Gipuzkoa se pone interesante

Por: Juan Mari Gastaca | 05 may 2015

Egibar
El pulso (?) de PSE y PP advirtiendo al PNV de que le entregarán sus votos para convertir a Markel Olano de nuevo en diputado general de Gipuzkoa anima el arranque de la campaña en este territorio. Si así fuera, los nacionalistas se verían obligados a ganar a EH Bildu en las urnas para cumplir su reconocido propósito de recuperar el gobierno foral y, ahora mismo, las encuestas no se lo dejan claro por la igualdad existente.

Pero la duda es otra: ¿socialistas y populares mantendrán hasta el final su palabra? Por motivos bien diferentes, ambos partidos han decidido marcar distancias con el PNV. En el caso del PP con mayor calado porque su candidato, Juan Carlos Cano, afea directamente a Olano su responsalidad en las irregularidades económicas, denunciadas ante la Justicia en visperas electorales, que el gobierno de Bildu atribuye a sus antecesores. En el bando socialista, ocurre que Denis Itxaso no perdona, a su vez, a los nacionalistas haber impedido la llegada de la coalición abertzale en la actual legislatura y no les merece confianza.

Es muy probable que el PNV no se haya inquietado demasiado por esta doble admonición. En sus cálculos sospechan que el respaldo del PP girará más en función de las previsibles negociaciones que se abran para el resto de territorios que la propia fuerza que les aporten en Gipuzkoa. Además, las andanadas de los junteros populares durante el caso Bidegi, en una inédita connivencia con EH Bildu, han dejado huella en la memoria de agravios de los nacionalistas.

En cuanto al PSE, le resultaría muy complicado  justificar su rechazo al cambio de signo en el gobierno de Gipuzkoa argumentando como única razón que hace cuatro años Joseba Egibar no se atrevió a dar el paso. Los socialistas saben que no pueden prolongar por más tiempo su imagen de aislamiento institucional en los tres territorios y, además, el PNV cuenta a estas alturas con sus votos para devolver la afrenta a Bildu.

Pero con su plante, socialistas y populares animan el arranque en Gipuzkoa de una campaña que se espera dura, enconada. PNV y EH Bildu se saben con márgenes muy escasos en su batalla directa por el Ayuntamiento de San Sebastián y la Diputación de Gipuzkoa. Es por ello que cualquier incidencia que pudiera erosionar su estrategia cobraría especial dimensión. Con el veto a Olano, quizá más enunciativo que profundo, se ha dado el primer paso.

EH Bildu enreda al PNV

Por: Juan Mari Gastaca | 01 may 2015

Bildu16m
EH Bildu es el rival más incómodo que jamás tuvo el PNV. La izquierda abertzale es la única alternativa real al poder nacionalista en Euskadi. Sobre una conclusión siempre reconocida por ambas partes se deslizan las mayores apuestas ideológicas de este país. Es ahí donde hay que entroncar sus divergencias sobre el camino a seguir para la paz y la convivencia o cómo esbozar la apuesta por el modelo de autogobierno.

Ahora se asiste a un nuevo capítulo de esta escenificación. Lo ha promovido EH Bildu con una catarata de propuestas que le hubieran permitido acotar el debate político si no fuera por el desprecio que le han dispensado el resto de fuerzas políticas. Así, la respuesta a su cuerpo a cuerpo con el PNV, su vía vasca para la paz y su exigencia de consulta para 2016 se han sucedido en el corto espacio de una semana. De momento, sin otro resultado que el enésimo debate en el Parlamento sobre el derecho a decidir de los vascos que, además, vuelve a quedarse sin fecha de celebración.

La dirección soberanista ha hecho coincidir este carrusel de ofertas políticas a un mes escaso de las elecciones locales y forales y en un año donde asoman las urnas en Cataluña y las generales. Con este dato temporal tan obvio, todos sus rivales han entendido que los pronunciamientos abertzales buscan un rédito electoral que nadie, pero sobre todo el PNV, están dispuestos a conceder.

No obstante, EH Bildu se ha cargado de razones para exhibir su voluntad unilateral en la búsqueda de puntos de encuentros sobre cuestiones tan nucleares. Pero quizá no ha medido el efecto perverso de la evidente coincidencia. Resulta difícil de entender, por razones de calendario y de momento político, cómo su propuesta en el Parlamento sobre la consulta llega a estas alturas de la legislatura y a sabiendas de su resultado cuando nadie se ha movido de sus posiciones conocidas.

Resulta palmario que buscaba el cuerpo a cuerpo con el PNV y, sobre todo, retratar ante el granero soberanista ambas posiciones. Pero su desenlace no ha provocado sorpresa alguna. Los nacionalistas aceptan el envite de la consulta del que nunca han renegado, y marcan su propio itinerario, conscientes posiblemente de que ni siquiera en 2016 se den todavía las condiciones sociales y políticas necesarias para afrontar semejante desafío. vaya, lo sabido.

En esta incansable tarea de desgaste que la coalición busca en su principal enemigo electoral cobra más valor por su impacto, desde luego, la interminable sucesión de denuncias sobre la gestión de Bidegi en determinadas infraestructuras Gipuzkoa. No solo han contribuido a enrarecer definitivamente las siempre tensas relaciones de Bildu y PNV en este territorio, sino que judicializa y enreda al limite toda una campaña. Sin duda, el tema más espinoso que le queda por resolver a Joseba Egibar.

El PSE-EE, dispuesto a sumar

Por: Juan Mari Gastaca | 23 abr 2015

Mendiaaaaaaaaaa
El PSE-EE
ya ha elegido su destino para las próximas elecciones locales y forales: está dispuesto a sumar. Si lo consigue será su mejor resultado desde que abandonó el Gobierno vasco. Habría detenido la hemorragia de las últimas confrontaciones ante las urnas que tanta desmoralización inocularon en sus bases y dirigentes. En una palabra, volvería a contar en la escena institucional de referencia, de la que desapareció a medias entre Zapatero, la crisis y el pacto mal entendido con el PP en Lakua.

El PNV también lo desea. Sabe que el asidero del PSE-EE tiene la comodidad suficiente para atravesar una legislatura más allá de los lógicos vaivanes de la escenas electorales. En las cuentas nacionalistas, el apoyo socialista daría a Juan Mari Aburto, por ejemplo, la tranquilidad necesaria para iniciar por encima de las odiosas comparaciones la auténtica etapa post-Azkuna. Ahora mismo, el PNV cuenta con ello porque entiende que tampoco va a requerir más allá de un par de votos ajenos para disponer de mayoría absoluta en la futura Corporación.

Pero es en Vitoria donde el PSE-EE anhela con sentirse útil. No habría mejor bálsamo para detener las interminables guerras intestinas de una organización que se despedaza a dentelladas cainitas. Otra legislatura de aislamiento sería letal para la estabilidad de Cristina González. Lejos del poder locales les entraría subitamente el miedo en el cuerpo de que podría peligrar a corto plazo hasta el escaño (¿Txarli Prieto?) del próximo Congreso.

En cambio, es Ernesto Gasco quien confia ciegamente en propias sus posibilidades. Sabe en su fuero interno que San Sebastián está predestinado a un mano a mano entre EH Bildu y el PNV, pero se postula como primus inter pares para irradir así la confianza necesaria durante la campaña ya iniciada. Lo hace a la sombra de Odón Elorza, porque sabe que el legado del exalcalde socialista es una apuesta segura en más de un granero electoral. Ahora bien, en un ejercicio de realismo es propio afirmar que Gasco saldría reforzado si sus votos sirven para un cambio de gobierno en la capital.

Y en las Diputaciones, más de lo mismo.

Si las cuentas no salieran así, Idoia Mendia vería sacudidos sus cimientos. Ahí empezaría a girar la noria del desencanto y el escepticismo con resultados imprevisibles en un partido que sigue digeriendo a duras penas una teórica renovación. Pero si vuelven a tocar pelo en alguno de los tres territorios, harían feliz a más de uno dentro...y fuera del partido.

El PP vasco teme el sandwich

Por: Juan Mari Gastaca | 20 abr 2015

Quiroga 25
El innegable impacto social que provocan las mentiras encriptadas del sospechoso Rodrigo Rato y el progresivo implante de Ciudadanos acechan al PP vasco. Lo hacen a solo un mes de las elecciones locales y forales a las que los populares acuden con el aliento contenido por la repercusión de las medidas de Rajoy durante la crisis y con el objetivo conjurado de mantener la cuota de poder institucional de su reducto alavés.

Para evitar que su suerte quede aprisionada en medio de semejante sandwich tan adverso se ha buscado una vía de escape que pasa por endurecer su discurso en Álava, enarbolar la bandera de la foralidad y asegurar que, si gobiernan, bajarían los impuestos. Por el medio, apenas unas moderadas críticas al PNV con el ojo puesto en posibles pactos futuros y, eso sí, un descrédito implacable hacia Ciudadanos para evitar que el voto del centroderecha vasco se divida.

Los populares acometen el empeño electoral atizando con su argumentario. Han comprobado la elevada rentabilidad de la cruzada de Javier Maroto con sus proclamas sobre las ayudas sociales a la emigración. El alcalde de Vitoria es ahora el gran favorito para ganar en las urnas del 24-M. Quizá por este rédito alcanzado, el núcleo duro del PP alavés ha decidido rescatar sin tapujos del baúl de agravios al euskera y así encender otra mecha en medio del debate. Y lleva camino de conseguirlo.

Por lo tanto, frente a posiciones conservadoras de Ciudadanos, el PP refuerza las suyas con dos polos de atracción de hondo calado como son el euskera y los inmigrantes en el marco de la sociedad alavesa. Entiende que a partir de ahí puede construir con más facilidad su discurso en favor de la foralidad y así lo están haciendo, sobre todo en Álava que es donde se juegan su futuro y, quizá de paso, la estabilidad del liderazgo de Arantza Quiroga.

Al proyectar su foralidad, el PP diseña su propio espacio como alternativa a quienes, de un lado, abogan por acabar con los derechos históricos del País Vasco (Ciudadanos, principalmente) y, de otro, suspiran por acercarse a mayores cotas de autogobierno (PNV, sobre todo). Además, nadie se lo puede cuestionar porque forma parte de su razón de ser.

Todo esfuerzo, en cambio, será poco. El PP vasco juega en contra de la corriente en estas elecciones donde se pisa a pie de calle y las proclamas sobre víctimas y ETA apenas puntúan. Así se explica que busque escenarios de honda repercusión mediática e ideológica para acompasar un perfil que le aleje intencionadamente del debate sobre la corrupción interminable dentro del partido y los efectos devastadores de la crisis. Ahí incrusta precisamente su propuesta de rebaja fiscal en un guiño social evidente y del que se hacen partícipes todos sus candidatos. ¿Le será suficiente?

De UPyD a Ciudadanos Euskadi

Por: Juan Mari Gastaca | 11 abr 2015

Maneiro29a
En Euskadi, muchos afiliados de UPyD se adelantaron en el tiempo a quienes ahora atenazados por la debacle franquean raudos la puerta de Ciudadanos. Ni siquiera aquellos esperaron a la explosión mediática de Albert Rivera ni a los augurios de unos prometedores sondeos. Entendieron simplemente que el funcionamiento interno del partido era insoportable y que era mejor probar suerte en otro proyecto (¿igual políticamente?).

Cuando comenzó el goteo en el País Vasco, apenas causó sensación. Entonces, Rosa Díez no estaba asomada al precipicio ni su segundo séquito empezaba a intrigar al ver la dirección del humo. Se consideró tan solo la aventura interesada de algunos pocos -pero con peso orgánico- y así la escisión quedó taponada sin demasiado esfuerzo. La dirección hizo ver que no se inmutaba, pero el calvario de las deserciones tomaba cuerpo.

Más allá de las críticas al sentimiento unipersonal del partido, se antoja sencillo el tránsito ideológico desde UPyD a Ciudadanos. Quienes lo hicieron convencidos mucho antes de las actuales deserciones se han vestido la nueva camiseta sin demasiado esfuerzo de adaptación. Incluso, cuando se exprimen las razones de su paso al frente todo se reduce a un cambio de líder. Se han cansado de Rosa Diez.

En este acelerado tránsito, estratégico que no ideológico, tampoco se extrañan de la escasa afiliación de Ciudadanos. Ya están curtidos en esta soledad de cuadros y militantes, por eso se refugian con acierto más que nunca en la dimensión de las redes social y saben por la experiencia de UPyD que luego cunde en las urnas.

Ante las próximas elecciones, UPyD y Ciudadanos se aprestan, de entrada, a configurar una escena curiosa: ¿cuáles son sus diferencias programáticas? Dos partidos enrabietados con las Diputaciones forales -curiosa coincidencia con Podemos- y sin afección alguna por los derechos históricos de Euskadi se mirarán de reojo sobre todo en el granero abonado de Vitoria, sobre todo. Y ahí le dolerá al PP.

Hasta ahora, UPyD era el auténtico martillo para la conciencia electoral del PP vasco. En el horizonte del próximo mes, y amenazada incluso su existencia, es muy posible el trasvase de la inmensa mayoría de sus votos a Ciudadanos. Un nuevo refugio desde donde luchar contra la amenaza del nacionalismo y apostar por la unidad de España blandiendo, eso sí, la enseña de la renovación democrática. Es lógico comprender la advertencia de Javier de Andrés para que no se disperse el voto del centroderecha en Álava.

Fiel a Rosa Díez, son malos tiempos para el parlamentario Gorka Maneiro. Su proyección podría verse dinamitada después del extenuado trabajo opositor levantando alformas de la Administración vasca. Pero sabe a regañadientes que también a Euskadi llegará la ola Ciudadanos. La oportunidad para sus anteriores compañeros con quienes, posiblemente, sigue compartiendo la misma ideología. Ahí está la gran paradoja.

Autogobierno, que espere

Por: Juan Mari Gastaca | 04 abr 2015

Ortuzar29s
El Aberri Eguna 2015 no va a impulsar el autogobierno en Euskadi. Volverán a escucharse la proclama de Euskadi como nación europea, pero sin viabilidad alguna en la acción política inmediata. En EH Bildu es su ADN y así lo persevera con su vía vasca soberanista. Pero en el PNV, no. Ante tal desencuentro no hay masa crítica suficiente para generar escenarios a corto plazo como los de Escocia o Cataluña.

En el País Vasco, el autogobierno espera. Bastaría analizar la reciente doble intervención del lehendakari, Iñigo Urkullu, en menos de 48 horas para comprender el inequívoco rumbo de su Ejecutivo y, de paso, del partido mayoritario que le sustenta. La nueva oportunidad económica que asoma y el enésimo impulso a la paz y convivencia de un pais sin terrorismo son las auténticas prioridades. Mientras, que siga funcionando la ponencia de autogobierno.

Ni siquiera el calendario de Artur Mas y Oriol Junqueras ha conmovido la conciencia identitaria del PNV y, por supuesto, del lehendakari. Más allá de la inmediata respuesta evasiva de aislar las situaciones de Cataluña y Euskadi, el actual Gobierno vasco no detecta clamor social alguno que le obligue a enfrascarse en una batalla que, a su vez, jamás le ha interesado. No solo ha descendido en el último Sociómetro la pujanza independentista, sino que la apatía de Podemos por este debate reduce toda la batalla a la exigencia, permanente eso sí, de EH Bildu y los sindicatos abertzales.

Con las elecciones locales y forales ahí, la campaña no augura escenarios en clave soberanista. Superados los ecos tópicos del Aberri Eguna, el debate volverá a cauces repetitivos donde se cruzarán las ayudas sociales con el paro, los residuos con las infraestructuras y la internacionalización con los barrios desprotegidos. La crisis acumula tantas secuelas que parece haber tintado todo el campo del debate político.

Sin la distracción soberanista, los próximos comicios obligarán a retratar propuestas para una nueva situación que penará durante bastante tiempo los jirones de un pasado reciente extremadamente sangrante. Y lo hará, a buen seguro, bajo unos resultados de predecible igualdad tras una campaña que se antoja agresiva, ávidos de una obligada entente en un marco de representatividad desconocido hasta ahora.

Será el momento de la política responsable, de la que brota a ras de suelo y donde las exigencias ciuadadanas son más inflexibles. Se asoma tan incertidumbre con los sondeos en la mano que es lógica la aparición de las primeras voces augurando hasta pactos a tres bandas para sostener futuros gobiernos. Será la oportunidad, por tanto, de que aquellos partidos considerados de gobierno respondan con la altura de miras al priorizar sus respuestas.

Y en ese contexto, más propicio para las necesidades del día a día, el autogobierno volverá a esperar su turno en Euskadi.

El lío del centroderecha vasco

Por: Juan Mari Gastaca | 23 mar 2015

Quiroga 25
Los resultados de la autonomía andaluza no son extrapolables, por más de una razón, al mapa vasco. Pero no por ello consiguen reprimir el irrefrenable deseo político de trasladar algunas derivadas. Les ocurre a los socialistas vascos, que caminan aliviados desde la noche del 22-M al entender que se han quitado de encima ese fantasma de Podemos que les amargaba su existencia y que les comprometía sus expectativas. También el eco alcanza a los populares vascos, pero en este caso les obliga a contener el aliento tras el batacazo de su candidato.

Con el desplome en Andalucia y la irrupción de Ciudadanos, el PP vasco ensombrece en exceso sus expectativas. Lo hace, además, sin tiempo para librarse de los incómodos ecos de la supuesta financiación irregular de su sede en Bilbao, acusación que le perseguirá aunque responda a una gestión anterior cuando sus dirigentes tenían como principal objetivo seguir vivos. En suma, un escenario nada propicio para un partido al que le cuesta adaptar su mensaje a una realidad sin el terrorismo de ETA.

Así las cosas, bien sabe Arantza Quiroga que se le presenta un camino lleno de espinas. Lo afronta, no obstante, dando la cara y ofreciendo una lectura crítica de calado sobre la debacle de Andalucía que a muchos de sus compañeros en la Ejecutiva Nacional no se les ha escuchado. Es consciente, sin duda, de lo mucho que se juega a corto y medio plazo y por eso es fácil de comprender que la líder de los populares vascos se estremezca al comprobar que la calle sigue culpando a su partido de la crisis.

Es posible que por el camino andaluz el PP vasco se haya desembarazado de la carga que les suponía UPyD, sobre todo pensando en Álava. A cambio, sin embargo, se encuentran con la ola de un rival que hasta ahora parecía reducido al feudo de Cataluña y que en Euskadi dispondrá también de un discurso de centroderecha sin levantar el pie del acelerador en cuestiones de la identidad española.

Con todo, Ciudadanos es una incógnita en el País Vasco. Ni siquiera ha merecido el interés de los sondeos de opinión y en esta ausencia el PP no sale bien parado, excepción hecha de Vitoria donde el bastión de Javier Maroto es incuestionable. Por tanto, cuando Ciudadanos se haga con el hueco obligado en las próximas muestras se podrá disponer de una situación aproximada de su efecto sobre PP y UPyD, con quienes comparte buena parte del lógico granero electoral.

¿Cómo diferenciarse? Aquí tiene el PP una asignatura complicada. Asediado por los efectos de los recortes que le siguen persiguiendo, todavía sin un encaje social reconfortante fuera de Álava, quizá debería procurarse un ámbito de cobijo en futuras coaliciones ante el fundado riesgo de perder pie en Ayuntamientos significados y Juntas Generales. De momento ha elegido la vía del hostigamiento. En Gipuzkoa han tomado nota.

Gernika, más que un símbolo

Por: Juan Mari Gastaca | 18 mar 2015

Gorroño
EH Bildu
ha acusado el golpe político que le supone el sorprendente acuerdo entre el PNV y su actual alcalde de Gernika, José María Gorroño, a quien desde hace mucho tiempo ya no querían. De entrada, porque acogota sus posibilidades de seguir en el poder de una localidad símbolo de la paz en Euskadi. Pero, sobre todo, porque le retrata en una fotografía incómoda, poco grata. Sortu, la auténtica izquierda soberanista, ha desoído la voluntad de las bases de un partido de su coalición como es EA para imponer finalmente su criterio.

Es muy posible que el estratégico acercamiento de conveniencia política entre PNV y EA de Gernika acabe convirtiéndose en un síntoma. Con este acuerdo concebido para impulsar el desarrollo económico local y de la significativa comarca de Urdaibai, ha aflorado una incómoda convivencia en la coalición independentista. Gorroño, y con él la dirección y las bases de su partido, no se han ido sintiendo cómodos a medida que Sortu ha apretado el acelerador de su reconocido poder e influencia dentro de EH Bildu. En realidad, ambas partes no comparten la misma sensibilidad más allá de una coincidencia plena en la configuración de la identidad del pueblo vasco.

Lógicamente Pello Urizar ha taponado el brote de incipiente hemorragia abrazando la decisión colectiva de la coalición en detrimento de su organización local. ¿Este sonoro divorcio de Gernika será el único caso o fluye como una puntual amenaza para aquellos escenarios donde EA se vaya viendo relegada en posiciones de poder?

Sortu está legitimida por la fuerza política que aporta a idear el rumbo de una coalición donde hasta ahora la cuota de representación del resto de integrantes ha respondido a criterios magnánimos, propios de un ensamblaje siempre vigilado por el Estado. Ahora bien, superado este escenario llega ahora con la confección de las listas la prueba del algodón de la auténtica convivencia.

En Gernika, la tormenta se veía venir. Asentado Gorroño sobre un reconocimiento popular que le ha propiciado dos éxitos electorales consecutivos con sendas marcas distintas es fácil de comprender su prolongada irritación al verse sometido a otra voluntad dentro de su propio grupo de concejales. Y en EA lo sabían. Por eso se ha hecho fácilmente comprensible que Sortu prescinda de este alcalde y que Gorroño, reconfortado con el calor de su partido, alargue su personalismo político en otra batalla. Sin duda, la campaña en la villa foral será de todo menos tranquila.

Eso sí, es fácil concluir que la presidenta del BBB, Itxaso Atutxa, ha superado más de un sofoco político para convencer a la afiliación de Gernika que ahora trabajarán para hacer alcalde a un dirigente de EA, partido surgido de la trágica escisión nacionalista. Para quien quiera, la puerta sigue abierta.

 

 

Urkullu castigó el 'caso De Miguel'

Por: Juan Mari Gastaca | 11 mar 2015

Urkullu parla
Tiene razón Iñigo Urkullu en defender su diligente actuación al estallar el caso De Miguel. Puede jactarse, con razón y a diferencias de otros políticos, de la rotundidad de su inmediata reacción como presidente del EBB tras conocer el alcance de las primeras detenciones que golpeaban de lleno una imagen muy visible de su partido en Álava. No le tembló la mano en sus contundentes decisiones, encaminadas a delimitar con ejemplaridad que aquella trama incipiente no respondía a la marca PNV en la gestión institucional.

Hubiera sido de desear que otros burukides como Joseba Egibar, estrechamente vinculado a la sensibilidad política que los detenidos defendían, reaccionaran con la misma rotundidad que su presidente entonces. Resultó poco edificante que el portavoz parlamentario del PNV respaldase a aquella cohorte de imputados, alineados con el soberanista Iñaki Gerenabarrena, en su pulso rebelde para mantener su carné de afiliados, que finalmente acabaron entregando a regañadientes.

Por eso Urkullu está legitimado ahora para interpretar el auto judicial del caso De Miguel, que le enrabieta personal y políticamente. Ya lLe desagradó sobremanera el olor que desprendían las imputaciones y por eso no le tembló el pulso para encargar a Xabier Agirre que se procediera a una urgente renovación del ABB, excesivamente contaminado por los efectos de tan magno escándalo.

Desde entonces, el PNV se ha ido buscando políticamente en un territorio que, sin duda, no admite el mínimo resbalón debido a las exiguas diferencias electorales entre los partidos. Por eso ahora que las encuestas le sitúan con serias expectativas de gobierno es fácil comprender su lamento por el adverso golpe de efecto que entrañan los 180 folios de las supuestas ilegalidades cometidas por varios de sus dirigentes, afiliados y simpatizantes.

Nadie le podrá negar al PNV su resquemor sobre el momento político en el que se publica el contundente auto judicial. Pero tampoco es menos cierto que se ha asistido durante demasiado tiempo a una sucesión de trabas que han dilatado en exceso una instrucción de por sí enrevesada.

Con todo, haría bien el PNV en exhibir ante la sociedad -y en especial, la alavesa- la actuación de profunda higiene democrática de Iñigo Urkullu y, de paso, desmarcarse con absoluta claridad de quienes crearon su propia empresa y tejieron su red clientelar en beneficio propio utilizando la influencia que les proporcionaba su condición política. Y a partir de ahí simplemente que decida la justicia.

Navarra, en el ojo de Euskadi

Por: Juan Mari Gastaca | 08 mar 2015

Bildu10s



EH Bildu parece tener más claro la ambiciosa necesidad de tomar el poder en Navarra que adecuar los pasos de su proyecto independentista. Bastaría con repasar los discursos de Adolfo Araiz, su candidato en la Comunidad Foral, y de Hasier Arraz, presidente de Sortu, en la cita multitudinaria del BEC para llegar rápidamente a tan obvia conclusión, propia del calendario y del pragmatismo.

Además, Navarra ofrece desde hace varios meses el caldo de cultivo suficiente para avivar las expectativas de que es posible un giro copernicano en el sesgo político de su gobierno a partir de las pròximas elecciones autonómicas. La concatenación de vivas polémicas sobre las supuestas irregularidades en la CAN, la inestabilidad manifiesta del Parlamento, el ridículo socialista con la non nata comisión de investigación han servido para comprender que el hartazgo social ha prendido y que partidos de nuevo cuño como Podemos podrían recoger gran parte de la indignación callejera.

Pero ha tenido que llegar las denuncias contra Osasuna por amaño de partidos para que la inestabilidad del denominado régimen navarro toque fondo ante el descrédito popular. Más aún, en la gravedad de esta torticera implicación del club navarro -que ha adquirido rápidamente una proyección estatal- asoman fatídicamente los fantasmas de una aviesa interconexión Gobierno-CAN, trabada como siempre sobre intereses económicos y políticos que no parece tener fin.

En este contexto tan enrevesado, Euskadi pone su ojo en Navarra. Entiende que el cambio político jamás imaginado en las urnas durante la macabra existencia de ETA ni permitido desde Madrid como supuesta razón de Estado toma cuerpo mientras se multiplican los escándalos. Y si el desalojo de la derecha foralista tomara cuerpo, el escenario de relación entre las dos comunidades vecinas ya no sería el mismo.

Ahora bien, en paralelo, siguen sin resolverse muchas incógnitas. Es muy posible que Podemos, que irrumpe con fuerza, no disponga en Pamplona del grado de autonomía suficiente para empujar al bloque nacionalista y de izquierdas hacia el poder. Tampoco es fácil saber si el PSOE habrá aprendido para entonces la lección de que su convulsa convivencia con UPN le está diezmando su respaldo electoral. Incluso, nada puede asegurarse ahora mismo sobre el grado de entendimiento entre nacionalistas después de años de enfrentamientos y desencuentros sonoros más allá de compartir el objetivo de que procede acabar con el actual sistema.

Pero desde Euskadi, la coalición soberanista ya ha señalado con nitidez y urgencia la conscución del objetivo navarro, consciente de que así acelerará su vía vasca, ahora mismo simplemente esbozada como un lógico antelo político que se le presupone. Navarra se hace presente más que nunca en la vida política vasca.

Sobre el autor

Juan Mari Gastaca

, delegado de El País en Euskadi. Se abre aquí un hueco para intercambiar opiniones sobre la vida política que en esta tierra vasca no deja a nadie indiferente y mucho menos cuando llegan unas elecciones.

Sobre el blog

Hablaremos sobre el día a día de la vida política que afecta a Euskadi, dentro y fuera de la casa común vasca.

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