Sobre el autor

Juan Mari Gastaca

, delegado de El País en Euskadi. Se abre aquí un hueco para intercambiar opiniones sobre la vida política que en esta tierra vasca no deja a nadie indiferente y mucho menos cuando llegan unas elecciones.

Sobre el blog

Hablaremos sobre el día a día de la vida política que afecta a Euskadi, dentro y fuera de la casa común vasca.

Eskup

El dolor del PP vasco

Por: Juan Mari Gastaca | 24 ene 2015

Pphoy
Como cada año desde que abandonó la primera línea del PP vasco, Maria San Gil ha aprovechado el homenaje a Gregorio Ordóñez para zaherír a la inmensa mayoría de sus compañeros (?). Una vez más en medios predispuestos siempre al discurso incendiario sobre un futuro sin violencia, quien fuera estrecha colaboradora del concejal donostiarra asesinado y luego referente del discurso popular frente a ETA recurre a un mensaje descalificador contra la dirección de su partido en Euskadi que, principalmente, resulta injusto por falso y desleal.

¿Quién del PP vasco no ha luchado por evitar a Bildu en el Ayuntamiento de San Sebastián y en la Diputación de Gipuzkoa? ¿Cuántas veces han acusado al PNV de evitar un consenso para descabalgar a la izquierda abertzale al poder desde el primer día en el que se conocieron los resultados electorales? Maria San Gil sabe las respuestas y por eso es obligado concluir que no ha dicho la verdad.

Al asegurar junto a Ana Iribar -esposa del prometedor político abatido cruelmente hace 20 años- y Consuelo Ordóñez que el PP vasco permite la estancia en el poder de Bildu, estas voces sencillamente mienten. Aún peor, esta aviesa intención que rodea a sus palabras desnuda su auténtica voluntad nada conciliadora. Por supuesto que el PP vasco ni quiso ni quiere a la coalición soberanista en el poder, pero su actual fuerza política no tiene músculo para propinar golpes certeros que alteren el valor de las urnas. Y lo que es peor, nadie le asegura que no siga perdiendo intensidad.

Es comprensible, por tanto, la abierta desazón que en el corazón político de los dirigentes populares de Euskadi provoca, con demasiada frecuencia, la difusión y el eco intencionado de estas imputaciones. Después de tantos años de amenazas, insultos y atentados personales y materiales, afiliados y cargos de este partido no se merecen un trato así por parte de quienes han compartido el mismo dolor y ahora carecen de toda responsabilidad pública.

Hostigado por ETA y atenazado socialmente por su entorno en los insufribles años del plomo, el PP alimentó durante legislatutas una representación política que, sin embargo, ha ido perdiendo en paralelo a la caída de la banda terrorista. Es ahora, precisamente, cuando Euskadi encarrila su proceso de paz y convivencia cuando los populares sienten la inevitable presión política de adecuar su discurso a una realidad que, sobre todo, les supone un reto para apuntalarse en el tablero vasco.

En esta coyuntura nada fácil, donde tampoco ningún elemento exógeno les ayuda, poco favor aportan las hirientes palabras del sector mayororejista contra la esencia del discurso popular vasco. Desde la solidaridad con su sufrimiento y su valor en la resistencia demostrada ante ETA con un indudable desgaste personal y afectivo, sería deseable que las víctimas canalizaran siempre sus legítimas reivindicaciones sin adentrarse en los vericuetos políticos -en los que algunas ya se han dejado atrapar- para asumir, al menos desde el respeto, la existencia de una nueva realidad.

¿Dónde está la solución?

Por: Juan Mari Gastaca | 18 ene 2015

Eta20s

Parece asociada a un hábito la pregunta ¿y ahora, qué? a partir de que se asiste a una movilización, a una sonora protesta, a un clamor social en definitiva. Bien se podría trasladar este imaginario al día siguiente de la reciente multitudinaria marcha por San Sebastián cque activa algo más que el malestar por una mediática operación Mate que ha dejado más sombras que luces, incluso bajo un prisma frío y alejado de la motivación política.

Bastaría los lenguajes encontrados de cada una de las partes concernidas en tan cansino debate para caer en el pesimismo y abrazar el desánimo de que la solución se antoja una quimera. En apenas 100 kilómetros de distancia, dentro del mismo País Vasco, la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, alababa en Vitoria a la Guardia Civil y lanzaba un guiño de complicidad a las víctimas. Mientras, en la capital guipuzcoana, decenas de miles de vascos compartían la idea de que sólo la vía de la independencia podrá resolver para siempre tan agria disputa ideológica en Euskadi. Es decir, el entendimiento es imposible desde parámetros y realidades tan refractarios.

No son las vísperas electorales el mejor tiempo político para imaginar siquiera la viabilidad de un mínimo paso adelante. Es inimaginable prever que el Gobierno del PP pueda atender, siquiera de soslayo, los planes de paz y convivencia que Iñigo Urkullu le ha detallado a Mariano Rajoy. Resulta mucho más previsible sospechar que Interior, además de su mano inflexible, secunda la teoría manejada estos días por Arantza Quiroga: "la gente empiezar a pasar de ETA".

Frente a tales muros, la izquierda abertzale y el colectivo de presos del EPPK han establecido que solo cabe la movilización ciudadana para así perseverar en la vía vasca. Sin embargo, ante semejante respuesta más ilusoria y emocional que efectiva es factible suponer que las grietas en el blindaje enemigo apenas serán perceptibles.

Y en el medio de tan desasosegante relación, un Gobierno vasco que busca terciar sin el éxito debido. Es revelador, sin duda, que en el ecuador de la legislatura, el lehendakari ha arrojado la toalla en su denodada búsqueda de un vaso comunicante con Moncloa, hastiado del nulo eco a sus ofrecimientos de diálogo. Peor aún: tampoco cabe esperar que el PP vasco desatasque a corto y medio plazo tan incómoda relación institucional. Un lectura rápida de los últimos pronunciamientos de su presidenta, Arantza Quiroga, descubre sus auténticas intenciones, más próximas al dedo acusador hacia la política del PNV.

Por tanto, Euskadi vuelve a sumergirse en un túnel del tiempo desesperante porque no encuentra la luz a la solución de sus problemas para una paz consolidada y una convivencia efectiva. Decíamos ayer, pero, desgraciadamente, va pasando el tiempo.

Resulta todo tan anacrónico...

Por: Juan Mari Gastaca | 13 ene 2015

Etxerathoy
La operación Mate -muy diferente a la Jaque, por cierto- ha proyectado un viaje al desasosiego. Cada uno de los protagonistas de este golpe policial a abogados y apoyos de ETA parecían formar parte con sus respectivas responsabilidades de un argumentario anacrónico que hoy es recibido como una incómoda pesadilla por la inmensa mayoría de la sociedad vasca.

De entrada, y como solía, vuelve a producirse una operación de desgaste contra ETA y su entorno a la vuelta de página de un nítido mensaje del abertzalismo al Gobierno central de que ya es hora de acabar con la dispersión como gesto de correspondencia a un escenario de un final definitivo de la violencia cuya evidencia nadie cuestiona por palmaria.

A su vez, queda en evidencia el entramado que perpetúa el cordón umbilical entre los presos de ETA y sus abogados por donde aflora un llamativo fraude fiscal que debilita las críticas a la intencionalidad política de esta intervención judicial. Si bien hasta ahora cada golpe asestado a la banda terrorista y a sus intérpretes sociales era interpretado por la izquierda abertzale en clave de represión estratégica, la operación Mate desnuda sorprendentemente un comportamiento ilícito con el fisco.

Por resulta también anacrónico que tres años después del anuncio de su renuncia a la violencia, ETA no haya entendido la realidad ni el camino de su futuro. Menos aún lo han comprendido quienes todavía desde la calle alientan el error empecinado de las cárceles. Deberían ser los abogados como emisores de una misiva consecuente con la realidad y el pragmatismo quienes alumbraran el debate o, quizá, empezaran de una vez por situarlo en unas debidas coordenadas de sensatez.

Con su mera existencia, aunque sin voluntad de matar, ETA valida el criterio de quienes sostienen dentro pero sobre todo fuera de Euskadi que las Fuerzas de Seguridad no bajen de momento la guardia. Así se corre el peligro democrático que pueda darse por bueno el registro indiscriminado de la sede de un sindicato democrático y de que se requisara sin ninguna justificación el dinero recaudado en la manifestación de la red social Sare. Bien es verdad que quienes depositaron en los locales de LAB los más de 70.000 euros recaudados en una marcha a favor de los presos de ETA tampoco estuvieron ni lúcidos ni acertados.

Así las cosas, Euskadi se recrea en sus pesadillas. Y EH Bildu, más que nadie. La izquierda abertzale sale golpeada de esta operación Mate, todo lo contrario que le ocurrió con la denominada Jaque cuando fue desarticulada el ala más intransigente de la defensa de ETA. Posiblemente corresponde con urgencia a la coalición soberanista y en especial a Sortu activar su presión sobre el colectivo de presos del EPPK para despejar de una vez la pregunta: ¿Qué pinta ETA en la realidad política y social vasca?

Podemos, sobre ruedas

Por: Juan Mari Gastaca | 05 ene 2015

Podemos alava
Durante años, en Euskadi, se asistía a una paradójica relación entre más de una decisión del Ministerio del Interior y el consiguiente aliento al voto favorable de la izquierda abertzale. Toda una enrevesada pero evidente contribución al impulso de la causa radical en medio de la perplejidad del resto de fuerzas democráticas. Toda una campaña gratuita escondida demasidas vecesen torpes actuaciones y paradójicamente propiciada por el enemigo natural residente en Madrid.

Ahora, el tablero político vasco -lo mismo se podría decir del nacional- asiste a la alteración sísmica provocada por la incesante ola acaparadora de Podemos. No es necesario que miembro alguno de esta incipiente formación proyecte un mensaje para que el debate público y publicado les sitúe en el epicentro, para que todo el interés mediático pivote sobre su existencia. Podemos es la moda y Podemos marca la tendencia política sin haber puesto todavía un pie en las instituciones.

Sin duda, será difícil encontrar una rentabilidad política de mayor impacto, similar a la conseguida por Podemos hasta ahora. Sin otra campaña que las elecciones europeas y con un resultado sorprendente -adobada, eso sí, de innumerables tertulias y debates- le ha valido el clima mayoritario de hartazgo social y de inquietud económica para caminar sobre ruedas y sin fisuras mientras teje su discurso definitivo. No existe una campaña publicitaria más rentable y de menor gasto.

Mientras se suceden los ecos del discutido Euskobarómetro sobre las autonómicas de 2016, en un ambiente donde Podemos se siente como un invitado de permanente reclamo sin proponérselo, ha bastado la elección de sus primeros cargos internos para proyectar en el País Vasco la sensación de que la política sigue interesando a la juventud. Mientras muchos partidos tradicionales son incapaces de acometer renovaciones como una apuesta decidida de su espíritu transformador y en algunos casos lamentan haber taponado la proyección de nuevos dirigentes, Podemos enseña su cantera.

Una prospección nada intensa por los cuadros de candidatos de Podemos en las tres capitales vascas detecta, más allá de las excepciones, una doble sensación generalizada: juventud y preparación universitaria. Claro que es una consecuencia lógica tratándose de una formación de nuevo cuño, pero también es la expresión inequívoca de que hacer política dentro y fuera del entramado democrático sigue latiendo en jóvenes conciencias dentro del País Vasco.

Ante tan expectante situación cabe ahora la exigencia a Podemos de una concreción inequívoca de sus mensajes de referencia. Sabido es que no situará entre sus preferencias el debate identitario y que la inquietud socioeconómica y la pulcritud democrática serán faros de su existencia. Pero no es suficiente y de ello deben ser conscientes sus responsables cuando quedan cinco meses para que, sin duda alguna, sean determinantes, al menos en el ámbito foral. Aunque nadie tiene derecho desde fuerza a marcar ni exigir sus tiempos, sí es obligado que definan su argumentario. Eso sí, habida cuenta de la ola mediática que les acompaña hasta quizá pase desapercibido si llegan a las urnas sin desgajar por completo su programa.

El País

EDICIONES EL PAIS, S.L. - Miguel Yuste 40 – 28037 – Madrid [España] | Aviso Legal