y el Derecho Penal se adapte a la realidad. Y todo ello sin estar pendientes de ETA.

 

 

 

Maroto sube el volumen

Por: Juan Mari Gastaca | 13 oct 2014

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El alcalde de Vitoria, Javier Maroto, ha enarbolado la bandera de las ayudas sociales para sacudir con estruendo la próxima campaña de las elecciones locales en Euskadi. Lo ha hecho con mucha antelación pero con absoluta intención. Sin inmutarse por la lupa de la Justicia sobre sus palabras contra algunos inmigrantes, se siente reforzado porque le asiste su conexión con la inquietud de un amplísimo sector de la calle -especialmente en la capital alavesa, su plaza- donde anida una admitida preocupación. Ahora bien, el caldo de cultivo de esta denuncia ya permanente de las principales autoridades de este territorio debería ser debidamente controlado para no caer en riesgos impropios por parte de una sociedad madura y, por tanto, racional.

Con su propuesta de recoger firmas de portal en portal para cambiar en el País Vasco la estructura de la Renta de Garantía de Ingresos (RGI), Maroto ha subido el volumen de su particular campaña. Se ha servido, además, de un escenario mediático inigualable como es el encuentro con el lehendakari, Iñigo Urkullu, a quien, por cierto, le ha indignado el calado de la propuesta.

Sin haber cruzado el umbral del Parlamento, sin haberse presentado iniciativa alguna de calado más allá de un puntual debate, el alcalde de Vitoria lleva su propuesta a pie de acera. Bien sabe que al hacerlo altera intencionadamente el orden del propio marco jurídico. Y es ahí donde Maroto corre el fundado riesgo de que su propuesta sea concebida sencillamente como electoralista.

Ninguna fuerza parlamentaria debería ser reacia a abordar con carácter extraordinario si fuera preciso el análisis profundo de las esencias de la RGI y su viabilidad. Incluso, hacerlo antes de que el actual consejero vasco Juan Mari Aburto tenga que abandonar esta responsabilidad para entrar en la campaña por la alcaldía de Bilbao. A partir de entonces, solo si el PP obtuviera un portazo a esta iniciativa podría legitimarse la recogida de firmas que se propone Marot oy que, dicho sea cuanto antes, a buen seguro que supera el nivel exigido para su admisión reglamentaria. Mientras tanto, no estaría mal que algún cualificado representante de su partido terciara para aclarar las justas intenciones.

Es innegable que el riesgo de caer en debates xenófobos en el espinoso asunto de las ayudas sociales surge latente, sobre todo en tiempos de crisis como el actual. La difusión real e intencionada de algunas irregularidades en el cobro de la RGI, que las hay, no puede trasladarse en un análisis de la parte por el todo. Hay cobros indebidos, pero la tasa de denuncias es sensiblemente inferior a la alarma social que provocan iniciativas de regate corto como las de Maroto.

Es innegable que el alcalde de Vitoria habla por los casos que conoce. Pero sería deseable que desde su responsabilidad contribuyera a exprimir la rigurosidad de los controles en el Ayuntamiento que preside. Y junto a él, el resto de las fuerzas concernidas para exhibir ante el contribuyente una política social fundamentalmente justa.

El peso de la mochila

Por: Juan Mari Gastaca | 06 oct 2014

Arraiz hoy
La progresiva incorporación de la izquierda abertzale a las vías políticas exige en el tránsito una imagen de predisposición a la estabilidad institucional. Es la que corresponde a un partido con responsabilidad de gobierno, que ya nunca dejará de tener en el País Vasco. Bien que lo saben. En ese propósito podría entenderse sin demasiado esfuerzo la lectura en clave positiva que el presidente de Sortu, Hasier Arraiz, ha hecho de su encuentro con el lehendakari, Iñigo Urkullu.

Aquellos años del Gobierno vascongado en el léxico batasuno son ya historia, pero forman parte entre otras cargas mucho más dolorosas de la pesada mochila que todavía se deja caer en los recelos que el PNV sigue sintiendo hacia la nueva apuesta soberanista. Los dirigentes abertzales son conscientes de que las rémoras de su pasado cuentan en el presente que se vienen procurando y de ahí su propósito de aminorar el impacto.

Resulta tan novedoso como alentador para la convivencia entre diferentes que quienes han abrazado durante demasiado tiempo la ceguera de posiciones inmovilistas, castigando además a quienes pensaban difrente, se abran ahora al diálogo permanente sin renunciar, por supuesto, a sus principios.  Lo hacen 37 años tarde como les recordaba con toda intención el diputado general de Bizkaia, José Luis Bilbao, pero les da tiempo suficiente a participar en el arquetipo de una Euskadi en paz. Y Sortu quiere jugar este partido.

Aunque fuera de cara a la galería es gratificante escuchar la predisposición de EH Bildu a negociar un Presupuesto con su principal rival político. Claro que es prácticamente imposible el acuerdo desde el cálculo electoral y las esencias ideológicas tan alejadas, pero Urkullu y Arraiz, de momento, han dialogado durante dos horas. Hace apenas tres años supondría una auténtica quimera.

Pero también la fotografía del encuentro favorece la imagen de un lehendakari abierto al diálogo entre diferentes para procurar la estabilidad institucional que supone la aprobación de los Presupuestos. A Urkullu, y con él al PNV, le interesa procurar esta sensación de líneas transversales después del guiño político que dedicó a la líder socialista, Idoia Mendia.

Ahora bien, el peso de la mochila impide, de momento, ir más lejos. Es ahora cuando EH Bildu tiene que demostrar en la ponencia de Paz y Convivencia que el ofrecimiento de la revisión crítica de su pasado es real, que está dispuesto a comprometerse con el punto de partida que supone la admisión de un suelo ético al que se ha venido resistiendo entre la indignación de los demás. Si lo hiciera sería difícil privarles el reconocimiento de que han reactivado la ponencia aunque fuera como consecuencia de un error superado. Pero la imagen ahorraría las interpretaciones y la mochila pesaría menos.

 

El País

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