EH Bildu ha acusado el golpe político que le supone el sorprendente acuerdo entre el PNV y su actual alcalde de Gernika, José María Gorroño, a quien desde hace mucho tiempo ya no querían. De entrada, porque acogota sus posibilidades de seguir en el poder de una localidad símbolo de la paz en Euskadi. Pero, sobre todo, porque le retrata en una fotografía incómoda, poco grata. Sortu, la auténtica izquierda soberanista, ha desoído la voluntad de las bases de un partido de su coalición como es EA para imponer finalmente su criterio.
Es muy posible que el estratégico acercamiento de conveniencia política entre PNV y EA de Gernika acabe convirtiéndose en un síntoma. Con este acuerdo concebido para impulsar el desarrollo económico local y de la significativa comarca de Urdaibai, ha aflorado una incómoda convivencia en la coalición independentista. Gorroño, y con él la dirección y las bases de su partido, no se han ido sintiendo cómodos a medida que Sortu ha apretado el acelerador de su reconocido poder e influencia dentro de EH Bildu. En realidad, ambas partes no comparten la misma sensibilidad más allá de una coincidencia plena en la configuración de la identidad del pueblo vasco.
Lógicamente Pello Urizar ha taponado el brote de incipiente hemorragia abrazando la decisión colectiva de la coalición en detrimento de su organización local. ¿Este sonoro divorcio de Gernika será el único caso o fluye como una puntual amenaza para aquellos escenarios donde EA se vaya viendo relegada en posiciones de poder?
Sortu está legitimida por la fuerza política que aporta a idear el rumbo de una coalición donde hasta ahora la cuota de representación del resto de integrantes ha respondido a criterios magnánimos, propios de un ensamblaje siempre vigilado por el Estado. Ahora bien, superado este escenario llega ahora con la confección de las listas la prueba del algodón de la auténtica convivencia.
En Gernika, la tormenta se veía venir. Asentado Gorroño sobre un reconocimiento popular que le ha propiciado dos éxitos electorales consecutivos con sendas marcas distintas es fácil de comprender su prolongada irritación al verse sometido a otra voluntad dentro de su propio grupo de concejales. Y en EA lo sabían. Por eso se ha hecho fácilmente comprensible que Sortu prescinda de este alcalde y que Gorroño, reconfortado con el calor de su partido, alargue su personalismo político en otra batalla. Sin duda, la campaña en la villa foral será de todo menos tranquila.
Eso sí, es fácil concluir que la presidenta del BBB, Itxaso Atutxa, ha superado más de un sofoco político para convencer a la afiliación de Gernika que ahora trabajarán para hacer alcalde a un dirigente de EA, partido surgido de la trágica escisión nacionalista. Para quien quiera, la puerta sigue abierta.
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