ETA ha vuelto a asomar. Lo han hecho sus presos, su auténtica razón de ser. Y al hacerlo se han vuelto a multiplicar con tanto eco las interpretaciones sobre la intención de su gesto que hasta los propios abogados de los internos etarras se han sorprendido. Fuera de las prisiones se entendía con cierto alborozo que el colectivo EPPK se había decantado por las vías judiciales y que así se evitaba la cronificación de su inmovilismo, siempre exasperante. Los letrados ya sabían que en las cárceles no se querían ir tan lejos y de ahí la sorpresa por el alboroto.
Hay un indisimulado deseo de las fuerzas nacionalistas para que ETA no diluya las expectativas sobre la auténtica razón de su rechazo a la violencia. EH Bildu y PNV quieren que la banda terrorista se aproxime a las exigencias que propician la vía Nanclares, la vía Zaballa. Que tome la vía judicial, sí, pero que respete los códigos exigibles para que las peticiones individuales de un acercamiento a las cárceles vascas sean atendidas.
Pero ETA vive en su mundo y sobre esta realidad endogámica ha trazado su estrategia. Quizá en un golpe de candidez se había creído desde que este lado de la orilla democrática que el segundo intento de decenas de presos por acabar con una dispersión -ahora mismo difícil de justificar- conllevaría un ejercicio de la lección aprendida. Craso error.
No habrá ejercicio alguno de resignación ni de reconocimiento del daño causado. Otra oportunidad perdida. En su debate interno, el EPPK y con ellos el colectivo de abogados que pasan a limpio sus reflexiones consideran que ya han hecho esta contricción. Nada mejor que crearte tus propios códigos para cumplirlos con más facilidad. Así se explica más fácilmente que los defensores de muchos presos se sorprendieran por la atención informativa prestada a esta nueva oleada de peticiones individuales.
ETA no piensa en la fase de Instituciones Penitenciarias como una solución viable. Más al contrario, entiende que el Gobierno central ya es una oportunidad agotada para apurar sus exigencias. Por eso, al elegir la vía judicial -que representa todo un ejercicio de reconocimiento del Estado de Derecho- proyecta su auténtica apuesta: mirar al límite, agotar el recorrido que le lleve al Tribunal de Estrasburgo, donde algunas reivindicaciones que no les han sido ajenas han conseguido sacar los colores democráticos a España en más de una ocasión.
Por lo tanto, ETA sigue jugando su propio partido, escenificando su suerte por una vía propia, sin esperar a la suerte del difícil entendimiento entre los Gobierno vasco y central sobre una flexibilización del régimen penitenciario. La banda terrorista lo hace, además, desde una posición de sujeto paciente como evidencian las denuncias que acompañarán a las peticiones individuales del fin de la dispersión. Y en el Parlamento vasco hablando de paz y convivencia.
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