Alfonso Alonso siempre tuvo claro que Madrid era el objetivo de su ambición política. Y nunca lo disimuló ni siquiera cuando ejerció en Euskadi. A su alrededor nadie se llamó a engaño desde aquel día que aceptó entrar en una lista municipal al Ayuntamiento de Vitoria, justo en el arranque de una carrera siempre bien cuidada por sus superiores, conscientes de que en plena ola popular se fraguaba una apuesta de futuro. Ahora es ministro pero, en realidad, el premio político a su estrategia de cuidada fidelidad era solo cuestión de tiempo. Sin pedir nada ni levantar la voz, Alonso lo ha puesto todo de su parte para conseguirlo.
Aquel tímido cachorro popular trazó muy rápido su escalada. Le acompañaba, junto a su sólida formación universitaria, un ADN político familiar favorable para disponer, de entrada, del pedigrí suficiente que le confería la necesaria autoridad cuando se trataba de abrirse paso. Lo hacía alentado por el viento de lado que insuflaba el aznarismo dominante para esbozar una controlada renovación interna en el PP alavés, coronada en poco tiempo con la conquista del poder institucional.
Pero el alcalde Alonso nunca se perdió en batallas intestinas de corte alcance. Aceptó también sin intrigas la llegada del vizcaíno Antonio Basagoitia a la presidencia del PP vasco una vez que supo asegurarse la inviolabilidad de su propia cuota. En esta convivencia de partido, no se le recuerdan charcos que le salpicaran a los ojos de Génova. Ni siquiera cuando se enojó vivamente al conocer que Arantza Quiroga había segado a sus espaldas el poder de su amigo y compañero Iñaki Oyarzábal. Bien escierto que no ocultó su malestar, pero supo controlar los decibelios. Su máxima siempre ha sido evitar el desgaste de una exposición a la pelea interna. Estas guerras fratricidas no gustan en Génova, pensó más de una vez.
En su hoja de ruta. Alonso siempre ha huido, sin hacer ruido, de cualquier responsabilidad que le pudiera apuntalar políticamente en Euskadi. La candidatura a lehendakari, para otros. Ninguna estación que le alejara de Madrid, el centro del poder real, su espacio natural en el que se ha sabido desenvolver con soltura y, sobre todo, acertando en sus apuestas de futuro, la razón de toda supervivencia.
Alonso, dotado de un carácter afable que aminora con las críticas, ofrece la garantía de la fidelidad y del diálogo entre diferentes. En su partido, sacudido por una legislatura de zozobra, agradecen sobremanera la garantía de la seguridad de su discurso siempre ortodoxo hasta en las ocasiones más insospechadas, nunca agresivo y que jamás compromete al Gobierno. Se ha ganado el premio, la ilusión de su vida. De momento.
Hay 3 Comentarios
Lo escribió PIO BAROJA en “La Guerra Civil en la frontera”: "...los rojos dicen que Cataluña y Valencia se harán independientes y llegarán a conquistar el resto de España, transformándola en un país federal. No lo creo, y la razón para no creerlo es la vacuidad de los políticos, que no les ha de hacer gracia la idea de perorar en un parlamento provinciano, y ver sus discursos ramplones comentados en un periódico regional". De esto va la carrera de Alonso y de otros
Publicado por: gongeta | 06/12/2014 12:20:36
Alonso, al igual de Feijoo y que Gallardon antes de su muerte política, tiene como meta la sucesión de Rajoy como presidente del Gobierno.
Será interesante, cuando se retire Mariano, ver las luchas fraticidas en el PP
Publicado por: Trabajar desde Casa | 04/12/2014 22:05:12
No, si hay gente que se nota que tiene las ideas claras y va a por todo con el camino marcado y sin desviarse.
Publicado por: madbid paulo | 03/12/2014 16:58:03