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Juan Mari Gastaca

, delegado de El País en Euskadi. Se abre aquí un hueco para intercambiar opiniones sobre la vida política que en esta tierra vasca no deja a nadie indiferente y mucho menos cuando llegan unas elecciones.

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Hablaremos sobre el día a día de la vida política que afecta a Euskadi, dentro y fuera de la casa común vasca.

Eskup

Demasiados líos en el PP vasco

Por: Juan Mari Gastaca | 30 dic 2014

Quiroga 25
El PP vasco sigue sin salir de su diván. Lleva demasiado tiempo tratando de encontrarse en un nuevo escenario político que le ha resultado extraño de entrada y que, además, le obliga a unos esfuerzos diluidos muchas veces por intempestivas peleas internas. Mientras perfila un discurso que le apuntale con la consiguiente estabilidad en el tablero vasco se sigue tropezando en peleas internas que siempre desgastan y que, sobre todo, deslucen la imagen de fortaleza y unidad siempre exigibles por el electorado.

No está siendo especialmente tranquilo el mandato de Arantza Quiroga. Bien es cierto que fue traumático desde el inicio con un relevo de Iñaki Oyarzábal todavía hoy difícil de entender, pero el paso del tiempo ni ha curado las heridas ni ha proyectado el sosiego suficiente. En una inquietante fotografía de situación, el PP tiene problemas en cada uno de los tres territorios vascos cuando apenas quedan cinco meses para las elecciones locales y forales.

Resulta difícil de entender que los populares aún solo dispongan de candidatos definidos allí donde gobiernan. Pero ni siquiera en Álava, el feudo al que defender todos a una, el PP se asienta sobre la suficiente estabilidad política. La intencionada apuesta de Javier Maroto, especialmente, y Javier de Andrés en el intrincado debate de las ayudas sociales les ha cerrado la puerta al acuerdo con el resto de partidos con capacidad de decisión. Descartada la mayoría en cada una de las instituciones vascas, los populares se han complicado su continuidad en el poder por su aislamiento, aunque nadie discute que tiene opciones de ganar en Vitoria.

Pero en Bizkaia y Gipuzkoa, donde su peso político se antoja cada vez menor, el PP es una casa con demasiados líos. Cuando todavía sigue larvado el insólito pulso particular entre Quiroga y Borja Sémper para decidir el candidato al Ayuntamiento de San Sebastián, la familia popular de Bizkaia se ha visto sacudida por un relevo cargado de contenido político. Así, mientras el debate donostiarra avanza de momento en un perfil bajo a la espera del desenlace, el cese de Esther Martínez como portavoz en las Juntas Generales es toda una bomba de relojería. Tan abrupta ruptura augura nuevos capítulos de desencuentros personales e ideológicos que solo contribuirán a rasgar la débil resistencia de un partido cada vez más aislado.

El PP vasco no ha tocado pelo en ninguna de las grandes decisiones presupuestarias previas a las elecciones. Bien podría entenderse en alguna formación sólida como un decantamiento intencionado para apuntalar un perfil propio; pero los dirigentes populares saben que no es el caso. No son buenos tiempos en Euskadi para la soledad política en campo adverso y muchos menos si se atiende a los sondeos.

Debería Quiroga atemperar tan adversas situaciones. No es de recibo que en tan poco tiempo hayan aflorado tensiones internas de tan honda repercusión que en algunos sectores son interpretadas en clave personalista y no ideológica. Cuando antes alcance una imagen interna de proyecto compartido más fácil le resultará inyectar credibilidad a su discurso. Y no le queda demasiado tiempo cuando asoma un 2015 cargado de retos electorales.

Incómoda foto para el PSE-EE

Por: Juan Mari Gastaca | 23 dic 2014

Mendia
Los votos prestados nunca acostumbran a ser bien valorados. Ha vuelto a ocurrir en el Parlamento vasco. Fueron en su día la última palanca necesaria para activar desde la izquierda abertzale que controlaba Arnaldo Otegi el plan soberanista del entonces lehendakari Juan José Ibarretxe. Ahora ha vuelto a ocurrir para sacar adelantecon algunos votos del PSE-EE los Presupuestos del Gobierno Urkullu. En ambos casos por necesidades aritméticas de un PNV lejos de la mayoría suficiente aunque bajo motivaciones bien distintas.

El PSE-EE se ha visto obligado a acudir en ayuda de los nacionalistas en cumplimiento del pacto que les une. ¿Un apoyo ilusionado? Si los socialistas estuvieran plenamente convencidos de que asisten a la aprobación de unos Presupuestos que merecen su apuesta, su posición debería haber sido coral, con un voto afirmativo unitario. ¿En qué posición quedan la media docena de sus parlamentarios que han secundado al PNV?

El rechazo del PP a las Cuentas del PNV, en una prolongación más del profundo desencuentro político que ambas formaciones mantienen desde el pasado verano, ha trastocado, de paso, a los socialistas. La debilidad nacionalista aflora en estas cuestiones nucleares y arrastra al PSE-EE a jugar una papel de estabilidad institucional que su electorado no acaba de reconocer luego en las urnas.

Mediante su abstención inicial, Idoia Mendia podía mantener un discurso comprensible que se sostenía en la disconformidad con el concepto básico de los Presupuestos, pero que se suavizaba con los millones de euros arrancados al PNV en la negociación de sus diversas reivindicaciones. En cambio, la división final del voto del grupo parlamentario se antoja mucho más difícil de asimilar aunque responda al cumplimiento de un compromiso.

Con las luces puestas en las próximas elecciones locales y forales de 2015, el PSE-EE debería activa con diligencia la plasmación de sus exigencias presupuestarias para rentabilizar así ante el electorado su nuevo apoyo al PNV. Tras irrumpir con dureza contra Iñigo Urkullu en el estreno de su mandato, Mendia debe exhibir con rapidez los réditos del respaldo crítico. Y es muy posible que a diferencia del pasado año lo consiga, además, con cierta repercusión. En esta ocasión, los nacionalistas están mucho más interesados en no dejar ninguneados a sus socios para que dispongan de la fuerza suficiente que les permita a ambos aunar voluntades a partir de mayo.

Se avecina un sondeo electoral inédito en Euskadi con unas estimaciones capaces de llevarse por delante todas las previsiones tradicionales. Con Podemos en el centro del escenario y condicionando por sus excelentes resultados muchas de las combinaciones, es comprensible que PNV y PSE-EE coincidan en dar prolongación a sus acuerdos. Eso sí, volverían a hacerlo desde posiciones de fuerza bien distintas que, como siempre, los nacionalistas acabarán rentabilizando.

El efecto Podemos llega a Euskadi

Por: Juan Mari Gastaca | 20 dic 2014

Podemos
El efecto Podemos ya ha llegado a Euskadi. Lo acaba de certificar el Euskobarometro con la irrupción de su lider, Pablo Iglesias, como el político mejor valorado. Sin apenas haber proyectado una idea sobre el País Vasco más allá de un reconocimiento elogioso a las políticas sociales, con una posición aún por decidir sobre el futuro modelo de autogobierno, pero encaramado a una apuesta decidida por un nuevo modelo económico, la ciudadanía tiene suficientes motivos para confiar en su verbo y su gestión más que en el resto, incluido el lehendakari Urkullu.

En un ámbito vasco donde la corrupción apenas preocupa al 8% de la población -el 64%, en España-, Podemos se ha hecho con un hueco en la escena política. Se creía que iba a tardar en llegar, pero la ola se ha apoderado de la situación muy rápido. Incluso, se acrecentará en los próximos días cuando se propaguen los datos de un sondeo electoral que sitúan a esta reciente formación como la tercera fuerza en Euskadi.

Podemos llega así al País Vasco con una indiscutible capacidad de decisión que le augura un poder de determinación real que mete el miedo en el cuerpo al resto porque destroza las combinaciones históricas y que hasta ahora se creían posibilistas. Con esa condición de tercer partido más votado se configura como auténtica bisagra y, de entrada, podría desplazar seriamente al PSE-EE de un escenario combinativo en el que lleva instalado tantos años.

Con la favorable acogida a Pablo Iglesias, la sociedad vasca también refleja su hastío por la gestión política, contrariamente a lo que podría creerse. Hasta las conclusiones del Euskobarómetro, existía una creencia mayoritaria de que el rechazo al modelo político anacrónico, a la casta, era una cuestión "de otros", que solo afectaba al resto de España. Con los datos de este sondeo, la advertencia a la clase política vasca esta ahí.

Podemos se convertiría en el tercera fuerza, mucho más cerca de los dominantes PNV y EH Bildu y ampliamente distante de los grandes derrotados PSE y PP. Y lo hace sin enseñar siquiera las cartas para las elecciones locales y forales de 2015. El resto de los partidos contiene el aliento mientras se desvela este pronunciamiento, conscientes de que su decisión marcará el signo de las urnas y, sobre todo, de los pactos en las diferentes instituciones para los cuatro próximos años.

Ahora mismo, con los datos que se conocerán en breve, el PSE-EE vería demasiado comprometida su capacidad de ayuda al PNV ante unos supuestos pactos en las tres capitales y las tres Diputaciones. Y el PP tendría casi imposible sostener su poder en Álava. Pero, claro, sería necesario que Podemos concurriese a estas dobles elecciones. Es fácil comprender el escalofrío generado en muchas formaciones a partir de la confirmación de que Podemos ya ha llegado a Euskadi para quedarse. Ya nada será igual.

Urkullu prefiere al PSE-EE

Por: Juan Mari Gastaca | 10 dic 2014

Urkullu parla
A cinco meses de las elecciones locales y forales, la suerte política de los Presupuestos institucionales proyecta intenciones. En Euskadi, desprende una conclusión inmediata: PNV y PSE-EE se sienten muy cómodos juntos. Por elevación de las voluntades, el lehendakari, Iñigo Urkullu, ha marcado con intención la línea del acuerdo posible en el ecuador de su mandato. El entendimiento entre nacionalistas y socialistas marca una referencia innegable en el imaginario de posibles pactos a partir de mayo de 2015.

Muy por encima de las advertencias iniciales de Idoia Mendia tras suceder a Patxi López -y quizá obligada entonces a tan inevitable discurso rocoso-, el PSE-EE, necesitado de visualidad en las instituciones, ha vuelto por donde solía. Toda una decisión táctica en medio de la búsqueda de su perfil electoral. Desde luego, la prórroga del acuerdo suscrito hace un año para salvar de la encrucijada al PNV y su lehendakari -aislados por el fracaso de su apuesta inicial- se ha solventado mucho más rápido de lo que hicieron creer las admoniciones de la líder socialista.

Trabado este respaldo a la estabilidad que supone encarrilar los Presupuestos autonómicos hacia su aprobación, el PNV ha jugado sus propias cartas políticas en el resto de las instituciones. Los nacionalistas se han vuelto a situar en el centro del tablero para decidir la suerte evidenciando así su condición de primera fuerza y de pieza desequilibrante para el resto.

En Bizkaia, donde dispone de una cómoda ventaja en sus Juntas Generales, al PNV le ha valido que el PP hiciera una apelación al enconado asunto de Pinosolo para despreciar su apoyo y abrazar con rapidez el pacto con el PSE, que siempre entendió menos comprometido. Consolidado por tanto su auténtico nicho electoral, los nacionalistas han evidenciado, a su vez, la soledad de Bildu en Gipuzkoa y de PP en Álava, territorios donde los Presupuestos forales se ven abocados a la siempre desluciada prórroga.

El PNV quiere recuperar el poder perdido en Gipuzkoa y Álava. Hasta ahora no le había importado facilitar puntualmente los Presupuestos de estas instituciones, ejemplarizando la apelación a la estabilidad institucional que siempre sostiene Urkullu. Pero en esta ocasión, con la proximidad electoral tan apremiante, la táctica ha sido muy diferente. El gobierno abertzale de Martin Garitano y el popular de Javier de Andrés no han experimentado cambios sustanciales en la apuesta presupuestaria y de ahí que ambos diputados generales entiendan que el PNV no ha querido aproximarse.

Por encima del proceso negociador, que lo ha habido en todas las instituciones, la resultante supone una apuesta intencionada de voluntades con sensación de futuro. Ante la incógnita de las urnas y de sus posibles pactos, PNV y PSE-EE ya han construido un eje siquiera para la formalidad sustancial que supone el arquetipo económico de los Presupuestos. Algo más que un primer paso para el futuro inmediato.

Alonso, Madrid como objetivo

Por: Juan Mari Gastaca | 03 dic 2014

Alfonso alonso
Alfonso Alonso
siempre tuvo claro que Madrid era el objetivo de su ambición política. Y nunca lo disimuló ni siquiera cuando ejerció en Euskadi. A su alrededor nadie se llamó a engaño desde aquel día que aceptó entrar en una lista municipal al Ayuntamiento de Vitoria, justo en el arranque de una carrera siempre bien cuidada por sus superiores, conscientes de que en plena ola popular se fraguaba una apuesta de futuro. Ahora es ministro pero, en realidad, el premio político a su estrategia de cuidada fidelidad era solo cuestión de tiempo. Sin pedir nada ni levantar la voz, Alonso lo ha puesto todo de su parte para conseguirlo.

Aquel tímido cachorro popular trazó muy rápido su escalada. Le acompañaba, junto a su sólida formación universitaria, un ADN político familiar favorable para disponer, de entrada, del pedigrí suficiente que le confería la necesaria autoridad cuando se trataba de abrirse paso. Lo hacía alentado por el viento de lado que insuflaba el aznarismo dominante para esbozar una controlada renovación interna en el PP alavés, coronada en poco tiempo con la conquista del poder institucional.

Pero el alcalde Alonso nunca se perdió en batallas intestinas de corte alcance. Aceptó también sin intrigas la llegada del vizcaíno Antonio Basagoitia a la presidencia del PP vasco una vez que supo asegurarse la inviolabilidad de su propia cuota. En esta convivencia de partido, no se le recuerdan charcos que le salpicaran a los ojos de Génova. Ni siquiera cuando se enojó vivamente al conocer que Arantza Quiroga había segado a sus espaldas el poder de su amigo y compañero Iñaki Oyarzábal. Bien escierto que no ocultó su malestar, pero supo controlar los decibelios. Su máxima siempre ha sido evitar el desgaste de una exposición a la pelea interna. Estas guerras fratricidas no gustan en Génova, pensó más de una vez.

En su hoja de ruta. Alonso siempre ha huido, sin hacer ruido, de cualquier responsabilidad que le pudiera apuntalar políticamente en Euskadi. La candidatura a lehendakari, para otros. Ninguna estación que le alejara de Madrid, el centro del poder real, su espacio natural en el que se ha sabido desenvolver con soltura y, sobre todo, acertando en sus apuestas de futuro, la razón de toda supervivencia.

Alonso, dotado de un carácter afable que aminora con las críticas, ofrece la garantía de la fidelidad y del diálogo entre diferentes. En su partido, sacudido por una legislatura de zozobra, agradecen sobremanera la garantía de la seguridad de su discurso siempre ortodoxo hasta en las ocasiones más insospechadas, nunca agresivo y que jamás compromete al Gobierno. Se ha ganado el premio, la ilusión de su vida. De momento.

El País

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