Las peligrosas aventuras del joven Arthur Conan Doyle en el Ártico

Por: | 11 de septiembre de 2012

Conan Doyle with the crew. Page 286

Arthur Conan Doyle (tercero por la izquierda), en cubierta con la tripulación. © Hull Museums and Art Gallery.

Una tarde de principios de 1880, Arthur Conan Doyle, por entonces un estudiante de medicina de 20 años, decidió embarcarse en un ballenero rumbo al Ártico. Buscaban un médico, y él aventuras. A su madre, que pasaba verdaderas estrecheces para pagar sus estudios en la universidad de Edimburgo, no le hizo ninguna gracia: su hijo se disponía a dejar las clases para ejercer la profesión que ella había elegido para él… ¡en un barco! ¡Y por poco más de dos libras al mes!

Pero a Conan Doyle el viaje a bordo del Hope le brindaría, escribió en su diario, “la primera verdadera aventura" de su vida.

Hope
El ballenero Hope, dibujado por Conan Doyle.

Partió con varias novelas, libros de poesía y filosofía, y cuadernos en blanco. Dos de ellos, inéditos hasta ahora, contienen la crónica de las aventuras de este joven médico con ambiciones literarias –el creador de Sherlock Holmes ya había publicado un relato de misterio–. A finales de mes, la British Library publicará Dangerous Work: Diary of an Arctic Adventure, el diario que Conan Doyle abrió el 28 de febrero de 1880 y cerró seis meses más tarde, el 11 de agosto. Según el recuento de los editores del volumen, Jon Lellenberg y Daniel Stashower, quienes lo hojeen se encontrarán con más de 25.000 palabras y 70 dibujos, algunos coloreados a mano, en los que Conan Doyle plasmó su torpeza para caminar por el hielo, el miedo que pasó al caerse al mar helado o la tristeza por la muerte de Andrew, el miembro más anciano de la tripulación.

El Hope volvió a casa con un botín “escaso”: dos ballenas, 3.600 focas y una gran variedad de osos polares, narvales y aves. Para sus compañeros de viaje no fue travesía excepcional, pero Conan Doyle nunca la olvidaría. Para él, recordaría ya en su vejez, fue “un capítulo extraño y fascinante” de su vida.

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Dangeorus Work' (c) Conan Doyle Estate Ltd
Dangeorus Work' (c) Conan Doyle Estate Ltd

Dangerous Work. © Conan Doyle Estate Ltd.

Miércoles, 17 de marzo. “Sobre las cinco oí al segundo de a bordo decirle al capitán que ya se veía el hielo. Él se levantó, pero a mí me dio demasiada pereza. Un noruego pasó a eso de las ocho. Cuando nos levantamos a las nueve el intenso aire fresco me comunicó que hacía un frío glacial”.

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Dangerous Work. © Conan Doyle Estate Ltd.

Viernes, 19 de marzo. “Ojalá se despejase la bruma. Llovizna un poco. […] Cane y Stewart estuvieron boxeando por la tarde. Hablé de literatura con el capitán, piensa que Dickens es poca cosa al lado de Thackery [sic]”.

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Dangerous Work. © Conan Doyle Estate Ltd.

Viernes, 16 de abril. “Jack Buchan disparó a un halcón por la tarde, que el capitán, con su ojo de lince, había visto a lo lejos en un montecillo […] Medía más o menos 46 centímetros y lucía un plumaje hermoso y moteado”.

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Dangerous Work. © Conan Doyle Estate Ltd.

Viernes, 7 de mayo. “El Diana nos vio parados toda la noche de ayer y pensó que habíamos visto algo espléndido, así que vinieron a una velocidad temeraria a propulsión a vela y vapor para compartir el botín”.

Todas las imágenes pertenecen al © Conan Doyle Estate Ltd. y han sido extraídas del libro Dangerous Work. Diary of an Arctic Adventure, editado por la British Library.

Dangerous Work (c) Conan Doyle Estate Ltd.

Hay 4 Comentarios

Siempre fue una persona muy "emprendedora" y a la vez que muy "bizarra" en sus formas, no tanto con el personaje de Sherlock

¿Y por qué no se puede usar su segundo nombre y su apellido para llamarle?

No, NO ES "Conan Doyle". Conan es sólo el segundo nombre de pila de este señor. Debe ser Arthur C. Doyle o Arthur Doyle a secas. No es como en España, que 'Conan' sería un apellido. MAL.

Cuántos de nosotros no hemos sentido alguna vez la necesidad de romper con todo para buscar nuevos horizontes en nuestra vida. Cuántos hemos reprimido ese impulso por miedo o comodidad. Pasan los años, la vida poco a poco nos va forjando, encasillando en una determinada forma de vivir condicionada por el trabajo, por el pasado, por la historia que hemos ido construyendo, a veces, simplemente, dejándonos llevar. Y entones, acaso, recordemos esos impulsos del pasado que hubieran podido cambiar nuestra vida, nunca sabremos si para bien o para mal. Y esa incertidumbre sobre lo que hubiera podido ser nos deja cierta sensación de amargura por no haber sido capaces de intentarlo al menos.
Dejamos zarpar tantos barcos que se alejaban en el horizonte ante nuestra mirada soñadora en el muelle, ante la resignación de nuestro miedo o de nuestra debilidad.
Conan Doyle, a pesar de zarpar como médico, era ya un escritor. Lo revela su equipaje, provisto de diversas lecturas y su necesidad de anotarlo todo en un cuaderno. Supo coger el barco que a él, sin duda, le llevaría a buen puerto.

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Virginia Collera

es periodista y traductora. Colabora intermitentemente con El País desde 2006 y es compradora confesa de libros por la cubierta y/o las fotografías interiores.

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