Autogobierno, que espere

Por: Juan Mari Gastaca | 04 abr 2015

Ortuzar29s
El Aberri Eguna 2015 no va a impulsar el autogobierno en Euskadi. Volverán a escucharse la proclama de Euskadi como nación europea, pero sin viabilidad alguna en la acción política inmediata. En EH Bildu es su ADN y así lo persevera con su vía vasca soberanista. Pero en el PNV, no. Ante tal desencuentro no hay masa crítica suficiente para generar escenarios a corto plazo como los de Escocia o Cataluña.

En el País Vasco, el autogobierno espera. Bastaría analizar la reciente doble intervención del lehendakari, Iñigo Urkullu, en menos de 48 horas para comprender el inequívoco rumbo de su Ejecutivo y, de paso, del partido mayoritario que le sustenta. La nueva oportunidad económica que asoma y el enésimo impulso a la paz y convivencia de un pais sin terrorismo son las auténticas prioridades. Mientras, que siga funcionando la ponencia de autogobierno.

Ni siquiera el calendario de Artur Mas y Oriol Junqueras ha conmovido la conciencia identitaria del PNV y, por supuesto, del lehendakari. Más allá de la inmediata respuesta evasiva de aislar las situaciones de Cataluña y Euskadi, el actual Gobierno vasco no detecta clamor social alguno que le obligue a enfrascarse en una batalla que, a su vez, jamás le ha interesado. No solo ha descendido en el último Sociómetro la pujanza independentista, sino que la apatía de Podemos por este debate reduce toda la batalla a la exigencia, permanente eso sí, de EH Bildu y los sindicatos abertzales.

Con las elecciones locales y forales ahí, la campaña no augura escenarios en clave soberanista. Superados los ecos tópicos del Aberri Eguna, el debate volverá a cauces repetitivos donde se cruzarán las ayudas sociales con el paro, los residuos con las infraestructuras y la internacionalización con los barrios desprotegidos. La crisis acumula tantas secuelas que parece haber tintado todo el campo del debate político.

Sin la distracción soberanista, los próximos comicios obligarán a retratar propuestas para una nueva situación que penará durante bastante tiempo los jirones de un pasado reciente extremadamente sangrante. Y lo hará, a buen seguro, bajo unos resultados de predecible igualdad tras una campaña que se antoja agresiva, ávidos de una obligada entente en un marco de representatividad desconocido hasta ahora.

Será el momento de la política responsable, de la que brota a ras de suelo y donde las exigencias ciuadadanas son más inflexibles. Se asoma tan incertidumbre con los sondeos en la mano que es lógica la aparición de las primeras voces augurando hasta pactos a tres bandas para sostener futuros gobiernos. Será la oportunidad, por tanto, de que aquellos partidos considerados de gobierno respondan con la altura de miras al priorizar sus respuestas.

Y en ese contexto, más propicio para las necesidades del día a día, el autogobierno volverá a esperar su turno en Euskadi.

El lío del centroderecha vasco

Por: Juan Mari Gastaca | 23 mar 2015

Quiroga 25
Los resultados de la autonomía andaluza no son extrapolables, por más de una razón, al mapa vasco. Pero no por ello consiguen reprimir el irrefrenable deseo político de trasladar algunas derivadas. Les ocurre a los socialistas vascos, que caminan aliviados desde la noche del 22-M al entender que se han quitado de encima ese fantasma de Podemos que les amargaba su existencia y que les comprometía sus expectativas. También el eco alcanza a los populares vascos, pero en este caso les obliga a contener el aliento tras el batacazo de su candidato.

Con el desplome en Andalucia y la irrupción de Ciudadanos, el PP vasco ensombrece en exceso sus expectativas. Lo hace, además, sin tiempo para librarse de los incómodos ecos de la supuesta financiación irregular de su sede en Bilbao, acusación que le perseguirá aunque responda a una gestión anterior cuando sus dirigentes tenían como principal objetivo seguir vivos. En suma, un escenario nada propicio para un partido al que le cuesta adaptar su mensaje a una realidad sin el terrorismo de ETA.

Así las cosas, bien sabe Arantza Quiroga que se le presenta un camino lleno de espinas. Lo afronta, no obstante, dando la cara y ofreciendo una lectura crítica de calado sobre la debacle de Andalucía que a muchos de sus compañeros en la Ejecutiva Nacional no se les ha escuchado. Es consciente, sin duda, de lo mucho que se juega a corto y medio plazo y por eso es fácil de comprender que la líder de los populares vascos se estremezca al comprobar que la calle sigue culpando a su partido de la crisis.

Es posible que por el camino andaluz el PP vasco se haya desembarazado de la carga que les suponía UPyD, sobre todo pensando en Álava. A cambio, sin embargo, se encuentran con la ola de un rival que hasta ahora parecía reducido al feudo de Cataluña y que en Euskadi dispondrá también de un discurso de centroderecha sin levantar el pie del acelerador en cuestiones de la identidad española.

Con todo, Ciudadanos es una incógnita en el País Vasco. Ni siquiera ha merecido el interés de los sondeos de opinión y en esta ausencia el PP no sale bien parado, excepción hecha de Vitoria donde el bastión de Javier Maroto es incuestionable. Por tanto, cuando Ciudadanos se haga con el hueco obligado en las próximas muestras se podrá disponer de una situación aproximada de su efecto sobre PP y UPyD, con quienes comparte buena parte del lógico granero electoral.

¿Cómo diferenciarse? Aquí tiene el PP una asignatura complicada. Asediado por los efectos de los recortes que le siguen persiguiendo, todavía sin un encaje social reconfortante fuera de Álava, quizá debería procurarse un ámbito de cobijo en futuras coaliciones ante el fundado riesgo de perder pie en Ayuntamientos significados y Juntas Generales. De momento ha elegido la vía del hostigamiento. En Gipuzkoa han tomado nota.

Gernika, más que un símbolo

Por: Juan Mari Gastaca | 18 mar 2015

Gorroño
EH Bildu
ha acusado el golpe político que le supone el sorprendente acuerdo entre el PNV y su actual alcalde de Gernika, José María Gorroño, a quien desde hace mucho tiempo ya no querían. De entrada, porque acogota sus posibilidades de seguir en el poder de una localidad símbolo de la paz en Euskadi. Pero, sobre todo, porque le retrata en una fotografía incómoda, poco grata. Sortu, la auténtica izquierda soberanista, ha desoído la voluntad de las bases de un partido de su coalición como es EA para imponer finalmente su criterio.

Es muy posible que el estratégico acercamiento de conveniencia política entre PNV y EA de Gernika acabe convirtiéndose en un síntoma. Con este acuerdo concebido para impulsar el desarrollo económico local y de la significativa comarca de Urdaibai, ha aflorado una incómoda convivencia en la coalición independentista. Gorroño, y con él la dirección y las bases de su partido, no se han ido sintiendo cómodos a medida que Sortu ha apretado el acelerador de su reconocido poder e influencia dentro de EH Bildu. En realidad, ambas partes no comparten la misma sensibilidad más allá de una coincidencia plena en la configuración de la identidad del pueblo vasco.

Lógicamente Pello Urizar ha taponado el brote de incipiente hemorragia abrazando la decisión colectiva de la coalición en detrimento de su organización local. ¿Este sonoro divorcio de Gernika será el único caso o fluye como una puntual amenaza para aquellos escenarios donde EA se vaya viendo relegada en posiciones de poder?

Sortu está legitimida por la fuerza política que aporta a idear el rumbo de una coalición donde hasta ahora la cuota de representación del resto de integrantes ha respondido a criterios magnánimos, propios de un ensamblaje siempre vigilado por el Estado. Ahora bien, superado este escenario llega ahora con la confección de las listas la prueba del algodón de la auténtica convivencia.

En Gernika, la tormenta se veía venir. Asentado Gorroño sobre un reconocimiento popular que le ha propiciado dos éxitos electorales consecutivos con sendas marcas distintas es fácil de comprender su prolongada irritación al verse sometido a otra voluntad dentro de su propio grupo de concejales. Y en EA lo sabían. Por eso se ha hecho fácilmente comprensible que Sortu prescinda de este alcalde y que Gorroño, reconfortado con el calor de su partido, alargue su personalismo político en otra batalla. Sin duda, la campaña en la villa foral será de todo menos tranquila.

Eso sí, es fácil concluir que la presidenta del BBB, Itxaso Atutxa, ha superado más de un sofoco político para convencer a la afiliación de Gernika que ahora trabajarán para hacer alcalde a un dirigente de EA, partido surgido de la trágica escisión nacionalista. Para quien quiera, la puerta sigue abierta.

 

 

Urkullu castigó el 'caso De Miguel'

Por: Juan Mari Gastaca | 11 mar 2015

Urkullu parla
Tiene razón Iñigo Urkullu en defender su diligente actuación al estallar el caso De Miguel. Puede jactarse, con razón y a diferencias de otros políticos, de la rotundidad de su inmediata reacción como presidente del EBB tras conocer el alcance de las primeras detenciones que golpeaban de lleno una imagen muy visible de su partido en Álava. No le tembló la mano en sus contundentes decisiones, encaminadas a delimitar con ejemplaridad que aquella trama incipiente no respondía a la marca PNV en la gestión institucional.

Hubiera sido de desear que otros burukides como Joseba Egibar, estrechamente vinculado a la sensibilidad política que los detenidos defendían, reaccionaran con la misma rotundidad que su presidente entonces. Resultó poco edificante que el portavoz parlamentario del PNV respaldase a aquella cohorte de imputados, alineados con el soberanista Iñaki Gerenabarrena, en su pulso rebelde para mantener su carné de afiliados, que finalmente acabaron entregando a regañadientes.

Por eso Urkullu está legitimado ahora para interpretar el auto judicial del caso De Miguel, que le enrabieta personal y políticamente. Ya lLe desagradó sobremanera el olor que desprendían las imputaciones y por eso no le tembló el pulso para encargar a Xabier Agirre que se procediera a una urgente renovación del ABB, excesivamente contaminado por los efectos de tan magno escándalo.

Desde entonces, el PNV se ha ido buscando políticamente en un territorio que, sin duda, no admite el mínimo resbalón debido a las exiguas diferencias electorales entre los partidos. Por eso ahora que las encuestas le sitúan con serias expectativas de gobierno es fácil comprender su lamento por el adverso golpe de efecto que entrañan los 180 folios de las supuestas ilegalidades cometidas por varios de sus dirigentes, afiliados y simpatizantes.

Nadie le podrá negar al PNV su resquemor sobre el momento político en el que se publica el contundente auto judicial. Pero tampoco es menos cierto que se ha asistido durante demasiado tiempo a una sucesión de trabas que han dilatado en exceso una instrucción de por sí enrevesada.

Con todo, haría bien el PNV en exhibir ante la sociedad -y en especial, la alavesa- la actuación de profunda higiene democrática de Iñigo Urkullu y, de paso, desmarcarse con absoluta claridad de quienes crearon su propia empresa y tejieron su red clientelar en beneficio propio utilizando la influencia que les proporcionaba su condición política. Y a partir de ahí simplemente que decida la justicia.

Navarra, en el ojo de Euskadi

Por: Juan Mari Gastaca | 08 mar 2015

Bildu10s



EH Bildu parece tener más claro la ambiciosa necesidad de tomar el poder en Navarra que adecuar los pasos de su proyecto independentista. Bastaría con repasar los discursos de Adolfo Araiz, su candidato en la Comunidad Foral, y de Hasier Arraz, presidente de Sortu, en la cita multitudinaria del BEC para llegar rápidamente a tan obvia conclusión, propia del calendario y del pragmatismo.

Además, Navarra ofrece desde hace varios meses el caldo de cultivo suficiente para avivar las expectativas de que es posible un giro copernicano en el sesgo político de su gobierno a partir de las pròximas elecciones autonómicas. La concatenación de vivas polémicas sobre las supuestas irregularidades en la CAN, la inestabilidad manifiesta del Parlamento, el ridículo socialista con la non nata comisión de investigación han servido para comprender que el hartazgo social ha prendido y que partidos de nuevo cuño como Podemos podrían recoger gran parte de la indignación callejera.

Pero ha tenido que llegar las denuncias contra Osasuna por amaño de partidos para que la inestabilidad del denominado régimen navarro toque fondo ante el descrédito popular. Más aún, en la gravedad de esta torticera implicación del club navarro -que ha adquirido rápidamente una proyección estatal- asoman fatídicamente los fantasmas de una aviesa interconexión Gobierno-CAN, trabada como siempre sobre intereses económicos y políticos que no parece tener fin.

En este contexto tan enrevesado, Euskadi pone su ojo en Navarra. Entiende que el cambio político jamás imaginado en las urnas durante la macabra existencia de ETA ni permitido desde Madrid como supuesta razón de Estado toma cuerpo mientras se multiplican los escándalos. Y si el desalojo de la derecha foralista tomara cuerpo, el escenario de relación entre las dos comunidades vecinas ya no sería el mismo.

Ahora bien, en paralelo, siguen sin resolverse muchas incógnitas. Es muy posible que Podemos, que irrumpe con fuerza, no disponga en Pamplona del grado de autonomía suficiente para empujar al bloque nacionalista y de izquierdas hacia el poder. Tampoco es fácil saber si el PSOE habrá aprendido para entonces la lección de que su convulsa convivencia con UPN le está diezmando su respaldo electoral. Incluso, nada puede asegurarse ahora mismo sobre el grado de entendimiento entre nacionalistas después de años de enfrentamientos y desencuentros sonoros más allá de compartir el objetivo de que procede acabar con el actual sistema.

Pero desde Euskadi, la coalición soberanista ya ha señalado con nitidez y urgencia la conscución del objetivo navarro, consciente de que así acelerará su vía vasca, ahora mismo simplemente esbozada como un lógico antelo político que se le presupone. Navarra se hace presente más que nunca en la vida política vasca.

Podemos no decide en Euskadi

Por: Juan Mari Gastaca | 04 mar 2015

Podemos
Podemos
no tiene autonomía propia en Euskadi. Es la primera conclusión directa del duro proceso negociador que mantiene la cúpula vasca de este partido con la dirección de Madrid sobre su presencia en las próximas elecciones forales. Todo un síntoma, revelador por poco edificante, sobre la capacidad de maniobra en la toma de decisiones que se antojan trascendentales.

Más allá de la decisión final que se adopte, de esta confrontación de posturas entre las dos direcciones emerge una conclusión poco alentadora: no se respeta la voluntad de las bases. En Euskadi, los círculos han votado a favor de concurrir a las elecciones forales, donde las encuestas auguran a Podemos una notoria influencia en el cuadro resultante de las tres Juntas Generales. Pero Madrid no lo validó de inmediato como podría desprenderse de una organización que hace bandera de su respeto a la voz interna.

Ya en Navarra, al calor de unas excelentes perspectivas electorales, su líder reconoció que la participación de Podemos en esta comunidad dependía de Madrid. Más de uno vio en aquel brote de sinceridad política una prolongación simplista de la dependencia ya vivida por partidos de la denominada casta en asuntos tan nucleares como un posible cambio de Gobierno.

Ahora, en Euskadi, la dirección de Roberto Uriarte tampoco ha conseguido el respaldo de Madrid. Y no deja de ser una imagen frustrante en un partido que supone toda una bocanada de aire fresco en medio de tanta frustración política.

Podemos, además, sabe que el resto de los partidos viven pendientes de su presencia en las próximas elecciones locales. En unos casos porque confluyen en el mismo granero político y en otros porque esperan rentabilizar el desgaste que supondría la competencia entre iguales. Con todo, más allá del cálculo electoral, esta nueva formación concita un inusitado interés nunca conocido.

Precisamente por la expectación que rodea cada movimiento de Podemos, dentro y fuera de un plató de televisión, sorprende que las primeras decisiones de enjundia sobre su futuro político en Euskadi apenas despierta el interés de sus propios círculos. Es llamativo que la decisión de concurrir a las elecciones municipales de Vitoria sea refrendada por poco más del imprescindible 10% de posibles votantes que obliga sus estatutos. No hay equivalencia alguna, sin duda, entre la dependencia mediática y social de Podemos y tan exigua participación.

Bien es cierto que sin otro examen que las anteriores elecciones europeas, Podemos es hoy mismo una incógnita en Euskadi. Pero nadie duda que se le presupone, y con la razón del olfato social, un papel desequilibrante en el escenario político vasco. Quizá por ello no debería descuidarse en proyectar una imagen de su reducida capacidad de decisión. Aquí no gusta.

Rajoy habla otro lenguaje

Por: Juan Mari Gastaca | 26 feb 2015

Mariano Rajoy ha despachado con un elocuente desprecio las eternas reivindicaciones nacionalistas en cuestión de autogobierno y de pacificación. Lo ha hecho, además, de una manera contundente en un marco con eco como el Debate del Estado de la Nación. Y quizá con el decidido propósito de proyectar la cuajada sensación de que jamás como presidente del Gobierno abordará semejantes retos.

Urku16
No es cuestión, por tanto, de mano tendida como ofreció intencionadamente Amaiur ni de aprovechar la oportunidad histórica que se le dispensa en un escenario social y político sin violencia como le recordó el PNV. Simplemente es la constatación de que Rajoy habla otro lenguaje, más acorde con la voluntad posiblemente mayoritaria del resto de España y, sobre todo, del ala más intransigente de su partido, ese que fluctúa pendiente de la fuga de votos por el flanco de la derecha política y mediática más extrema.

Paradójicamente, el mismo día en el que Iñigo Urkullu y familiares de presos de ETA escenificbaan el punto de partida de un diálogo hasta ahora impensable sobre posibles vías de entendimiento, el presidente del Gobierno central cercenaba buena parte de la viabilidad de estas esperanzas esbozadas en la mesa de Lehendakaritza. Bien es sabido que Interior nunca ha querido escuchar la constante reivindicación de un cambio en la política penitenciaria a partir del final del terrorismo, pero mucho menos lo hará ahora en un año de apretada agenda electoral.

Urkullu se ha tenido que sentir herido políticamente por el manifiesto desafecto de Rajoy en el Congreso. Ni un solo guiño a sus reiteradas apelaciones al diálogo para resolver, al menos, cuestiones como la Ley del Cupo. Por tanto, resulta una quimera esperar la mínima sensibilidad hacia el debate de una segunda transición, precisamente el mismo día en el que el fallo del Tribunal Constitucional arrasa con el medio de expresión de la identidad catalaña. Ahora bien, tampoco mejorarán un ápice las agrias relaciones entre PNV y el PP en Euskadi.

Así las cosas, ante el fundado riesgo de malgastar energías políticas en una apuesta condenada al fracaso al menos hasta el final de esta legislatura, haría bien el lehendakari en focalizar su mandato hacia el impulso del desarrollo económico de Euskadi, considerado siempre el primero de sus objetivos y siempre con mayor trascendencia social.

Pero, al mismo tiempo, no es menos cierto que el desprecio a la exigencia de autogobierno y de avances en la pacificación amenazan con crear un caldo de cultivo de progresivo voltaje. De nuevo la ceguera del Gobierno central vuelve a planear sobre una reclamación de hondo calado político. Suele ocurrir cuando las dos partes concernidas utilizan un lenguaje diferente: es imposible que se entiendan.

Terremoto en el PSE alavés

Por: Juan Mari Gastaca | 20 feb 2015

Lios
El PSE-EE alavés
y el caso Cabieces se pueden llevar por delante el pretendido esfuerzo renovador de Idoia Mendia en su primer examen de mayo. De momento, los socialistas vitorianos se disponen a su harakiri particular, propio en un partido de arraigadas costumbres cainitas, pero que ha oficializado públicamente una escisión en dos frentes de fuerzas parejas y, sobre todo, irreconciliables con el paso del tiempo.

Se asiste a un terremoto en el PSE-EE alavés de consecuencias bastante previsibles sobre todo en las próximas urnas. La irrupción del sector crítico, durmiente desde que fue despreciado en el último congreso extraordinario, reabre las heridas nunca curadas en una organización desnortada al compás de una galopante pérdida de peso real en la política alavesa. Vuelven a sonar las voces críticas porque se acaba de asistir en la revocación de la primera candidata a la alcaldía de Vitoria a un esperpento que solo aporta desprestigio en el peor momento posible.

Con la enérgica exigencia a la Federal del PSOE de la destitución de la ejecutiva de Álava, los críticos dan un paso adelante que se guardaron cuando la nueva dirección abrió el período de primarias a las elecciones locales y forales. Había sido tal el engaño en la negociación con el sector oficial de Cristina González, que sus opositores testimoniaron el rechazo a toda contienda por el rebelde método de una retirada explícita.

Con divorcios tan sonoros, toda renovación suena a hueco dentro y fuera del ámbito socialista. En un tiempo dominado por la exigencia de las ventanas abiertas y expuestos a la crítica ciudadana, el PSE-EE ha vuelto al oscurantismo del poder del aparato en Álava. En un territorio donde un puñado de votos venía decidiendo las posiciones en su capital, la dirección socialista parece despreciar el efecto pulverizador de su crisis interna ante la mirada expectante de Podemos en la sombra.

Hizo mal Mendia en oficializar entonces el desencuentro del último cónclave del socialismo alavés. No debió entender que al validar una ejecutiva que desoía al 40% de la afiliación simplemente cubría el manto sobre un campo minado que le podría estallar indirectamente en su cara política. Y ahora ha explotado con toda crudeza hasta el punto de que, posiblemente, no está escrita aún la última letra.

Costó admitir entre la clase política el súbito entendimiento entre González y la candidata Maite Berrocal, situadas en parámetros bien distintos hasta entonces. Quizá esta improvisada conjunción de intereses electorales pudo tranquilizar a la dirección del PSE-EE aunque solo desde una posición de abierta ingenuidad. De hecho, si hubieran tomado la temperatura en Vitoria sabría que se estaba inoculando una crisis.

Álava endosa el enésimo disgusto a la dirección socialista. Hasta ahora siempre lo había hecho en el ámbito vasco. Ahora, la escala del terremoto ha alcanzado tales proporciones que se ha hecho un hueco detrás de la sustitución alevosa de Tomás Gómez.

 

Toña mete la duda en EH Bildu

Por: Juan Mari Gastaca | 12 feb 2015

Consejeron
Ángel Toña
, que seguirá siendo consejero de Empleo y Políticas Sociales, y EiTB, cuya directora general continuará en el cargo, han aflorado una realidad en el denominado entorno abertzale que cobra peso político y sindical. EH Bildu y LAB, sus respectivas referencias, responden sobre parámetros propios, diferentes, rompiendo desde la propia obviedad del enunciado un axioma -posiblemente acuñado fuera de Euskadi- por el que siempre ha cundido la tentación de proyectar una fotografia de su supuesta unidad de acción.

Ha bastado que se incendiera la polémica sobre la supuesta incompatibilidad ética de Toña para que la izquierda abertzale primara los fundamentos del rédito político sobre el análisis social. La coalición soberanista se echó en brazos del clamor de toda la oposición en favor de un cese inmediato del recién nombrado consejero, a quien, no obstante, es difícil de encontrar un reproche profesional en el mercado laboral más allá de una sentencia de índole mercantil. Pero EH Bildu ni siquiera debio llamar a LAB. Y si lo hizo para interesarse, despreció finalmente su opinión.

El sindicato abertzale, además del resto de representantes sociales, sabe en el País Vasco que Toña ha antepuesto la defensa de los trabajadores al pago a la Seguridad Social. ¿EH Bildu está en contra de esta decisión? ¿Cómo se lo explicará desde la óptica de políticas de izquierda a los afectados en el concurso mercantil?

Quizá ha sido suficiente apaciguar el instinto primitivo para que en la izquierda soberanista cundiera con rapidez la necesaria reflexión. "Algo debe pasar aquí si todos los sindicatos sin excepción apoyan a Toña". Bajo este principio es fácil de comprender que Unai Urruzuno, portavoz reconocido y contundente de EH Bildu, recibiera con un cálido abrazo a Toña en los pasillos del Parlamento en pleno fragor de la baralla, y más allá de que ambos son naturales de Ondárroa. Y, claro, que su grupo se lo piense con más calma acaba bajando el dedo pulgar contra el nuevo consejero.

Eso sí, Toña nunca se perdonará el error de haber ocultado al lehendakari su condena. A veces la talla profesional y personal, reconocido en este caso desde la objetividad de los sectores directamente concernidos, no encuentra explicación comprensible para entender semejantes deslices en un asunto de indudable trascendencia política e institucional.

En EiTB, la situación resulta más complicada para EH Bildu. Cuando la dirección del ente vasco ideó una OPE como figura legal para una adecuación de la plantilla, los consejeros de la coalición y de LAB coincidieron en el apoyo. Veían una oportunidad para euskaldunizar las emisoras públicas y, sin duda, los aspirantes no serían especialmente críticos con la realidad vasca. Pero resultó un espejismo.

Aquellas urgencias de plantilla acabaron convertidas en un ERE. Y entonces EH Bildu puso pie en pared. Entendió que no había sido informada del alcance de la operación y se desdijo del inicial apoyo. Se opuso en contra hasta el extremo de reclamar junto a PSE, PP y UPyD la dimisión de Maite Iturbe. Sus consejeros no lo entendieron porque no lo comparten. LAB, tampoco. A tal punto llega la disconformidad del sindicato con la coalición que no está dispuesto a secundar movilización alguna.

Vaya, que  EH Bildu y LAB tienen, a veces, vidas paralelas

Kutxabank, la familia desunida

Por: Juan Mari Gastaca | 08 feb 2015

Mario villalabeitia
Más allá de las trincheras creadas en torno al poder ejerciente (Gregorio Villalabeitia y Xabier Sagredo, éste especialmente) y el poder cesante (Mario Fernández, sobre todo, e Ignacio Sánchez Asiain), el escándalo político, financiero y judicial de un pago irregular al socialista Mikel Cabieces ha desvelado las intrigas palaciegas en Kutxabank.

La revelación involuntaria o interesada -o, quizá, sencillamente la torpeza de un afán revanchista mal administrado- de la absurda injerencia de una entidad financiera de origen público en un remiendo político ha permitido aflorar una inquietante lucha de poder interno sobre el antagonismo de dos modelos de gestión empresarial.

Sería pecar de excesiva ingenuidad no reconocer el aroma político que se desprende de más de uno de los nombramientos realizados en los órganos de gestión y control de Kutxabank y de las tres fundaciones que acoge en su accionariado. Pero juega a su favor unos excelentes resultados y una solvencia reconocida más allá incluso del mercado nacional. Este tinte político es una verdad silenciosa, asumida por todas las partes interesadas como la consecuencia insalvable del origen fundacional de unas cajas de ahorro íntimamente ligadas a las instituciones y a la acción social, entonces más que ahora pegada a la acera de las necesidades.

Ha tenido que llegar la absurda solución de una contratación fraudalenta a un político en paro para que Kutxabank defraude a más de uno. No es de recibo que un profesional de la talla contrastada de Mario Fernández acepte semejante chapuza. Un abogado bregado en aquellas arenas movedizas del BBV no puede dejarse pelos en la gatera admitiendo que se pague 6.000 euros al mes a un exdelegado de Gobierno en virtud de una ley no escrita. Mucho menos, que no aguantara el calentón del orgullo herido y sacara de su bolsillo 243.000 euros para garantizarse ingenuamente la paz del enemigo que le estaba clavando el puñal antes de darse la vuelta.

¡Cuánta torpeza, cuánto daño a Kutxabank y cuánta desilusión a quienes siempre defendieron que "aquí lo de las cajas es otra cosa"! Y por supuesto que lo es, aunque precisamente ahora mismo, algo menos de lo que se creía.

El banco vasco ha resultado una familia peligrosamente desunida en el momento menos propicio para el afán regulador de los supervisores europeos. Este escándalo, más alarmante en las formas que en el fondo, desvela que existía una lucha interna por marcar el territorio que solo se ha resuelto con la precipitada marcha de Fernández, pero que deja pendiente la impronta de una nueva etapa iniciada de la peor manera posible.

Sería exigible reclamar con urgencia a Kutxabank y a su socio mayoritario que proyecten a las decenas de miles de clientes y al mercado en definitiva una acción concertada para asentar así una necesaria resistencia ante el vendaval político que se avecina. Y, de paso, que quienes han resultado directamente concernidos por los coletazos innegables de este irrisorio escándalo demuestren la profesionalidad suficiente para cicatrizar las heridas sin salir necesariamente a la arena pública. Que nadie olvide que una parte del presente y futuro de Euskadi pasa por Kutxabank.

Sobre el autor

Juan Mari Gastaca

, delegado de El País en Euskadi. Se abre aquí un hueco para intercambiar opiniones sobre la vida política que en esta tierra vasca no deja a nadie indiferente y mucho menos cuando llegan unas elecciones.

Sobre el blog

Hablaremos sobre el día a día de la vida política que afecta a Euskadi, dentro y fuera de la casa común vasca.

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